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jueves, 3 de mayo de 2018

Agur, asesinos

Ha tardado 60 años, 853 asesinados, 79 secuestrados, más de 2.500 heridos y 10.000 extorsionados en tomar la decisión que debería haber tomado en el primer segundo de existencia: dejar de existir. ETA acaba de anunciar o, mejor dicho, confirmar que deja de existir como banda terrorista. Probablemente, ésta será la mejor noticia de 2018. Con razón.

Eso sí: en su comunicado, a ETA le ha faltado indicar que si bien cierra su chiringuito más antiguo y sanguinario, los simpatizantes y nostálgicos del hacha, la serpiente y el pasamontañas podrán seguir disfrutando de "lo etarra" en cualquiera de los otros chiringuitos ("otras vías" dicen los asesinos en su papeleta final) que tiene montados en País Vasco y Navarra que aunque no son sanguinarios no por ello dejan de ser menos inmundos y reprobables (un saludo para Bildu y demás chusma abertzale). Cuando a la mitológica Hidra se le cortaba una cabeza, surgían dos en su lugar; en el caso que nos ocupa, por desgracia, las nuevas cabezas de la Hidra actualmente cobran del erario público y se benefician del mismo sistema contra el que ETA atentó durante seis décadas. Así que que nadie lance las campanas al vuelo ni descorche botellas: superar un tumor no derrota al cáncer.

Euskadi y Libertad, cínico seudónimo de esta panda de hijos de la gran pu*a, ha sido vencida y hace bien en reconocer a su estilo, a su asqueroso, mezquino, vil, cobarde y venenoso estilo, su derrota. Así pues, hoy como ayer no es el día de agradecer a ETA absolutamente nada y sí a las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, a los partidos que han demostrado con sangre y lágrimas su indudable compromiso con la democracia y la libertad (PNV, tú no), al Poder Judicial y al Ministerio Fiscal y a la sociedad civil que ha sabido afrontar el miedo, superar el terror y enfrentarse a quienes soñaban con implantar su totalitarismo de chapela. Punto. Por tanto, no puede ni debe haber ninguna clase de misericordia con quienes utilizaron como patética excusa primero la dictadura y luego un imaginario "conflicto" para intentar implantar por las bravas su cosmovisión paleta y carente de cualquier base histórica, política, cultural o legal. Por eso, hoy como ayer, lo único que puede y debe reclamarse es que se siga haciendo Justicia contra ETA. Por eso, hoy como ayer, el final de ETA como tal no puede ni debe significar impunidad ni prescripción ni condescendencia de ningún tipo. ETA y su entorno se han ganado a pulso no conocer lo que es la piedad. Por eso, su comunicado tipo "Nos hemos trasladado", nada puede ni debe cambiar, al menos entre quienes la han derrotado. Además, ETA se ha "ido" siendo fiel a su cinismo retórico, cobardía moral y ausencia de cualquier empatía o arrepentimiento. Así que lo dicho: ni un paso atrás contra "lo etarra".

Habrá quien me reproche mi crudeza y rencor a la hora de analizar esto: pacifistas, demagogos y soplagaitas en otra ventanilla, por favor. Yo no puedo ni quiero ni debo tener más que desprecio por quienes representan la peor versión del ser humano. Como cualquier persona de bien y como cualquier ciudadano español ni quiero ni deseo otra cosa para los etarras y aledaños que verlos masacrados legal, judicial, política y penalmente hasta que de ellos sólo quede su mal recuerdo. Cualquier transigencia con esta gentuza supondría rematar, por ejemplo, a Miguel Ángel Blanco. ¿Demagogia? No, la pura verdad. Además, quien esto escribe ha sentido muy de cerca a ETA: cuando era un crío, un coche-bomba asesinó a una patrulla de la Guardia Civil a escasos veinte metros de la casa donde veraneaba en Navarra; ya en la etapa escolar, ETA asesinó a balazos muy cerca de mi colegio al padre de unos alumnos; años más tarde, sentí de nuevo el miedo al saber que esta banda terrorista había puesto un coche-bomba en las inmediaciones del Colegio Mayor en el que vivía mi hermano en Pamplona; y ya al acabar la carrera, sentí las bondades democráticas y pacifistas del entorno etarra al trabajar en un periódico navarro en el que esta chusma tiró a la fachada de la redacción botes de pintura roja y amarilla y puso inquietantes carteles contra un compañero mío por toda la ciudad. Así que respeto los planteamientos buenistas y flandersianos, pero quien venga a mí con esas monsergas, se las puede ir metiendo por donde no da el sol y eso que nos ahorramos todos. Cada cual es libre de reaccionar como quiera ante este hito. Yo ni perdono ni olvido.

Acabo ya. Me parece estupendo que ETA haya confirmado su derrota. Ya sólo queda extinguirla del todo. Y mientras llega ese precioso momento: agur, asesinos.   

domingo, 18 de febrero de 2018

El gran Bang-Bang

Este artículo no tiene nada que ver con la cosmología sino con la onomatopeya para simular el sonido de un disparo porque estas líneas no vienen motivadas por las profundidades del espacio sino por las de la condición humana.

Aclarado eso, me gustaría empezar con una breve reflexión: en el ataque a Pearl Harbor murieron más de 2.400 personas y EEUU lo utilizó como excusa para entrar en la 2ª Guerra Mundial y desequilibrar así la balanza en favor de los "aliados" (y de paso eclipsar el mérito de la URSS, que fue tan decisiva o más que la potencia norteamericana para parar al Reich nazi, y revitalizar la economía estadounidense a lomos de la industria armamentística); en el ataque a las Torres Gemelas de Nueva York murieron más de 3.000 seres humanos y EEUU lo empleó como casus beli contra el "terrorismo internacional" (llevando la guerra a Afganistán e Iraq en un chapucero intento para fortalecer sus intereses en ese avispero). Desde 2011, en EEUU el número de víctimas por bala ha superado los 200.000 y sólo en lo que va de 2018 las armas de fuego se han llevado por delante a más de 1.800 almas en yanquilandia. Hacer cuentas o prorratear estas cantidades por año, mes, semana o día pone los pelos de punta. ¿Qué tiene que pasar para que EEUU declare la guerra contra los tiroteos que desangran su propio país? ¿Sólo hay motivo para guerrear cuando el rival es otro y no uno mismo? ¿Sólo interesa lo bélico cuando detrás hay un posible beneficio económico?

Es cierto que EEUU es una nación que se forjó con una Biblia en una mano y un arma de fuego en otra y que las balas están presentes en el subconsciente colectivo y cotidiano yanqui de una forma muy arraigada debido a esos tiempos pretéritos en los que la paz terminaba más allá del umbral del "Hogar, dulce hogar". Pero eso no debe servir para convertir el contexto en excusa. En España, por ejemplo, también nos hemos dado de mecos entre propios o contra extraños a lo largo y ancho de la península y los siglos y no tenemos este problema con las armas (tenemos otros, como, por ejemplo, una concepción del sistema penal bastante ferial y contraproducente). No, el problema de EEUU no está sólo en que sus gentes son de gatillo rápido ni tampoco en la facilidad con la que cualquier iluminado puede adquirir una pistola, escopeta o fusil sino en que el lobby de las armas (Asociación Nacional del Rifle para los amigos) manda y mucho en EEUU (hasta el abominable Trump dijo hace no mucho que en él tenían un amigo) y cualquier cosa que perjudique sus intereses supone perder miles de dólares y votos. Habrá quien diga que también influye la "cultura de la violencia" (cajón de sastre en el que ciertos expertos mezclan videojuegos, ficción televisiva y telediarios), pero esa cultura tiene un alcance global y no hay ningún país que sufra este sindiós, descartando obviamente aquellos en los que las organizaciones criminales (como pasa en México) o las organizaciones paramilitares (tal y como sucede en varias regiones de África) o terroristas (véase Afganistán) hacen y deshacen a su antojo. No, el problema de las masacres en EEUU tiene que ver con la propia idiosincrasia yanqui. Es una especie de esquizofrenia que lleva a autolesionarse sin que nadie dé (o tenga el coraje suficiente para dar) con el tratamiento adecuado. Y es que el gran obstáculo contra el autoterrorismo estadounidense es la deliberada pasividad con la que se aborda porque parece que hacer algo para regular el acceso a las armas de fuego resulta algo antipatriótico. ¿Hay algo más antipatriota que cepillarse a conciudadanos?

Estos días corre por las redes un gráfico a medio camino entre el meme y el sarcasmo informativo según el cual si el terrorista es musulmán se prohiben visados, si es hispano se alzan muros en la frontera, si es afroamericano se aumenta el número de policías y prisiones y si es blanco pues todo se solucionan con "nuestros pensamientos y plegarias" están con las víctimas y sus familiares. Todas reacciones reales, todas erróneas. También hay algo de esto en los motivos por los que EEUU se autolesiona a tiro limpio: la condescendencia con la que, a la hora de la verdad, se aborda el asunto porque, más allá de liquidar al presunto culpable en el lugar de los hechos o en un centro penitenciario (y ojo que lo de pasaportar al hades a esos dementes me parece genial), parece que allí solucionan las cosas con mucho postureo lacrimógeno: memoriales floridos, declaraciones con rostro serio y palabras rimbombantes y tira millas...hasta la siguiente matanza. Esto, nos lleva a su vez a otro factor que tampoco hay que orillar a la hora de entender semejante bestialidad mortuoria: la prepotencia que lleva a EEUU a creerse pluscuamperfectos. Curiosa perfección la que provoca enterrar inocentes.

En fin. Que me encantaría que la futura muerte de Nikolas Cruz fuera el punto y final a los balazos en EEUU pero pensar que eso va a suceder es pecar de ingenuo. Esto sólo pasará cuando EEUU pase por el diván y asuma que su doctor Jeckyll tiene problema muy serio con el señor Hyde. Mientras tanto, el gran Bang estadounidense seguirá expandiéndose por el tiempo y el espacio de la misma forma que el cósmico. La diferencia es que éste trajo la vida y aquél sólo trae muerte.

sábado, 26 de agosto de 2017

La gestión del lodo

El lodo, el cieno, el fango, el mantillo, la mugre, la basura, la inmundicia, la mierda...el campo semántico de lo asqueroso tiene entre sus denominadores comunes uno especialmente perceptible estos días: es difícil de gestionar. Difícil no porque sea complejo el acto en sí de deshacerse del lodo sino porque, como seres propensos a la vileza y la cobardía, la mayoría de las veces nos solemos liberar del lodo mediante la purulenta técnica de cargar el muerto (o los muertos, en este caso) a cualquier persona que no sea uno mismo, ya sea como mecanismo de autodefensa para que la psique no quiebre, ya sea como recurso para que la vergüenza no devore el ánimo o como protocolo de cobardía moral. El quid de la cuestión radica en que ese "otro", por lo general, no suele estar conforme con su rol de paganini o chivo expiatorio y entonces se inicia una repugnante liturgia de dimes y diretes consistente en una reyerta dialéctica y cobarde donde la mierda vuela en todas direcciones. Por eso es difícil de gestionar el lodo: porque una vez que empieza el etiquetado, empaquetado y envío del lodo se abren las compuertas del cainismo. Tan pronto como se pone en marcha el ventilador inmundo, el aspersor fecal no hace prisioneros. Y así está el patio en España como está, tras los atentados en Cataluña: con una fenomenal polvareda política, policial y social a cuenta de quién debe subir al cadalso para sufrir el tormento de la culpabilización. Un duelo a garrotazos que tiene poco de goyesco y mucho de patético.

Antes de seguir, me gustaría hacer una aclaración. Siempre que ocurren tragedias como los atentados en Cataluña concurren por lo general varios factores: descoordinación, desconfianza, desidia, prepotencia, minusvaloración, ignorancia, torpeza en la interpretación de indicios, imprevisión e imprudencia. No falla. El primer y mejor ejemplo de ello está en los atentados del 11-S y si alguien no me cree, recomiendo que se lea el fenomenal y rigurosísimo libro Contra todos los enemigos de Richard Clarke. Pasó en EEUU...pero también ha pasado en España, otra vez. Y si alguien piensa que que los despropósitos que desembocaron en el 11-S no tienen nada que ver con los que propiciaron los atentados en Barcelona y Cambrils, es mejor que se repase bien lo que se sabe hasta el momento. Nadie puede ni debe sacar pecho ni colgarse medallas después de una barbaridad semejante, máxime cuando podría haber sido mucho peor de no haber volado por los aires cierta finca "okupada" por unos tíos que estaban deseando ver huríes.

La cuestión es, volviendo al tema, que en lugar de hacer autocrítica y dejar que la honradez y el sentido común se pongan a los mandos, lo que hacemos es iniciar una especie de caza de brujas desvergonzada, de pilla-pilla repulsivo, de combate despendolado en el que lanzarse los muertos a la cara como si fueran facturas pendientes de pagar. Pasó en EEUU...pero también ha pasado en España, otra vez (ya con el 11-M el ventilador de la mierda funcionó a pleno rendimiento). Tan desmadrado está el asunto que hasta un sacerdote aprovechó el momento de la homilía para soltar un intempestivo discurso que poco o nada tiene que ver con la Biblia ni Cristo (tuviera o no razón el portador de la casulla, no era el momento ni el lugar para decir nada de lo que dijo).

¿Qué pienso yo de todo esto? Que la culpa penal y directa corresponde única y exclusivamente a los autores intelectuales y materiales de los atentados en Cataluña, pero la responsabilidad de este siniestro desastre tiene muchos firmantes. Cuando algo así ocurre, nadie está libre de pecado. Así que, puestos a repartir responsabilidades, mejor coloquemos la mirada en todos los actores sobre el escenario:
  • La verbenera gestión de los Mossos (antes, durante y después de los atentados) no se explica sin el "procés" de fondo ni éste sin la abulia del Gobierno español por atajar esa astracanada. Cuando dejas que los intereses políticos sean tu única brújula, quien sale perdiendo por lo general es la sociedad. Y eso es lo que ha pasado aquí: que el interés político-electoral tanto del Govern independentista como del Gobierno pepero por mantener vivo el tema del "procés" ha propiciado el sindiós que ha ridiculizado tanto a políticos como uniformados (el único Mosso a la altura de las circunstancias fue en mi opinión el que finiquitó a cuatro de esos monstruos)y, lo que es más importante, ha dejado unos cuantos asesinados en Cataluña. En este sentido, el aprovechamiento político que están haciendo Puigdemont y cía (con mención especial para Joaquim Forn) por un lado y Rajoy y su gente por otro es algo simplemente asqueroso. Que haya sido un juez de la Audiencia Nacional el que haya tenido que subsanar el circo y coordinar a las fuerzas y cuerpos de seguridad da una idea del lamentable percal.
  • El postureo cosmpolita, el buenismo esnob y la prepotencia de Colau y aledaños desoyendo las recomendaciones de proteger ciertos lugares o zonas tampoco se pueden ir de rositas. Hay que ser gilipollas para pensar que unos meros bolardos son el Santo Grial contra las matanzas...pero hay que ser idénticamente gilipuertas para creer que unos bolardos son innecesarios cuando los buscahuríes utilizan en los últimos tiempos vehículos para rallies de destrucción masiva. ¿Habrían evitado el atentado? Seguramente no y probablemente habrían cambiado sólo el modus operandi pero cuando estás amenazado por terroristas lo mínimo que puedes hacer es tomar todas las precauciones y protecciones que estén en tu mano. La prueba de que fue un error no tomar medidas defensivas está en que les ha faltado tiempo en Barcelona para replantearse esa decisión respecto a los bolardos. La pena es que sólo la muerte haya hecho entrar en razón a tanto imprudente y soplapollas. Respecto a esto último, el argumento-excusa de no poner bolardos en Las Ramblas porque no se podían poner en otros lugares de Barcelona creo que está en el top de majaderías del año porque entre estar defendido un poco o quedarte indefenso del todo creo que la opción está clara, salvo que seas un anormal. Por otra parte, dudo bastante que si estos espabilados jugaran por la banda derecha y no por la izquierda, la opinión pública y mediática fuera tan "benévola" como lo está siendo con la alcadesa de Barcelona y demás gente al fondo: los fallos y los errores hay que criticarlos con idéntica dureza con independencia de la ideología, credo o signo zodiacal de sus responsables. 
  • También habría que levantar un monumento a quienes permitieron que el pseudoimam Es Satty, líder de la célula y perversor de sus integrantes, campara a sus anchas por España, pasándose por el arco genital la orden de expulsión que había contra él. Me refiero a su abogado ("No parecía integrista, iba en vaqueros" (sic), olé tú) y al juez que revocó la expulsión (por no considerar que un tipo cuya carta de presentación fueron 120 kilos de droga supusiera una amenaza real y suficientemente grave para el orden público o la seguridad pública; aplausos). Lógicamente, ambos juristas estaban haciendo su trabajo (aunque el juez se ha coronado ya a perpetuidad) pero la moraleja a extraer de su disparate es que, en ocasiones, el papel de fumar con el que se la cogen ciertas personas se convierte en sudario de otras que simplemente estaban en el sitio y momento incorrectos. De todos modos, no hay que linchar a estos dos tipos por ser meras consecuencias de un mal que parece ya endémico: el buenismo legal que impera en el ordenamiento vigente y que es un auténtico chollo para la gentuza, con independencia de su denominación de origen.
  • Tampoco hay que orillar el hecho de que las principales mezquitas en España están influidas (en lo económico e "intelectual") por Arabia Saudí y Qatar, estados que, más allá de pasarse por el forro los derechos humanos (o quizá precisamente por eso), son más que simpatizantes del wahabismo/salafismo, convirtiendo así de facto no pocos templos musulmanes españoles en cajas de resonancia de esa visión fundamentalista de la que beben los terroristas del ISIS. Y para muestra, muchas mezquitas en Cataluña. Si a esta "influencia" se le une la oficiosa convicción que hay a nivel internacional de que estos golfos del Pérsico están dando soporte (al menos económico) a los terroristas yihadistas pues...tú me dirás. Es cierto que culpabilizar a las máximas autoridades de España (Felipe VI como Jefe del Estado y Mariano Rajoy como Presidente del Gobierno) de los atentados en Cataluña por las relaciones España-Arabia es algo sencillamente abyecto (especialmente cuando tal acusación viene de cierta chusma de flequillos y sobacos). Pero, en cambio, no es nada descabellado afear la indudable hipocresía de quienes por un lado condenan y compadecen (y ojo que no dudo en absoluto de que lo hagan de corazón) y por otro no rompen relaciones a todos los niveles con esta gentuza que forra a petrodólares a quienes matan a inocentes dentro y fuera de España. De momento, está claro que, por desgracia, a las autoridades españolas les compensa más aguantar el papelón que mandar a saudíes, qataríes y kuwaitíes a tomar por La Meca.
  • Y por último, pero no menos importante, hay que dar su porción de culpa (y quizá sea la más grande de todo el pastel) a la comunidad internacional: la misma que no impide ni remedia irresponsables chapuzas (Afganistán, Iraq, Libia, etc) que han permitido emerger a los yihadistas ni tampoco se pone de acuerdo para exterminar sin miramientos a los terroristas allá donde estén. La burocracia, la diplomacia, la geopolítica y la militarización de lo económico han creado monstruos...y para muestra, el ISIS. 
No obstante, quiero terminar con un apunte agradable: la sociedad española ha demostrado que este país es como el Atleti: tiene una masa social muy por encima de sus dirigentes. Las imágenes de los padres de un crío asesinado en Las Ramblas abrazando a un imam son un excelente bálsamo entre tanta herida abierta y tanta mierda volando.

domingo, 20 de agosto de 2017

Para hacérselo mirar

He dejado transcurrir la prudencia necesaria para que al escribir este artículo sobre los atentados en Cataluña no pareciera que sufro de coprolalia. Así que, ahora que tengo los ánimos más serenados y las ideas más claras, me pongo a las riendas de las palabras para decir lo que pienso que, básicamente, se podría resumir en lo siguiente: hay demasiada gente que debería hacérselo mirar.

Cuando una persona, en una situación tan trágica como puede ser un atentado (o un accidente o una catástrofe) utiliza su teléfono móvil para algo que no sea brindar o invocar el necesario auxilio a las víctimas, está para hacérselo mirar. Es cierto que vivimos en una época en la que la combinación de redes sociales que propulsan el vedetismo con dispositivos móviles que habilitan instantáneamente el "yo estuve allí" favorece que ciertas personas den el día libre al sentido común y se dediquen a hacer fotos y/o grabar vídeos y/o reseñar en tiempo real en sus cuentas virtuales sobre cualquier atrocidad en lugar de hacer lo que marca la ley y la lógica: socorrer a quien lo necesita o, al menos, tener un mínimo de respeto por quien está, en el mejor de los casos, entre la vida y la muerte. Pero no menos cierto es que el problema no está en Facebook, Twitter, Instragram y cía ni en los iPhone, Samsung y aledaños sino en quienes usan estas herramientas para demostrar que el nivel de psicopatía de la sociedad actual sigue subiendo como un globo perdido. Sí, psicopatía, porque comportamientos como hacer fotos, vídeos o selfies con el Tártaro de fondo demuestran que el nivel de empatía del personal se computa con un menos delante y que la percepción del otro como cosa y no como un ser humano es algo que puede aumentar el numero de Me gusta o visualizaciones (el morbo siempre ha tenido más seguidores que el buen gusto) pero, con toda seguridad, contribuye decisivamente a aumentar el desencanto por una sociedad donde las pantallas parecen funcionar como un filtro impermeable a los escrúpulos (para mayor aclaración de lo que quiero decir, leed la estupenda reflexión de Alvise Pérez). Tú no te puedes poner a hacerte selfies o a actuar como si te creyeras Robert Capa o Steven Spielberg cuando hay gente a la que se le va la vida a tu lado y no puedes porque, si lo haces, quedas como lo que eres: un miserable.

Cuando una persona aprovecha una situación tan trágica como puede ser un atentado (o un accidente o una catástrofe) para hacer un inoportuno y cobarde ajuste de cuentas movido por filias y fobias personales...está para hacérselo mirar. Con los atentados en Cataluña hemos visto, una vez más, cómo ha habido gente que, con los cadáveres aún enfriándose sobre la vía pública, ha utilizado las atalayas virtuales (las redes sociales son el mayor favor que ha hecho la tecnología a los estúpidos y los hijos de pu*a) como troneras desde las que disparar la bilis segregada por diversas fobias de índole política, religiosa, ideológica o racial. Hay momentos para cada polémica o discusión, pero el "durante" y el "después" de un atentado no son esos momentos. Por eso, da pavor, vergüenza y asco leer ciertos comentarios (e incluso columnas de opinión) en los que de manera populista, ventajista, rastrera y asquerosa sus autores  han abierto con sutileza o sin ella las compuertas de la mierda contra catalanes, independentistas, musulmanes, magrebíes, refugiados y etcétera; como da idéntico pavor, vergüenza y asco aprovechar el foco mediático para evidenciar urbi et orbe tu naturaleza de "idiota pata negra" (como ha hecho, por ejemplo, el Consejero de Interior catalán, distinguiendo entre víctimas catalanas y españolas o hablando en una lengua cooficial en detrimento de la lengua oficial del Estado). Es un espantoso y vomitivo alarde de confusión de churras con merinas, culos con témporas y velocidad con tocino. En este sentido, estos días se han publicado comentarios tan lisérgicos como el de una conocida periodista que invocaba la Reconquista (sería bueno que esta mujer se repasara quién, cómo y por qué se habilitó la entrada de los musulmanes entonces en la península, porque a lo mejor se lleva una sorpresa, y, de paso, rememore los indudables beneficios que reportó la cultura musulmana en su estancia en nuestra tierra) o la asombrosa conclusión a la que llegó otro insigne plumilla diciendo que el atentado era turismofobia (olé tú) o la no menos lisérgica sorna de otro conocido periodista que instaba a averiguar si los terroristas eran mormones o budistas. Respecto a esto último, habría que recordar a ciertos enajenados que una cosa es la religión (Islam, que obviamente tiene defectos de base y quizá más incluso que las otras dos "religiones del libro"), otra la interpretación de la misma (el salafismo es una de ellas pero no la única aunque sí la más radical) y otra lo que las personas hagan a raíz de esa interpretación (terrorismo yihadista): del mismo modo que no se puede culpar a un martillo de que un demente lo utilice para reventar el cráneo de una persona en lugar de para remachar un clavo. Volviendo al tema: quien elige tener su minuto de gloria en plena conmoción acredita indudablemente su cobardía y condición de perfecto mierda y pierde un tiempo precioso para hacer lo que hay que hacer: estar al lado de los que sufren y contra quienes provocan el sufrimiento. En momentos así, no toca soltar tu discurso como si estuvieras en el Speakers' Corner de Hyde Park sino tener el suficiente sentido común como para callar, por muy fácil que resulte suplir con sentimientos la carencia o debilidad de argumentos de tu tesis. Tú no puedes, con el ambiente rebosante de dolor físico y emocional, ponerte a soltar barbaridades o chorradas que, en el mejor de los casos, son inconvenientes en tanto que desvían la atención del verdadero e inmediato problema: las víctimas. Y no puedes porque, si lo haces, quedas como lo que eres: un canalla.

Cuando un medio de comunicación aprovecha una situación tan trágica como puede ser un atentado (o un accidente o una catástrofe) para ceder al sensacionalismo en detrimento de la deontología profesional y la sensibilidad humana...está para hacérselo mirar. Es indudable que hace tiempo que el Periodismo, especialmente en España, está en modo dejación de funciones y anda dando tumbos entre la propaganda y el espectáculo en un desesperado intento por coagular la sangría de lectores, espectadores u oyentes. Aprovechando ese ziz-zag, se ha colado el más infame amarillismo, que corre despendolado por los medios españoles sin que nadie ponga pie en pared, lo cual deja, entre otros daños colaterales, la cada vez mayor insensibilidad de la gente (mecanismo de defensa psicológico ante la reiteración de imágenes que ponen los pelos de punta y el estómago del revés). Lo peor es cómo hay tipos que justifican este repugnante sensacionalismo amparándose (y de paso pervirtiéndolos) detrás de conceptos como "interés informativo", "actualidad" o "exclusiva" o "dimensión humana". Yo, en la carrera de Periodismo, aprendí que en una noticia sobraba todo lo que no fueran datos cuantitativos o cualitativos y testimonios informativos que los complementen. Para saber que alguien ha fallecido, basta con que lo digas, no hace falta que me muestres con detalle al cadáver reventado. Para saber que ha habido un atentado, basta con que lo digas, no hace falta que me hagas un videoclip con vísceras y cuerpos. Para tener conciencia de la gravedad de una tragedia, basta con que enuncies las cifras de víctimas, no hace falta que me hagas un collage visual a modo de autopsia. Para saber que han muerto seres humanos, basta con que lo digas, no hace falta que me muestres su cara y me cuentes su vida y milagros. Para informar de que han matado a una persona, basta con que lo digas, no hace falta con que  me muestres un vídeo como si fuera la moviola de un penalti. Para recordarme la dimensión de una tragedia, basta con que lo recuerdes en un titular, no hace falta que me hagas desayunar cadáveres en su sangre sobre portada. Cuando tu deber y vocación es informar, recrearse en lo truculento o en lo íntimo es hacer una felación al morbo y abjurar de todos los sine qua non que van implícitos en la profesión de periodista. Tú, si eres periodista, no puedes ponerte a hacer pornografía informativa ni periodismo gore y no puedes porque, si lo haces, quedas como lo que eres: un ruin.

Cuando una persona piensa que salvajadas como los atentados en Cataluña se evitan solucionan con diálogo, buen rollito, pensamiento positivo y apertura de mente...está para hacérselo mirar. Este mundo no es una película de Disney y cuanto antes se entere el personal, mejor. Tampoco es una distopía pero se le parece bastante. El problema de los hijos de pu*a, (ya hablemos de terroristas, asesinos, maltratadores, abusadores, pederastas, pedófilos, violadores, narcotraficantes, etc) es que siempre hay gente dispuesta a cometer el error de tratarlos como si fueran personas normales y a confundir la tolerancia con la permisividad. Y no se trata tampoco de rebajarse al nivel del monstruo de turno, simplemente de tratarlo como lo que es, una amenaza para los inocentes, y actuar en consecuencia. Tocaría ahora hablar de cómo las leyes y/o los jueces dejan en España con el culo al aire a las fuerzas y cuerpos de seguridad en ese sentido, pero...mejor otro día. Baste decir que me congratulo de que, en el caso de estos atentados, los principales responsables no llegarán ni a la fase de instrucción porque afortunadamente alguien ha tenido la valentía de mandarlos a buscar huríes al infierno (ya están tardando en condecorar al mosso). Problemas como el yihadismo se previenen indudablemente con educación (término que poco o nada tiene que ver con doctrina ni credo) dentro y fuera de un aula pero se solucionan con todo eso a lo que la corrección política considera susceptible de alergia. Y ahí vuelvo a lo que decía antes: el grave problema de tratar a los terroristas igual que a sus víctimas. ¿Se cura un tumor poniéndole música clásica y charlando con él como si fuera un teletubi? Pues eso. Con unos tíos que llevan más de 660 muertos en Europa que nadie me venga hablando de diálogo ni tolerancia ni derechos humanos ni leches. Como dicen en cierto film, "no tengáis piedad ninguna pues ninguna habréis de decir". Tú no puedes conceder el beneficio de la "humanidad" a quien hace tiempo que se ha liberado de ella para destrozar literal o figuradamente la vida de inocentes y no puedes porque, si lo haces, quedas como lo que eres: un imbécil. 

Cuando una persona cree que Dios va a recompensar sus actos o a castigarlos como si fuera una especie de domador de perros...está para hacérselo mirar. Las religiones como placebos ideológicos y contenedores ético-filosóficos son absolutamente respetables, interesantes e incluso necesarias. Todas por igual, incluso las más rancias, estrafalarias, retrógradas o políticamente incorrectas, porque al fin y al cabo son distintas maneras de hacer lo mismo: relacionarse con lo trascendente, intentar no acabar desquiciado por lo inexplicable y sugestionarte para hacer más llevadero el tour por este mundo tan singular. Así, la relación entre el hombre y lo que le trasciende sería muy similar a la que una persona tiene con Internet: cada una prefiere un navegador (Explorer, Firefox, Chrome, etc). Con las religiones pasa lo mismo: cada uno es libre de elegir y "utilizar" la que más le caiga en gracia o útil le parezca (Cristianismo, Judaísmo, Islam, Budismo, etc) para salir indemne de este valle de lágrimas. Es verdad que la secular imagen de Dios como la de un padre listo para darte la paga o la hostia en función de tus actos ha sido y es muy útil para cohesionar sociedades, ordenar la vida civil, dar sentido a ciertas cosas, solucionar dilemas o tranquilizar conciencias, pero hay que tener muchísimo cuidado dado que si algún pirado escribe o glosa un texto sagrado y hace creer al imbécil de turno que por consumir un alimento tienes cita en el infierno o que las rodillas marcan la frontera de la condenación o que por estrellar un avión lleno de pasajeros o pasar por el chasis a un tropel de peatones vas a ir al paraíso y te van a tocar el badajo eternamente unas huríes que ni los ángeles de Victoria's Secret pues tienes un problema serio y no sólo mental. Una cosa es ser creyente y otra muy diferente es ser crédulo. Ya han pasado siglos y barbaridades suficientes como para tener claro que hoy, en el siglo XXI, no se puede tener la misma relación con la religión que la que se tenía en la época de Saladino y Corazón de León, pero visto el auge del salafismo y la filosofía de Trump, parece ser que sí, que efectivamente se puede tener. A estas alturas de la tragicomedia humana, todos deberíamos saber ya que, con independencia de si existe "algo" o "alguien" a los mandos de todo este sarao cósmico (duda que sólo se resuelve post-mortem), una religión sólo tiene efectos beneficiosos si va acompañada da la trinidad del sentido común: educación, autocrítica y respeto. Si no, pues pasa que surgen fenómenos como el terrorismo yihadista, que basa su éxito, entre otras cosas, en la credulidad de una caterva de analfabetos, ineptos y cretinos que creen que Alá les va a subvencionar una orgía perpetua a cambio de liquidar indiscriminadamente a quien no le convenza lo de ponerse mirando a La Meca. Eso es una falacia que va contra la propia esencia y denominador común de las religiones: todas buscan "religar", es decir, unir, vincular mediante el amor. Todas, unir, amor. Tú no puedes, si crees en algún Dios o practicas cualquier religión, ejercer el odio y la muerte y no puedes porque, si lo haces, quedas como lo que eres: un mierda que no ha entendido nada. 

Cuando una persona reduce su raciocinio, dialéctica, retórica y ética a silogismos, extrapolaciones y generalizaciones...está para hacérselo mirar. Primero, porque tanto para expresarse como para discutir, polemizar o dialogar lo que necesitas no son recursos de todo a un euro como los que acabo de citar sino argumentos, fundamentos que sólo se obtienen si uno ha leído, visto y escuchado lo suficiente en la vida como para no tener esa mente estrecha que embiste a cuanto no le cabe en ella, que diría Machado. Caer en lo facilón, en lo simplón, en lo demagógico, en lo populista tiene una eficacia efervescente pero de muy corto recorrido. Por eso es tan fácil dejar en ridículo o evidencia a quienes sólo se agarran a razonamientos que juzgan al todo por la parte o a una parte por el todo. ¿Por qué? Porque no hay nada más sencillo que desmontar dialécticamente las falacias y los sofismas que manan de esos chuscos silogismos o groseras generalizaciones a las que me refería antes. Por ejemplo: no todos los caucásicos son nazis, no todos los madrileños son del Real Madrid, no todos los sacerdotes son pederastas, no todos los catalanes son independentistas, no todos los estadounidenses son estúpidos, no todos los españoles son morenos...y así podría seguir casi eternamente pero creo que se entiende lo que quiero decir. Por eso, espero que se entienda que no todos los árabes son musulmanes ni todos los musulmanes son salafistas ni todos los salafistas son terroristas. Como espero que se entienda que no todos los refugiados o emigrados de Oriente Medio o el Magreb son asesinos ni, ojo, tampoco bellísimas personas. Esos automatismos al calor de reduccionismos tan toscos son francamente desaconsejables en la medida en que te retratan como un presunto idiota. Procede pues abrazar el relativismo para huir de la estupidez. Tú no puedes ni creerte en posesión de la verdad absoluta ni (pre)juzgar al todo por la parte y no puedes porque, si lo haces, quedas como lo que eres: un majadero. 

En fin. Me ha quedado un artículo bastante extenso, pero eran muchos los temas a tocar y las cosas a decir. Supongo que enfadaré a unos y otros. Ojalá, porque eso significará que estoy en el lugar adecuado: el del sentido común. 

Por último, lo más importante: dedicar este artículo a la memoria de los quince fallecidos y las decenas de víctimas de los atentados yihadistas en Cataluña. Força Cataluña, força España, força libertad.   

miércoles, 12 de julio de 2017

Rematando a Miguel Ángel Blanco

Hace veinte años, un inocente murió asesinado. Hace veinte años, una sociedad aparcó todas sus discrepancias para hacer frente común contra el terror. Hace veinte años, ETA se quitó de una vez por todas el pasamontañas y demostró a todo el mundo que nunca fueron, son ni serán otra cosa que una banda de hijos de pu*a para los que el Tártaro sería demasiado premio. Ni patriotas vascos ni gudaris euskaldunes ni luchadores por la libertad ni jóvenes idealistas ni garrulos confundidos por las invenciones nazionalistas de unos tarados. Unos simples y pu*os asesinos. Unos miserables capaces de asesinar a sangre fría y "cámara lenta" a un chaval. Unos monstruos que echaron un pulso a todo un país y lo perdieron, ellos y todos los que tenían y tienen detrás.

Hace veinte años estaba muy orgulloso de mi país, de mi sociedad. Hoy ya no estoy tan orgulloso. Y no lo estoy porque esa sociedad entonces valiente, nítida y rotunda hoy ha dejado demasiado espacio a la tibieza, a la equidistancia, al eufemismo, al olvido, a la corrección política, al buenismo dialogante, a una ética de la cobardía. Un espacio que ha sido utilizado con astucia por los terroristas para cambiar los bosques y caseríos por los parlamentos y despachos oficiales.

Hace veinte años salí como tantos otros miles a manifestarme lleno de pena y rabia pero esperanzado en que esta distopía etarra crecida a la sombra del totalitarismo vasquista tuviera su justo merecido (una pretensión ingenua, vistos el Código Penal y la cobardía legislativa de los políticos) y los demás disfrutáramos de un merecido happy end. Hoy, veinte años después, sigo teniendo pena y rabia pero por otros motivos, porque pena y rabia es lo que me produce la majadería de pasar página, la absurda apuesta por una salida política y dialogada (¿quisieron los Aliados sentarse con Hitler para discutir el holocausto?), la vergüenza de oír "todas las violencias y víctimas", el siniestro eufemismo "conflicto", el disparate de aplicar a los asesinos etarras (con perdón por la redundancia) los mismos beneficios penitenciarios y normativos que un ladrón de pollos, la legítima y legal torpeza de derogar la "doctrina Parot", la presencia de gentuza al frente de administraciones autonómicas, provinciales y municipales (especialmente en Euskadi y Navarra), el infame escaqueo de homenajes por chusma a sueldo del erario público, el relato tibio de cierto sector de la izquierda, la rentabilización política de las víctimas por una parte de la derecha, el mercadeo asqueroso sobre la ubicación de los presos etarras y un penoso etcétera que me ahorro.

Es cierto que hay que celebrar sin matices que, gracias a la labor de las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado y a la resistencia de la sociedad, ETA entró en un coma inducido que ha ahorrado la muerte de decenas de inocentes...pero que ningún terrorista lamenta puesto que ETA y sus herederos siguen atentando contra la democracia y la convivencia aunque ahora lo hacen desde cortes y plenos. "Así al menos no vamos a a la cárcel y encima nos lo llevamos fresco", razonarán. Y este disparate no es mérito de esa banda de hijos de pu*a sino demérito del Estado como responsable y de la sociedad como colaboradora necesaria.

Hoy ya no muere nadie por pistola ni bomba pero la situación es, por culpa de unos y otros, tan lamentable que se está rematando el significado y el sacrificio de cada muerte firmada por ETA. Se está rematando a cada una de las víctimas de ese totalitarismo con chapela. Se está rematando a Miguel Ángel Blanco.

viernes, 9 de junio de 2017

Para ser un héroe

Es una ley con una fiabilidad casi matemática: en toda tragedia sale a relucir lo mejor del ser humano y a ensombrecer lo peor del mismo. Ocurre siempre. Ocurrió en Londres. Y no, no voy a hablar aquí de esos tres hijos, más de pu*a que de Mahoma, que pasaron a cuchillo a decenas de inocentes y se fueron a buscar huríes con excedente de merecido plomo en sangre. Tampoco quiero hablar del enésimo despropósito de unas fuerzas y cuerpos de seguridad, en este caso británicas: las chapuzas se comentan solas.

Quiero dedicar este artículo con la escasa longitud de lo incontestable a uno de esos héroes que viven en las bambalinas del anonimato para poner su nombre en la Historia oficial o ajena. A uno de esos tipos que no especulan con pros ni contras a la hora de demostrar la grandeza. Porque para ser un héroe no hacen falta superpoderes ni armadura ni un vistoso traje con mallas y capa ni tener un arma extraordinaria ni nacer entre páginas de épica apergaminada ni vestir de laureado uniforme ni vivir en una vistosa viñeta ni que se hable de ti en universidades entre fechas e hitos. No. Para ser un héroe basta con tener un corazón más grande que la propia vida. Uno como el que tenía Ignacio Echeverría. Uno que latiendo o sin latir se convierte en lección, ejemplo y leyenda. Descanse en paz...y en nuestra memoria, porque personas como él hay que guardarlas siempre en la vitrina del recuerdo.

domingo, 9 de abril de 2017

Artesanos de la paz

"Artesanos de la Paz". Bajo esta denominación uno se podría imaginar un grupo de hippies aficionados a la artesanía o un mercadillo de productos manufacturados con fines benéficos pero no a una estrafalaria caterva de memos y gilipuertas encantados de entrar en el juego de quienes no han construido más paz que la de los cementerios. Hace tiempo que la realidad y la lógica se divorciaron. Y es que estos "artesanos de la paz" son los cómplices estúpidos pero necesarios para que los etarras, sus familiares y amigos, quienes les apoyan (toda la izquierda abertzale vasca y navarra) y quienes intentan sacar tajada desde la tibieza (PNV y Podemos) puedan escenificar una rimbombante farsa sin más propósito que blanquear y legitimar a ETA como actor político y dignificar sus demenciales pretensiones apoyándose para ello en una entrega parcial del arsenal de los terroristas (llamarlo "desarme" es una hipérbole y "rendición" una autoproclamación como cretino), entrega que en lo cuantitativo y cualitativo y en el fondo y la forma sólo puede calificarse como una indecente y bochornosa tomadura de pelo, una broma de pésimo y macabro gusto perpetrada por quienes perdieron todo futuro, razón y perdón desde la primera vida que erradicaron, una ópera bufa y repugnante que en esencia es una falta de respeto a las víctimas y a quienes decidimos ponernos de su lado, plantando cara al miedo con el que ETA intentó chantajear a todo un país.

ETA no sigue matando porque no puede (gracias a la labor de las fuerzas y cuerpos de seguridad de España) y porque ya no le interesa (no conviene electoralmente a sus trasuntos políticos). Punto. Por eso, intentar maquillar la agonía irreversible de ETA como una especie de concesión buenrollista supeditada a la negociación política de ciertas pretensiones es algo que sólo se le puede ocurrir a alguien carente de alma y sesera. Nada más. Por tanto, nada hay que celebrar excepto, quizás, el ridículo que esta banda de hijos de puta e hijas de perra han hecho este fin de semana con el infame y mediático paripé de Bayona. Y menos todavía hay que agradecer nada a estos asesinos. ¿Alguien se imagina a algún judío dando las gracias a un nazi por dejar de gasearlos? ¿O a un yanqui haciendo lo propio con algún yihadista de Al Qaeda por renegar de su explosivo encuentro con las uríes? ¿O a una mujer violada reverenciando a su violador por no seguirle reventando la autoestima? Pues aquí idem de lienzo. Es patético que existan en nuestro país tarados o necios que, a estas alturas de la película, sigan queriendo mostrar a los etarras como una variante vasca de los maquis republicanos, los partisanos aliados o los guerrilleros románticos que ahora ha decidido deponer las armas por el bien común y la paz universal. No es así ni nunca lo fue. Los etarras nunca lucharon por la libertad sino contra ella: en Euskadi y en el resto de España no ha habido ninguna guerra sino unas personas que atentaban y otras que morían, ni ha habido más conflicto que el provocado por quienes en lugar de convencer y debatir prefirieron matar, mutilar, secuestrar o chantajear, ni ha habido más gudaris que aquellas personas que murieron a manos de los "valientes" del pasamontañas, el hacha y la serpiente, ni ha habido más opresión y represión que la instaurada por aquellos que coartaron la libertad en el País Vasco con la complicidad de las pistolas de unos y el silencio de otros. Punto. Además, ¿quién en su sano juicio se plantearía tener un mínimo de benevolencia con quienes no han mostrado ningún arrepentimiento o son tan abyectos como para considerar tan "víctimas" a los suyos como a los que ellos mismos asesinaron o mutilaron?

Así que, puestos a celebrar y agradecer, mejor sería que los Txapote, Ternera, Chaos, el Carnicero de Mondragón y compañía celebren y agradezcan vivir en un país donde desgraciadamente no existe la pena capital y cuyo sistema penitenciario está orientado a la reinserción, permitiendo así el disparate de que alguien que ha dado matarile a otro salga de la prisión sin cumplir íntegramente su pena. 

Con ETA y sus satélites no puede ni deber haber piedad, impunidad, perdón, olvido, negociación ni concesión de ningún tipo ni ahora ni en el futuro. Además, si las pretensiones y reclamaciones de ETA (fin de la merecida dispersión de presos, expulsión de la Policía Nacional y la Guardia Civil, etc) no fueron objeto de consideración cuando de ello dependió la vida de Miguel Ángel Blanco, ¿espera esta banda de cabrones que lo sean ahora tras haber asesinado a aquel chaval y a otras muchas personas después de aquello? El problema es que sí, lo espera porque desafortunadamente ahora hay menos cohesión y claridad de ideas en la clase política y en la sociedad civil que cuando ETA llenaba los titulares de sangre y humo. Y es una pena de la que tendrán que avergonzarse unos cuantos demagogos de baratillo, progres de ocasión e ingenuos buenrollistas. Pero...por suerte, en España queda aún la suficiente memoria y dignidad como para recordar a ETA que, con o sin armas, se pueden ir a tomar por culo. Porque la única verdad es que no ha habido más artesanos de la paz que quienes siempre tuvieron, tenemos y tendremos claro de qué lado estar respecto a ETA: contra ellos.

Por eso, respecto a este asunto, en lugar de mirar atontados el espectáculo de grand guignol etarra, mejor haríamos todos, especialmente aquellos que orinan arcoiris, en leer el novelón Patria de Fernando Aramburu o el magistral artículo de Manuel Jabois respecto a este demencial y tóxico show de ETA, para que todo el mundo sepa dónde está la razón y dónde la locura.