martes, 30 de marzo de 2010

"The Ghost Writer": Las manos que mecen la cuna

Ayer por la tarde vi "The Ghost Writer", película del a menudo brillante y siempre polémico Roman Polanksi protagonizada estupendamente por Ewan McGregor, Pierce Brosnan y Olivia Williams.

Desde las primeras escenas, ya queda claro que "El escritor", como así se ha tenido a bien llamar en España, es un thriller político-policíaco de tanta calidad que tiene elementos del mejor Hitchcock y el colmillo retorcido del mejor Polanksi, constituyendo así un film que tanto por su dosis de entretenimiento como por sus nada veladas críticas (hacia el mundo de la política, las editoriales, los medios de comunicación...), debe ser tenido en cuenta por cualquier espectador.

Basada en una novela de Robert Harris y filmada con elegancia, talento y tensión, la trama
gira en torno a las vicisitudes de un ingenuo "negro" (McGregor) o "escritor fantasma", como se dice en el mundo anglosajón, a quien una poderosa editorial encarga revisar y reescribir la autobiografía de un ex primer ministro británico (Brosnan), toda vez que su antecesor en el cometido ha muerto en extrañas circunstancias y el mandatario inglés se encuentra inmerso en una tormenta de acusaciones por su participación en la campaña mundial antiterrorista emprendida por Estados Unidos, con torturas a prisioneros y vuelos secretos de la CIA de fondo. A medida que el escritor ahonda en las entrañas de Adam Lang (trasunto sonrojante y lacerante de Tony Blair), se ve inmerso en un siniestro mundo de secretos e influencias donde primero peligra su honestidad profesional y luego su propia vida. Así las cosas, el biógrafo a su pesar se va revelando como un paladín de la verdad mientras inicia una cada vez más angustiosa odisea por salvar su alma, en todos los sentidos. ¿Conseguirá destapar los secretos más siniestros del señor Lang? ¿Será corrompido por el poder del dinero? ¿Se verá amedrentado por el amenazante contexto político-social? ¿Verá la luz finalmente la autobiografía del ex primer ministro? ¿Cuál será el precio a pagar por todos los implicados? La respuesta...en los cines.

Dejando a un lado los aspectos que hacen de "El escritor" un sensacional thriller, esta película me ha gustado mucho gracias al descarnado y valiente retrato que hace de las bambalinas del poder, un lugar de penumbra donde la manipulación y la corrupción, sean del tipo que sean, sostienen o dejan caer a las personas según los intereses de otras cuya verdadera relevancia jamás quedará al descubierto, auténticos poderes en la sombra que configuran el mundo que conocemos (el que nos ofrecen los medios de comunicación) y el
que ignoramos (el real). Escritores de seducción masiva, agentes de desinformación, políticos hipócritas, agencias cuyo control se escapa a cualquier ámbito geográfico y legal...muchos son los elementos que operan en la sombra de la nauseabunda política y quedetención de Polanski en septiembre de 2009, justo al finalizar el rodaje de esta película. Quién sabe...

Por último, una pista para quienes vayan a ver este recomendable título: "El escritor" es a Polanski lo que "Macbeth" a Shakespeare...y ya sabe que en esta última, el verdadero protagonista no es un hombre...


domingo, 21 de marzo de 2010

Por el placer de verla

Hay veces que el teatro demuestra por qué lleva siglos y siglos entre nosotros mientras todo lo demás ha cambiado. Anoche fue una de ellas. Vi en el teatro Amaya la obra "Por el placer de volver a verla" o, lo que es lo mismo, una nueva oportunidad para disfrutar de ese arte que bordan sobre un escenario los actores Miguel Ángel Solá y Blanca Oteyza, es decir, el de contar historias, transmitir sentimientos y conmover al público entretanto, como ya demostraron hace no mucho con la genial "Hoy: El diario de Adán y Eva de Mark Twain".

La trama de la obra gira en torno a la personal recreación de su madre (Nana) por parte de un dramaturgo (Miguel). A su lado y bajo su dirección, el público asiste a una sucesión de recuerdos dramatizados entre madre e hijo en los que hay espacio para todo lo que integra la tarea de vivir. El montaje no cuenta nada en especial pero todo lo que cuenta lo hace especial. Tan especial como puede ser algo íntimo. Tan especial como puede ser algo entrañable. Tan especial como sólo puede ser algo inolvidable.

Dirigida por el argentino Manuel González Gil y basada en la obra homónima (1998) del
canadiense Michel Tremblay, "Por el placer de volver a verla" es teatro en estado puro, sin etiquetas ni corsés de género, sin fastuosos decorados ni un elenco amplio. Dos actores ante el público y un torrente de emociones y sentimientos de un lado a otro del escenario. Es una obra que hablando del amor (materno-filial) y el teatro, acaba por conseguir que el espectador ame el teatro, gracias a las magníficas interpretaciones de Solá y Oteyza que realizan con sencillez, elegancia y talento un conmovedor paseo por todos los sentimientos que hacen que vivir valga la pena...y recordar, aún más. Mención especial merece Blanca Oteyza quien consigue hacer de Nana una madre arquetípica y única al mismo tiempo, universal y personal al unísono, esplendorosa, tierna, genial, maravillosa, inolvidable...como todas las madres, como mi madre. Es conmovedor ver tan perfectamente reflejado en escena un ser tan querido por mí, pensado por un autor que no conozco e interpretado por una actriz que jamás conocerá a mi madre. Creo que eso es parte del extraordinario encanto que emana esta obra.

Si la magia del teatro consiste en hacer olvidar al público todo durante un buen rato, establecer un vínculo cómplice e íntimo entre actores y espectadores y legar a estos últimos una sensación de placer que retumba dentro de su cabeza y corazón una vez finalizada la función, "Por el placer de volver a verla" es puro teatro...y, pese a su reiterativo final, una de las mejores obras que servidor ha tenido la suerte de ver...y una de las pocas que siempre recordará.


miércoles, 17 de marzo de 2010

"Green zone": Mentiras demasiado arriesgadas

Hoy he visto la película "Green zone", del siempre interesantísimo y honesto director Paul Greengrass, autor de conmovedoras maravillas como "United 93", "Omagh" o "Bloody sunday" y de entretenidísimos thrillers como los de la saga Bourne. La película, ambientada en los días posteriores a la invasión bélica de Iraq en 2003 y basada en un libro me imagino que francamente interesante (a juzgar por su traslación cinematográfica), es superficialmente un ameno thriller de acción y espionaje amparado por la zona que da título a la cinta y cuyo eje argumental es la supuesta existencia de armas de destrucción masiva.

Si nos quedáramos con eso, tendríamos una estupenda película para pasar un buen rato. Pero es que "Green zone" no es sólo eso. Es, en el fondo, la mejor crítica que he visto en la gran pantalla al despropósito pepretrado por EEUU y cía en Iraq, un cisco asentado en argumentos falsos (la tenencia de armas de destrucción masiva), alentado por ignorantes, en el mejor de los casos, o sinvergüenzas, en el más común de ellos, y cuyo coste en vidas inocentes (en todos los "bandos") roza lo obsceno.

"Green zone" es una película de héroes, villanos y antihéroes, como cualquier film de este género, pero también es una cinta honesta que se limita a reflejar sin saña pero con
contundencia, con inteligencia pero evitando la suficiencia, el papel asumido por burócratas, militares, medios de comunicación y civiles en un conflicto que ya antes de comenzar hizo bueno el aforismo "En una guerra, la primera víctima es la verdad". Esta obra del británico Greengrass muestra el poder de la mentira, tan infamante como letal, y, además, evidencia sin remilgos la absurda, caníbal y cainita rivalidad (analizada magníficamente por Bob Woodard en su libro "Negar la evidencia") entre distintos estamentos y agencias norteamericanas, cuyo resultado es el caos político, logístico y militar que todos conocemos desde hace años en aquella región.

Con una red de secretos, mentiras y traiciones a varias bandas como la existente en Iraq, era bastante previsible que algún avispado director hiciera de ella el telón de fondo perfecto para un thriller, como así ha hecho Greengrass en esta película protagonizada por un valiente Matt Damon, no tanto por el alférez que interpreta (que también) sino por la honradez y madurez política que demuestra al encabezar esta producción que escocerá (y mucho) en varios despachos a lo largo de todo el mundo.

En definitiva, "Green Zone" es una película que quizás por su género pueda caer injustamente en la desconsideración, pero que atesora todas las virtudes (cinematográficas y morales) de las que adolece el film al que los recientes (y desafortunados) Óscar han convertido en uno de los más sobrevalorados de todos los tiempos: "En tierra hostil". Es lamentablemente curioso como dos películas ambientadas en la misma región y utilizando el mismo conflicto como marco argumental pueden ser tan distintas...Supongo que el factor diferencial es el talento y la honradez, dos de los distintivos de Greengrass.


viernes, 12 de marzo de 2010

Delibes, el último de los grandes

Ha muerto Miguel Delibes. Gran periodista, excelso escritor, sensacional persona...con Delibes el periodismo, la literatura y España pierden a uno de sus mejores referentes y yo, al autor cuyas obras me hicieron soñar con seguir su camino. Por esto, este artículo no será un obituario al uso ni una reseña o semblanza de las que se acostumbran en estas ocasiones.

Delibes fue, es y será, junto a Pío Baroja, el autor que, en primera instancia, alimentó en mi niñez la afición por disfrutar de la lectura y, posteriormente, la pasión por escribir. Ambos son mis padres literarios (después "llegaron" a mi vida Valle-Inclán, García Lorca y Cela, en lo literario, y Larra y Pérez-Reverte, en lo periodístico) pero era el castellano quien tenía más afecto e influencia en mí. Espejo en el que mirarme, a él le debo muchísimas de mis mejores horas de ocio y evasión y buena parte de mi modesto estilo literario. Por eso, espero que se entienda que la pérdida de este hombre sea para mí especialmente dolorosa.

Orfebre de la lengua, incomparable descriptor de la naturaleza (del hombre y de la otra, en proporciones inconmensurables en ambos casos), artesano de los sentimientos, quintaesencia de las virtudes de las gentes castellanas (cuya sangre corre honrosamente por mis venas), maestro de la sinceridad...Delibes encarna para mí todo lo que yo sólo puedo soñar con ser en lo literario y en lo personal. Con él concluye la que en mi opinión es la edad de plata de las letras españolas (iniciada por la generación del 98, continuada por la del 27 y encumbrada por los autores de la posguerra) que poco tiene que envidiar al Siglo de Oro. ¿Después de él? La nada. Un erial donde el marketing y el esnobismo se encargan de disimular la obscena falta de talento y la miopía intelectual y emocional que caracteriza a la mayor parte de los "literatos" actuales.

Leyendo a Delibes disfruté de la lectura, leyendo a Delibes amé el noble oficio de escribir, leyendo a Delibes conocí buena parte del alma del ser humano. Por eso, creo que más vale concluir aquí este artículo en memoria de Don Miguel si con ello consigo que te abalances sobre cualquier ejemplar de una de sus obras, no importa el título. Yo guardo especial recuerdo de dos: "El camino", con la que le conocí, y "El hereje", con la que le despedí. Pocas veces la lengua castellana y el idioma español han alcanzado tan altas cotas de calidad literaria y hondura emocional. Descansa en paz, Miguel...te veo en los libros.

domingo, 7 de marzo de 2010

"En tierra hostil": Histerias de la guerra, migrañas bélicas

Acabo de ver la película "En tierra hostil", uno de los grandes éxitos de la temporada y principal rival de "Avatar" en los Óscar, ya que está nominada a nueve estatuillas. Como tantos otros films, éste ambienta su trama en una contienda bélica (la ¿postguerra? de Iraq) para intentar hablar al espectador de interesantes elementos psicológicos y emocionales como la adicción a la adrenalina, la percepción de la vida normal como vacío, la peligrosa cristalización de planteamientos maniqueos o la temeridad como reducto de cordura en un mundo desquiciado. Para ello, en "The hurt locker" Kathryn Bigelow muestra al espectador el día a día de una brigada de artificieros cuyo cometido es, principalmente, desactivar cualquier bomba en la caótica y candente Iraq, una región donde poca gente es bienvenida y en la que la muerte es algo tan cotidiano que se puede observar quietamente desde un balcón.

Tras verla, tengo la sensación de que, pese a ser una buena película, "En tierra hostil" no merece tantos parabienes. Técnicamente está muy cuidada (fotografía, sonido, montaje), pero las interpretaciones son meramente aceptables y al guión le falta un poco más de elaboración para dotar de mayor empaque a una trama y unos personajes que van perdiendo fuelle a medida que el metraje navega entre el drama bélico y el thriller de acción.

Lo más notable de este título es la espléndida consecución de hacer al espectador partícipe de una tensión casi constante y de sentir en la piel una perenne sensación de hostilidad y amenaza. Eso, unido al descubrimiento del carismático actor Jeremy Renner y las curiosas (y letales) colaboraciones de buenos actores como Ralph Fiennes o Guy Pearce, son los grandes méritos de "En tierra hostil".

Por contra, la ausencia de clímax argumentales y el tenue pero evidente planteamiento maniqueo de buenos (los americanos) y malos (los iraquíes), son dos defectos que lastran lo que podría haber sido un excelente film.

Por lo demás, la película de Bigelow se ve superada, en distintos aspectos, por títulos como "Jarhead" (análisis psicológico), "Redacted" (reflejo de la cotidianidad en zona bélica), "Syriana" (análisis sociopolítico) o, incluso, "La sombra del reino" (como thriller de acción), ambientados todos ellos en esas cálidas regiones donde el ejército americano dista mucho de ser bienvenido.

En definitiva, "En tierra hostil" es una película interesante y entretenida pero que no merece tantos premios y elogios como se le han dado.

martes, 2 de marzo de 2010

"Shutter Island": Felicidad vs consciencia

Ayer tuve la oportunidad de ver "Shutter Island", la nueva película de Martin Scorsese. Basada en la novela homónima de Dennis Lehane (autor de otras desasosegantes maravillas llevadas al cine como "Mystic River" o "Adiós, pequeña, adiós"), este es un film brillante, enfermizo, onírico, duro, elegante e inquietante que narra la investigación de una extraña desaparición acontecida en una tenebrosa isla donde no hay más ley y lógica que las emanadas de una institución mental en la que la línea que separa realidad y ficción, crimen y castigo, cordura y demencia es tan fina que apenas es perceptible.

"Shutter Island" tiene elementos del mejor Lynch, el más brillante Nolan y el más avieso Hitchcock y está dirigida por el responsable de obras maestras como "Taxi Driver" o "Toro salvaje", pero, en conjunto, no llega a la altura de los mejores títulos de estos cuatro cineastas. Es un notable thriller psicológico en el que todo está estupendamente cuidado, desde la insana atmósfera reinante hasta las sensacionales interpretaciones de todo el elenco. Y es que, en mi opinión, los actores están muy por encima del previsiblemente retorcido (e interesante) guión, merced a unas excelentes encarnaciones de sombríos personajes como el agente federal Teddy Daniels (Leonardo DiCaprio), el doctor Cowley (Ben Kingsley), Dolores Chanal (Michelle Williams), el doctor Naehring (Max Von Sydow) e, incluso, el reo George Noyce (Jackie Earle Haley), por citar los más sobresalientes.
Más allá de la sucinta y metafórica crítica al comportamiento conspiranocio y opresor de los Estados Unidos durante la Guerra Fría, es esta una película sobre el descubrimiento de la locura, sobre la confrontación de la cordura y la felicidad, sobre la ambigüedad del Bien y el Mal en los abismos de la psique humana, sobre la decisiva influencia de la percepción en nuestros pensamientos y actos y, especialmente, sobre cómo la consciencia nos ocasiona a veces disgustos difícilmente soportables, algo que se remarca especialmente en el desenlace del film: ¿Qué es mejor: vivir como un monstruo o morir como un buen hombre?...

En definitiva, "Shutter Island" es un interesante y enfermizo juego del gato y el ratón, plagado de pequeñas pistas al espectador (ojo a los sueños y alucinaciones, pues muestran a las claras claves que pasan desapercibidas) que cobran total sentido al resolverse el misterio, pero, por encima de todo, un ejemplo de buen cine.