Hace ya días que acabó la séptima y penúltima temporada de Juego de tronos. He esperado un tiempo razonable a que la tormenta de comentarios, opiniones y elucubraciones pasara de huracán a brisa y, la verdad, hay algo que me sorprende. Tras la emisión del último capítulo, ese que evidenció la traslación del eje desde lo "shakespeariano" a lo "tolkeniano" y que acabó con ¿Jon? ¿Nieve? derribando un muro y el Rey de la Noche derribando otro, se desató online y offline todo un festival de onomatopeyas y glosas anfetaminadas que abarcó desde debates en torno a genealogías telenovelescas hasta polémicas a cuenta del inesperado uso de dos recursos narrativos como el "tempo" (que no tiempo) y la elipsis en una serie tan propensa a la parsimonia y la perífrasis (existía la duda legítima sobre qué dura más: un viaje por Poniente o un partido de Óliver y Benji) pasando por lo chusco que resulta, analizado en frío, el relleno de explicaciones mediante alguna de estas tres opciones: Bran lo vio, Sam lo leyó o la magia lo hizo (y un cuervo me lo confirmó, faltaría decir, parafraseando cierta canción).
El caso es que en toda esa tempestad de análisis, dimes, diretes, predicciones y bulos, no tengo la impresión de que se haya remarcado lo suficiente (tan sólo he detectado un artículo en el Huffington Post y otro en Hipertextual) aquello de lo que quiero hablar en este artículo. Me refiero al hecho de que, de toda la amplísima variedad de magníficos y fascinantes personajes con los que cuenta esta extraordinaria ficción, son las mujeres las que han asumido sin ningún complejo un rol tradicionalmente asignado a hombres: el de líder. Así, en Game of thrones no se cumple aquello de "Detrás de cada gran hombre, hay una gran mujer" sino más bien lo contrario. Y, la verdad, personalmente, me encanta, no sólo por ser un "novedoso" contracliché sino porque hace comulgar a la ficción con la simple realidad, esa que nos demuestra que las cualidades, las virtudes y los defectos no dependen del género. En el juego de tronos, las mujeres se han hecho las amas de la partida: Cersei Lannister ocupa el trono de hierro, Daenerys Targaryen lidera la alternativa, Sansa Stark rige en el Norte y Brienne de Tarth y Arya Stark son las mejores espadas de Poniente. Por si fuera poco, junto a estas "mujerazas", hemos podido disfrutar de otras féminas llevando las riendas de sus respectivos territorios y siendo piezas a tener en cuenta en el agitado tablero de esta ficción hasta su caída en desgracia: Olenna Tyrell desde Altojardín, Ellaria Arena desde Dorne y Yara Greyjoy dese las Islas del Hierro también han tenido su decisiva intervención en los acontecimientos de la trama y las subtramas. ¿Que hay grandísimos personajes masculinos? Indudablemente y ahí está Tyrion para despejar dudas. ¿Que las mujeres se han quedado ya como reinas absolutas del cotarro? También y no, no sólo por una mera cuestión de "descarte por defunción violenta". Han sabido triunfar donde otros fracasan.

Por todo ello creo que, entre otras muchas razones, merece la pena ver Juego de tronos: porque nos enseña desde la ficción algo que es necesario en el mundo real. ¿El qué? Que esto no va de ser hombre o mujer sino de ser persona y, cuando más extraordinaria, mejor. Y, si alguien lo duda, mejor que recuerde una palabra: dracarys.
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