viernes, 25 de abril de 2014
Matrimonio en el jardín
Los dos estaban aburridos junto a la piscina. Katherine, bajo una sombrilla, una pamela de paja y unas sofisticadas gafas de sol. Matthew, bajo un peluquín grasiento, un ceño fruncido y mil pensamientos a ninguna parte. Sólo el sonido del aspersor refrescaba el silencio. Ella, con un bikini pensado para una mujer con treinta años menos, leía una revista de moda, soñando que su vida fuera otra o que su marido fuera otro. Él, pellejo y hueso, sentado en la orilla, buceaba con la mirada buscando el pecio de su matrimonio. En algún lugar de la hierba sonó un teléfono móvil. Una melodía anodina que no resucitó a ninguno de los dos pedazos de carne. Por un momento, el risueño gnomo del jardín pareció mirar hacia la llamada perdida mientras aguantaba estoico la enésima micción de un viejo Yorkshire con problemas de próstata. Luego, mutis por la nada.
Las horas pasaron, el jardín se quedó vacío, pero el desinterés seguía allí, transformando aquel chalet en el parque temático de un fracaso.
Las horas pasaron, el jardín se quedó vacío, pero el desinterés seguía allí, transformando aquel chalet en el parque temático de un fracaso.
viernes, 18 de abril de 2014
Carol
El mundo de Carol era sencillo, como una caja de recuerdos. Una casa de madera en un mar de trigo bajo el inmenso acuario del cielo. Una tumba junto al porche, modesta como una nota a pie de página. Un buzón oxidado donde sólo entraba ya el olvido. Y un perro viejo al que le daba pereza ladrar.
Carol era una mujer menuda y enjuta con la cabeza llena de recuerdos recogidos en un precioso moño cano que todas las mañanas se arreglabCara con coquetería frente al espejo. Por su piel había pasado la vida y el tiempo dejando un mapa de arrugas; la historia secreta de las emociones. Y no vestía de luto, porque pensaba que el negro no hacía justicia a quien puso color a sus días. Así era ella.
La crónica de su vida no tenía grandes titulares. Era una epopeya mundana. La historia de quien sin ambicionar nada conquistó la felicidad. La bitácora de una conciencia que siempre navegó por aguas tranquilas. El sereno estruendo de quien nunca tuvo necesidad de alzar la voz. El murmullo de un triunfo.Pero siempre tuvo un asunto pendiente: el cielo. Y no el edén que prometen las religiones sino el infinito teatro que regalan las noches de verano. El paisaje para el que, desde niña, en lugar de palabras sólo tuvo ojos y horas. El refugio inalcanzable al que siempre volver. El confidente eterno.
Aquella noche el verano apretaba la piel contra la ropa y el campo dormitaba exhausto entre las nanas de las cigarras. Carol, con mil ochenta meses hormigueando en su memoria, estaba en el porche, mirando al cielo. En su mente, preguntas atropelladas por una curiosidad casi infantil. En el cielo, la respuesta hecha añicos azulados, como luciérnagas de hielo. Una brisa repentina y fugaz le descolocó un mechón. Sonrió. Dijo buenas noches a la tumba y se metió en casa.
A la mañana siguiente, todo se había puesto de nuevo en movimiento. Excepto Carol. Su habitación olía al perfume que discretamente se echaba detrás de los oídos y desprendía una calidez entrañable, como de pan recién hecho. Ella estaba en su cama, tumbada, vacía. En su rostro, ni alegría ni dolor ni espanto; serenidad. Sus ojos, sus preciosos ojos azules, abiertos y en ellos, moviéndose por siempre, todo el cielo.
Carol era una mujer menuda y enjuta con la cabeza llena de recuerdos recogidos en un precioso moño cano que todas las mañanas se arreglabCara con coquetería frente al espejo. Por su piel había pasado la vida y el tiempo dejando un mapa de arrugas; la historia secreta de las emociones. Y no vestía de luto, porque pensaba que el negro no hacía justicia a quien puso color a sus días. Así era ella.
La crónica de su vida no tenía grandes titulares. Era una epopeya mundana. La historia de quien sin ambicionar nada conquistó la felicidad. La bitácora de una conciencia que siempre navegó por aguas tranquilas. El sereno estruendo de quien nunca tuvo necesidad de alzar la voz. El murmullo de un triunfo.Pero siempre tuvo un asunto pendiente: el cielo. Y no el edén que prometen las religiones sino el infinito teatro que regalan las noches de verano. El paisaje para el que, desde niña, en lugar de palabras sólo tuvo ojos y horas. El refugio inalcanzable al que siempre volver. El confidente eterno.
Aquella noche el verano apretaba la piel contra la ropa y el campo dormitaba exhausto entre las nanas de las cigarras. Carol, con mil ochenta meses hormigueando en su memoria, estaba en el porche, mirando al cielo. En su mente, preguntas atropelladas por una curiosidad casi infantil. En el cielo, la respuesta hecha añicos azulados, como luciérnagas de hielo. Una brisa repentina y fugaz le descolocó un mechón. Sonrió. Dijo buenas noches a la tumba y se metió en casa.
A la mañana siguiente, todo se había puesto de nuevo en movimiento. Excepto Carol. Su habitación olía al perfume que discretamente se echaba detrás de los oídos y desprendía una calidez entrañable, como de pan recién hecho. Ella estaba en su cama, tumbada, vacía. En su rostro, ni alegría ni dolor ni espanto; serenidad. Sus ojos, sus preciosos ojos azules, abiertos y en ellos, moviéndose por siempre, todo el cielo.
domingo, 13 de abril de 2014
"Noé" o el diluvio universal según Aronofsky

- El excesivo metraje (más de dos horas) para un hecho/relato que no da para tanto ni en su versión original ni en la propuesta de Aronofsky. Un defecto que no se justifica sino que se agrava con las aburridas tramas, el ritmo (se debió ahogar) y las (es)forzadas interpretaciones de un elenco que seguramente deba tachar esta película a la hora de repasar su brillante filmografía.
- Las fallidas y chirriantes licencias: Antes de meterme con dichas licencias, conviene aclarar que no me parece mal innovar a la hora de contar algo ya sabido. La creatividad
siempre es bienvenida. Y más si hablamos de algo que tan manido y esencialmente mítico como es el Antiguo Testamento/Tanaj en general y el diluvio universal en concreto (mito presente no sólo en la mitología judeo-cristiana sino también en la mesopotámica, griega e hindú, por citar algunos ejemplos). Así pues, no hay nada malo en "hacer tu propia versión" del mito del diluvio porque, para empezar, eso mismo hicieron los hebreos con el mito babilónico de Utnapishtim. El problema, como en toda adaptación, viene a la hora de decidir y justificar qué respetas, qué aportas y de qué prescindes. Y es ahí donde Aronofsky mete la pata: dejando a un lado la discutible y sorprendente utilización de "Los Vigilantes" (criaturas gigantescas de origen básicamente apócrifo y denominadas Grigori o Nefilim), la película descarrila gracias a la anacrónica vestimenta del personal(chupa y pantalón de cuero incluidos...), la modificación de la edad de los hijos (que originalmente ya eran hombres casados cuando empezó a llover), la supresión de personajes (si quitas las esposas a dos de los tres hijos,
la repoblación mundial se complica), la inclusión de personajes bíblicos que nada tienen que ver con la trama (Matusalén y Tubalcaín) sólo para intentar cebarla, el insípido añadido de conflictos inexistentes en el mito original (la guerra por el Arca, la natalidad de la chica estéril, etc), la demencial conversión de Noé en el Jack Torrance del Antiguo Testamento o la decisión de que los primeros nietos de Noé sean un par de gemelas (¿repoblación universal in vitro? ¿incesto?).
- La contradictoria mezcla de intenciones: Tanto el excesivo metraje como el popurrí de licencias fallidas son víctimas directas de las cinco incoherentes intenciones que maneja Aronofsky a la hora de contar la historia. La primera es querer ser más mitológico y doctrinario que la propia Biblia. La segunda,
intentar conciliar el creacionismo con el evolucionismo (¿?) La tercera, meter con calzador un discurso ecológico-vegano. La cuarta, convertir la situación pre-diluvio en una crítica ¿encubierta? a la desquiciada sociedad actual. Y la quinta, intentar convertir el mito en un espectáculo hollywoodiense mezclando para ello (sin criterio ninguno) la épica, la fantasía, el drama y el romance.
Por todo ello, a pesar de la innegable potencia visual de ciertas escenas (ej:los sueños, las escenas en time-lapse) y de demostrar claramente la devastadora e inexplicable actitud del Dios del Antiguo Testamento, Noé está más cerca de aburrir y desconcertar que de cualquier posible virtud exigible a una ficción. Y es que esta película es un arca que en lugar de estar llena de animales, está llena de errores.
viernes, 11 de abril de 2014
Umbral

Se detuvo ante la puerta, giró sobre sus talones, contuvo la respiración, cerró los ojos y escuchó. Silencio. Las tuberías bajo la escayola, la madera de la tarima flotante, las juntas de los muebles del salón, los grifos de plata de los baños, las ascuas de la chimenea y el reloj comprado en almoneda del recibidor: nada emitía sonido alguno. Un silencio incontestable. Dejó escapar el aire lentamente. Transcurridos unos segundos, inspiró y el olor a lavanda impregnó su nariz. Sonrió. Abrió los ojos. Y allí clavada en la pared, enmarcada y perfectamente equilibrada, apareció una fotografía en blanco y negro. Hacía veinte años, el color, el rockabilly y las risas de aquella escena se congelaron en un clic y medio instante. Él y ella. Ella y él. Ellos y el mundo antes de la boda. Se descalzó. El tacón del zapato derecho cayó en un golpe seco sobre el suelo. Dio cuatro pasos hasta la pared mientras las medias que enfundaban sus pies levantaban un siseo de la alfombra de seda del recibidor. Se acercó a la fotografía. La observó detenidamente. Miró su bolso. Volvió a mirar la fotografía. La dobló cuidadosamente en cuatro pliegues y la guardó en su bolso, junto a una funda de gafas y un billete de tren. Sólo ida. Colgó el marco vacío en la pared. Sus pasos recorrieron en sentido inverso la alfombra. Se calzó sus zapatos. Inspiró. Las llaves tintinearon cuando las dejó en el llavero. Cerró los ojos. Abrió la puerta. Su cara se llenó de luz y ruido. Dio un paso. Luego otro. Y la casa quedó atrás.
jueves, 10 de abril de 2014
Atleti


miércoles, 9 de abril de 2014
Crecer

Pero crecer también es dejar el Delorean con el motor encendido. Es recordar que la vida sí que es elegir tu propia aventura. Es tener claro que el pasado está sólo a un recuerdo de distancia. Es aceptar que, para afrontar la vida, quizás necesitas un barco más grande. Es sentir que te has enamorado cuando has encontrado a tu guardiana de la puerta. Es disfrutar sabiendo que has vivido. Es conseguir que otros disfruten al descubrir por primera vez. Es comprender que basta un segundo para volver a ver, a estar, o a ser. Es convertir la magdalena de Proust en un libro, una viñeta, un disco, un muñeco articulado, un videojuego, una canción, el cartel de una película o la sintonía de una serie. Es estar seguro de que nunca nada ni nadie acaba por irse del todo. Es saber que, al mirar por el retrovisor, el niño que una vez fuiste no se ha quedado tan lejos.
sábado, 5 de abril de 2014
Vamos a contar mentiras
España es, cada día más, un país en el que pasando de todo, no pasa nada. Una nación donde llueven piedras y se esconden manos. Un territorio lleno de perros que ladran pero no muerden. Un lugar donde todo queda en papel mojado a la velocidad de la luz. Un país que reniega de la valentía del último paso. Un Estado de polvareda. El reino de todo-da-lo-mismo.
La última muestra de ello es la interminable polémica sobre si el Rey fue el "Elefante Blanco" del 23-F o si los únicos paquidermos que conoce el monarca son los que caza antes de hostiarse. Todo ello a cuenta del libro de Pilar Urbano, cuya tesis principal es que a Adolfo Suárez todo el mundo (empezando por el Rey) quería quitárselo de la vista, ya fuera por lo militar o por lo vil. Tesis que, como era obvio y esperable, ha sido ya desmentida por Zarzuela y por algunos aledaños de Suárez.
Dejando al margen el oportunismo éticamente cuestionable de publicar el libro cuando uno de sus principales protagonistas y afectados acaba de morir, lo que más me desconcierta y llama la atención de todo este cisco es lo siguiente:
- Si es mentira lo que cuenta el libro, es de tal gravedad que (con el Código Penal en la mano) la autora debería haber sido ya objeto de querella por calumniar (según el artículo 205, calumnia es la imputación de un delito hecha con conocimiento de su falsedad o temerario desprecio hacia la verdad), por injuriar (según el artículo 208, injuria es la acción o expresión que lesiona la dignidad de otra persona, menoscabando su fama o atentando contra su propia estimación) y por delito contra la Corona (artículo 490).Por eso, es cuando menos muy sorprendente que todo se quede en el mero bla,bla,bla del desmentido.Si es una mentira tan rotunda, ¿por qué nadie se ha querellado? ¿Por qué el Ministerio Fiscal no ha actuado de oficio? Total, si es mentira constitutiva de delito, quedaría evidenciada en un procedimiento judicial en el que la prueba lo es todo.¿Entonces? ¿Qué pasa? ¿Dónde están las querellas?
- Si no es mentira lo que cuenta el libro, es igualmente sorprendente que la vilipendiada autora no se haya defendido ya de tanto ataque y menosprecio sacando a la luz los documentos que prueben que lo que dice o lo que cita es cierto. ¿Por qué no se defiende la autora? ¿Dónde están las pruebas de lo que ha publicado?
¿A qué están jugando? Con las graves insinuaciones y acusaciones implícitas en el libro de Pilar Urbano, sólo caben dos posibilidades: o miente la una o mienten los otros. Es decir, lo único seguro es que alguien nos está tomando el pelo...y que no pasará nada, porque así es este país.
viernes, 4 de abril de 2014
Luz
En la luz todo, todo en la luz. Dos jóvenes haciendo el amor en una buhardilla en Montmartre, un grupo de niños volando una cometa en Hiroshima, un yuppie haciendo footing en Central Park, unos chicos jugando al fútbol en Copacabana, un bebé muriendo en Ruanda, un motorista recorriendo la Ruta 66, un funcionario pintándose los labios en Pekín, una adolescente haciéndose un piercing en Berlín, una viuda rezando en el Vaticano, dos hombres besándose en un motel en Tijuana, un estadio coreando un touchdown en San Francisco, un familia llorando en un velatorio en Catania, una madre tirándose por la ventana en Madrid, una niña bañándose en el Ganges, un joven inmolándose en Kabul, un bebé naciendo en Buenos Aires, dos ancianos abrazándose en los Alpes, un militar masturbándose en West Point, un astronauta llorando en la Estación Espacial Internacional. Y el silbido del viento, desatado, colándose entre los perfiles de metal. El mundo entero cabía en la cerradura de su celda cuando el amanecer entraba sin permiso con el magma de un nuevo día. Daniel sonreía, insuflando aire en las velas de aquel pecio demacrado. A veces, basta un poco de vida en la oscuridad para que todo brille, aunque sólo sea durante unos segundos, aunque sólo sea para desempolvar durante unos instantes la promesa de un mundo al que volver, aunque sólo sea para sugestionarse con la idea de que la libertad es un estado de ánimo. En la luz todo, todo en la luz.
domingo, 23 de marzo de 2014
Un hombre para la eternidad
Fue un político íntegro. Un estadista decente. Un súbdito superior a su Rey. Una persona cuyas virtudes hicieron que el pueblo le diera el aprecio, el reconocimiento y la justicia que le negaron quienes serpenteaban en el poder. Un hombre recto convertido en mito y referente. Un nombre con sombra luminosa y gigantesca. Así fue Tomás Moro, la histórica figura que dio pie a la excelente obra Un hombre para la eternidad (drama y película). Pero se podría decir exactamente lo mismo del mayor y mejor político que ha tenido la democracia española: Adolfo Suárez.
El hombre que tuvo el papelón de consolidar la democracia cuando ésta tenía muros de papel higiénico. El hombre que tuvo el papelón de navegar el Cabo de Hornos constitucional sin más mapa ni brújula que su conciencia y lealtad. El hombre que tuvo el papelón de bailar no ya con la más fea sino con todas las feas disponibles. El hombre que tuvo el papelón de enseñar a toda España, empezando por el Jefe del Estado y acabando por el ciudadano raso, qué significa ser un líder. El hombre que tuvo el papelón de dignificar lo que otros desconocían o menospreciaban.
A mí, nacido en 1980, los grandes éxitos de Adolfo Suárez me pillaron a toro pasado, pero, quizás gracias a eso, puedo valorar con más perspectiva y objetividad el enorme mérito que tuvo lo que hizo. Un mérito tan colosal y justificado que, para mí, convierte al resto de personajes de la llamada Transición, desde el Primero hasta el último, en comparsa parasitaria de este titán político cuya altura de miras, sensatez, valía e integridad lo convierten con todo merecimiento en el mejor representante oficial que ha podido tener España en el último siglo. Unas cualidades que igualmente convierten a Suárez en un espejo en el que deberían mirarse los políticos de entonces, de ahora y de después. Un espejo que, dicho sea de paso, la gentuza que ha pisado y pisa el Congreso de los Diputados ha convertido en uno digno del mítico "callejón del Gato".
Para mí, Adolfo Suárez camina ya dentro del terreno del mito. Es un Prometeo patrio que trajo el fuego de la convivencia y la libertad a una sociedad en pañales. Un mito que, como tantos otros, ha "necesitado" que lo extraordinario quede subrayado por castigos trágicos, crueles e inmerecidos: su caída en desgracia política y el azote de la enfermedad. Castigos que afrontó con la misma firmeza con la que afrontó la Transición o el 23-F. Y eso es algo al alcance de muy pocos: en la Antigüedad se las llamaba héroes.
Por eso, en su muerte, el mejor tributo que podemos rendir es conservar siempre en la memoria a alguien a quien sus enemigos políticos y la propia vida quisieron privar de recuerdo. Alguien que fue más Rey que el Rey. Alguien que demostró que otra España era posible. Que otra España es posible. Un hombre para la eternidad. Descanse en paz.
sábado, 15 de marzo de 2014
Maquillaje Papal
Anda el mundo celebrando el primer cumpleaños del Papa Francisco, el jesuita latinoamericano que sucedió a Renunciatus VI. Doce meses en los que, gracias al ingenio y la habilidad retórica propia de los argentinos, el Papa ha disparado su popularidad ofreciendo urbi et orbe un cambio de imagen a una Iglesia muy necesitada de ello por haber estado demasiado tiempo enredada en complejas cuestiones teológicas, preocupaciones endogámicas y posturas inmovilistas o reaccionarias. Una operación estética que, para algunos, marca un viraje de rumbo, una nueva tendencia, una esperanza de renovación. Y es que son muchos los que creen que una variación en las formas provoca un cambio en el fondo. Un silogismo que resulta tan acertado como pensar que si Belén Esteban se opera de arriba abajo va a dejar de ser Belén Esteban (cosa que, por cierto, se ha demostrado falsa). Y es que ya lo dice el refrán: Aunque la mona se vista de seda...
Yo no voy a negar el mérito de la performance cosmética del Papa Francisco, quitando el maquillaje previo, eliminando impurezas y y maquillando a la Iglesia para mitigar el rechazo que sufría y sufre tanto por deméritos propios como por prejuicios ajenos. Pero, dicho esto, si alguien se preocupa por ir más allá del
gesto y la palabrería desplegada por el Pontífice, descubrirá que, tanto en las grandes cuestiones como en los grandes problemas que debe afrontar la Iglesia, el Papa Francisco o no se ha mojado de verdad o, si lo ha hecho, ha sido por meterse en un decepcionante charco (como su vergonzosa e hipócrita declaración sobre la pedofilia...). Cambiarlo todo para que todo siga igual, como decían en El Gatopardo.

Así las cosas, el Papa Francisco parece haber apostado por una via superficial, buenista y populista como salvoconducto para un Pontificado agradable y sin turbulencias. O, dicho de otra forma, el jesuita argentino parece haber apostado por una postura comodona, efectista y cobarde destinada a deleitar sólo a los ya convencidos cuando lo cierto es que, si la Iglesia quiere dar un auténtico cambio, no debe dirigirse a los convencidos sino a quienes esperan de la Iglesia al más que buenas palabras y viejas respuestas, esto es, a quienes nos encantaría que la Iglesia abandone esa postura acomodada en la retaguardia y pase a liderar la vanguardia en la lucha contra las exclusiones y en defensa de quienes, por cuestión de edad, sexo, ideología, sexualidad o credo, son víctimas de la maldad humana. Hubo un tiempo, hace muchos, muchos siglos (21 para ser exactos), en el que la Iglesia fue perseguida y criticada por su valentía, por transgredir, por integrar sin miedo, por ser abierta, por atreverse a marcar la diferencia, por ir un paso más allá, por ser y no por parecer. ¿Qué ha quedado de esto? Pues, de momento,ha quedado un Papa que cae más simpático pero que cambiar, lo que se dice cambiar, no ha cambiado nada.
martes, 11 de marzo de 2014
Diez, once
Hoy no habrá fuego ni hierro ni sangre. Hoy no habrá silencio ni sirenas ni gritos. Hoy no habrá ira ni pasmo ni piel de gallina. Hoy no nos levantamos a las puertas del infierno. Hoy sólo hay recuerdo de lágrima encendida para los que nos dejaron. Hoy sólo hay recuerdo de aplauso íntimo para quienes se cayeron y levantaron. Hoy sólo hay recuerdo para los que se lo ganaron.
Por eso, hoy, diez años después del atentado del 11-M, no quiero dedicar estas palabras a los políticos que estando a un lado y a otro del poder pensaron más en los votos que en los muertos. Ni tampoco quiero dedicárselas a aquellos miembros de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado que contribuyeron con su negligencia o con su malicia a servir a intereses distintos y distantes a los de la mayoría de la sociedad. Ni tampoco quiero dedicárselas a aquellos miembros del Poder Judicial que dejaron margen para la duda razonable. Ni tampoco quiero dedicárselas a aquellos medios de comunicación y periodistas que alfombraron las tesis de quienes o bien querían conservar el poder o bien querían llegar a él como fuera y que allanaron el camino a la demagogia y la mentira, olvidando que el único compromiso de un periodista es con la verdad probada. Ni tampoco quiero dedicárselas a aquellas personas que aceptaron ser rebaño o turba. No. Hoy no voy a dedicar estas palabras a quienes demostraron que España es un país que sigue pensando en bandos. No voy a dedicar estas palabras a quienes dieron motivos de sobra para pensar que España es un país que da asco.
Hoy quiero dedicar estas palabras a los que murieron. Y a quienes se los quitaron. Y a quienes se lanzaron a ayudar en medio del espanto. Y a quienes cumplieron con su trabajo salvando vidas. Y a quienes llenaron la Puerta del Sol para donar sangre. Y a quienes no se dejaron vencer ni por la rabia, ni por el miedo, ni por el engaño. Y a quienes trabajaron por buscar la verdad entre los escombros de la confusión y la mentira. Sí. Hoy quiero dedicar estas palabras a quienes no tuvieron, tienen ni tendrán que pedir perdón. Quiero dedicar estas palabras a quienes sí estuvieron a la altura. Quiero dedicar estas palabras a quienes dieron motivos de sobra para creer que España es un país del que sentirse muy orgulloso.
sábado, 8 de marzo de 2014
Para ellas
Hoy es el Día Internacional de la Mujer, una efeméride forzada para romper, aunque sólo sea una jornada, el menosprecio o escaqueo al que se someten habitual y secularmente la situación y los méritos de la mujer, tanto dentro como fuera del trabajo.
Por eso, este post va para ellas. Para las mujeres. Y lo escribo sin la demagogia ni los tópicos con los que se suele despachar este asunto. Lo escribo desde la experiencia y el afecto y, por tanto, pensando en mujeres que conozco pero para todas aquellas que se puedan sentir identificadas.
Y es que estas palabras hoy van para quienes desde que salen hasta que regresan a la cama convierten el esfuerzo en una tarea cotidiana. Para quienes, con o sin nómina, trabajan indefinidamente en la sala de máquinas de la vida y las vidas. Para quienes no sólo te pueden dar la vida sino hacértela más fácil o más sencilla o más feliz. Para quienes defienden con hechos lo que otras sepultan en palabrería y slogans. Para quienes, con o sin empleo, siempre trabajan duro. Para quienes, siendo como son, dejan en pelotas los argumentos de los que preferirían vivir en la época de las cavernas. Para quienes escapan de las trampas y zancadillas con remitente femenino. Para quienes, pese a todo y todos, siguen en pie. Para quienes, no vistiéndose de superheroínas, son la constante firma a pie de
hazaña. Para quienes extender el tiempo y el espacio es parte de la rutina. Para quienes convierten una vivienda en un hogar. Para quienes, apareciendo detrás de los grandes hombres, siempre estarán por delante. Para quienes la retórica del "los y las" es un callejón sin salida donde dejarte violar por el ridículo. Para quienes no necesitan cuotas ni leyes para demostrar su valía. Para quienes no tiran la toalla por aquello en lo que creen y aquellos a los que quieren. Para quienes siempre están ahí porque nunca se van. Para quienes renunciar al egoísmo no implica renegar de la dignidad. Para quienes siempre te enseñan que "un paso más allá" es un buen sitio al que ir. Para quienes sostienen el mundo mientras otros se limitan a mirar o pasar de largo. Para quienes viven y hacen vivir. Para quienes siempre dan argumentos para estar en deuda con ellas.
Como decía, escribo estas líneas gracias a mujeres que he conocido o conozco tanto en el ámbito personal como en el familiar y profesional. Mujeres impresionantes y merecedoras de un cheque de afecto con muchos ceros a la derecha. También he conocido o conozco, tanto en el ámbito personal como en el familiar y profesional, a perfectas cabronas cuya mera existencia debería ser considerada un atentado contra el consumo de oxígeno. Gentuza que sólo vale para una cosa: amargar la vida. Pero esas mujeres no cuentan ni hacen mella para tener argumentos de sobra para, dentro y fuera de este blog, homenajear a todas las que, tengan o no trabajo, curran en la empresa más competitiva y exigente de todas: la felicidad.
sábado, 1 de marzo de 2014
El traje nuevo de Rajoy
Se acaba una semana marcada en España por el "debate sobre el estado de la nación", esa berrea parlamentaria que, año tras año, pierde cada vez más interés gracias al incansable esfuerzo de Gobierno y Oposición por convertirlo en un espectáculo vacío, endogámico e inútil destinado sólo a saciar el ego de los líderes políticos y el ansia lubricante de sus respectivos séquitos, demostrando bien a las claras que a los partidos políticos, sus grupos parlamentarios y sus líderes la ciudadanía les importa tres coj*nes.
Así las cosas, esa performance que ni es debate ni es diálogo ni es nada sólo sirve para una cosa: extraer argumentos con los que atizar merecidamente a tal o cual político (o a todos), como castigo por su decisivo papel a la hora de convertir este país en una puñetera vergüenza. Y es que el "infame sarao antes conocido como Debate sobre el estado de la nación" únicamente evidencia y refuerza la idea de que lo mejor que se podría hacer en el Congreso de los Diputados sería tirar de la cadena. Vamos, que los periodistas y cronistas parlamentarios allí destacados se exponen a un nivel de mierda mucho mayor que si estuvieran en Fukushima.
No obstante, cada edición reporta alguna inmundicia que destaca por encima del resto. La de este año no ha sido que el PSOE siga en caída libre o que IU siga apelando al idealismo y la demagogia como único recurso o que UPYD convierta la sensatez en oportunismo o que los nacionalistas catalanes prosigan con la gran estafa catalana o que los vascos hagan lo propio con su pantomima filoetarra. No. El premio este año se lo lleva Mariano Rajoy, líder del partido-Gobierno que:
Así las cosas, esa performance que ni es debate ni es diálogo ni es nada sólo sirve para una cosa: extraer argumentos con los que atizar merecidamente a tal o cual político (o a todos), como castigo por su decisivo papel a la hora de convertir este país en una puñetera vergüenza. Y es que el "infame sarao antes conocido como Debate sobre el estado de la nación" únicamente evidencia y refuerza la idea de que lo mejor que se podría hacer en el Congreso de los Diputados sería tirar de la cadena. Vamos, que los periodistas y cronistas parlamentarios allí destacados se exponen a un nivel de mierda mucho mayor que si estuvieran en Fukushima.
No obstante, cada edición reporta alguna inmundicia que destaca por encima del resto. La de este año no ha sido que el PSOE siga en caída libre o que IU siga apelando al idealismo y la demagogia como único recurso o que UPYD convierta la sensatez en oportunismo o que los nacionalistas catalanes prosigan con la gran estafa catalana o que los vascos hagan lo propio con su pantomima filoetarra. No. El premio este año se lo lleva Mariano Rajoy, líder del partido-Gobierno que:
- Ha hecho de la cobardía una directriz, de la mentira un estilo de vida y de la estupidez una filosofía.
- Ha traicionado a millones de votantes renunciando tanto a su programa electoral como a sus principios y señas fundamentales hasta el punto de ser irreconocible.
- Ha ¿afrontado? la crisis económica premiando a sus culpables (los bancos), dejando sin resolver los problemas estructurales y castigando a sus víctimas (exterminando económica y fiscalmente a la clase media), con la colaboración estelar del fulano faltón, prepotente e infame que se sienta en el Ministerio de Hacienda.
- Ha convertido al paro (especialmente juvenil) en Godzilla.
- Ha permitido que asesinos, violadores y delincuentes de la peor clase salgan a la calle.
- Ha purgado los medios de comunicación para arrinconar o extinguir cualquier disidencia mientras apoya a medios que confunden periodismo con propaganda.
- Ha devastado el acceso a la cultura.
- Ha forzado a emigar a la juventud y/o el talento.
- Ha transformado un partido sólido y carismático en una congregación de advenedizos sin mayor valía que babear ante el líder cuando toque.
- Y está dejando al país infinitamente peor que como se lo encontró (y mira que era difícil).
Sin embargo, no son esos méritos los que hacen a Mariano Rajoy merecedor del premio "Sinvergüenza 2014", sino, precisamente su absoluta falta de vergüenza a la hora de sacar pecho por una situación que, en el mejor de los casos, se sostiene por el
esfuerzo, el sufrimiento y la paciencia de millones de personas que no se sientan en el Consejo de Ministros ni poseen escaño en el Congreso ni tienen los sueldos de los banqueros y empresarios con los que el Gobierno juega al teto. Y es que Rajoy ha hecho gala (una vez más aunque acaso la más notoria) de que tiene respecto a la realidad el mismo problema que con las canas: como no le gusta, la tiñe. ¿Cómo? Forzándola, falseándola, sesgándola, pasando de ella...cualquier cosa que le convierta en lo que él se cree: el rey del mambo.

Lo de Rajoy este año en el debate ha sido tan demencial y faltón (a la verdad, a la sociedad y a la razón) que sólo puede explicarse (que no disculparse) por el hecho de que su mente sea como la del célebre emperador del cuento de Andersen que se paseaba orgulloso en pelotas creyéndose vestido elegantemente. El problema es que lo único que este tipo ha dejado en pelotas ha sido la esperanza. Y eso no es, por desgracia, ningún cuento.
sábado, 15 de febrero de 2014
A vueltas con el aborto
Una de las grandes polémicas de los últimos tiempos ha sido la muy controvertida Ley del Aborto del ministro Ruiz-Gallardón. Una cuestión muy delicada, como cualquiera que afecte directamente a la vida de una persona, como, por ejemplo, la eutanasia o la pena de muerte y que por dicha condición debería tratarse con prudencia, sensatez y empatía, algo que el ministro de cabellera púbica no ha demostrado.
Por eso, como en este embrollo hay varios puntos que analizar, iré uno por uno:
- Sobre el Ministro de Justicia: Me alegro profundamente de que Gallardón haya encontrado su tumba política en el esperpéntico e indignante gabinete de Mariano Rajoy. Un miserable oportunista, megalómano y egomaniaco no merecía otro fin que ahogarse en esa fosa séptica ministerial de la que se ha rodeado uno de los Presidentes del Gobierno más incapaces, desvergonzados, inútiles, cobardes y mentirosos que ha tenido España (en dura pugna con el esperpéntico Rodríguez Zapatero). Con todas las reformas que había y hay que hacer en materia de Justicia, mucho más importantes y prioritarias que la del aborto (acabar con la despolitización del Poder Judicial, modernizar el sistema judicial, reformar el Código Penal, evitar lo ocurrido con la doctrina Parot...), Gallardón ha preferido ir a lo ¿fácil? con tal de contentar a una parte del electorado popular (si es que queda alguno) con la excusa de que estaba en el programa electoral, el mismo programa, por cierto, que su jefe se ha pasado por el arco genital hasta la saciedad. Querer ser más papista que el Papa tiene estas cosas...
- Sobre el no nacido: Un aspecto capital del tema del aborto en nuestro país gira en torno a la idea u opinión que se tenga sobre el "no nacido" (es decir, sobre el individuo engendrado pero aún no parido). En este aspecto, todo el mundo debería saber o recordar que nuestro ordenamiento vigente considera que el "nasciturus" tiene todos los derechos (según el artículo 29 del Código Civil "efectos") "que le sean favorables", una consideración que, por cierto, viene desde la época romana. Lo digo pensando en todas esas personas que hablan del feto como si fuera un mero cacho de carne.
- Sobre el papel del Estado/Gobierno: Siempre he pensado y defendido que el Estado debe intervenir única y exclusivamente para asegurar el estado de bienestar, esto es, en materia de economía, educación, sanidad y seguridad
ciudadana. Dicho de otra manera: la actuación del Estado (o el Gobierno, que en la práctica es lo mismo) debe ser todo lo garantista que la sociedad demande para alcanzar las condiciones de desarrollo ideales para sus miembros. Ni más, ni menos. Lo que el Estado no debe hacer nunca es comportarse como si los ciudadanos fuéramos no sólo menores de edad sino además tontos del culo necesitados de que nos digan qué hacer y cómo. En ese sentido, pienso que el papel del Estado acaba donde empieza no sólo la libertad de los ciudadanos sino la conciencia de cada uno de ellos. Si el Estado/Gobierno toma decisiones que sólo competen a las personas está cometiendo un tremendo error, ya que su papel no consiste en decir a los ciudadanos qué hacer con su libertad, sino protegerla en todos los ámbitos y sentidos.
- Sobre las posturas extremistas: Partiendo de la premisa de que jamás se va a encontrar una buena solución en posturas extremas, hay que reconocer una obviedad: el tema del aborto está muy polarizado, por culpa de una interpretación un tanto talibán de la religión (por un lado) y de confundir churras con merinas (por otro), dando como resultado unas actitudes que oscilan entre la defensa a ultranza del feto en gestación y la defensa encendida de la madre gestante, olvidando tanto unos como otros que el aborto afecta directamente a dos personas: la madre y el "no nacido". Así
las cosas, creo que tanto los que defienden la vida con los ojos en blanco como las estúpidas tipo FEMEN y aledaños deberían recordar algo que no aparece ni en la Biblia ni en ningún libro de femenismo trasnochado: la virtud es actuar según el justo término medio entre dos actitudes extremas (Aristóteles).

- Sobre el aborto como método anticonceptivo: Hay gente que ve el aborto como un método anticonceptivo más y actúa en consecuencia. Gente que, en definitiva, debería hacérselo mirar y no el cigoto ni el feto precisamente.
Mi opinión sobre el aborto: Yo siempre defenderé toda decisión que favorezca tanto a la madre como al hijo. En ese sentido, creo que generalizar es un error descomunal, tanto como optar por planteamientos unilaterales. Cada caso y cada vida es distinta: generalizaciones, no gracias. No obstante, pienso que para evitar embarazos no deseados hay remedios de sobra (salvo que estemos hablando obviamente de violación) y, por eso, si se trata de atajar el número de abortos, mejor haría el Gobierno en facilitar o democratizar aún más el acceso y uso de los métodos anticonceptivos. Luego ya que entre en juego la conciencia y sensatez de cada cual. Por otra parte, considero aberrante querer parir a una persona con graves malformaciones que lo único que acarrearían sería dolor, angustia y sufrimiento. Dicho lo cual, la postura más acertada que he leído respecto a este delicadísimo tema la encontré en el blog El Escorpión, que hace ya unas semanas se hizo eco de una carta de Italo Calvino a Claudio Magris en 1975 y de la que reproduzco un extracto:"(...)Traer a un niño al mundo tiene sentido sólo si el niño es deseado consciente y libremente por sus padres. De otro modo, se trata simplemente de comportamiento animal y criminal. Un ser humano se convierte en humano no sólo por la convergencia causal de ciertas condiciones biológicas, sino a través del acto de voluntad y amor de otras personas. Si este no es el caso, la humanidad se convierte -lo cual ya ocurre- en lo más parecido a una madriguera de conejos. Una madriguera constreñida a las condiciones de artificialidad en las que existe, con luz artificial y alimentos químicos.
Sólo aquellas personas que están convencidas al cien por cien de poseer la capacidad moral y física no sólo de mantener a un hijo sino de acogerlo y amarlo, tienen derecho a procrear. De no ser el caso, deben primeramente hacer todo lo posible para no concebir y si conciben, el aborto no representa sólo una triste necesidad sino una decisión altamente moral que debe ser tomada con completa libertad de conciencia. No entiendo cómo puedes asociar la idea del aborto con el concepto de hedonismo o de la buena vida. El aborto es un hecho espeluznante (...)".
viernes, 14 de febrero de 2014
Año 33
Si tu vida puede cambiar en un segundo, qué no podrá pasar en todo un año. Y eso es lo que ha sido mi año 33: doce meses de cambio, de transformación, de revolución tranquila, de renovación, de reinvención. Por eso, ahora que ya los 33 quedan en el retrovisor desde la pasada medianoche, es un buen momento para repasar el que quizás haya sido uno de los años más intensos, imprevisibles e importantes de quien esto escribe.
La principal y más sorprendente novedad que me reservó este año ya pasado fue mi salida de la empresa en la que llevaba trabajando casi una década. Un cambio causado por una traición que, como toda traición que se precie, no pudo ser más vil, interesada, cobarde y mezquina. Un cambio inesperado, inmerecido, injusto e injustificable...pero que me sirvió para dejar atrás, con la conciencia bien tranquila y la mirada bien alta, un lugar en el que había demostrado todo lo que tenía que demostrar y donde la escasez de buenas personas era y es la carta de presentación de un microcosmos malsano en el que la honradez, el esfuerzo y la valía humana y profesional cotizan a la baja. Por todo ello, pese al rencor por la traición y al dolor por la fractura, conforme han pasado los meses estoy satisfecho con el cambio puesto que, aunque me ha sumido en la cruel aventura del desempleo, me ha permitido tener la motivación y el tiempo suficientes para afrontar otros proyectos, compartir más momentos con la gente a la que quiero y conservar tres cosas que, de haber permanecido en aquella empresa, habría acabado por perder: la identidad, la dignidad y la ilusión. Así que, aunque suene paradójico, lo que inicialmente fue una experiencia bastante traumática y negativa se ha convertido en una impagable oportunidad para crecer, mejorar e ir un paso más allá. No hay mal que por bien no venga. Y ese mal me ha venido muy pero que muy bien.
Y me ha venido verdaderamente bien porque es una gran verdad aquello de que para que algo nuevo nazca lo viejo tiene que morir. Quizás por ello las otras novedades (las netamente positivas) del año 33 vinieron a raíz de lo que acabo de comentar: empezar una nueva carrera y por la UNED; iniciar un nuevo e interesantísimo curso en la ECH; acabar la novela que estuve escribiendo durante meses; comenzar una serie de colaboraciones semanales con una revista; tener más tiempo para mis seres queridos...Una vida no se cambia estando quieto y un camino no se recorre mirando hacia atrás.
En el plano más íntimo y personal, el 33 ha sido un año muy intenso, duro y difícil, lleno de contrastes y del que he obtenido dos conclusiones: La primera es que los verdaderos triunfos, los que marcan y definen la vida de una persona, no son una lista de "hitos por cumplir" fijada en función de expectativas, estándares o convenciones sociales, sino que están hechos de pequeñas victorias cotidianas ante lo inesperado. La segunda conclusión (y más importante si cabe) es que la felicidad todo lo puede. Y yo, si soy algo actualmente, es feliz. Y eso, por suerte para mí, no es algo que se consiga solo.
Por eso, echando la vista atrás, no soy la misma persona que hace un año...ni falta que hace: soy y me siento mejor que nunca. Algo que espero poder aumentar, disfrutar y compartir en este año 34 al que sólo le pido dos cosas: mucha salud y una pizca de suerte.
jueves, 13 de febrero de 2014
La Infanta enamorada
Hasta la fecha, la instrucción del caso Nóos está dejando bien claras tres cosas: Primera, el ex balonmanista es un golfo al que le sobra la condición de "presunto". Segunda, las únicas personas decentes en todo este embrollo son el juez Castro y la acusación popular. Y tercera, la Infanta está enamorada. Enamorada, sí. Que además de enamorada sea una imprudente con facultades mentales mermadas (por amor) o bien una auténtica desvergonzada es algo que tendrá que decidir el juez, porque sólo caben esas opciones: o bien estaba y está tan enamorada del ex trabajador de Telefónica que habría firmado su sentencia de muerte si se la hubiera dado a firmar el Duque Em-Palma-do o bien tiene una jeta con la que se debería fabricar el fuselaje de naves espaciales.
Por lo demás, yo no sé a qué viene la sorpresa e indignación con las que se está reaccionando respecto a este asunto y la actuación de unos y otros. De verdad, no hay nada nuevo bajo el sol:
- La Infanta ha actuado como corresponde a quien se sabe miembro de una institución que, pese a ser un auténtico ornamento (ahí está la Constitución española para recordarlo), está protegida por la inviolabilidad y la irresponsabilidad constitucionalmente fijadas para el monarca y que en la práctica, gracias a la pervivencia de una mentalidad servil y cortesana, han derivado en una tácita impunidad para la Casa Real al completo. El problema de actuar con esa "naturalidad" (llámese seguridad, arrogancia, suficiencia, despreocupación...) es que está poniendo las cosas aún más difíciles a los únicos que pueden devolver el prestigio y reconocimiento social a la Monarquía: los Príncipes de Asturias.
- La actuación del Estado, empezando por el Gobierno, pasando por Hacienda y acabando por la Fiscalía, ha sido y está siendo pura y llanamente cortesana. Una delirante competición por hacer méritos ante el Rey a base de pasarse por el arco genital cualquier disimulo a la hora de intentar desvincular a la Infanta y aledaños de todo lo que hacía "Iñaki", les ampare o no la realidad en tal empeño. Una demencial actuación que ha llevado a Hacienda a dar por buenas facturas que no lo eran (si eso lo hace un autónomo cualquiera, aún le estarían curando el desgarro anal) o a la Fiscalía a actuar como defensa y no como acusación, por citar sólo los ejemplos más famosos. Una zarzuela de despropósitos que lo único que ha puesto de relieve es el lameculismo borreguil, el gregarismo institucional y la inmadurez democrática que sufre España desde hace siglos.
- La prensa está actuando según lo esperado: unos medios defendiendo lo indefendible (con La Razón a la cabeza a la hora de hacer el más indignante ridículo) y otros haciendo lo más parecido al periodismo serio que podemos tener en este país (con El Mundo como espolón de proa). Un espectáculo bochornoso del que sólo se puede sacar en claro una cosa: hay ¿periódicos? que habría que imprimir directamente en papel higiénico para que por lo menos tuvieran una utilidad social.
Lo único que sí ha sorprendido(y para bien) ha sido la honradez, imparcialidad y valentía profesional del juez Castro, que ha aguantado y está aguantando ataques, jugarretas y presiones de todas partes con tal de demostrar que, en España, la injusticia no es igual para todos. Y es que Castro constituye, junto al juez Ruz y la jueza Alaya, el último tren para la Justicia en este país en el que la inocencia está menos favorecida jurídicamente que la culpabilidad (cuando no directamente perjudicada) y en el que cuanto más poder tienes, menos tienes que temer de los jueces, aunque seas un perfecto hijo de puta.
Así las cosas, habrá que seguir muy atentamente el desenlace de este follón judicial puesto que en este caso lo que está en juego esencialmente es el minúsculo crédito que le queda tanto a la Monarquía como al Estado y la Justicia. Un crédito ridículo y menguante que, por desgracia, no parece importar a ninguno de los implicados (y responsables). Quizás porque ellos forman parte del problema y no de la solución.
martes, 11 de febrero de 2014
Decíamos ayer...
Es curioso que haya pasado justo un año desde que escribí por última vez en este blog. Una mera curiosidad a pie de página de doce meses llenos de cambios y novedades tanto en lo puramente noticiable y reseñable como en lo estrictamente personal y privado y que han transformado tanto el mundo que veía como mi forma de verlo. La mirada cambia cuando lo hace tanto lo que se ve como quien lo ve. Eso es exactamente lo que ha pasado.
Y, ahora que retomo esta ventana desde la que asomarme y mostrarme mientras cuento, digo y pienso, no puedo prometer más que no escribir nada que no piense.
Así pues, tanto si en este reinicio me acompañan quienes ya lo hacían antes como si se suma nueva gente por primera vez, sed todos bienvenidos a esta aventura, viaje, crónica, atalaya y refugio que ha sido siempre este blog.
El ayer queda atrás. Es hora de hablar. Se acabó el silencio.
lunes, 11 de febrero de 2013
Renunciatus VI
"Lo dejo", "Me voy", "No puedo más", "Ahí os quedáis", "Dimito", "Renuncio", "Desisto", "Paso", "Yo me bajo aquí", "Que pase el siguiente", "No contéis conmigo", "Que lo haga otro", "Me piro", "Chao", "Nos vemos"... Dios se acaba de quedar sin jefe de prensa. El Papa Benedicto XVI se prejubila, por voluntad propia. El anuncio-renuncia, honesto, valiente e inesperado a partes iguales (la honestidad es un acto de valentía actualmente inesperable), ha conseguido, como no podía ser menos, un milagro: que nadie hable de política ni economía hoy.
Benedicto XVI ya no puede más, al menos con la Iglesia, y no me extraña. Tras ocho años de pontificado, deja el papelón a otro, porque, sinceramente, el puesto de Papa hace tiempo que dejó de ser el chollo proverbial que era para convertirse en una piñata, en una diana, en un puteo de baja intensidad, por toda la tela que tiene para cortar y la mierda que hay para limpiar. Eso desgasta a cualquiera, por muchas ganas que le pongas, como venía evidenciando el aspecto físico de Benedicto XVI en los últimos años, más cercano al del Emperador Palpatine que al de un hombre sano.
De todos modos, pese a la sorpresa, el hecho en sí no supone un hito histórico, en la medida en que antes que él ya hubo cinco Renunciatus: Clemente I, Ponciano, Silverio, Celestino V y Gregorio XII dejaron en vida el cargo (por diversas razones). No obstante, no deja de ser chocante cómo en una institución milenaria y tradicional como pocas alguien en su posición decide salirse del guión e ir por libre. Máxime si es un Papa que, de puro conservador, muchos pensaban que le tendrían que quitar del Vaticano con espátula.
Así las cosas, la noticia no es tanto que el Vaticano huele a casting como el incierto futuro de una institución/comunidad/religión que parece abocada a decidir entre colgar el cartel de "Cerrado por cese de actividad" o bien el de "Próxima reapertura". Veremos qué pasa...
lunes, 28 de enero de 2013
Mediocridad y empresa
Hace unos días leí un artículo tan provocador como interesante que ponía negro sobre blanco una realidad de nuestro tiempo: las empresas no están interesadas en el talento. El post se hacía eco en su mayor parte de otro del empresario y gurú norteamericano James Altucher, en uno de cuyos párrafos más destroyers y no por ello menos cierto decía que las empresas actualmente están especializándose en destruir las aspiraciones profesionales de sus empleados más talentosos, responsables y esforzados. Cito: "In other words, his main job was to destroy the career aspirations of
his most talented people, the people who swore their loyalty to him, the
people who worked 90 hours a week for him. If they only worked 30 hours
a week and were slightly more mediocre he would’ve been happy. But he
doesn’t like you. He wants to you stay in the hole and he will throw you
a meal every once in awhile in exchange for your excrement". O, dicho de otra manera, que cuanto mejor seas, peor pinta tu futuro en la empresa. Es decir, que cuantas mejores ideas tengas, cuantas más horas dediques a realizar un trabajo de calidad para tu empresa y cuanto más responsale seas con tu cometido, peor te va a ir. ¿El mundo al revés? Totalmente, pero no por ello menos verosímil, por desgracia.
Cada día que pasa estoy más convencido de que en el mundo en general y en España en particular, la gente con talento (especialmente si es joven) tiene dos alternativas y las dos difíciles: O bien montárselo por su cuenta o bien irse fuera. ¿Alternativas a qué? Pues a seguir trabajando en una empresa (sea cual sea su tamaño y ámbito de actividad) donde lo único que les importa es que seas un pelele dispuesto a sacrificar tu personalidad, capacidad, ideas y dignidad con la mejor de las sonrisas, so pena de irte a la empresa más multinacional más grande del mundo y que en España cuenta con casi seis millones de personas en nómina."O trabajas como a mí me salga de los cojones o a la puta calle". Así las cosas, la "fuga de cerebros" es la única alternativa real y decente a la "vendimia de cerebros", por la propensión al pisoteo del talento que muestran algunas empresas. Y es que a la ya proverbial falta de oportunidades se ha añadido un nuevo obstáculo: la falta de consideración.
Hoy en muchas empresas, una persona con talento lo tiene mucho más difícil que una persona mediocre. ¿Qué se puede entender por "mediocre"? Pues a cualquier persona que no tiene la formación, el talento o la dignidad mínima para hacerse valer profesional y personalmente en su trabajo y que sustituye esas carencias por un servilismo descarado, una mentalidad mercenaria y una habilidad excepcional tanto para lamer el culo y alabar gilipolleces como para traicionar sus ideas y lealtades si con ello conserva o mejora su situación en la empresa ("Estos son mis principios, si no le gustan, tengo otros"). Son esas personas a las que si un superior les cagara en la cara reaccionarían diciendo: "Qué rico está este chocolate, oiga". Son individuos poco problemáticos en tanto que, como decía antes, nunca se harán valer ni están en condiciones intelectuales de hacer sombra a un superior (y a casi nadie) y que son fácilmente despachables con un sueldo o un cometido ridículos. El problema llega cuando a esas personas, a las mediocres, se las premia con sueldos y cargos muy superiores a los del resto, especialmente, a los de las personas con talento. Ahí ya se deberían encender las alarmas...pero no se encienden. ¿Por qué? Por dos razones, principalmente. Una, porque la situación es tan dramática que muchas personas están dispuestas a soportar eso con tal de tener un trabajo. Y dos, porque se ha extendido por demasiadas empresas una cultura donde la excelencia y el talento son considerados algo caro y/o subversivo. La mediocridad es un recurso abundante, barato y tranquilizador o al menos ese es el mensaje que se está lanzando. Así que el mensaje que se lanza actualmente desde algunas empresas está bastante claro: cuanto más inútil y desvergonzado seas, tu situación profesional pinta tan bien como la de cualquier enchufado.
Por todo ello, actualmente la plantilla de muchas empresas, nacionales e internacionales, se podría dividir en tres grupos: la gente con talento (que no sabe qué pinta allí), la gente a la que no le queda más remedio (que aguanta por hipoteca o situación familiar) y la gente mediocre (que son el alma mater de esas empresas).
Si antaño se abogaba por el esfuerzo, la constancia, el mérito, la calidad y la personalidad, hoy se prefiere el camino fácil, el atajo, el mínimo esfuerzo, la tranquilidad del pantano, la supervivencia del "como sea". Hoy se dedica más tiempo a barnizar egos, premiar enchufes, regatear la conciencia y mercadear con favores que a cuidar, promover, valorar y confiar en las personas con potencial, talento y ganas. Hoy a sinvergüenzas y/o cretinos notorios se les "premia" profesionalmente. Hoy parece prevaler la norma del "cuanto peor seas, más futuro tienes". Hoy se ha olvidado que la competitividad sin excelencia es lo mismo que el progreso sin riesgo: nada. Así pasa lo que está pasando: que muchas empresas, tanto fuera como dentro de España, caminan directamente hacia la nada, hacia la mediocridad, hacia la mierda. Y a pocos parecen importarle, quizás porque su salario tiene los dígitos suficientes para silenciar la vergüenza.
En una época como la actual, donde todo parece sacado de una pesadilla cutre e insoportable, el ámbito laboral no iba a ser menos. Puto mundo éste que parece obligarte a elegir entre acostarte con la conciencia tranquila o tener un sueldo. Lo único bueno de todo esto es que aún hay excepciones, trabajos donde importan las personas, empresas que cuenten con el talento. El reto: encontrar esas excepciones y si no...crearlas.
Cada día que pasa estoy más convencido de que en el mundo en general y en España en particular, la gente con talento (especialmente si es joven) tiene dos alternativas y las dos difíciles: O bien montárselo por su cuenta o bien irse fuera. ¿Alternativas a qué? Pues a seguir trabajando en una empresa (sea cual sea su tamaño y ámbito de actividad) donde lo único que les importa es que seas un pelele dispuesto a sacrificar tu personalidad, capacidad, ideas y dignidad con la mejor de las sonrisas, so pena de irte a la empresa más multinacional más grande del mundo y que en España cuenta con casi seis millones de personas en nómina."O trabajas como a mí me salga de los cojones o a la puta calle". Así las cosas, la "fuga de cerebros" es la única alternativa real y decente a la "vendimia de cerebros", por la propensión al pisoteo del talento que muestran algunas empresas. Y es que a la ya proverbial falta de oportunidades se ha añadido un nuevo obstáculo: la falta de consideración.

Por todo ello, actualmente la plantilla de muchas empresas, nacionales e internacionales, se podría dividir en tres grupos: la gente con talento (que no sabe qué pinta allí), la gente a la que no le queda más remedio (que aguanta por hipoteca o situación familiar) y la gente mediocre (que son el alma mater de esas empresas).

En una época como la actual, donde todo parece sacado de una pesadilla cutre e insoportable, el ámbito laboral no iba a ser menos. Puto mundo éste que parece obligarte a elegir entre acostarte con la conciencia tranquila o tener un sueldo. Lo único bueno de todo esto es que aún hay excepciones, trabajos donde importan las personas, empresas que cuenten con el talento. El reto: encontrar esas excepciones y si no...crearlas.
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