¡Cómo
está el patio! Recientemente, he sabido por un amigo una anécdota
ocurrida a un conocido. Sé que parece el inicio de una leyenda urbana,
pero me cuesta mucho creer que sea mentira (dado quién me lo ha
contado). Resulta que, por lo que parece, este conocido común recibió
hace no mucho un email procedente del área de recursos humanos
(ese área donde, por lo general, tan cuestionable es lo primero como lo
segundo) en el que le comunicaban que, comprobando el consumo de su
teléfono de empresa, habían detectado un gasto de 25 euros, instándole a
revisar el uso que estaba haciendo del mismo. Es decir, cuidadito
chaval, que te estamos controlando.
¿Una
llamada de atención por una factura de 25 euros? Cuando menos, es
curioso. Pero lo es más cuando se conocen los detalles que enmarcan este
singular suceso: 1) Según cuenta este conocido, descubrió que los 25
euros derivan de usar dicho dispositivo para conectarse a Internet; 2)
El teléfono de empresa de este conocido parece ser que es un smartphone (uno
de esos cuyo gran atractivo y utilidad es precisamente la conexión a
internet); 3)Por su desempeño profesional, este conocido necesita
profesionalmente conectarse a Internet con cierta frecuencia; y 4)La
empresa en la que trabaja este conocido no es aparentemente una que esté
en riesgo de quiebra ni tampoco está pasando penurias.
Si
a todo ello le añadimos que este conocido se ajusta bastante bien al
prototipo de joven empleado en España(vamos a correr un tupido velo...),el "toque de
atención" es para mearse de risa. Una risa amarga, pero risa al fin y al
cabo. Y eso fue lo que hicimos el amigo que me contó este disparate y
yo: tomarnos una caña y descojonarnos con el nivel de despropósito,
de tomadura de pelo, de hipocresía, de histeria, de absurdo que ha
alcanzado la sociedad en que vivimos.
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