sábado, 24 de noviembre de 2018

La nueva censura

Actualmente, la corrección política y la hipersensibilidad conforman un tácito totalitarismo que funciona como una eficaz censura, ya sea a priori o a posteriori. Ahora al expresarte debes tener mucho cuidado porque es más que probable que alguien pueda darse por ofendido, rasgarse las vestiduras o convertirse en un molinillo de aspavientos. Que tu intención sea ofender o no ya es lo de menos. La intencionalidad y el sentido de las palabras ya no es patrimonio del emisor del mensaje sino del receptor...y así pasa lo que pasa: discusiones gratuitas, polémicas inesperadas, reyertas verbales sin ton ni son, pasarse por el forramen el diccionario y el artículo veinte de la Constitución, tergiversaciones a la carta, etc. Hemos llegado a un punto tan demencial que lo que tú quieres decir no importa nada en comparación con lo que otros quieren entender desde su propio paradigma y sensibilidad. Así, escribir o hablar se ha convertido en un paseo por un campo de minas, que es en lo que se ha transformado esta sociedad tan hipócritamente correcta e hipersensible, de manera que hasta decir "Buenos días" corre el riesgo de provocar tarde o tempano un shock anafiláctico a alguien. 

Cuanto más sincero y libre seas a la hora de expresarte, más papeletas tienes para acabar de protagonista involuntario en alguna gresca. A mí me ha pasado, sin ir más lejos, ayer. Resulta que este pasado viernes llegué tarde a mi trabajo a pesar del madrugón (me levanto a las 05:45 de la mañana para poder llegar bien ya que para ir a mi trabajo requiero usar metro, tren de cercanías y autobús interurbano) por culpa de que una mujer de rasgos andinos y evidentes problemas de sobrepeso tuvo a bien no cederme paso ni hueco para subir por las escaleras que conectaban la estación de metro con el andén de cercanías (las escaleras mecánicas estaban en obras y toda la gente se canalizaba por unas "estrechas" escaleras tradicionales), lo cual motivó que perdiera un tren en mis narices y llegara, como decía, con retraso a mi trabajo. Aquella falta de consideración y de sentido común por parte de la señora al obstruirme el paso propició mi enfado y que manifestara éste en mi página de Facebook mientras esperaba a la venida del siguiente convoy. Tal manifestación consistió en un comentario breve pero muy ácido y cruel contra la buena señora. Un texto que en su mayor parte consistía en una descripción de dicha persona, escrita indudablemente desde un corrosivo cabreo, pero descripción al fin y al cabo. Quiero decir: no me movía ninguna pretensión racista ni xenófoba ni supremacista ni clasista ni narcisista ni egocéntrica ni ninguna estupidez similar. Dicho de otro modo: habría escrito un texto muy similar en tanto que corrosivo ya me hubiera cerrado la trazada Charlize Theron, Richard Ford, Adele, Joaquín Reyes o Florentino Fernández. Así, por ejemplo, para referirme a sus rasgos andinos utilicé expresiones como "altiplánica andina" (por referencia al Altiplano) o "hija de Atahualpa" (por aludir al célebre líder inca); para describir su físico escribí "tapón", "rechoncha", "con paso mórbido", "adefesio" y "como una morcilla"; para referirme a su falta de sentido común la califiqué como "cretina"; y remataba mi metralla verbal con un "en algún momento de su vida perdió la gracilidad, el civismo, la motricidad, la lozanía y la belleza". El post lo cerraba con un "La madre que te parió", tras expresar mi obviamente exagerado deseo de "catapultarla". ¿Habría escrito otras palabras de tratarse de una persona distinta? Obviamente, porque no todas las personas son iguales. ¿Habría variado mi intención corrosiva, cabrona y burlesca de tratarse de otra persona? Ni lo más mínimo. Así las cosas entiendo totalmente que se me repruebe por utilizar lo estético como arma o por ser tan sumamente ácido por algo que, en definitiva, no deja de ser una anécdota. Eso lo comprendo y lo asumo, teniendo claro igualmente que simplemente me limité a describir a la persona causante de mi enfado, de una forma desagradable y cruel sí, pero totalmente compatible con la realidad y sin ninguna exageración. Aun así, insisto en que habría sido igualmente hiriente y mordaz de tratarse de una persona de género, rasgos, fisionomía o nacionalidad totalmente distinta. No obstante, mi error es, por un lado, haber extrapolado mi crítica más allá de la falta de civismo y la carencia de sentido común y, por otro, haber escrito "en caliente". Pero nada más. Mi texto, en el fondo, podría - y quizá debería - haber sido éste: "Un ser humano esta mañana me ha impedido el paso en unas escaleras en el Metro de Madrid, suceso que ha supuesto que mi madrugón no haya servido de nada ya que he perdido el tren de Cercanías y he llegado tarde a mi trabajo. Esto ha provocado mi enfado con este ser humano ya que me ha irritado mucho su falta de consideración al ver que yo intentaba pasar. ¡Mecachis!". Así me habría ahorrado cualquier crítica por referirme al género de la mujer, a su fisionomía y a su estética y, de paso, no me habría convertido en objeto de interpretaciones retorcidas y reproches desmedidos. Pero yo, cuando me enfado, soy enormemente ácido y creativamente cruel en lo verbal. ¡Qué le voy a hacer! Es uno de mis incontables defectos. Pero el quid de la cuestión y el pretexto de este artículo vienen de un comentario que escribió una persona a propósito de mi texto contra la tipa del metro y que, básicamente, venía a decir que soy un racista y egocéntrico. Y mira, por ahí no paso. Soy sarcástico, lenguaraz, mordaz y cáustico pero no soy, de ninguna manera, ni racista ni egocéntrico. Y cualquiera que me conozca bien lo sabe. O lo debería saber. ¿Sería también racista y egocéntrico de haber criticado de idéntica manera a una persona de rasgos caucásicos y nacionalidad española? Dudo que alguien me hubiera espetado eso de haber sido así. Ahí está la hipocresía y la incoherencia de esa nueva y bochornosa censura que está extendiéndose por la sociedad, porque habría criticado con la misma saña a una persona más ibérica que el jamón de bellota. ¿Cachondearme del físico de alguien de distinta nacionalidad me convierte en racista? ¿Ser despectivo con una persona extranjera en sí misma considerada me transforma en racista? ¿Criticar con dureza a alguien foráneo por su comportamiento me hace racista? ¿Que me refiera de forma ingeniosa o chistosa a la procedencia de una persona me hace racista? ¿Que me enfade con alguien que no sea español me acredita como racista? Ajá, entonces, si me cachondeo del físico, soy despectivo, critico duramente el comportamiento o me cisco en la estampa de alguien de nacionalidad española o de rasgos "mediterráneos", ¿qué soy? ¿Racista también? Por favor, un poquito de sensatez y coherencia. Yo no hago distingos a la hora de criticar o cabrearme porque me cabrean las mismas cosas, las haga quien las haga. Por otro lado, utilizar como arma u objeto de sorna defectos físicos o psicológicos es reprobable en tanto que cruel, pero nunca jamás puede servir de argumento para decir barbaridades como que una persona es "racista". Para que quede clarinete: yo a esa tipa no la critiqué por no ser española o no tener rasgos propios de estos lares. La critiqué por ser una perfecta idiota al darse cuenta de que intentaba pasar y no echarse a un lado, perdiendo así el tren que debía coger. Que en mi comentario en Facebook aludiera a otras características simplemente obedece a que quería "hacer sangre" para saciar mi cabreo y a ilustrar cómo era la moza en cuestión para dar la mayor cantidad de "información" posible, no a que vinculara tácita ni explícitamente a su raza o nacionalidad su carencia de civismo, su insensatez, su gordura o su fealdad. Me parece una majadería tener que aclarar esto, pero visto como está el patio...La nacionalidad o la raza no son sambenitos pero tampoco pueden ser salvoconductos. Por otra parte, ¿soy egocéntrico por enfadarme? ¿Es egocéntrico preocuparte de hacer las cosas lo mejor posible? ¿Es egocéntrico ser escrupulosamente responsable? ¿Es egocéntrico que te preocupe lo que pueda pasarte? ¿Es egocéntrico querer ser puntual? Es que es de risa. Además, ¿qué pasa? ¿que ya no se puede criticar nada? ¿que "lo físico" y "lo mental" son anatemas? Si esto sigue así, va a llegar un punto en que para no soliviantar a nadie será necesario prescindir de cualquier información referente a una persona o cualquier descripción de un atributo físico o psicológico. Y eso es muy triste. Quevedo hoy las pasaría muy putas.

Es inquietante cómo los adalides de la corrección política y los paladines de la sensibilidad expiden con tanta facilidad graves etiquetas, tergiversan tus intenciones y te bautizan con palabras gruesas. Y esto ocurre cada día más. Tanto que por ejemplo se ha banalizado algo tan terrible como los descalificativos "nazi", "fascista" o "racista". No puede ser que cada palabra que digas pueda ser malinterpretada y criticada por esas huestes de buenistas, flandersianos e hipersensibles o que te puedan juzgar en tu totalidad como persona sólo por utilizar un adjetivo en lugar de otro. Este nuevo totalitarismo está empobreciendo el lenguaje y coaccionando la expresividad de las personas. Y eso es terrible. Por eso, por acabar y resumir, yo siempre agradeceré las críticas mientras sean fundamentadas y constructivas, porque me ayudarán a ser menos imperfecto, pero las memeces derivadas de "lo políticamente correcto" me las pasaré por la quilla -con todos los respetos- porque prefiero ser torpe a no ser libre.

domingo, 18 de noviembre de 2018

Resiliencia cum laude

La resiliencia consiste en esto. En levantarse. En volver. En insistir. En luchar. Y el Atleti es uno de los mejores ejemplos de ello en el ámbito deportivo, futbolístico y liguero.

Tras la masacre amarilla en Dortmund, meneo rojiblanco en Madrid. Tras un gol del Athletic, otro del Atlético. Tras las lesiones, los cojo**s. Tras el corazón en un puño, el alma en la garganta. Tras la muerte, la resurrección. Tras la lógica, el caos. Tras la tragedia, la epopeya. Todo muy intenso, muy loco, muy Atleti.

Lo del Atlético en los últimos partidos en Champions y Liga es complicado de describir y resumir desde lo convencional o lo razonable porque tiene que ver sobre todo con el coraje y el corazón, con un sentimiento sin rival, con lo íntimo, con las entrañas que transforman los sueños en campos de batalla de los que salir triunfantes. El Atleti ha escrito estos días una preciosa carta de amor a la resiliencia en dos veladas a doble cara. Un amor correspondido con dos victorias muy trabajadas y merecidas que, sobre todo en la última frente al Athletic de Bilbao, han traído al Metropolitano la magia añeja y épica del Calderón.

Y es que tiene bastante de mágico que el conjunto rojiblanco siga rampante a pesar de la plaga de lesiones, del lamentable estado del césped, de la baja forma de alguno de sus pilares en ambas áreas, de la inusitada porosidad defensiva y de las ocasiones falladas. Pero ahí está: en la vanguardia de la competición nacional y europea. ¿Cómo es posible? Sencillo: cuando tienes en tu plantilla a hombres como Saúl, Rodri, Godín u Oblak lo imposible es sólo una posibilidad más. Su tasa de pundonor en sangre es superior a la de una persona normal. Por eso, ellos escriben y protagonizan las leyendas. Porque se puede ganar o perder pero renunciar a darlo todo es el mejor camino hacia la mediocridad, la instrascendencia y la muerte. Y esto en el Metropolitano lo saben.

¡Aúpa Atleti!

domingo, 4 de noviembre de 2018

Las chicas supervivientes

Recientemente, mientras veía La noche de Halloween (curiosa secuela que también funciona como reinicio de la saga y que me gustó más de lo que esperaba al aunar lo mejor de la original de John Carpenter y de la versión de Rob Zombie), hubo una escena en la que las tres "generaciones de mujeres Strode" plantan cara a Michael Myers uniendo fuerzas y que me hizo pensar en cómo este arquetipo de personaje, el de la chica sobreviviente (final girl en inglés) ha ido evolucionando a lo largo de los años, pasando de ser un icono del puritanismo más rancio a ser actualmente emblema del denominado empoderamiento femenino, ya que donde los hombres fracasan, las mujeres triunfan y mientras ellos mueren, ellas perviven. Así, allí donde las películas de Disney patinan (salvo contadas excepciones, las "princesas" acaban salvadas por "príncipes"), las películas de terror aciertan al mostrar a las mujeres como las pu*as amas, siendo lo suficientemente poderosas y autosuficientes como para escribir su propia historia y derrotar o sobrevivir al villano de turno.

Con frecuencia se suele minusvalorar a las películas de terror, contemplándolas poco menos que como un repertorio de sustos y/o vísceras sin ton ni son. Y no. Las películas de terror son un excelente espejo de la sociedad de su tiempo. De ahí que, por ejemplo, en su día, las películas con alienígenas estuvieran de moda cuando el miedo al comunismo rampaba en EEUU, o que las películas con hordas de muertos vivientes estuvieran en auge cuando el voraz consumismo amenazaba el propio estado del bienestar, etc. Sobre esto hay mucho y muy bien escrito (por ejemplo, el sensacional Monster Show de David J. Skal), así que a ello me remito. En el caso de las final girls, surgen como personajes arquetípicos de un subgénero, el del slasher (es decir, películas de terror protagonizadas por un brutal asesino en serie), que nació al calor del puritanismo conservador que caracterizó yanquilandia a finales de los 70 y comienzos de los 80 del siglo XX y en el que la muerte estaba asegurada para todos aquellos personajes que vulneraran la moral y la estética conservadoras, asunto éste del que se supieron burlar fenomenalmente películas como Cherry Falls, Scream y Las últimas supervivientes. Sobre esto, también se han publicado análisis interesantes (como Hombres, mujeres y motosierras de Carol J. Clover), así que no es mi intención apuntarme ningún tanto con esto sino remarcar algo que es tan interesante como evidente.

La figura de la "chica sobreviviente" se ha hecho icónica tanto en el terror más contemporáneo (ahí están, por ejemplo, personajes como Mari Collingwood - La última casa a la izquierda, Jess Bradford - Negra Navidad, Sally Hardesty - La matanza de Texas, Ginny Field - Viernes 13 parte 2, Laurie Strode - Halloween, Nancy Thompson - Pesadilla en Elm Street, Kirsty Cotton - Hellraiser, Sidney Prescott - Scream, Julie James - Sé lo que hicisteis el último verano, Sarah Carter - The descent, Erin Harson - Tú eres el siguiente, Marybeth Dunston - Hatchet...),como en el futurista (con Ellen Ripley - Alien, y Sarah Connor - Terminator, partiendo la pana). Por eso, no deja de ser curioso cómo se suele asociar a lo femenino géneros como las comedias románticas o películas como las de Disney que, en el mejor de los casos, sirven más para enseñar cómo deberían ser los hombres que cómo deberían ser las mujeres, algo que sí logran, en mi opinión, las películas de terror. La prueba más tosca y evidente de esto es que en las horror movies ellos o caen como moscas o acaban siendo salvados gracias a ellas, que son las que se encargan de derrotar al ente aniquilador (por lo general una versión grotesca y exacerbada de todos los defectos del machismo) o de escapar de lo que parecía una muerte segura. Así, contra la versión endeble, frívola y ñoña de la mujer que se sublima en el pastelada de turno o en la mayoría de "princesas Disney", las películas de terror nos brindan por lo general una versión fuerte, resiliente, inteligente, adaptativa y autosuficiente de la mujer que es bastante necesaria y más cercana a la vida real que las de esas otras ficciones que mencionaba.

De todo ello parecen ser muy conscientes los responsables de La noche de Halloween ya que, más que como un homenaje a Michael Myers por el 40 aniversario de su incorporación al bestiario del terror cinematográfico, funciona como un enérgico subrayado de esas mujeres que sigue en pie cuando los hombres están hechos pedazos, figurada o literalmente. Así que, honestamente, cuantas más mujeres vean este tipo de películas, mejor, porque eso ayudará a destruir cuanto antes no sólo bochornosas desigualdades y sonrojantes tópicos que aún persisten en nuestra sociedad sino también a erradicar a todos esos monstruos que convierten domicilios y/o centros de trabajo en auténticas películas de terror.

domingo, 28 de octubre de 2018

Reacción de campeón

Tras caer, levantarse. En eso consiste la vida, el deporte, el fútbol y el Atlético de Madrid. Anoche se demostró una vez más. El Atleti reaccionó al sonrojante tropiezo en Liga de Campeones con una victoria sólida, asentada en un buen desempeño general del equipo rojiblanco. Una velada que comenzó con un oportuno recado y recordatorio tanto a Theo Hernández como a bocazas propios y ajenos: "Nuestro orgullo es la lealtad".

Los inesperados goleadores locales Godín y Filipe Luis reverdecieron laureles (y recuperaron parte del crédito perdido en partidos para olvidar) en una noche en la que el Atlético fue bastante fiable en todas las zonas del campo. Además, Rodrigo y Arias acreditaron méritos suficientes para conservar puesto en la titularidad. 

De la Real Sociedad basta decir que Oblak estuvo más cerca de coger un catarro que un balón. Así que el único picante lo pusieron las peculiares y afortunadamente intrascendentes decisiones de Mateu Lahoz, de quien empiezo a sospechar que es el resultado de varias generaciones de primos cruzándose entre sí.

Pero, como decía al principio, lo importante era levantarse después del hostión alemán que dejó al equipo rojiblanco hecho teselas. Y el Atleti se ha levantado como el campeón que es o, mejor dicho, como el campeón en que lo ha convertido el falible "Cholo" Simeone. Toca seguir mejorando, creciendo y luchando. En eso consiste la vida, el deporte, el fútbol y...¡Aúpa Atleti!

jueves, 4 de octubre de 2018

Sudadera verde con capucha

Estimado gilipollas:
 
Me dirijo a ti de esta manera porque desconozco tu nombre y me faltan datos para bautizarte como "hijo de puta". Así que lo dejo en “gilipollas” y tira millas.
 
Por si no te das por aludido, cafre, aquí van unas referencias: estabas anoche en la estación “Estadio Metropolitano” tras el partido de Liga de Campones; mides cerca de 1.90, eres joven, corpulento, de piel muy morena, pelo corto, andares simiescos y llevabas una sudadera verde con capucha. El cruce perfecto entre un boxeador y un macarra de barrio.
 
Éramos muchos los agolpados en el andén esperando para coger el metro. Tú estabas antes que yo, en el tiempo y en el espacio, como tantos otros de aquel gentío, esperando a que abrieran las puertas del convoy que iba en dirección a Pitis. Una vez abiertas, yo me encaminé insintivamente hacia su interior pues estaba ensimismado leyendo en mi teléfono móvil la crónica del partido del Atlético contra el Brujas en Champions. En esas estaba cuando tuviste a bien cerrarme el paso de un fuerte codazo en el pecho y encararte conmigo, con un tono a medio camino entre politoxicómano y matón de barriada, diciéndome: “¿Dónde vas, tío? ¿Dónde vas? ¡Eso no se hace!¡Eso no se hace!"(¿repites las cosas siempre dos veces para enterarte tú mismo? Lo digo porque a mí con una me basta). Imagino que, debido a tu indudablemente mermada sinapsis, pensabas que iba a colarme o algo similar. Con gusto te habría aclarado, machirulo cavernario, que mis intenciones eran las mismas que hago siempre en ese tipo de circunstancias: quedarme junto a la puerta dejando pasar a toda la gente que estaba antes que yo y luego ya entrar yo, porque uno afortunadamente está bien educado y ha tenido la inmensa suerte de no acabar siendo ni en el fondo ni en las formas un gorila con sudadera verde. Ya ves: soy de esas personas que ceden el paso, abren las puertas, dejan salir antes de entrar, se levantan del asiento para cederlo a mayores, mujeres o críos, etc. Lo mismo que tú, gentleman.

Por desgracia, domino el español y el inglés, soy diestro con el latín y entiendo algo de italiano, pero no conozco el dialecto putomierda, así que no fui capaz dialogar contigo, porque lo cual me limité a pedirte perdón y sonreír, dado que soy un gran amante de los animales y, más allá de tu oligofrenia, tus exquisitos modales evidencian que tú y los gorilas de lomo plateado, primos hermanos. La verdad es que pude haberte a respondido que iba a beneficiarme a tu progenitora previo pago o a ayudarte a encontrar a tu verdadero padre o a acompañarte de vuelta al zoo antes de que se preocuparan tus cuidadores, pero creo, homínido, que no habrías sabido valorar mi sentido del humor sin tener un ictus en el intento, así que lo dejé estar para evitar que el Instituto Jane Goodall luciera un crespón negro en tu memoria.

Tú entraste en el vagón literalmente bufando y cabeceando hasta incrustarte en el socarrat humano que se formó en el vagón. Te bajaste enseguida, creo que en la estación de Las Musas (que manda huevos que cojas el metro para tan escaso trayecto, pero imagino que la neurona no te da para más).

Lamentablemente, energúmeno, no pude despedirme de ti. Así que te escribo desde mi blog, con una profunda melancolía de tu estampa, emplazándote a que el próximo codazo en el pecho se lo endoses a la madre que te parió y deseando que la implacable selección natural acabe con tus días de morralla ambulante más pronto que tarde. So mierda.

Atentamente, el chico al que arreaste un codazo.

sábado, 22 de septiembre de 2018

La luz del Brujo

Anoche fui a ver por fin la penúltima obra de Rafael Álvarez "El Brujo" (1950) al Teatro Fígaro de Madrid (tras su paso por el vecino Teatro Alcázar), ahora que Autobiografía de un yogui se va a despedir de la cartelera madrileña mañana domingo. Suelo ser fiel a mis filias y mi admiración y afición por "El Brujo" viene de hace ya tiempo, lo cual me ha permitido ver buena parte de sus creaciones (Lazarillo de Tormes; Misterios del Quijote; San Francisco, juglar de Dios; El Evangelio de San Juan; Mujeres de Shakespeare; La Odisea; El asno de oro; La luz oscura...) desde que tuve la suerte de ver la primera un verano en Estella, hace ya muchos años.

La función, que sobrepasa con holgura las dos horas de duración, cuenta/adapta la vida de Paramahansa Yogananda, un famoso yogui, gurú y místico hindú que trajo el yoga a Occidente, cuya obra ha sido traducida a infinidad de idiomas y es, en palabras del propio Álvarez, su maestro. Ello le da pie al Brujo a hacer un interesante bosquejo de la mística oriental, entreverado de hilarantes anécdotas personales (como el proyeccionista Amperio o el "cura de mi pueblo") junto a ingeniosísimas pullas a la actualidad nacional y local.

Dejando aparte la inmensa suerte que tuve con la entrada (literalmente, a pie de escenario), la acertada escenografía y la magnífica música de Javier Alejano, la obra me resultó más difícil, densa o compleja que de costumbre, ignoro si por mi desconocimiento del "autobiografiado" y de la materia, por la infinidad de hechos y nombres que cuenta El Brujo a lo largo de la representación, por el cansancio tras una intensa semana de trabajo o por vete a saber qué. El caso es que ha sido su obra que más me ha exigido como espectador. Un esfuerzo que, honestamente, mereció la pena y que bien compensa el extraordinario desempeño del actor solista en su titánica adaptación. Digo que mereció la pena no sólo por el excelente rato que siempre te hace pasar Rafael Álvarez sino por todo lo que aprendí nuevo sobre el hinduismo. Así, al salir del teatro, estaba indudablemente cansado por el tour de force del Brujo, pero también innegablemente agradecido por las risas y la sabiduría. Es decir, lo habitual gracias a este genio del arte dramático.

Más allá de lo estrictamente biográfico de Yogananda (quien tuvo una vida bastante curiosa) y de las llamativas semejanzas entre la mística oriental y la occidental, Autobiografía de un yogui supone una catarata de reflexiones profundas, un torrente de pensamientos relampagueantes, una avalancha de ideas tan interesantes como estimulantes a la hora de meditar sobre ellas. Lógicamente, sería irreal quedarse con la copla de todo pero yo me quedé principalmente con las siguientes ideas: La primera, lo único real es la luz, ya hablemos en sentido literal o figurado. La segunda, para bien o para mal lo que existe no es más real que una ficción cinematográfica puesto que todo el cosmos no es más que un sueño de Dios, un teatro de sombras soñado por la divinidad. La tercera, nuestra mente es un reflejo de esa mente que nos sueña; por eso, hay en nosotros un inmenso poder creativo y transformador. La cuarta, del mismo modo que la mano que tensa y libera la flecha precipita a ésta hacia delante más allá del arco, así actúa en nosotros todo lo que conforma nuestro pasado, hasta que la propia flecha se vuelve pasado y todo vuelve a empezar. La quinta, la creencia metabolizada como convicción es lo que puede transformar y cambiar nuestras vidas. La sexta, la saludable necesidad de asumir que en la vida el bien y el mal deben alternarse como el juego inherente entre luces y sombras. La séptima, encontrarse a uno mismo es estar un paso más cerca de encontrar el secreto que hay más allá de toda la tramoya que conforma nuestra vida. La octava, todos somos parte de algo que nos trasciende y que, al mismo tiempo está dentro de cada uno de nosotros. Y la novena, la verdadera sabiduría no es la que te informa, sino la que te transforma.

De todos modos, para mí, la enseñanza más interesante no la escuché en la función (al menos no literalmente) pero sí la he leído al Brujo en su promoción de esta obra, citando a los antiguos filósofos: "El mundo está en el alma. Es tu visión del mundo la que crea el mundo; luego no hay transformación del mundo si no empieza por tu propia transformación". Quiero pensar que es algo más que una frase bonita e interesante. Y me reconforta saber que este pensamiento tan estimulante y reconfortante proviene de gente que me hace saberme humildemente estúpido. Pero es que, aunque la hubiera dicho el tendero de la esquina, en la boca del Brujo tiene un pátina de trascendencia, de magisterio, de relampagueante hallazgo que uno no puede menos que dejar iluminarse. Y es que Rafael Álvarez, en obras como Autobiografía de un yogui, demuestra que es arte, teatro e ingenio indudables pero, sobre todo, es luz. Mucha luz.

sábado, 15 de septiembre de 2018

Un empate inverosímil

Que el Éibar no se haya marchado del Estadio Metropolitano goleado es algo tan inverosímil como que Koke siga pisando el césped vistiendo la rojiblanca o como que Simeone cambie al mejor jugador del partido cuando aún quedaba mucha tela que cortar o como que el Atleti lleve sólo una victoria en lo que va de Liga.

Que un equipo tan Segunda como el Éibar haya sacado un empate después de lo visto sobre el terreno de juego no es que sea inverosímil: es directamente una vergüenza. Claro que en eso tiene mucho que ver, por un lado, el discreto rendimiento de muchos jugadores rojiblancos esta mañana y, por otro, que Marko Dmitrovic jamás parará tantos goles cantados como hoy

Con esos dos párrafos podría resumirse todo el partido Atlético de Madrid 1 - S.D. Éibar 1. Pero no me gustan los microartículos. Así que...

El encuentro pintaba bien: agradable temperatura, excelente ambiente, buenas jugadas locales, multitud de remates contra la portería visitante, un rival más empeñado en jugar al fútbol australiano que al de la Liga (Mendilibar es especialista en hacer que sus equipos parezcan una quedada de leñadores), un árbitro no excesivamente malo...Como digo, pintaba bien. Pero aquello duró lo que duró: es decir, hasta que las incontables paradas del portero rival y las imprecisiones y los desajustes locales cambiaron el modo "Disney" de la primera parte al modo "Haneke" de la segunda

Y es que los segundos 45 minutos fueron un creciente cabreo e incredulidad ante lo que estaba pasando sobre el terreno de juego. Y lo que pasaba es que el Éibar puede ser uno de los equipos más mediocres del campeonato (que lo es) pero no es uno de los equipos más tontos, así que aprovechó una de las escasísimas (estuvieron más pendientes de hacer faltas y perder el tiempo que de jugar al fútbol) oportunidades que tuvo, la cual coincidió en el tiempo y el espacio con uno de los varios sainetes que se vivieron en la defensa rojiblanca hoy. ¿Consecuencia? 0-1 con VAR y sin VAR. No obstante, conviene contextualizar que, para terminar de darle emoción al asunto, Simeone volvió a pecar de entrenador retirando primero al talentoso Lemar y luego al mejor jugador rojiblanco del partido: Rodrigo (que se marchó bajo una sonora pitada al Cholo). ¿Consecuencia? Correa jugó a ser Correa (que es algo parecido a un futbolista sin llegar a serlo ni remotamente) y Koke evidenció un partido más que hace varias temporadas que está para banquillo u "oferta mareante árabe, asiática o estadounidense". ¿Consecuencia de la consecuencia? Cortocircuito y fiarlo todo a que la suerte dejara de tener a Dmitrovic como follamigo antes de que el árbitro pitara el final. Y, oh, milagro, ocurrió: el canterano Borja Garcés (¿el nuevo "Niño"?) maquilló en el descuento tanta injusticia y bochorno. 1-1.

Así las cosas, el Atleti sigue sin repetir victoria en Liga y eso que hoy, a diferencia de lo ocurrido en Vigo, sí mereció ganar por juego y oportunidades (hasta 18 tuvo). Quizá Simeone (y alguno más) debería hacérselo mirar porque es evidente que hay algo que falla. O quizá, más que algo, algunos. No son muchos pero sí los suficientes para que los resultados inverosímiles sigan lastrando en Liga al equipo del Metropolitano. Y la Champions se acerca, así que ojo. ¡Aúpa Atleti!

sábado, 8 de septiembre de 2018

La culpa no es de Maluma

Recientemente, el individuo conocido como "Maluma" ha pasado por Madrid para llenar el Palacio de los Deportes con cientos de fans deseosas (tres cuartas partes eran mujeres) de sudar con/por él. He aquí mi percha/coartada/excusa para este artículo, así que si alguien quiere bajarse del barco o vomitar antes de iniciar la travesía, lo entiendo. 

El sudamericano resiste varios adjetivos, epítetos, etiquetas y calificativos estrictamente objetivos y desmotrables empíricamente: joven (nacido en 1994), colombiano (de Medellín), atlético (no es precisamente King África), machirulo, machista, zafio, hortera, con un aspecto de personaje desbloqueable del Grand Theft Auto, carente de cualquier talento apellidable como artístico y sin mayor habilidad conocida que la de "calentar el horno" con la misma facilidad que provoca polémicas que sabe aprovechar en beneficio propio. Ese es "Maluma", el alter ego de Juan Luis Londoño Arias, quien con sólo veinticuatro años y tres álbumes se ha convertido en el máximo y exitoso exponente del reguetón y el trap, géneros por cierto cuya aportación a la música sólo es comparable a la aportación de Hitler al sionismo y que figuran en la prestigiosa lista de "Motivos por los que no habría que llorar por la extinción humana".

Yo no conozco a la persona y por eso no voy a valorar al tal Juan Luis, pero sí he sufrido sensorialmente lo suficiente a "Maluma" para decir sin tapujos ni fisuras que éste cultural, creativa, musical, estética y éticamente me parece una supuración, una excreción, una ventosidad, un vómito, un detrito, una hez que ni un Diplodocus con diarrea lo igualaría. Si Maluma me parece pura mier*a se debe a que me asquea lo que parece, lo que es, lo que abandera, lo que fomenta, lo que ¿canta? y lo que ensalza. Yo respeto que este espabilado ande corto de virtudes y carente de ingenio y por eso entiendo que, como cada cual se gana el pan como puede, este fulano medellinense se haya buscado la vida cantando a los bajos instintos, con un repertorio tan reconocible como reiterativo, soez y de un gusto simplemente patético. Ir a lo fácil es la salida más ídem cuando la vida no te ha dotado para mayores logros.

Antes de seguir con el "dar cera, pulir cera", quiero dejar claro lo siguiente: la provocación en la cultura en general y las artes en particular no me parece mal; al contrario. Buena parte de la historia de la pintura, la escultura, la literatura, la música, la fotografía, etc, no se entiende sin esas necesarias (y merecidas) patadas en la mesa donde come toda la sociedad, sin esos desafíos a la moral dominante, sin esas bofetadas a la hipocresía imperante. Ahí están, por ejemplo, para dar cuenta de ello en el ámbito literario Quevedo, los poetas malditos, Wilde, el Marqués de Sade, Valle-Inclán, el naturalismo o Chuck Palahniuk. El problema es que cuando se carece de ingenio, de talento, de calidad, la provocación se queda reducida a un nonagenario despelotándose en una guardería. Y esto es lo que le pasa a "Maluma": que cuando Dios repartió cerebros, él debía estar echando un polvo (o "cantando" que lo hacía).

Yo tolero los gustos de todo el mundo porque, al fin y al cabo, el ser humano no es más que un curioso enjambre filias, fobias y parafilias de todo tipo. Así pues, asumo que existen coprófagos musicales a los que este pornógrafo con autotune les alegre/encienda/caliente los ratos. Del mismo modo, espero que esos mismos fans de "Maluma" toleren y asuman que exista gente (como yo) que antes tendría una embolia cerebral que permitirse fibrilar con las "canciones" del colombiano. Porque, las cosas como son, dejando a un lado el tema estrictamente "musical", las letras de "Maluma" son todo un momumento a lo chabacano, una oda al machismo, un hilo musical para ingles sudadas, una basura tan grande como el Everest. Y si no, que alguien me defienda la valía de lo que "dice" ese menda en temas como El punto (su letra no tiene desperdicio pero baste citar como ejemplo esta parte: "Y quiero más más, dame más más,/ sexo en exceso nunca está de más,/ se pone en 4 y me pide/ que por el ch la castigue"), Cuatro babys ("Siempre me dan lo que quiero,/ chingan cuando yo les digo"), Primer amor ("Mi niña, mi mujer, mi dama, yo fue el primero en tu cama"), Un polvo ("Quiero volver a explorar tu cuerpo,/ ver tu cara cuando lo tengas andentro"), o Vitamina ("No hay razones pa' que te cohibas./ Yo sé que tu nene te motiva./ Me dijieron que eres posesiva/ y que te tragas la vitamina uhhh"). Fino, fino, tú. Orillando el innegable hecho de que la temática de las canciones de "Maluma" es más previsible que una batalla de los Power Rangers, este sicario a sueldo del mal gusto parece tener cierta obsesión "creativa" con todo lo que hay allende el ombligo y una gran autoestima basada en sus presuntas dotes coitales y su semen, de manera que actúa como si fuera el Mesías del falocentrismo. Todo el planeta de "Maluma" parece orbitar obsesivamente en torno a micrófonos y penes (vista esa fijación, no es descartable que tarde o temprano se marque un Ricky Martin y salga del armario). 

Así pues, el único "mérito" de las "canciones" de "Maluma" reside en propiciar calentones, coitos, felaciones, vejaciones y violaciones (supongo que para salvajes como los de "la Manada" este colombiano debe ser David Bowie) y en fomentar al mismo tiempo un nauseabundo paradigma según el cual los hombres están únicamente en este mundo para horadar y las mujeres para ser horadadas. Una gran y beneficiosa influencia para las nuevas generaciones, sin duda. 

De todos modos, como destripaba en el título de este artículo, la culpa no es de "Maluma". Una caca no tiene culpa de ser una caca: es lo que es. El problema está en las moscas que la adulan con su presencia. El problema está en que hay gente dispuesta a gastar tiempo, dinero, pensamientos e incluso deseos en alguien como él o sus "canciones". Algo grave pasa cuando tipos como este medellinense están "petándolo" (nunca mejor dicho). Pero, insisto, de eso no hay que culpar a "Maluma". Como no hay que culpar a Erika Leonard Mitchell por el éxito de esa basura encuadernada titulada "Cincuenta sombras de Grey", ni a Paolo Vasile por la incontestable audiencia de "Sálvame" y demás coproprogamas de Mediaset. No. El problema está en la gente que consume con entusiasmo y por millares esas y otras cacas. Un problema que invita a pensar que, muy seguramente, la humanidad se está yendo a la mierda, pero, eso sí, con mucho flow y autotune. Quien no se consuela...

viernes, 31 de agosto de 2018

"El Geographic"

Hay momentos en la vida en que los lugares dejan de ocupar un lugar para ser patrimonio del tiempo. Momentos en que determinados emplazamientos no tienen más salidas que el olvido o el recuerdo. Eso precisamente es lo que le ha pasado a The Geographic Club, un conocido bar, restaurante y coctelería ubicado en el 141 de la calle Alcalá, en pleno Barrio de Salamanca. Y allí ha estado durante más de 20 años. Hasta su cierre

Por haber pasado buena parte del verano fuera de Madid, de la desaparición de este local me he enterado esta misma semana, al ver por casualidad a la maquinaria haciendo en el solar del Club lo que los buitres con la carroña. Sorpresa, pena, incredulidad, melancolía. Todas esas inesperadas sensaciones hicieron que echara instantáneamente mano al teléfono y sacara una fotografía a medio camino entre la postal y la autopsia. Como si quisiera embalsamar en un jpg un recuerdo. La verdad, para mí "el Geographic", como lo llamaba, era un sitio especial. Muy especial. No lo frecuentaba mucho pero sí puedo decir que he estado en su exótico y curioso interior varias veces y todas y cada una de ellas son buenos recuerdos. No en vano, ese "rincón de los aventureros" ha sido escenario y cómplice de los inicios de la etapa más feliz e importante de mi vida y, por eso, tiene y tendrá siempre un lugar en mi memoria. El lugar que ahora la repugnante codicia inmobiliaria le niega en la calle para susto de los vecinos y disgusto de quienes tuvimos la suerte de pasar por ese oasis para sedientos de evasión, de cruzar esa puerta a otros lugares y tiempos, de ese respiro entre maderas nobles y recuerdos de tierras remotas. De todos los bares y similares que he conocido en Madrid, éste era mi favorito.

Por suerte, la melancolía y la nostalgia aún se pueden mitigar visitando la web del club, puesto que sigue activa (vete a saber hasta cuándo), y así disfrutar del recorrido virtual que ofrece en su interior por unas estancias que hoy ya sólo perduran en fotos y recuerdos.  

Echaré de menos al "Geographic" por lo que sus promotores quisieron que fuera, por la capacidad evasiva de su ambiente y por lo que acabó siendo para mí. Me queda al menos el consuelo de tener la certeza que a mi memoria no llegarán las excavadoras. 
 

domingo, 26 de agosto de 2018

Oblak cierra la puerta

La vida está llena de verdades indiscutibles. Por ejemplo: el Sol sale por el Este y se pone por el Oeste, Charlize Theron es guapa, el reguetón es una basura y Jan Oblak para cinco de cada cuatro tiros que le lanzan. Ayer por la tarde, volvió a quedar claro esto último.

Segunda jornada de la Liga 18/19 y primero de esta temporada en el nuevo Metropolitano. En el ambiente, ganas de disfrutar con los supercampeones de Europa, de festejar dicho título en el postpartido y de palpar el "asunto Filipe Luis". 

El Atlético de Madrid ofreció una imagen similar a la del césped del estadio: tras el verano, aún le queda para tener un aspecto inmejorable. Y es que el conjunto rojiblanco ofreció una versión desafinada e irregular que permitió tener chance al Rayo Vallecano, un rival con menos complejos que acierto y más oportunismo que calidad. Así que se quedó una tarde para ver el vaso medio lleno o medio vacío, según el nivel de sensatez o pesimismo de cada cual. No obstante, en mi opinión, más allá de las imprecisiones y los desajustes ofrecidos en el campo, lo más criticable fue la actitud que ofreció el Atleti tras marcar el gol: recular y quedarse en modo numantino ante un rival que no había demostrado más habilidad hasta entonces que la de perder tiempo (el guardameta rayista fue el líder de su equipo en ese sentido). Ello permitió a los vallecanos perpetrar una especie de asedio que, para su desgracia, permitió a cierto portero recordar que es el mejor del mundo en lo suyo.

Si el oportunista gol de Griezmann rompió decisivamente el empate, el show de Oblak en los minutos finales del partido fue clave para la victoria. Las intervenciones del espigado esloveno fueron tan importantes o más que el gol del francés para conseguir el triunfo, así que se puede decir tranquilamente que Oblak ganó el partido. Las cosas como son: este tipo mandaría al banquillo a Benji Price. Sus paradas son increíbles, extraordinarias, asombrosas, inverosímiles. Y el Rayo lo sufrió en sus carnes, especialmente la última, cuando lo más lógico, incluso desde el punto de vista de la física, habría sido que el balón acabara en la red. El caso es que Oblak se empeñó en echar el cierre a la portería y colocar la alfombra roja hacia la fiesta de después. Y lo logró.

Así las cosas, un gol francés y unas paradas eslovenas certificaron la victoria de un partido gris del Atleti pero cuyos tres puntos valen exactamente igual que si los locales hubieran goleado y arrollado futbolísticamente a los visitantes. 

El postpartido fue un chupito de fiesta para celebrar la Supercopa de Europa con la afición. Ello permitió hablar al nuevo capitán del Atlético, Diego Godín, y a su entrenador, Diego Pablo "Cholo" Simeone, mientras la afición les enmudecía y emocionaba con sus cánticos. El uruguayo y el argentino conformaron una arenga a las huestes rojiblancas que sirvió de excelente colofón a la velada y de acertado mensaje para lo que resta de temporada. Eso sí: la actitud taciturna de Filipe Luis ante, durante e incluso después del partido hace presagiar que lo suyo va a acabar mal. Una lástima pero...en este equipo no hay nada ni nadie por encima de un club que, como dijo Godín, tiene en su afición su mejor premio y patrimonio. ¡Aúpa Atleti!

viernes, 17 de agosto de 2018

¿Españoles en España? ¡Qué osadía!

Como (casi) todo el mundo sabe, una turista británica de 81 primaveras ha presentado recientemente una queja contra un touroperador inglés por alojarla en un hotel de Benidorm donde había "demasiados españoles", a los que culpa de haber arruinado sus vacaciones, en las que la octogenaria y su amiga habían invertido más de 1200 euros. ¿Españoles en España? ¿Cómo se ha permitido tamaño despropósito? ¿Dónde se ha visto tan grosera provocación? ¿Cuándo se ha conocido una afrenta semejante? ¿Qué estrafalario disparate es éste? ¿Qué justifica un agravio tan demencial? ¿Es acaso una cruel venganza en diferido por el desastre de la Armada Invencible? Ya son ganas de molestar a los turistas...

Antes de ponerme a dar cera y pulir cera cual señor Miyagi, he de hacer una oportuna precisión: yo pondría a orbitar Saturno perpetuamente a todos esos compatriotas que darían el perfil para participar en Gandía Shore y a los que estética y/o intelectualmente conforman el elenco de un esperpento cañí pata negra, el cual tiene sus mejores estampas veraniegas en esa parrillada que es el litoral mediterráneo en estos meses, gentes que comparadas con las películas de Pajares y Esteso hacen que éstas parezcan films de Carl Thedor Dreyer. ¿Qué le voy a hacer? Soy tan patriota que no quiero que me puedan confundir con gente hortera, chabacana, zafia, tosca o lerda.

Aclarado esto, voy a darle la razón a la tal Freda Jackson en una cosa: tiene todo el derecho del mundo a criticar y lamentar la rudeza, grosería o falta de educación que, según ella, ha sufrido a manos de españoles, especialmente si tenemos en cuenta que es una persona de edad avanzada y movilidad reducida. No me cabe ninguna duda de que la anciana inglesa ha sufrido en sus carnes al "homo gañanis españolensis", especie demasiado extendida geográfica y generacionalmente, cuya diferencia con un Neanderthal es únicamente semántica y que hacen parecer catedráticos de Oxford a los gorilas de lomo plateado. Lo que olvida deliberada, ingenua o senilmente la buena señora es que esos defectos no son exclusivos de España ni consustanciales a la nacionalidad española, como muy bien (o muy mal, según se mire) demuestran los guiris que vienen a España a disfrutar del llamado "turismo de borrachera" en lugares como Magaluf, Gandía, Salou y un mediterráneo etcétera, convirtiendo el oriente español en una especie de híbrido de retrete, botellón y picadero. Visto que, desgraciadamente, la urgente reducción de cafres nativos españoles no va a venir desde el ámbito educativo ni desde el familiar, sería deseable fomentar la práctica del balconing también entre la chavalería aneuronal española, a la vista de su eficiencia a la hora de retirar de la circulación a anormales extranjeros.

Dicho esto, creo que la octogenaria británica pierde la razón en tres cosas, a tenor de la versión publicada en el Mirror. La primera, juzgar al todo por la parte, resulta injusta. La segunda, elevar una mala experiencia a la categoría de axioma, es imprudente. Y, la tercera, quejarse por la presencia de nativos en su propia tierra, es tan ridícula, gilipollesca y delirante que sólo puede ser carne de guasa, zasca y burla.

Yo, por ejemplo, no se me ocurriría criticar a todos los británicos por culpa de la flemática prepotencia que encontré en el engreído staff de cierto hotel en Londres ni reprobar a todos los franceses por culpa de la clasista altivez que sufrí de ciertos parisinos en mi estancia en la capital francesa. Como no se me ocurriría tampoco protestar por la excesiva presencia de ingleses en Londres, franceses en París, italianos en Roma o yanquis en Florida. Esto no es cosa de educación sino de sentido común.

En fin. Quiero pensar que la disparatada protesta, digna de un sketch de los geniales Monty Python o de un episodio de Little Britain, se debe únicamente al soponcio de la señora por el desagradable trato recibido y al cabreo por el pastizal invertido de forma insatisfactoria, y no a un problema de xenofobia, chovinismo o demencia senil. De todos modos, como moraleja de esta anecdótica majadería, resultaría saludable que aquellos ensimismados turistas que detesten a los españoles por culpa de prejuicios, tópicos y falacias se queden en sus casas.

miércoles, 15 de agosto de 2018

Fernando Alonso se va

Fernando Alonso, mito español del deporte y leyenda mundial de la Fórmula 1, ha anunciado mediante un emotivo vídeo difundido en redes sociales que abandonará la Fórmula 1 al concluir esta temporada (esto es, el 25 de noviembre). Se marcha sin nada que demostrar, porque los números ya dan objetiva cuenta de él: 2 campeonatos mundiales, 3 subcampeonatos, 34 victorias, 97 podios, 22 poles. No es chovinismo, son datos: Alonso es un piloto que puede ponerse sin sonrojo ninguno el mismo estante que figuras como Ayrton Senna o Michael Schumacher

Ha sido el emblema y líder de las escuderías más legendarias y prestigiosas de la Fórmula 1 y lo único que hay que lamentar es que dichos equipos no hayan estado a la altura ni de su propia leyenda ni de la calidad de Fernando Alonso. Estoy convencido que, de haber tenido unos coches dignos, el asturiano muy probablemente habría adelantado en palmarés a Senna o Schumacher. Y ahí está el gran problema de Alonso y su diferencia respecto a muy buenos pilotos como Hamilton o Vettel: al español le han lastrado sus coches mientras que el inglés y el alemán no habrían conseguido tanto de no haber sido por sus máquinas. Así de sencillo, realista y cruel. Por eso se va, porque está cansado de comprobar una temporada sí y otra también que la excelencia nunca encontrará la forma de encajar con la mediocridad, de esforzarse para nada, de tener más paciencia que suerte en sus decisiones, de comportarse como un semental conduciendo gatillazos con ruedas. Cualquiera que haya seguido  mínimamente la carrera de Alonso estos años sabe que si no ha llegado a más ha sido por una desquiciante catarata de coches mediocres (con una fiabilidad de escopeta de feria), fallos de equipo (malas estrategias, rencillas en paddock, errores humanos) y mala suerte pero nunca por errores del asturiano quien está considerado pese a todo como el mejor piloto de la parrilla. Por algo será.

Al asturiano que reconquistó la Fórmula 1 para España hasta convertirla en un fenómeno mediático hay quien le critica su forma de ser, acusándolo de quejica, llorón, gruñón y prepotente. Debe ser que la honestidad está mal vista en estos tiempos de postureo, cinismo y buenismo. Criticar es fácil, quedar como un gilipollas también. De todos modos, para mí, la valentía, la calidad, la versatilidad, la astucia, la resiliencia, la habilidad y el pundonor que ha demostrado Fernando Alonso durante todos estos años en la F1 son motivos de sobra para admirarlo, si eres inteligente, o envidiarlo, si no lo eres.

Ahora, lo más probable es que el español que destronó al piloto de Fórmula 1 más laureado enganche a España a las carreras de resistencia como ya hizo con la F1 antaño, en pos de la "triple corona", un logro que, de conseguirlo, sería un perfecto broche para su carrera y un zasca para sus detractores. Estoy seguro de que es cuestión de tiempo que ello se haga realidad. ¡Puxa Alonso!
 

sábado, 11 de agosto de 2018

Tras el Hades

"La persona que sale del Hades no es la misma que entró en él". Esta frase, que mi mente atribuye (erróneamente o no) a Alejandro Gándara, es una gran verdad. Esa catábasis o descenso al inframundo, al mundo que hay más allá de lo cotidiano o terrenal, no sólo tiene validez en mitos griegos como los de Orfeo, Heracles u Odiseo. No, ese viaje del alma en vida al mundo tenebroso existe bajo diferentes formas y contextos, funcionando como una especie de ordalía, de rito iniciático, de prueba definitiva que, en el caso de sobrevivir, supone un renacimiento interior, una transfiguración íntima catalizada por el conocimiento adquirido durante ese tour infernal, lo cual entronca con esa exposición de uno ante la muerte entendida como trance traumático y decisivo del que hablaba Joseph Campbell en El héroe de las mil caras, el lance vital que o bien te aniquila o bien te "educa" para regresar a tu mundo y triunfar; una prueba que te cambia por dentro por completo y que, de superarla, te hace aprender lo necesario para no caer derrotado en lo venidero; el momento capital en el que el auténtico héroe se revela a sí mismo.

Decía que esa catábasis existe y lo afirmo no por postureo pretencioso y petulante sino con conocimiento de causa puesto que yo estoy saliendo de ese viaje del Hades. Y no, no soy en absoluto el mismo que inició ese viaje. Ese descenso a la oscuridad me ha marcado, me ha cambiado y me ha enseñado. Y no comparto todo esto por victimismo ni exhibicionismo sino por si sirve de algo, aunque sea de esperanza, a quien esté inmerso en ese durísimo viaje por la erosiva e implacable oscuridad. Únicamente por eso escribo este artículo.

Mi viaje por el Hades comenzó por un trauma laboral (despido improcedente tras casi una década trabajando muy bien y muy duro en una de las multinacionales más prestigiosas del país) pero no tardó en derivar en el completo colapso de todo ese castillo de naipes que es el sistema de certezas que cada persona tiene y sobre el que se asienta toda su estabilidad y planificación. Me quedé en el paro en el peor momento de la crisis económica que sufría España. Mis proyectos personales y profesionales pasaron súbitamente a ser un desván de trastos empolvados a la sombra. Mis ahorros no tardaron en esfumarse casi a la misma velocidad que mis planes a corto, medio y largo plazo. Mis contraproducentes esperanzas en que mi currículo, formación y perserverancia me ayudarían a encontrar la salida se desvanecieron como espejismos. Mis ánimos empezaron a resquebrajarse con el paso de los días sin (buenas) noticias, las puertas cerradas, las palabras vacías y los pesados silencios. Y el hueco dejado por la moral perdida lo fueron ocupando las dudas, los miedos, las inseguridades y, finalmente, el pesismismo. A todo ello ayudaron bastante las frustraciones y decepciones causadas por una tóxica ingenuidad, una fragilidad naif fruto de la burbuja en que había vivido hasta entonces, una hipersensibilidad que viene de fábrica, una excesiva confianza rayana en la soberbia y los nocivos efectos de la retórica buenista que tan extendida está hoy en día y tan lucrativa resulta para los gurús de la autoayuda. Lo peor de todo es que lo que tuvo un origen estrictamente laboral acabó por afectar negativamente a todo lo que cabe baje el adjetivo "personal", creándose así problemas, crisis, tensiones o dificultades extra en varios frentes ajenos a lo profesional, originando un contexto de "si pongo un circo, me crecen los enanos". En ese sentido, creo que no hay impotencia más amarga, más incluso que asumir que las dificultades están fuera de tu control, que ver cómo un problema tuyo afecta a las personas que más te quieren.


Lógicamente, durante toda esa travesía de "llanto y crujir de dientes", hice cuanto estuvo en mi mano para arreglar el principal problema: la ausencia de empleo. Hago un alto para destacar un detalle importante: tan verdad es que el dinero no da la felicidad como que la tenencia de un trabajo facilita plantearte ser feliz tanto como lo hace la tenencia de buena salud; dicho de otro modo: la sociedad actual no es tenga su razón de ser en el "vivir para trabajar" sino en el "trabajar para vivir" y de eso te das cuenta cuando careces de un trabajo; una buena muestra de ello es que mientras mis amistades seguían con sus vidas (casándose, teniendo hijos, etc) yo estuve varado en un bucle, en un reiterado "día de la marmota" sin Bill Murray pero con bastante drama. Vuelvo al asunto: ante el desempleo, me rebelé de la única forma que podía: mandando mi CV a diestro y siniestro, inscribiéndome en cientos de ofertas que me llegaban al e-mail (verbigracia de Linkedin, Indeed, Infojobs y similares), aceptando cualquier oportunidad legal y honrada de ingresar algo de dinero y presentándome a varias oposiciones (un masivo y atroz juego de las sillas que en los tiempos del indecente "precariado laboral" es sin embargo una de las opciones más claras de conseguir un trabajo digno y estable). En definitiva: hice todo lo que estaba en mi mano para buscarme (la forma de ganarme) la vida. ¿Resultado? Aprendí bastante sobre la delicadísima e indignante situación que viven cientos de jóvenes desempleados en España y aún más sobre la falta de vergüenza o educación de ciertos empleadores a la hora de equilibrar exigencias, condiciones y remuneraciones laborales. ¿Conclusión? Ese viaje, más que por el Hades, fue por el Tártaro, porque hubo mucho de tormento en aquellos años. Durante ese tiempo, me sentí como Sísifo: levantarse cada día era inspirar toda la moral que cupiera para lograr llevar por fin la piedra a lo alto de la montaña sin que cayera. El problema es que finalmente la piedra caía un día sí y otro también. Y eso agota la paciencia y el ánimo.

No miento si digo que durante estos últimos años he vivido mis peores momentos, mis "noches más oscuras". He sentido y pensado todo lo que siente y piensa una persona sin ánimo en la faltriquera, sin autoestima en el zurrón y sin esperanza en el depósito. Spoiler: no es nada agradable. Ni justo, porque ninguna persona de bien se merece vivir en piel propia semejantes dosis de pesimismo y nihilismo. De ello tuve buena parte de culpa yo (por mi bisoñez, ingenuidad, credulidad, sensibilidad e infundada esperaza)...pero no sólo yo, ya que diversos contratiempos, chascos y decepciones resultaron claves para ese apagón. 

Ha sido, en definitiva, la etapa más oscura de mi vida. Algo que, mirado en perspectiva, ha resultado enormemente positivo en varios aspectos, que es la razón por la que escribo el artículo. Pasar por "esto" (voy a resumirlo así de toscamente) me ha hecho más maduro, prudente, cauto, serio, humilde, sabio, realista, cerebral, resiliente, hermético, comprensivo, desconfiado, paciente, pragmático, agradecido y empático. Pasar por "esto" me ha hecho dejar de ser inocente, ingenuo, buenista, bocazas, iluso, impulsivo, confiado, espontáneo, sensiblero y pasional. Pasar por "esto" me ha purgado de prejuicios e ideas tremendamente perjudiciales y desbrozado de personas que a la hora de la verdad no han sabido, demostrado o querido "estar ahí". Pasar por "esto" me ha hecho replantear mi escala de prioridades y recalibrar mi reparto de afectos. Pasar por "esto", en definitiva, me ha enseñado mucho o, al menos, lo necesario para ser mejor persona y estar preparado para la vida real. 

No soy un héroe, como diría Campbell, pero sí sé que he vencido, que he superado esa prueba que o te aniquila o te enseña para siempre. Porque he aguantado sin tirar la toalla (aun queriéndola tirar) hasta que la caprichosa vida me ha devuelto la suerte de conseguir un nuevo empleo (y estable, lo cual hoy en día es como tener el Santo Grial en una mano y el Guantelete del Infinito en la otra), logrado éste por cierto gracias a la impagable mediación de mis primas. Resistir, aguantar, vencer, superar este tortuoso desafío no ha sido fácil ni agradable ni gratis ni lo he hecho solo. En este sentido, por miedo a dejarme alguna en el tintero, no voy a mencionar a todas las personas a las que estoy agradecido por lo que me han apoyado y ayudado; esas personas ya saben quiénes son pero lo que no saben es que su ayuda, su apoyo, su ánimo, su afecto y su aliento en estos años tan durísimos es algo que no olvidaré jamás.

Acabo ya, pero lo hago con unos consejos míos que espero que sean de utilidad o alivio para quienes estén pasando eso que eufemísticamente se llama "mal momento":
- Sólo en la oscuridad se revelan las cosas y personas que brillan por sí solas.
- Eres lo que demuestras, no lo que otros o tú mismo crees que eres.
- Ten en tu vida y en tu corazón sólo lo imprescindible para no sufrir. Todo lo demás o es innecesario o es lastre.
- Ten alguien a quien querer y algo por lo que luchar. Crea tu propia Ítaca.
- Ten fe, sí, pero en ti, porque Dios está demasiado ocupado como para enviarte un milagro y el resto de las personas están suficientemente pendientes de apañar su vida.  
- Ten claro que en la vida ni lo bueno ni lo malo duran eternamente y estáte preparado para ello. 
- Asume que vivir no es otra cosa que reaccionar a la propia vida. Ten sueños y metas pero no tengas planes, porque la vida es especialista es convertir cualquier plan en papel mojado. Tu fortaleza y flexibilidad mental es tu mejor plan. 
- La voluntad no basta para triunfar (quien te diga lo contrario, te miente) pero sin voluntad es totalmente imposible superar cualquier adversidad.
- Las cosas no pasan solas: que la suerte te pille dándolo todo.   
- La melancolía te hunde en el pasado y la elucubración te arranca del presente: céntrate en el ahora, que es donde van a venir los triunfos o los problemas.
- Cuando sientas que no puedes más, ve siempre un paso más allá y aguanta un segundo más. Déjate sorprender por ti.
- Tolstoi tenía razón cuando decía que los dos guerreros más poderosos son el tiempo y la paciencia.
- La clave no está en no tropezar nunca sino en levantarse siempre.
- "Dale, dale, dale, que alguna cae". Esto lo dijo Simeone, quien tiene la mala costumbre de tener razón.