miércoles, 26 de septiembre de 2012

26-S

Ayer fue 25 de septiembre. Cerca de 6.000 personas se concentraron para protestar contra lo que no funciona en España, que son muchas cosas. Una concentración truncada por las fuerzas brutas, unas vestidas de antidisturbios, otras de perroflautas radicales. Lo que hasta entonces era una amalgama de dignidad, civismo, idealismo e ingenuidad, se convirtió en un festival de hostias y pánico urbano. Espero que ninguno de los responsables de eso esté satisfecho con lo ocurrido. 

Duele ver a un policía pateado por varios cafres en el suelo. Duele ver a una chica arrastrada y apaleada por un "valiente" antidisturbio sin que otro chico pueda evitarlo pese a abrazarse a ella. Duele ver llegar a una turba de gilipollas a la primera fila de la concentración para desatar una lluvia de palos y banderazos contra unos mostrencos deseosos de devolverles el cambio y con intereses. Duele ver correr a personas de cierta edad delante de los búfalos acorazados como si fueran los Sanfermines. Duele escuchar cómo unos niñatos hablan y reivindican cosas que o no saben o no conocieron. Duele enterarse de cómo ciertos medios de comunicación, entre la exageración y la pura gilipollez, quieren criminalizar a una mayoría pacífica (que no es lo mismo que sumisa).Duele constatar que la izquierda quiera apropiarse de lo que es una reacción muy por encima de ideologías y credos y que la derecha la ataque considerándola "golpista". Duele enterarse de cómo finiquitó la noche la policía en Atocha y Paseo del Prado cuando ya no había nada que hacer ni por lo que montar la de Dios es Cristo. Duele comprobar que a los políticos todo esto se la suda. Duele leer que haya dirigentes tan sumamente gilipollas y soberbios que crean que "la inmensa mayoría de los españoles" les apoya. Duele. Y avergüenza. Mucho.

Pero lo que más me duele es ser consciente de que esto ya no es suficiente. Que hace falta algo más. Que ya no basta con asombrar al mundo. Que por sí solas las manifestaciones, las concentraciones y las asambleas populares no llevan a ningún sitio. Que España y los españoles se merecen algo más y mejor que esto. Que cuando tantas y tan distintas personas están de acuerdo en que algo no va bien, es necesario ponerle remedio cuanto antes. Que un país construido con la sangre y el esfuerzo de los millones de personas que nos precedieron no se puede echar a perder tan estúpida y fácilmente. Que un país son sus ciudadanos. Que la dignidad, la honradez y la libertad son algo con lo que se juega. Que ya está bien.

No quiero escribir más. Me puede la rabia y la vergüenza. Me duele mi país.

domingo, 23 de septiembre de 2012

Mujeres, genios y viceversa

Hace más de un año escribí en este blog una reseña sobre la penúltima genialidad representada en Madrid por ese maestro llamado Rafael Álvarez "El Brujo". Hoy tengo la suerte de escribir sobre la última: Mujeres de Shakespeare. Es decir, un genio comentando a otro. La obra, más cercana a una ingeniosa aproximación que a un profundo repaso de la vida y obra de William Shakespeare, tiene como eje central las protagonistas de algunas de las obras más famosas del célebre inglés. 

Si bien es cierto que algunas se quedan en el tintero (Ofelia, Lady Macbeth), las glosas del Brujo sobre Rosalinda, Catalina, Beatriz y Julieta son suficientes para dejar bien claro que los personajes femeninos de Shakespeare no sólo no tienen nada que envidiar a los masculinos sino que son bastante más interesantes (y modernas) que ellos. Con un análisis lúcido apoyado en un innegable conocimiento del literato más famoso en lengua no española, Rafael Álvarez "El Brujo" despliega ante el espectador toda una serie de reflexiones y comentarios que, entre chanzas y anécdotas, calan en el público mejor que cien ensayos sobre Shakespeare.

Con la risa y el pensamiento activos durante toda la función, ese magistral comediante y erudito del teatro que es El Brujo hace como en él es costumbre una exhibición de lucidez, ingenio, gracia, mordacidad, sabiduría y bufonadas que convierten cada una de sus obras en fiesta, rito y lección.

Acompañado por la excelente música de Javier Alejano y la cuidada y sencilla escenografía que suele ser habitual en sus obras, este magnífico "actor solista" llamado Rafael Álvarez no sólo tiene tiempo para acercar a profanos y entendidos la vida y las obras de Shakespeare, sino que además pone en la picota del ingenio toda la actualidad (crisis económica, situación política) y aprovecha para hacer una mordaz y merecida defensa de la cultura, del teatro y del patrimonio cultural-literario que tenemos en España y que valoramos tan poco, quizás porque la ignorancia nos cubre de demasiados complejos.

En tiempos en que nos gobiernan gilipollas capaces de gravar la cultura para recaudar impuestos y donde la gente se mira muy mucho en qué se gasta el dinero, no deja de ser muy revelador que todo el aforo de un teatro a rebosar ovacionara puesto en pie a Rafael Álvarez "El Brujo", un maestro que regala cada vez que pisa tabla algo más que arte dramático. Y eso se agradece y se premia. En el horizonte aguarda su aproximación a La Odisea. Ojalá pase pronto la espera.

miércoles, 19 de septiembre de 2012

Carrillo postmortem

Ayer murió Santiago Carrillo. Tótem del comunismo en España, icono del republicanismo, deidad de la izquierda española, protagonista de la Transición democrática, último dinosaurio de la política en blanco y negro...

No me ensañaré con alguien que es ya cadáver. No detestaba ni detesto la figura de Santiago Carrillo por sus ideas políticas, porque cada cual puede pensar lo que quiera. Si detestaba y detesto a Santiago Carrillo es porque en el mejor de los supuestos no hizo nada, cuando fue consejero de Orden Público, para evitar una de las mayores vergüenzas y atrocidades (de las muchas que se hicieron en ambos bandos) de la Guerra Civil, como fue la matanza de Paracuellos del Jarama. Mi desprecio para alguien implicado en una cosa así no distingue entre ideologías, circunstancias o estado vital. Por eso, es lógico que ni me apene su muerte ni la vaya a festejar. No se merece ni lo uno ni lo otro.

Del mismo modo que para algunos ha muerto un ídolo, para mí ha muerto alguien que se merece, desde ya, todo mi olvido.

martes, 18 de septiembre de 2012

La política se queda sin Esperanza

Esperanza Aguirre se va. Deja la Presidencia de la Comunidad de Madrid, la Asamblea regional y la política activa. Dimite. Causa baja por enfermedad indeseable, llámese ésta cáncer o Mariano Rajoy Brey.

Con ella, España pierde el último ejemplo de persona que entendía la política como un servicio y no como un beneficio. Aguirre no necesitaba la política pero la política sí necesitaba a Aguirre. Liberal, honesta, consecuente, valiente, con personalidad y carácter, siempre hizo y dijo lo que pensaba, sin paños calientes, con la más profunda convicción y coherencia. Eso, lógicamente, generó filias y fobias extremas en torno a su figura. Admirada y envidida, querida y detestada. Es lo bueno que tiene tener personalidad: no dejar a nadie indiferente. Indudablemente cometió errores y torpezas (algunas hilarantes, otras vergonzosas), pero su carisma, honradez y coraje ideológico y personal las compensaron sobradamente. Ahí están sus resultados electorales. 

Alguien que no ha utilizado la política en provecho propio sino por convicción ideológica, como demostró en su muy interesante último discurso, se merece todo mi respeto. Por eso,me parece bien que dimita. Una persona con su valía y trayectoria no se merece el desgaste al que iba a exponerse en los próximos  meses: los efectos de las medidas anticrisis en la región, la desconexión con el fondo y las formas actuales de su partido, la discrepancia evidente con algunas de las decisiones más importantes del Gobierno...Aguirre no se merecía aguantar gilipolleces. Suficiente tiene ya con lo que tiene como para soportar dar la cara para que se la partan dentro y fuera de su partido.

Atrás deja una situación lamentable, causada por la falta de valentía, ideas, ideales y honradez de una casta política plagada de mediocres, advenedizos, pelotas, cobardes, mezquinos y medradores. En ese sentido, Aguirre representa todo lo que le falta al resto de sus compañeros y adversarios políticos: dignidad, valía, coraje, determinación, inteligencia...carencias que afectan a la inmensa mayoría de políticos españoles y que subliman de forma patética y sonrojante el Partido Popular, el Gobierno de España y el presidente de ambos. Para el PP, ya no hay Esperanza.

Con la marcha de Aguirre, habrá muchas personas, dentro y fuera del Partido Popular, que hayan suspirado de alivio. Así va el país.

domingo, 16 de septiembre de 2012

Madrid, capital del pataleo

Me pregunto qué hemos hecho los madrileños para, además de sufrir el tráfico, la contaminación, las obras, la masificación, los alcaldes y la carestía de la vida en estos lares, tener que soportar que cualquier fulano o mengana que se quiera manifestar lo haga aquí, en Madrid. Y no me vale que somos capital de región o de país, porque esto no pasa en otros sitios. Debe ser que esta tierra está maldita por alguno de los muchos colectivos expulsados forzosamente a lo largo de su historia (romanos, musulmanes, franceses, republicanos...), que el Metro ha perforado algún cementerio indio o que aquí rebotó el Ángel Caído cuando lo tiraron del Cielo. Pero algo pasa aquí para que Madrid más que una ciudad parezca un manisfestódromo adornado con edificios y lugareños.

Si ya en tiempos normales, rara era la semana que no había manifestación o concentración, ahora, con la crisis y el mosqueo del personal, parece que hacer el zombi en Madrid es algo muy trendy. La gente ya se manifiesta por cualquier cosa y, en ocasiones, de forma redundante. "Manifiéstate, que algo queda". Desde luego que queda: el tráfico colapsado, las calles aún más sucias y la gente hasta los huevos de tanta pancarta y megáfono. Visto lo visto, yo creo que las manifestaciones deberían tenerse en cuenta en las visitas guiadas y en los autobuses turísticos que circulan por Madrid. Son algo ya tan nuestro que cuando todo está tranquilo sientes como que te falta algo.

Yo no digo que la gente tenga que ser sumisa y quedarse "quieta" o callada. Al contrario. Pero creo que debería hacerse un mejor uso del hecho de manifestarse. La saturación y las formas están perjudicando seriamente los motivos y las causas de cualquier manifestación, ya sean gilipollescas o magnas. En serio. Parece que el objetivo de una manifestación se limita a dar por el culo a quien no participa en ella y eso no puede ser. Si a eso le unimos que el impacto cuantitativo suena ya a cachondeo por la tradicional batalla de cifras computando los asistentes a estos saraos sociales (unos deben contar a dedo y otros a ojo, supongo) pues manifestarse está ya más cerca de ser un pasatiempo que un acto cívico de primera categoría.

Por otra parte, empiezo a pensar que, igual que hay manifestantes que escenifican su malestar por verdadera convicción, muchos de quienes se manifiestan en Madrid o vienen aquí a ello lo hacen con la intención de estar "de campo y playa" en una ciudad que no tiene ni uno ni otra. Turismo de pancarta.

Una muestra de todo esto ocurrió el sábado, con la macroprotesta organizada por los sindivagos contra la política del Gobierno. ¿Se merece el Gobierno una protesta así? Eso y más. ¿Se merecen los madrileños sufrir eso? No. Así de sencillo.

Además, y ya con esto acabo, manifestarse me parece cada vez más un recuerso facilón, un acto de infantilismo, de pataleta egocéntrica, de pataleo que no va a ninguna parte. Lo fácil es quejarse. Lo difícil es poner el empeño en solucionar el problema. Por eso, tal y como está el patio, me siento más cerca de aquellos que estando tan puteados o más que quienes secundan las manifestaciones, dedican ese tiempo, ingenio y esfuerzo a apretar los dientes y salir adelante, en lugar de a berrear y darse garbeos con banderitas y pancartas por las calles de Madrid.

jueves, 13 de septiembre de 2012

Hopper: directo, íntimo, genial

Anoche tuve la suerte de acudir a una interesantísima visita guiada a la estupenda exposición sobre Edward Hopper que alberga, ya en sus últimos días, el Museo Thyssen-Bornemisza

La muestra, ideal para tener una visión bastante completa de la vida, obra e influencias de este pintor norteamericano, nos acerca a un genio tan solitario como inteligente cuya mirada limpia y directa nos convierte en testigos de una realidad íntima, sugerente y con una pátina de imperfección irreal

Sus cuadros son una invitación a la imaginación más voyeur e intimista, a idear, a adivinar historias a partir de las escenas y lugares que él pinta. En ese sentido, la obra de Hopper es una encrucijada pictórica entre el fotoperiodismo, el realismo sucio literario y el cine (especialmente el noir). Asentado en la frotera creativa entre varias artes, sus pinturas nos saben a los relatos del gran Raymond Carver, tienen la súbita genialidad de Cartier-Bresson y el alma de las películas de Mamet, Wenders y Lynch.

Así las cosas, los cuadros de Edward Hopper no sólo son un relajante placer para la vista sino un sutil pero contundente estímulo para imaginar y dejarse llevar por cualquiera de las historias que cabe dentro de cualquiera de sus obras.

En definitiva, un gustazo que recomiendo disfrutar (aunque sólo sea por Google).

¿El precio de la paz?

Escribí sobre el tema hace no mucho, así que no me extenderé demasiado. La Sección Primera de la Sala de lo Penal de la Audiencia Primera, pese a los informes de la Fiscalía y la forense, ha confirmado la decisión ministerial y judicial de poner en libertad a un asesino y secuestrador. Es decir, unos jueces han resuelto poner en la calle a un criminal despiadado que cumplía condena por unos crímenes de los que no se ha arrepentido. Han liberado a un ser que no cree ni en el país ni en la Ley que supuestamente representan esos magistrados. Unos individuos con toga que han tenido más en cuenta la dignidad de un verdugo que la de sus víctimas

Con políticos y jueces como los que sufrimos gentuza como Charles Manson, David Chapman o David Berkowitz estarían ya en la rúe y haciéndose platós de televisión si hubieran tenido la suerte de actuar por estos lares. Se confirma así que España es un auténtico chollo para hacer carrera criminal: estafar, robar, extorsionar, secuestrar, asesinar...Gracias a actuaciones y decisiones como las de estas últimas semanas, las autoridades políticas y judiciales han evidenciado que aquí hay más futuro al margen de la ley que dentro de ella. Quizás una solución para subsanar el paro sea dar cursos de formación como ladrón, estafador, matón, sicario o terrorista a los millones de personas que están a la espera del maná laboral en España. Desde el punto de vista político y legal todo serán facilidades para quienes quieran hacer del crimen su forma de vida. Seguro.

Dicho esto, yo me pregunto si el precio para la paz en España, es decir, si el peaje para que ETA no atente ni secuestre ni asesine ni extorsione, es legalizar lo que antes era ilegal; ceder el poder a los que, en el mejor de los casos, equiparan a asesinos y asesinados; forzar la Ley para beneficiar a los encarcelados; ignorar la opinión de las víctimas y de una mayoría social; rebajar el Estado de Derecho al nivel de una banda terrorista y apiadarse de los que no tienen piedad y presumen de ello y, en definitiva, consentir cualquier tipo de petición procedente de un mundo que se ha construido sobre las lágrimas, la sangre y los cadáveres de inocentes. Si ése es el precio de la paz yo no la quiero. Porque no quiero nada que implique el triunfo de los objetivos de quienes no tienen reparo alguno en arrebatar la vida o la libertad a la gente de bien. Si el precio de la paz es que España se deje dar por el culo por los etarras y quienes simpatizan con ellos, el Gobierno y los jueces se pueden meter la paz por donde les quepa.

¿La liberación de este asesino y secuestrador forma parte del precio de la paz? No. Forma parte del precio de la vergüenza. ¿Qué es la vergüenza? Lo que no tienen ni el Presidente del Gobierno, ni el Ministro de Interior, ni el juez Castro ni La Sección Primera de la Sala de lo Penal de la Audiencia Primera.

lunes, 10 de septiembre de 2012

¡Puños fuera! Las series que animaron los 80

Uno de los iconos de mi niñez cumple 40 años. Estoy hablando de Mazinger Z, el robot controlado por Koji Kabuto que hizo de "¡Puños fuera!" una frase berreada y recordada por miles de niños. Por eso, al igual que hice hace unos meses hice con las películas que marcaron mi infancia (y las de gente de mi quinta), hoy escribiré sobre esas series de animación sin los cuales no se podría entender aquellos años donde lo que pasaba en el televisor importaba casi más que lo que sucediera fuera de él.

Series como Mazinger Z, que enseñó que detrás de cada gran hombre siempre hay una gran mujer (aunque sean robots); Dartacán y los tres mosqueperros, que convirtió a los personajes de Dumas en los mejores amigos del niño; La vuelta al mundo de Will Fog, que mostró que viajar de puta madre sólo lo pueden hacer los ricos; David el Gnomo, cuyo final provocó un trauma infantil con los árboles; La abeja Maya, que lo que menos hacía era recoger miel; Vickie, el vikingo, que enseñó claramente que más vale maña que fuerza con una sintonía que parecía cantada por los Beatles; Sherlock Holmes, que demostró que el mítico personaje de Conan Doyle era literalmente un sabueso; He-man, protagonizada por un culturista rubio con un sospechoso bronceado gracias al cual entendí que quien tiene el poder siempre gana (y él lo tenía siempre); She-ra, que advirtió a los niños que las chicas guapas siempre están relacionadas con alguien que te puede partir la cara (y que tiene el poder); Scooby-Doo, que despertó el gusto por el misterio y lo sobrenatural a una edad en la que todavía crees en eso; Dragones y mazmorras, responsable de la iniciación de muchos niños en las artes del rol; Transformers, que sembró la semilla del tuning en gente que no supo entender el mensaje; Bravestarr, según la cual hasta el universo tiene su propio y lejano Oeste, como confirmaría otra serie, Guardianes de la Galaxia; Ulises 31, que demostró que se puede aprender mitología griega hasta en el espacio; Los caballeros del Zodiaco, pura adrenalina esotérica que enseñaba un refrito de mitologías entre hostias descomunales y armaduras espectaculares; Los halcones galácticos, que eran la versión drag queen del Comando G; Los osos amorosos, un oasis de ñoñería entre tanto puñetazo y sangre; Los osos Gummi, como los anteriores pero adictos al peyote (llamado "jugo de Gummibaya"); Nils Holgersson se reveló como un precursor de los Erasmus; Los diminutos, que provocó el "voyeurismo de pared"; Los Snorkels, que incitó a practicar el buceo a cientos de niños; Los Picapiedra, que transformó la prehistoria en el "American way of life"; Los Supersónicos, que hizo lo mismo pero con el futuro; El oso Yogi, icono no reconocido de los sindicalistas españoles; Lupin III, que ya evidenciaba bien claramente que en este mundo quienes mejor se lo montan son los que roban; Candy Candy, Heidi, Marco, El pequeño Lord y Ana de las Tejas Verdes, que competían entre sí por ver quién tenía una vida más desgraciada a costa de acongojar al espectador; Campeones: Oliver y Benji, cuyos kilométricos campos, eternos partidos y jugadas con nombres imposibles("el tiro del halcón", "la catapulta infernal", "el tiro del tigre"...) enseñaron a Casillas, Iniesta y compañía que si los japoneses podían ganar mundiales, los españoles también; La panda de Julia y Dos fuera de serie indicaron bien claro que el voleibol era un deporte de chicas; Chicho Terremoto, que mostró que para ligar con las chavalas el tamaño no importa; Ruy, el pequeño Cid, épica castellana con dibujos nipones; Thundercats, con su mítico grito-bostezo de guerra; Dragon Ball, que convirtió en héroe mundial a un chico con un rabo más grande que él; Jackie y Nuca y Banner y Flappy confirmaron que los bosques eran un filón para contar historias; La aldea del arce aclaró que Patty Conejo no es un nombre de prostituta; Johny Quest y sus aventuras multiculturales; C.O.P.S. evidenció que hasta en los dibujos animados la policía extranjera era mejor que la española; Los autos locos, cuyas carreras no estaban narradas por el insufrible Antonio Lobato; Sailor Moon, con chicas minifalderas que se lo montaban ellas solas; Kabuto, con su nave-esvástica en forma de dragón...y decenas de series más.

Después vendrían genialidades como Los Simpson, Batman, Kenshin, Futurama, Death Note, Padre de familia...pero ya era algo distinto. Quizás porque nosotros también lo éramos.

Lo cierto es que esas series de nuestra infancia eran producciones en su mayoría de BRB, Filmation, Hanna-Barbera y Nippon Animation que, dejando a un lado detalles curiosos como el doblaje latino de las series creadas en Estados Unidos o el empeño de añadir "moralina final" de las series de Filmation, configuraron el imaginario colectivo y la llamada "cultura popular" de miles de personas a las que hoy les pillan lejos esos años de mañanas y/o tardes ante el televisor. Además, muchas de estas series han contribuido a divulgar la cultura (especialmente obras literarias y mitología) de una forma fantástica y sutil para los niños. Y, por último, sus sintonías han servido a los no tan niños para dar vidilla al repertorio de muchos karaokes y fiestas con amigos. Méritos suficientes para que todos las recordemos con cariño y una sonrisa friki en la cara. ¿O no?         

viernes, 7 de septiembre de 2012

El talento de ser uno mismo

¿Qué es la personalidad? Pues, básicamente, aquello que nos hace ser quienes somos y como somos; nuestro ADN no biológico. ¿Qué es tener personalidad? Ser como somos y queremos ser...pero también una forma de complicarse la vida. ¿Por qué? Porque hoy en día ser uno mismo no es fácil y no lo es porque vivimos en una sociedad propensa a castrar la singularidad, a homogeneizar todo para que nadie destaque, a hacer de la mediocridad un estándar. Se ha extendido como un veneno la percepción del talento como una amenaza, de la autenticidad como subversión, de la personalidad como un problema a cauterizar. Ser uno mismo o pretenderlo te coloca casi automáticamente en la lista de forajidos laborales, de proscritos sociales que viven a la sombra de prejuicios y normas. Estamos en un entorno en el que lo más sencillo y narcotizante es hacer lo que te dicen o lo que esperan de ti o lo mismo que hacen otros. Esta sociedad parece penalizar la originalidad y la diferencia. Es un ambiente donde el individuo se ha convertido en un leño para la hoguera y no en un recurso para crear, mejorar, progresar e innovar.

Por eso la personalidad, es decir, definir nuestra identidad, consolidarla y exhibirla ante cualquier persona y circunstancia, es un ejercicio temerario de honradez íntima en este mundo en que hasta el hecho de "dar la nota" tiene que obedecer a un canon o responder a unas expectativas fijadas por otros. Dicho de otra manera: ser un maniquí laboral o un títere social es más cómodo e indoloro que ser uno mismo, pero también es el atajo más rápido al más absoluto vacío profesional y/o personal. En cambio, ser quien eres, quien tú y sólo tú quieres ser, es surfear un tsunami de impedimentos y corsés, pero también el camino más fácil hacia el éxito. Cualquier cosa que implique no renunciar a ser tú es un triunfo gracias a esta sociedad de etiquetas y dictados.

Quizás esto que estoy diciendo, esta crítica no es más que otra de esas mentiras que nos han inoculado con tal de que de nos dé pereza intentar hacer lo que queremos o lo que se nos da bien. Quizás es que nos han engañado haciéndonos creer que apostar por uno mismo es una jugada demasiado arriesgada.

Porque lo cierto es que la realidad, esa que a simple vista está sumida en la mediocridad y en la despersonalización, nos brinda ejemplos de gente que ha hecho de su personalidad el primer síntoma evidente de talento. Personas que no sólo se atreven a pensar lo que ellos quieren sino a mostrar lo que ellos son: distintos, únicos, singulares. Humanos. Personas indiferentes a prejuicios, augurios y clichés. Personas que dedican su tiempo a realizar sus propios sueños y no a cumplir expectativas impuestas. Personas que hacen de su look su mejor tarjeta de visita y de sus actos su mejor declaración de inteciones.Personas que se atreven a ir un paso más allá, a hacer algo nuevo, a no conformarse. Personas para las que la juventud no es un problema sino un argumento para el atrevimiento. Personas que se arriesgan a ser ellas mismas...y triunfan.

¿Qué ejemplos son esos? Pues casos como David Muñoz, que ha trasladado su singular personalidad a los fogones, convirtiendo su restaurante Diverxo en todo un referente de la gastronomía innovadora. La autenticidad se siente y, en este caso, se come. ¿El premio? Tener en su haber, con su juventud, dos estrellas Michelín. O como Josef Ajram, un joven para el que los límites sólo empiezan cuando dejas de creer en ti mismo, como se encarga de demostrar tanto en la Bolsa (es day trader) como en el deporte(es atleta de ironman). Dos ejemplos de triunfadores para los que lo importante no es el "qué dirán", sino el "qué tengo que decir".

Ambos, Muñoz y Ajram, han dejado que su personalidad se traslade desde su mente hasta su trabajo pasando por su cuerpo. ¿Será ésa una de las claves de su éxito? ¿Hay que conformarse con hacer lo mismo cuando se puede hacer distinto? ¿Hay que resginarse a hacerlo igual cuando se puede hacer mejor? Quizás las respuestas a éstas y otras preguntas las escuche el próximo martes, en el coloquio en el que participarán en Madrid. Y quizás, con la que está cayendo, sea más necesario que nunca escuchar qué tienen que decir gente que ha hecho de ser uno mismo un auténtico talento. Y es que, respondiendo a la pregunta con la que comenzaba este artículo quizás, la personalidad, como el éxito, consiste en atreverse a ser diferente.
 

sábado, 1 de septiembre de 2012

Tigres rojiblancos

Existen varias especies de tigre: De Bengala, de Indochina, malayo, de Sumatra, de Amur, del sur de China y rarezas como el ligre y el tigón. Luego, aparte, hay otra especie muy singular: el tigre rojiblanco. De pelaje rojo y blanco, suele moverse en grupo y ataca a sus presas con una agresividad y voracidad sólo igualadas por la intensidad y saña con que defiende su territorio. No para hasta conseguir su trofeo. Es raro verlo en acción pero,cuando lo ves, crees en la existencia de Dios, en el deporte como sustitutivo del orgasmo y en el fútbol como arte.

Y eso es lo que ocurrió anoche. Exhibición, carnicería, recital, violación...se puede etiquetar de varias maneras el partido que hizo el Atlético la noche del 31 de agosto de 2012. Un violín dando un concierto de rock. Partiendo de la base de que es difícil ver al Atleti partidos donde la garra, la calidad y la puntería estén armonizados, es bastante obvio que, para mí, el partido Chelsea 1 - Atlético de Madrid 4 sea el mejor partido de la historia rojiblanca. Así de sencillo. Así de grande.

Mi equipo del alma estuvo impecable e implacable, majestuoso e imponente, épico y mágico. Por eso, rozó la perfección anoche. Desgarró a zarpazos el mote del "pupas" y se convirtió, con todo merecimiento y sin ninguna discusión, en el mejor equipo de Europa de 2012, porque eso es lo que resuelve la Supercopa de Europa: Premiar al mejor equipo.

Podría decir que el mérito de todo es de Radamel Falcao, un extraterrestre convertido en un letal guerrillero del área. Un crack que no merece estar a la sombra de divos como Messi o Cristiano. Podría decirlo, pero estaría siendo injusto.

Podría decir que el mérito de todo es del Cholo Simeone, un ya mítico entrenador que llegó al equipo con una situación futbolística y anímica lamentable y lo ha puesto donde está ahora, inyectándole una mentalidad ganadora y una actitud de brega constante. Podría decirlo, pero estaría siendo injusto.

Porque, en partidos como anoche, destacar a alguien en concreto es faltar al respeto a otra persona. Por eso, lo justo es decir que el mérito de todo es del equipo al completo, tanto los que están en el césped como los que están en el banquillo. Todos son parte de la explicación y la leyenda.

El Atlético de Madrid es un equipo distinto, singular, con "duende". Lo mismo puede tirarse años chapoteando en la mediocridad que asombrar al mundo a base de dobletes. Anoche consiguió otro. El Atleti es así. Único. Genial. Inolvidable. Campeón.