- En las últimas décadas, Grecia ha sufrido una dirección política y económica sencillamente desastrosa, cuyos culpables no hay que buscarlos tanto en la ciudadanía como en los nefastos responsables políticos y económicos que ha padecido aquel país y cuya impunidad ofende tanto como su desvorgonzaday corrupta gestión. Una situación endémica y endógena que saltó por los aires al desatarse la crisis económica mundial y que en última y desesperada instancia llevó a la ciudadanía griega a votar por un arriesgado cambio de gobierno, que, al menos de momento, lejos de revertir la agonía, la ha empeorado. Antes, el problema de Grecia era ser un Estado corrupto. Ahora, el problema es que, además, puede ser un Estado fallido.
- Desde sus inicios (ya optemos por el Tratado de la CEE de 1957 como por el Tratado de la UE de 1992) e hipocresías aparte, la UE siempre ha sido y funcionado como una asociación internacional de carácter económico y comercial en la que, dejando al margen el Derecho comunitario y los idealismos de baratillo, la voz cantante la ha llevado de forma preponderante o única Alemania, que es la mayor potencia, a todos los niveles y por méritos propios, de lo que se entiende por Europa. No obstante, en su afán por disimular lo que es o por aspirar a ser lo que debería, la UE ha devenido con el paso de las décadas en un monstruoso aparato burocrático y diplomático cuya inoperancia sólo es comparable al nivel de detalle y complejidad de sus procesos. Así las cosas, la UE no está ni siquiera remotamente cerca de ser una federación cohesionada, coherente y jerarquizada como pueden ser los Estados Unidos de América (que sería lo ideal) sino que sigue funcionando como un extravagente y clasista club en el que el derecho de admisión gira en torno al euro con demasiados brindis al sol e intereses creados. Si esto compensa todas las concesiones, cesiones y renuncias políticas y económicas que han tenido que hacer los países miembros de la UE a lo largo de los años...Yo pienso que no.
- La crisis económica global, además de para sacar a la luz todas las miserias que escondían en alfombras y armarios las naciones de todo el planeta, en el ámbito europeo ha servido además para que Alemania aproveche la coyuntura para reforzar (aún más) su hegemonía e influencia respecto a todos los demás países de la UE sometiéndolos a una ¿tácita? coacción económica; una actitud más que discutible en lo ético y que revela que la UE tiene de unión poco y de europea menos, pero que se asienta tanto en méritos propios como en deméritos ajenos que no conviene despreciar. Dicho lo cual, queda patente que la crisis, más allá de las consecuencias que están sufriendo las distintas sociedades, ha servido para lo mismo que servían antaño las guerras: para reconfigurar el teatrillo del poder...hasta la siguiente crisis, claro. Así, en lugar de haber millones de muertos consecuencia de las contiendas bélicas como sucedía en el siglo XX, ahora en el XXI tenemos millones de humillados a raíz de las contiendas económicas. Lo cual debería hacer reflexionar al personal sobre cómo las vidas de millones de personas en todo el mundo dependen de la voluntad de entes no electos por los propios afectados y cuya responsabilidad ante ellos no pasa por ninguna clase de control judicial, legal, público ni serio (y ojo que no estoy hablando de eso que la chusma populista y demagoga denomina "mercados").
- La gestión de la crisis en Grecia, tanto en el propio país como desde las instituciones europeas e internacionales, ha sido una concatenación de medidas ineficaces cuando no directamente contraproducentes.
- Las negociaciones a tres bandas entre FMI, UE y Grecia han consistido en un choque entre la responsabilidad que se debe asumir y exigir a la hora de contraer y subsanar deudas y la viabilidad no ya económica sino social y cotidiana de toda una ciudadanía. Una tormenta perfecta a la que están contribuyendo todas las partes en conflicto al estar más pendientes de sus reyertas verbales y políticas que de dar una solución a un país que agoniza en la miseria y la inseguridad. Nadie quiere ponerse en el lugar del otro y así el entendimiento que requiere todo acuerdo es francamente difícil. Todos piensan en números (unos de euros, otros de votos) pero nadie piensa en las personas y así va la situación como va...Está claro que Grecia tiene que pagar íntegramente lo adeudado; pretender lo contrario es una tomadura de pelo no sólo a las propias instituciones y naciones acreedoras sino también a los propios griegos y a los ciudadanos de otros países que, como España, están haciendo grandes sacrificios para ser más responsables que sus mandatarios. Lo que no está tan claro, y debe ser revisado y negociado, es que la forma de pago impida el propio pago o que éste se haga a costa de reducir a cenizas el futuro de los ciudadanos griegos. Y esto es algo que principalmente la UE debe entender si quiere que Grecia devuelva todos los millones de euros, salvo que admita el pago en ruinas arqueológicas, claro.

- La propia UE. La solución a la crisis con Grecia redefinirá a la UE en fondo y forma. Si Grecia opta en el referéndum por aceptar las "reglas del juego", la UE seguirá como hasta ahora, para bien y, especialmente, para mal y Grecia verá cómo su agonía económica y social se prolonga indefinidamente en el tiempo. Si, en cambio, Grecia opta por decir a la UE "vuestras propuestas me las paso por la soberanía nacional", la UE habrá quedado en evidencia y abocada a un ejercicio de sana, forzosa y urgente autocrítica mientras que Grecia habrá dado un salto al vacío lleno de dignidad pero sin una sola razón para el optimismo. Es decir, que lo que está en juego es quién se sentará en el diván cuando la polvadera se disipe: la UE o Grecia.
- La sostenibilidad de Grecia, como Estado, en el político y en lo social.
- También están en juego la viabilidad de la democracia y el papel de la soberanía nacional en un contexto en el que los intereses económicos han engullido a todos los demás (políticos, sociales, culturales, civiles, éticos, etc).
- La dignididad y visibilidad de los ciudadanos frente a las instituciones. Y es que, en mi opinión, lo que estamos viviendo en estos últimos años es un despotismo basado en la negación sistemática del individuo. Algo que es bastante peligroso, porque ya sabemos cómo acaba cualquier clase de depostismo...
económicas, las que deliberadamente ha contraído Grecia en los últimos años para ¿salvar? su economía. Por otro, las culturales e identitarias, que inconscientemente tiene Occidente respecto a Grecia desde hace siglos, como muy bien recordaba el escritor Julio Llamazares en un artículo ayer. Ambas, importantísimas. Ambas, insaldables. Por eso, querer negar unas deudas para destacar otras no hace un favor a nadie, griego o no.
Por eso, ante la gravedad del cisco, a todos nos apetece encontrar culpables y dibujar dianas para lanzar reproches. Pues bien, en mi opinión, culpables hay varios factores a tener en cuenta a la hora de repartir las culpas:
Unión Europea. No ya sólo respecto a las deudas culturales que mencionaba antes, sino, por ejemplo, a que ahora muchos parecen no acordarse de la consideración que se ha tenido históricamente con las deudas de Alemania o, por ejemplo, de los préstamos que impuso la Alemania nazi a otros países, Grecia inclusive.
inteligencia han brillado por su ausencia y donde unos y otros han mantenido una actitud soberbia, prepotente y próxima al "matonismo". Todos tienen responsabilidades que asumir pero nadie las asume porque consideran que "la culpa es del otro". Una actitud irresponsable que ha desembocado en una situación en la que todos se lavan las manos y dejan la responsabilidad en manos de los ciudadanos griegos, que son las únicas víctimas de tanto despropósito.