jueves, 28 de septiembre de 2017

Bofetón

Si Kiko Rivera intenta aparearse con Mónica Bellucci, todo el mundo sabe el resultado. Por eso anoche el Atleti sufrió una derrota más que justa a manos de un Chelsea que, al menos ayer, demostró estar fuera de su alcance, en todos los aspectos. Ayer el Atlético perdió porque lo que hizo el conjunto inglés fue más y mejor que lo que hizo el madrileño. Tan sencillo y contundente como eso.

El Atleti hizo un partido impropio de un aspirante al trofeo, impropio de una competición tan exigente como la Champions e impropio de un equipo que ya es leyenda. Jugar un partido de este nivel como si fuera un amistoso en agosto suele acabar en requiescat in pace. Más allá de eso, el Atleti eligió un mal momento para cumplir algunas leyes de Murphy (empezando por aquella de "Si algo puede ir a peor...") y varias perogrulladas de una obviedad casi matemática (la edad no perdona, el presente no puede vivir del pasado, la sobrevaloración acarrea disgustos, las piernas y la cabeza no pueden estar peleadas y la realidad no tiene nada que ver con el deseo).

Ahora los aficionados colchoneros podemos dejar que cunda el pesimismo, refugiarnos en el forofismo, pensar que Costa es la Virgen de Lourdes, dedicarnos a señalar jugadores (me parece de mal gusto poner nombre a lo evidente) o tener paciencia.Yo opto por esto último. Pero sí tengo clara la moraleja de esta espantosa fábula nocturna: así no.

¿Qué toca ahora? Algo que los atléticos hacemos muy bien: levantarnos después de caer. ¡Aúpa Atleti!

lunes, 25 de septiembre de 2017

Gracias, Ministro

Señor Méndez de Vigo:

Soy plenamente consciente de que es más que probable que esta carta no llegue nunca a sus ojos, puesto que imagino que su tiempo está dedicado principalmente a hundir la Educación y humillar la Cultura cuando no a ejercer de portavoz del peor gobierno que ha conocido España. Aun así, creo que merece la pena que la escriba, por si a alguien puede ser de ayuda o interés.

Soy un madrileño de 37 años que lleva más de cuatro en el erosivo y tóxico desierto del desempleo desde que una tipa decidió dar mi puesto de trabajo a un familiar de cierto (ex) gerifalte del IBEX, culminando así un semestre de intenso mobbing contra mí y cercenando mis casi diez años de trabajo duro, bueno y honrado en una famosa multinacional. Usted dirá que el tema laboral nada tiene que ver con su responsabilidad ministerial. Y tiene razón. Pero sí sirve para poner en contexto lo que voy a contar a continuación, que sí es de su ámbito competencial.

Soy licenciado en Periodismo, me concedieron un premio al mejor expediente académico de la promoción, tengo un Curso Superior y dos Másters. Desde que me licencié, allá por 1998, siempre intenté tener la mejor formación posible, movido por la ingenua convicción de que eso me ayudaría en el mundo laboral. En ese sentido, para abrir la puerta a la posibilidad de cumplir profesionalmente uno de mis sueños personales (ser profesor de Lengua y/o Literatura española), obtuve poco después de mi licenciatura lo que entonces se conocía como CAP para la didáctica específica de Lengua y Literatura. Abundando en ese sueño, me matriculé años más tarde en la Escuela Contemporánea de Humanidades (ECH) para poder ampliar y perfeccionar mis conocimientos. Hasta ahí, todo bien. Ahora llega lo importante. El pasado lunes 18 de septiembre un centro concertado de Madrid me ofreció un contrato como profesor de las asignaturas de "Lengua y Literatura" y "Cultura clásica", materias ambas para las que creía que estaba personal, legal y académicamente capacitado y habilitado. Puede imaginarse mi sorpresa y alegría, señor Méndez de Vigo, al tener esa oferta ante mí pues no sólo suponía cumplir mi sueño sino, además, liberarme de este Tártaro que es el desempleo en la España del precariado y poder sentirme de nuevo una persona útil y reconectada con la normalidad. ¿Qué pasó? Pues ocurrió que, al pasarme el martes 19 por la Dirección del Área Territorial de Madrid Capital de la Consejería de Educación, Juventud y Deporte de la Comunidad de Madrid (calle Vitruvio 2), lo que en teoría iba a ser un mero trámite burocrático se convirtió en uno de los palos más devastadores que me han dado en mi vida. ¿Por qué? Porque allí me enteré, por boca de una funcionaria de la quinta planta cuya empatía rivaliza con la de una nevera, que todo el esfuerzo en tiempo y dinero que dediqué antaño para ser legalmente apto para impartir clase como profesor de Lengua y Literatura ya no valía de nada puesto que era ilegal. ¿Le suena, señor Ministro? Supongo que sí, pero, por si acaso, le refresco el asunto: usted, el 17 de julio de 2015, firmó el Real Decreto 665 que, por un lado, redundaba en el Real Decreto de 860 del 2 de julio de 2010 firmado por el entonces ministro Ángel Gabilondo, y, por otro, se pasaba por el forro el dictamen 2/2015, emitido por el Consejo Escolar del Estado. ¿Recuerda ya de qué va todo esto? Yo le ayudo: Tanto su decreto de 2015 como el de Gabilondo de 2010 se apoyan en la ordenación de las enseñanzas universitarias (plasmada en el RD 1393/2007) para impedir por ley a todos los licenciados/graduados en la rama de Ciencias Sociales y Jurídicas ejercer la docencia de, entre otras, "Lengua castellana y Literatura", "Literatura universal" y "Cultura clásica". ¿Adivina en qué rama está encuadrada Periodismo? Lo malo no es ya el cambio de criterio respecto a lo que recogía la Orden del 24 de julio de 1995 sino que su Ministerio, señor Méndez de Vigo, ignoró deliberadamente la recomendación nº21 del mencionado dictamen 2/2015 del Consejo Escolar del Estado y que, cinco meses antes de su decreto, decía lo siguiente: Al artículo segundo, apartado tres. Anexo I: Teniendo en cuenta el currículo de estas materias y las asignaturas que conforman el plan de estudios de Periodismo, se considera la formación inicial de estos licenciados para impartir "Lengua y Literatura Castellana" y "Literatura Universal". De acuerdo al currículo, el objetivo de esta materia es el desarrollo de la competencia comunicativa, es decir, un conjunto de conocimientos sobre la lengua y de procedimientos de uso que son necesarios para interactuar satisfactoriamente en diferentes ámbitos sociales. El eje del currículo son las habilidades y estrategias para hablar, escribir y escuchar en lso ámbitos de actividad social, situando estos aprendizajes en diversos ámbitos del uso de la lengua: el de las relaciones interpersonales y, dentro de las instituciones, el de los medios de comunicación y el ámbito académico. Asignaturar que, entre otras, incluye el Título de Licenciado en Periodismo y que se corresponden con los contenidos de "Lengua Castellana y Literatura": Lengua Española, Literatura, Teoría y Práctica de la Redacción Periodística, Redacción y Locución, Géneros informativos e interpretación, Lecturas del Arte contemporáneo, Periodismo cultural, Historia del mundo actual. Además, los licenciados en Periodismo tenían, en el pasado, en el Curso de Aptitud Pedagógica como Didáctica específica "Lengua Castellana y Literatura" y las prácticas las hacían en el Departamento de Lengua Castellana y Literatura impartiendo estas materias. Por todo lo anterior, se propone añadir, dentro del Anexo I, en las condiciones para impartir la materia de "Lengua Castellana y Literatura" y "Literatura Universal": Licenciado en Periodismo (sic). 

En resumen que, gracias a su Real Decreto, señor Ministro, al estar encuadrado dentro de la rama de "Ciencias Sociales y Jurídicas", estoy capacitado para impartir clase de "Artes escénicas", "Geografía", "Geografía e Historia", "Historia de España", "Historia del Mundo contemporáneo", "Historia del Arte", "Filosofía", "Psicología", "Historia de la Filosofía" y "Valores éticos" pero no para aquellas disciplinas para las que específicamente me preparé legal y académicamente y que tienen más presencia en el currículo de mi licenciatura que cualquiera de las otras que sí puedo impartir según el descabellado, irracional, incoherente, disparatado e incongruente criterio que recoge su Real Decreto 665/2015, señor Méndez de Vigo.

Llegados a este punto, el punto en el que he tenido que ver como se esfumaba en mis narices el sueño de mi vida y la liberación de la tortura del desempleo, le pido sólo una cosa, señor Ministro: que me diga el motivo. ¿Por qué motivo no enmendó el bochornoso error de Gabilondo? ¿Por qué motivo se pasó por el forro de los genitales la razonada y razonable observación del Consejo Escolar del Estado? ¿Por qué motivo decidió que era conveniente situar en la ilegalidad lo que fue legal durante quince años? ¿Por qué motivo mi CAP sigue siendo válido para impartir clase pero mi licenciatura es un osbtáculo? ¿Por qué motivo la legislación vigente dice que mi CAP me habilita para dar clase menos para aquella didáctica específica en la que lo obtuve? ¿Por qué motivo consiente esa disparidad de criterio a la hora de aplicar con carácter retroactivo la ley? ¿Por qué motivo un jurista puede enseñar "Artes escénicas" cuando en el currículo académico no hay nada que aborde esa asignatura ni siquiera tangencialmente y en cambio un periodista que durante la carrera, entre otras muchas cosas, estudia asignaturas relacionadas con la Lengua y la Literatura no puede dar clase de "Lengua y Literatura castellana"? ¿Por qué demencial lógica se me permite enseñar a Sócrates, Platón y Aristóteles pero no se me considera habilitado para hablar de Homero, Esquilo o Jenofonte? ¿Por qué motivo mantiene vigente esa incongruencia insostenible que me impide enseñar asignaturas para las que estoy capacitado en diversos sentidos? ¿Por qué motivo un error suyo me ha jodido la vida?

Sé que usted es hombre de leyes (según parece es usted jurista y bla, bla, bla), señor Méndez de Vigo, así que le rogaría que me aclare todo eso, sin tomarme por imbécil, por favor. Porque por ese infame y gilipollesco decreto suyo he perdido el trabajo de mi vida y tirado a la basura el dinero, el tiempo y el esfuerzo que dediqué a prepararme como profesor de Lengua y Literatura. Así que le agradeceré enormemente que me responda. 

Gracias, Ministro. 

domingo, 24 de septiembre de 2017

"Los Médici": los padrinos del Renacimiento

Recientemente he terminado de ver, gracias a Movistar +,  la serie Los Médici: Señores de Florencia, una producción simplemente impecable en sus formas y más que interesante en su fondo. La ficción cuenta la vida de Juan y Cosme de Médici, bisabuelo y abuelo de Lorenzo, el magnífico y máximos responsables de que los Médici no fueran un linaje del montón en la apasionante y apasionada Italia del siglo XV sino uno de los apellidos a citar cuando se habla del Renacimiento. 

A lo largo de tramas y subtramas en las que la realidad histórica se entrevera con evidentes licencias creativas que poco o nada tienen que ver con lo ocurrido realmente, Medici: Masters of Florence nos muestra el alzamiento de la familia Médici, alternando para ello los flashbacks en los que el protagonista es Juan de Médici (un estupendo Dustin Hoffmann) con los sucesos en los que el eje es su hijo y sucesor Cosme (un sorprendentemente solvente Richard Madden).

Si bien esta serie creada por Frank Spotnitz y Nicholas Meyer es un excelente ejemplo de Historia ficcionada y un fenomenal estimulante para conocer más y mejor los personajes y la época que nos muestra (efecto similar al que consiguió por ejemplo la estupenda serie Isabel o la saga de Ezio Auditore en el videojuego Assassin's Creed), no deja de ser llamativa la influencia de El Padrino II en esta producción. Un buen referente (es un peliculón) que encaja perfectamente con el tratamiento que da la serie a esta familia, a la cual concibe como unos sofisticados Corleone renacentistas (la evolución de Cosme en esta primera temporada es muy parecida a la de Michael Corleone). Lo cierto es que en una época llena de luchas caníbales por el poder entre apellidos y blasones, los Médici supieron hacer lo necesario (Maquiavelo estaría encantado con su modus operandi) para ser los capo di tutti capi en lo que a mecenazgo artístico e influencia política y social se refiere. Y esta serie lo sabe mostrar fenomenalmente, valiéndose eso sí de licencias que renuncian abiertamente al rigor histórico para alentar aún más el atractivo de los avatares de esta familia que entendió que el arte es una excelente herramienta de poder (afortunadamente para los amantes de la cultura) y las finanzas una lucrativa forma de hacerse con él. Habrá quien piense que estos banqueros florentinos son primos lejanos de esos gerifaltes actuales del IBEX y aledaños: ya quisieran esos ricachones ensimismados pasar a la Historia como lo lograron los Médici.

Yendo al terreno puramente personal, el personaje más interesante de la serie me parece Contessina de Bardi, la esposa de Cosme, quien hace bueno aquello de "detrás de cada gran hombre siempre hay una gran mujer". También me resultó curioso, como seguidor del serión Juego de tronos, el reencuentro en esta serie entre "Rob Stark" (Richard Madden interpreta a Cosme) y "Walder Frey" (David Bradley encarna a Alejandro de Bardi, suegro de Cosme) en ese banquete que mantienen los Médici y los Bardi para celebrar el casamiento de sus primogénitos Cosme y Contessina; de hecho, hay una secuencia en la que al conocerse suegro y yerno por primera vez se miran de una forma un tanto extraña, que no sé si es un guiño precisamente a esta casualidad friki de la que hablo.

En definitiva, tras ver esta magnífica primera temporada estoy deseando que llegue la segunda, centrada ya en la figura de Lorenzo, el magnífico. Y es que los Médici, siglos después de su esplendor, siguen teniendo un magnetismo sensacional para quienes amamos la Historia y la Cultura. Y para muestra, esta seriaza.     

sábado, 23 de septiembre de 2017

Cuestión de tuteo

Por lo general, las cosas siempre se ponen interesantes cuando se pasa del "usted" al "tú". Da igual si hablamos de lo laboral, lo sentimental, lo sexual o lo deportivo. El partido matinal ante el Sevilla lo demostró. Primero porque la afición evidenció sentirse menos extraña en el nuevo Metropolitano y, gracias a esa incipiente e imparable comodidad con las instalaciones y los compañeros de asiento, las gradas se convirtieron en un rugido de 360 grados y 90 minutos. Y segundo porque, tras una primera parte en la que el Sevilla parecía los suegros a los que conoces por primera vez, el Atleti en el segundo tiempo empezó a tutear al rival andaluz de tal manera que hasta Vietto pareció tener carácter en las venas. No sé si fue el ambientazo en el graderío, la arenga de Simeone en el descanso, la necesidad de ajustar cuentas con el Sevilla al estilo Bodas de sangre o el antojo de almorzarse a los sevillistas como placebo de los bocadillos que afloraron fuera del césped. Fuera cual fuera la razón, el Atlético que salió del vestuario para encarar los últimos cuarenta y cinco minutos despejó cualquier atisbo de duda, crítica o runrún por la curiosa alineación del Cholo. Y lo hizo a base de coraje, corazón y goles: puro catecismo colchonero de la iglesia cholista. El primero en agitar el marcador fue Carrasco, cuyo gol(azo) refrendó un partido que permite soñar con su retorno al mundo de los cracks. Luego le siguió Griezmann, el Stephen Curry de este Atlético, quien demostró saber cómo ligarse a una afición tan especial como la del Atleti, una reconciliación que jugador e hinchada necesitaban con urgencia y que ayer se certificó con la atronadora ovación al ser sustituido tras asistir a su cita con el gol. Por si acaso, en las trincheras, Lucas evidenció que Godín ya tiene un más que digno sucesor mientras que Oblak siguió a lo suyo: ser el mejor portero que hay fuera de los videojuegos y los animes.

En definitiva, una victoria importantísima ante un rival de renombre cuyo mejor jugador fue Juan Martínez Munuera, un monumento al agravio comparativo y la mejor evidencia de que el arbitraje es una buena salida profesional para cualquier cretino. 

Es pronto para lanzar campanas al aire y sacar la euforia a pasear pero de seguir esta línea y mantener el nivel en Enero...ojo. Costa is coming (si no lo pone en forma "El profe" Ortega no hay que preocuparse: unos cuantos viajes en la línea 7 de metro en día de partido y se queda hecho un figurín seguro). ¡Aúpa Atleti!

domingo, 17 de septiembre de 2017

Quejas a Charlize Theron

Año 1 dC(Después del Calderón). Moisés pasó el Sinaí, Daenerys Targaryen atravesó el Desierto Rojo y...los atléticos cruzamos Madrid para llegar a nuestra nueva casa. Una mudanza costosa en muchos sentidos: cientos de millones de euros, quince kilómetros, varios meses (y los que faltan), una melancolía en modo okupa...No es fácil encontrar un hogar para tantas ilusiones, tantos recuerdos, tantas pasiones, tantas expectativas, tanta historia, tanta leyenda...pero creo que si el Metropolitano no es un estadio a la altura de la afición y el legado del Atlético de Madrid, se acerca bastante. Y sí, tanto al quinto estadio como al partido inaugural se le pueden poner pegas, peros, quejas y algún que otro reproche. Al Metropolitano se le pueden achacar esos detalles y aledaños adolescentes, a medio hacer, que convierten en aventuras lo que en el Calderón eran automatismos. Al partido contra el Málaga se le puede reprochar esa inoportuna sensación de anticlímax, de incomodidad hemorroidal, de sopa fría, de "menos mal" contra un rival vistoso como el gotelé y cuyo amor por el fútbol habría encantado a Mourinho, Clemente y demás estetas del buen gusto balompédico. El Metropolitano y el Atleti tienen aún evidentes cosas a mejorar para ofrecer su mejor versión pero es cuestión de paciencia y resiliencia, virtudes ambas que están en el genoma rojiblanco. Y aquí conviene que los atléticos recordemos algo: Charlize Theron sin maquillar y con endodoncia sigue siendo Charlize Theron.

Por suerte para el colchonerismo, Correa y Oblak hicieron lo necesario para que el gol de Griezmann supusiera para el Metropolitano lo que el tanto de Aragonés para el Calderón: una feliz anécdota histórica. Una más en una velada llena de ellas gracias a los fastos inaugurales (empezando por los emotivos prolegómenos del partido y acabando por el onanismo pirotécnico final) que agotaron memoria y batería de móviles de tal manera que los recuerdos se agolparon en las retinas de los hinchas como éstos a la puertas del metro para volver a casa.

Así las cosas, seguramente no fue la inauguración soñada por todos para este impresionante estadio pero la victoria de anoche reconforta tanto como comprobar que, más allá de las menudencias e imperfecciones a corregir dentro y fuera del césped, en el Metropolitano está plenamente instalado eso que otras aficiones son incapaces de entender y que es decisivo para el Atleti: el corazón rojiblanco. Ese que late en el ramo de Margarita, en los cánticos del Frente, en las manos que unen a padres e hijos y a abuelos y nietos, en el ondear enajenado de miles de banderas y bufandas rojiblancas, en los nudos en la garganta que encharcan miradas, en el rock atronador que antecede a cada partido, en ese himno que prevalece por encima de lo geográfico y lo temporal, en el rugido feliz al compás de cada gol local, en la fraternidad cómplice entre perfectos extraños, en la pasión que permite que el Atlético salga a jugar con once titulares y casi setenta mil jugadores. Un club único e indescriptible capaz de enamorar a un rey y encandilar a un republicano. Eso es el Atlético. Y eso se notó anoche en el Metropolitano. Habrá quien aún a estas horas prefiera enredarse en todo lo que le falta al estadio y al equipo. Yo prefiero no poner quejas a Charlize Theron. ¡Aúpa Atleti! 

viernes, 8 de septiembre de 2017

No teniu cervell

Al hilo de las últimas novedades informativas, me han surgido dos dudas. Una: ¿dónde hay más seriedad: en un guión de Sharknado o en Cataluña? Y la otra: ¿dónde hay más democracia: en la Zimbaue de Mugabe o en la Cataluña de Puigdemont? Aún ando intentando dar con una respuesta indubitable.

Hay que reconocer que esta decisión del Gobierno autonómico catalán de marcarse un Thelma y Louise resulta casi cómica en sí misma. Al fin y al cabo, Cataluña es la tierra de la que nacieron comediantes como Els Joglars, La Cubana o Tricicle. La diferencia entre esas compañías y Puigdemont y cía es que aquellas tienen bastante gracia y estos estrafalarios tipos poca o ninguna. Quizás en algún momento fueron graciosos. Ya no. Son como malos actores empeñados en reiterar un insufrible papel una y otra vez. Un papel que, lo que son las cosas, ha desembocado en una situación tan inédita en este país como lo fue el 23-F. En aquella ocasión, los que se pasaron la legalidad por el orto llevaban tricornio y se apoderaron del parlamento nacional; en ésta, los que han utilizado el ordenamiento como papel higiénico son más de barretina y se han apoderado del parlamento catalán. 

Me parece legítimo aunque reprobable utilizar una cortina de humo para tapar escándalos, despropósitos y negligencias varias. El problema es que a los nacionalistas catalanes el humo se les ha ido de las manos y vete a saber si no acaba en gas lacrimógeno. Me pregunto si no había otras cortinas de humo en stock como para tener que recurrir a una que amenaza la convivencia social. No sé. Alguna otra habría. Un escándolo sexual, Junqueras desnudo, Puigdemont luchando contra Pikachu en Pokemon, las mozas de las CUP pasando por Cámbiame...estoy convencido de que cualquier otra alternativa habría sido mejor que ésta.

No menos legítimo y reprobable me resulta el hecho de recurrir a mitos, falacias, invenciones o medias verdades para vertebrar una pretensión apenas sostenible y que se basa en fantasías históricas y mentiras económicas. Yo no sé cuánto habrá robado el resto de España a Cataluña (ese mantra que ya es tan interesante como una canción de Georgie Dann) pero sí sé que los Pujol (madrileños de toda la vida) lideran el ranking de malversación y saqueo de las arcas catalanas y que las Olimpiadas que pusieron a Barcelona on fire las pagamos todos al ritmo de "amigos para siempre, no naino naino naino naino naino na". No sé. Igual Cataluña se está equivocando de padre al que matar para conseguir su freudiana emancipación.

¿Cómo hemos llegado a esta situación? Por una suma de factores: el insaciable chantajismo nacionalista, el paroxismo de la conducta pasivo-agresiva del Govern, el victimismo atávico incendiado por una situación económica desfavorable, la ausencia de honradez, la carencia de sentido común, la falta de vergüenza, el cortoplacismo...y la decisiva "intervención" de Mariano Rajoy, el gran maestre del melasudismo, el gurú de la pachorra cannábica, quien, ahondando en su estrategia de bombero pirómano, ha dejado que esto se salga de madre para aparecer ante la opinión pública como una especie de salvapatrias, una técnica que, electoralmente, ya le funcionó con Podemos y que tiene toda la pinta de estar detrás de esa bochornosa pasividad con la que ha gestionado todo este asunto.

Desconozco cómo va a acabar todo esto. Y tampoco me importa la verdad en la medida en que no me afecta directamente y demasiado tengo ya con mis cosas. Los únicos que pueden y deben estar preocupados son los catalanes, con independencia de su genoma político. ¿Por qué? Porque, tradicionalmente, cuando aquella región ha decidido ponerse estupenda y el mundo por barretina, la cosa no ha acabado generalmente bien para ellos. Ahí está la Historia para recordarlo: la decisión de tocar lo que no suena a Juan II de Aragón apoyando a Carlos de Viana se saldó con una guerra (1462-1472) que dejó a la Generalidad como geisha por arrozal; la sublevación de los segadores (1640-1652) acabó con Juan José de Austria entrando en Cataluña cual Tywin Lannister a caballo; en la Guerra de Sucesión (1701-1714) Cataluña apostó por el bando perdedor y Felipe V los premió pasándose por la Nueva Planta el derecho y las instituciones catalanas; la proclamación del Estado Catalán en 1934 por Companys y demás comparsa acabó como el rosario de la aurora y, oh, sorpresa, con consecuencias funestas para Cataluña. A lo mejor es que Puigdemont, Junqueras y compañía tienen las mismas nociones de Historia que de leyes y por eso actúan con la feliz despreocupación de un kamikaze.

Lo que está claro es que "lo de Cataluña" va a marcar a España como lo marcó el 23-F en la medida en que supone una evidente amenaza no sólo a la legalidad vigente sino al orden público y la convivencia social. Me parece fenomenal que los independentistas catalanes se hagan un harakiri...pero que se lo hagan en sus vientres y no en los de todos los catalanes. En fin, independentistas: no teniu cervell. No tenéis cerebro.

martes, 5 de septiembre de 2017

Juego de Tronos: damas mandan

Hace ya días que acabó la séptima y penúltima temporada de Juego de tronos. He esperado un tiempo razonable a que la tormenta de comentarios, opiniones y elucubraciones pasara de huracán a brisa y, la verdad, hay algo que me sorprende. Tras la emisión del último capítulo, ese que evidenció la traslación del eje desde lo "shakespeariano" a lo "tolkeniano" y que acabó con ¿Jon? ¿Nieve? derribando un muro y el Rey de la Noche derribando otro, se desató online y offline todo un festival de onomatopeyas y glosas anfetaminadas que abarcó desde debates en torno a genealogías telenovelescas hasta polémicas a cuenta del inesperado uso de dos recursos narrativos como el "tempo" (que no tiempo) y la elipsis en una serie tan propensa a la parsimonia y la perífrasis (existía la duda legítima sobre qué dura más: un viaje por Poniente o un partido de Óliver y Benji) pasando por lo chusco que resulta, analizado en frío, el relleno de explicaciones mediante alguna de estas tres opciones: Bran lo vio, Sam lo leyó o la magia lo hizo (y un cuervo me lo confirmó, faltaría decir, parafraseando cierta canción).

El caso es que en toda esa tempestad de análisis, dimes, diretes, predicciones y bulos, no tengo la impresión de que se haya remarcado lo suficiente (tan sólo he detectado un artículo en el Huffington Post y otro en Hipertextual) aquello de lo que quiero hablar en este artículo. Me refiero al hecho de que, de toda la amplísima variedad de magníficos y fascinantes personajes con los que cuenta esta extraordinaria ficción, son las mujeres las que han asumido sin ningún complejo un rol tradicionalmente asignado a hombres: el de líder. Así, en Game of thrones no se cumple aquello de "Detrás de cada gran hombre, hay una gran mujer" sino más bien lo contrario. Y, la verdad, personalmente, me encanta, no sólo por ser un "novedoso" contracliché sino porque hace comulgar a la ficción con la simple realidad, esa que nos demuestra que las cualidades, las virtudes y los defectos no dependen del género. En el juego de tronos, las mujeres se han hecho las amas de la partida: Cersei Lannister ocupa el trono de hierro, Daenerys Targaryen lidera la alternativa, Sansa Stark rige en el Norte y Brienne de Tarth y Arya Stark son las mejores espadas de Poniente. Por si fuera poco, junto a estas "mujerazas", hemos podido disfrutar de otras féminas llevando las riendas de sus respectivos territorios y siendo piezas a tener en cuenta en el agitado tablero de esta ficción hasta su caída en desgracia: Olenna Tyrell desde Altojardín, Ellaria Arena desde Dorne y Yara Greyjoy dese las Islas del Hierro también han tenido su decisiva intervención en los acontecimientos de la trama y las subtramas. ¿Que hay grandísimos personajes masculinos? Indudablemente y ahí está Tyrion para despejar dudas. ¿Que las mujeres se han quedado ya como reinas absolutas del cotarro? También y no, no sólo por una mera cuestión de "descarte por defunción violenta". Han sabido triunfar donde otros fracasan.

Junto a esa interesante lección de que el éxito no depende de la configuración cromosómica, Juego de Tronos sabe realzar la importancia de una cualidad más que positiva en los tiempos que corren, la resiliencia, una virtud que encuentra sus mejores exponentes en Daenerys, Cersei, Sansa y compañía: todas han sabido conjugar su identidad con las circunstancias, llenándose de matices que han facilitado su evolución y sobreviviencia en un entorno tan inmisericorde y volátil como el de Poniente sin perder por el camino sus rasgos más identitarios e inconfundibles. Han sabido hacer frente a toda clase de adversidades, imprevistos y contratiempos y, gracias a eso, están ahora donde están mientras que otros hombres (y mujeres) quedaron atrás. Por eso, no es ninguna estupidez decir que Game of thrones ha hecho más y mejor por el empoderamiento de la mujer que decenas de charlas carísimas, vídeos inspiradores y libros motivantes. Una de las grandes moralejas por esta excelente ficción, con independencia de lo que ocurra en la octava y última temporada, tiene voz femenina: "Sé tú misma y no dejes que nada ni nadie te haga dudar o renunciar a ello". Y no, ser uno mismo no significa quedarse quieto cual Rajoy, significa abrazar el cambio desde la confianza en uno mismo, la perseverancia y la autocrítica, sabiendo que el futuro se gana en el presente y que el pasado es sólo un lugar del que aprender y al que no volver. Cada personaje femenino de Juego de Tronos tiene su propio manual para lograr todo esto pero es una auténtica gozada ver la evolución que han experimentado las principales mujeres de las casas Lannister, Targaryen y Stark, no sólo en su mera condición de personajes de una narración sino por su creciente resonancia en la historia y su valor referencial para una sociedad que aún anda enredada en el bucle de un trasnochado debate de género y etiquetas. Estas mujeres se han ganado estar donde están ahora y no ha sido ni por condescendencia ni por cuota ni por feminismo ni por sugestión de gurú ni por rebelarse contra el heteropatriarcado ni por majaderías de esas: han sabido aceptarse como son, ser ellas mismas, deshacerse de complejos, adaptarse a lo que la vida les ha arrojado, conservar sus metas, luchar por sus sueños, jugar bien sus cartas, romper pronósticos y ganar la partida, de igual a igual, a hombres y mujeres incluso más poderosas a priori que ellas.

Por todo ello creo que, entre otras muchas razones, merece la pena ver Juego de tronos: porque nos enseña desde la ficción algo que es necesario en el mundo real. ¿El qué? Que esto no va de ser hombre o mujer sino de ser persona y, cuando más extraordinaria, mejor. Y, si alguien lo duda, mejor que recuerde una palabra: dracarys.         

domingo, 3 de septiembre de 2017

Creencias

Al hilo del terrorismo yihadista, se ha desatado una especie de debate comparativo entre creencias que anda a medio camino entre la infantil (en tanto que irracional) postura de "la mía es la mejor/única" y la nihilista opción de "no creo en nada" pasando por reyertas dialécticas consistentes en arrojarse reproches de todo tipo. Como en cualquier polémica, creo que el exceso de furor se rebaja con un poco de educación (tanto académica como cívica) y un mucho de saber. Contra el paletismo rampante, cualquiera que sea su manifestación, no hay mejor remedio que el conocimiento, ya sea éste adquirido por viajes o por lecturas o por escuchas a esos sabios que siempre saben más y mejor que uno. De ahí que, en no pocos momentos y lugares, haya habido una persecución o censura del saber bajo pretextos "religiosos" porque el conocimiento es el antídoto perfecto para quienes quieren manipular o dirigir a conveniencia al prójimo.

Por eso, quiero sumarme a ese debate, pero intentando no apartarme de la honestidad ni del sentido común ni de lo que he aprendido en lo que va de vida ni renunciar tampoco a mi condición de creyente (cristiano, para más señas). Puede que en algunos momentos yo no sea políticamente correcto pero parte del problema actual se explica por la superpoblación de eufemismos, elipsis, perífrasis, paráfrasis y medias verdades con las que se toca un tema tan sensible como el de las creencias.

Antes de nada, quiero decir que yo entiendo como "creencia" toda corriente de pensamiento asentada en la trascendencia de la existencia (la consciencia de lo humano a partir de la aceptación de lo que le trasciende sería el punto de partida de todo credo), orientada a nortear la conducta del ser humano y que tiene un número de seguidores que le rinden culto. Por eso, entiendo como creencia las denominadas "religiones abrahámicas" o "religiones del libro" (judaísmo, cristianismo e islam), el hinduismo, el budismo, el taoísmo, el confucianismo e, incluso, creencias tan obviamente "manufacturadas" como el movimiento de los santos de los últimos días (mormonismo) o la cienciología. Sé que omito mencionar otras creencias pero quiero simplemente hacer notar que para mí caben muchas cosas dentro del baúl de las creencias. Por caber, cabrían incluso el agnosticismo y el ateísmo, que no dejan de ser dos formas de creer en negativo, esto es, en "oposición a", pero ese es un jardín en el que no me voy a meter.

Respecto a las creencias pienso que es muy importante no perder de vista una cosa: nacen como una forma de relacionarse del ser humano con aquello que le trasciende. Una relación que ha vivido diversas etapas (el hombre pasó de adorar elementos puramente naturales a adorar a entidades antropomórficas, incorpóreas y ultraterrenales) y, en ese sentido, las diversas mitologías no son más que recordatorios de creencias que, en su momento, fueron tan decisivas como lo son hoy el cristianismo o el islam: Zeus no es más que un dios al que se le acabó del crédito de creyentes. Así, como dije en otro artículo, las creencias son distintas maneras de hacer lo mismo: relacionarse con aquello que escapa a la percepción sensorial u ontológica, intentar no acabar desquiciado por lo inexplicable y sugestionarse para hacer más llevadero el tour por este mundo tan singular. Así, la relación entre el hombre y lo que le trasciende sería muy similar a la que una persona tiene con Internet: cada una prefiere un navegador (Explorer, Firefox, Chrome, etc). Con las creencias pasa lo mismo: cada uno es libre de elegir y "utilizar" la que más le caiga en gracia o útil le parezca (Cristianismo, Judaísmo, Islam, Budismo, etc) para salir indemne de este valle de lágrimas.  

Antes de ir a lo negativo de las creencias, creo que es de justicia destacar su principal virtud que, en mi opinión, no es otra que servir de argamasa tanto de sociedades como de personas. La mayoría de las religiones son muy útiles en la medida en que pueden cohesionar la psique social (y, por tanto, contribuir decisivamente a la organización cívica mediante la configuración de la moral que hay en el trasfondo del ordenamiento explícito o tácito de un pueblo) como la psique personal (ya que facilitan un relato argumental asumible por el ser humano que, mediante una decisiva sugestión le orienta en este devenir imprevisible y carente de cualquier lógica o justicia que es la vida). Dicho de otra manera, sin ese componente de pedagogía maniquea (bien-mal, paraíso-infierno, mandamiento-pecado) que conlleva en mayor o menor medida toda creencia, sería harto complicado que el hombre hubiera conseguido organizarse como individuo y como colectivo. Por eso, la estabilidad social y psicológica del ser humano no se puede entender sin la incidencia de las creencias. Así, las creencias funcionan como filosofías a gran escala ya que, donde no llegan los tradicionales corpus filosóficos (que no trascienden el ámbito individual en fondo ni forma), sí alcanzan las creencias, que no dejan de ser filosofías que, en lugar de mirar al hombre, como hacen las "canónicas", se asientan en lo que hay más allá de él.

La otra gran virtud a mi entender es que la mayoría de las creencias buscan en el fondo lo mismo: el perfeccionamiento del ser humano, su ennoblecimiento, la bondad universal. Son toda una retórica del amor, un código ético del buenrollismo y como tal buscan "religar" al ser humano para alcanzar una armonía. Así, las creencias funcionan en la práctica como las aficiones o hobbies: son predilecciones placenteras que entroncan a gente diversa en lo geográfico, lo social y lo cronológico, con la diferencia de que en unas prima lo meramente ocioso y  en otras lo virtuoso.

¿Dónde está lo negativo de las creencias? ¿Cuál es el problema de todo esto? Pues, de base, que no todos los seres humanos comparten la misma creencia y por tanto resulta más que complicado afinar la orquesta (lo cual ha motivado movimientos tan curiosos como el "abrahamismo", que pretende conformar un credo mayoritario basándose en los puntos de coincidencia entre judaísmo, cristianismo e islam). En línea con este problema, otro: la gestión de la ética de un creyente respecto "los otros", especialmente si esos otros no profesan la misma creencia, cuestión que ha suscitado no pocas "guerras santas", intolerancias, persecuciones, prohibiciones y desmadres varios a lo largo del planeta y la historia. Y luego está otro problema que a menudo se soslaya por aquello de no avergonzarse frente al espejo: por muy divina que sea la inspiración de una creencia, su traslación al mundo terrenal, su "transcripción" y exégesis corren siempre a manos de puros y simples mortales, que a lo  mejor son bellísimas personas pero no están a salvo ni mucho menos de caer en esa sacra labor por el terraplén de la incongruencia (el Génesis del Antiguo Testamento, por ejemplo, es un festival de ellas, como lo son por ejemplo los Evangelios apócrifos en comparación con los canónicos), las fobias (el rol de la mujer en las religiones del libro, por seguir ejemplificando, no pasa de nivel "cameo" en el mejor de los casos), el interés político o el afán manipulativo. Y es que ha habido y hay mucho torpe, cretino o cabrón metido a portavoz de Dios. Todo aquello surgido de la mano o boca de un hombre hay que ponerlo en cuarentena. De haber hecho esto, el mundo se habría ahorrado mucha sangre derramada. Por eso, fenómenos como el yihadismo surgen por creencias extremistas e interesadas como el wahabismo que poco o nada tienen que ver con el credo central de referencia. Así, las creencias en sí mismas consideradas no serían buenas ni malas ni mejores ni peores: serían distintas entre sí. El problema viene con la interpretación y aplicación práctica que cada fulano haga de ellas. Las creencias no son malas per se, lo malo es lo que se ha hecho en nombre de esas creencias o deidades porque eso no viene en los libros sagrados ni viene de la boca de ningún dios: viene de las entrañas más negras del ser humano. Eso es lo terrible: lo espiritual o ultraterrenal como excusa o coartada para la vileza y cobardía del ser humano. Por eso hay muchos ateos que tienen errado el punto de mira: no es contra Dios ni contra una religión contra quienes tienen que lanzar sus reproches sino contra la propia condición humana.

¿Por qué las creencias están detrás de muchas salvajadas, atrocidades y estupideces? Por una manfiesta carencia de autocrítica. En mi opinión, la gente ha olvidado deliberadamente que las/sus creencias no son de facto más que macroplacebos hasta que se demuestre lo contrario (prueba que sólo llega por desgracia post-mortem), no son verdades absolutas e incuestionables (son una forma de hacer creer en una lógica ultraterrenal según la cual dos y dos son cinco pese a que el mundo no hostie con cuatros con frecuencia). Así las cosas, una creencia debería ser tan respetable como cualquier otra: no dejan de ser alimentos que elegimos para nuestra psique, colores para singularizar nuestra conciencia, aficiones para hacer habitable la condición humana. En línea con esto de la no-autocrítica habría que encuadrar el engreimiento de unos creyentes respecto a otros, un "derbi" metafísico que se dirime en el barro social y que parte de un argumento bastante falaz: sólo hay una religión buena, válida y verdadera. Hasta que llegue el Juicio Final (si es que llega) o un vecino regrese de entre los muertos con la exclusiva para sacarnos de dudas, no hay una creencia que se haya demostrado pluscuamperfecta. Todas tienen sus taras, sus recovecos, sus lados oscuros. Y quien piense lo contrario, (se) miente, porque basta estudiar mínimamente las creencias para encontrar elementos a reprochar. Por ejemplo, el judaísmo vive en un permanente, endogámico y chovinista bucle, el cristianismo se echó a perder con esa "multinacionalización" que hizo punto y aparte entre las primeras comunidades y el emporio eclesial que buscó el poder terrenal, el impermeable Islam surge como alternativa pasivo-agresiva para competir contra judíos y cristianos, el budismo requiere más paciencia de la que tolera el mundo, la cienciología es un ejemplo de cómo la fusión de la autoayuda y la ciencia ficción produce monstruos, etc, etc, etc. Por eso, en el ámbito espiritual, como en cualquier otro, el purismo no es aconsejable. Y ese error, el del purismo, es uno en el que no sólo ha caído el Islam (la relación de Mahoma respecto al judaísmo y el cristianismo da para un par de divanes como mínimo) sino también el cristianismo: una religión nacida al albor de la influencia de la mitología y costumbres judaicas, por un lado, y de la pedagogía oriental (las parábolas vienen de oriente), por otro, no debió permitirse nunca la obscenidad de actuar como un macho alfa (véase Inquisición).

En fin. Que, en estas cuestiones de creencias, una excelente medida preventiva para no meter la pata es leer mucho y respetar más aún que leer porque, si no, al paso que vamos, este mundo no lo va a salvar ni arreglar nadie.