A veces, un pequeño gesto, una idea íntima se convierte en la solución a un gran desastre. Un desastre como el que afecta a la industria musical española. Una industria que, por lo general, ha dedicado más esfuerzo a buscar culpables fuera (piratería, descargas ilegales...) que dentro (los dioses del Olimpo no son dados a la autocrítica). Una actitud errónea, en mi opinión, porque la industria musical debería haberse dado cuenta de que su crisis se debe a causas propias como el desgaste que supone escuchar lo mismo y a los mismos una y otra vez, el precio de los cedés (ese objeto que ya casi es pieza de museo), la falta de oportunidades para los nuevos artistas, la actitud despótica respecto a sus principales consumidores (todo para los jóvenes, pero sin los jóvenes), la excesiva promoción de artistas de calidad más que discutible, la ausencia de ideas e iniciativas que rompan la inercia musical y promocional, el empecinamiento de sus responsables en defender un modelo de negocio desfasado respecto a la sociedad conectada en la que vivimos, la actitud victimista de algunas estrellas...
Lo curioso es que, precisamente, dos ejemplos de solución a los problemas de la música en España han surgido de Internet, demostrando que, lejos de ser un bastión de piratas violadores de los derechos de autor, es un punto de encuentro lleno de posibilidades.
El libre y espontáneo intercambio de opiniones desinteresadas de personas distintas geógrafica y culturalmente, la democratización global de las oportunidades, el enrequecimiento multidireccional al que se ve expuesto cualquier contenido online, la fiabilidad del implacable proceso de "selección natural" a la que está sometida cualquier cosa que se cuelgue en la red, la difusión masiva e instantánea, la posibilidad de trabajar o colaborar con toda clase de gente en cualquier momento y lugar y en tiempo real...Internet, más que una fosa séptica de maleantes del copyright, es un géiser de posibilidades y utilidades fantásticas que no hay que minusvalorar. Y esto es algo que entendieron muy bien dos personas: Pablo y Roberto.
Pablo: En los tiempos que corren, ya no es necesario mendigar la atención de las productoras peregrinando de una a otra con una maqueta para tener una oportunidad. En los tiempos que corren, Internet se ha convertido en una ventana al talento íntimo y personal de cualquier artista y en un escaparate fantástico desde el que darte a conocer masivamente y a coste cero (o casi). En los tiempos que corren, nada ni nadie condiciona que te guste algo o no: lo buscas en Internet, lo lees/ves/escuchas y entonces tú decides. En los tiempos que corren, Internet es el mejor lugar para tasar el talento en estado puro, en bruto, sin arreglos ni trucos. En los tiempos que corren, no hace falta irte a ningún estudio ni plató para dar rienda suelta a tu potencial, a tu talento, a tu sensibilidad; gracias a Internet, lo puedes hacer en tu casa.Y eso lo entendió muy bien el chico de este vídeo:
El resto, ya es historia. La historia de un triunfo apabullante conquistado a base de humildad, esfuerzo y talento. La historia de Pablo Alborán.
Los casos de Pablo Alborán y Roberto Carreras son dos buenos ejemplos para ilustrar lo que decía al comienzo del artículo:un pequeño gesto, una idea íntima se convierte en la solución a un gran desastre. Y es que, con todo merecimiento, ambos son dos nombres propios de la (r)evolución que está cambiando la música en España. Dos ejemplos de que el talento y la juventud no están reñidos con el éxito. Dos personas con algo que contar y que decir y a las que escucharé en un coloquio que promete mucho: el del ciclo Friends of Talent del próximo martes.
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