viernes, 31 de agosto de 2018

"El Geographic"

Hay momentos en la vida en que los lugares dejan de ocupar un lugar para ser patrimonio del tiempo. Momentos en que determinados emplazamientos no tienen más salidas que el olvido o el recuerdo. Eso precisamente es lo que le ha pasado a The Geographic Club, un conocido bar, restaurante y coctelería ubicado en el 141 de la calle Alcalá, en pleno Barrio de Salamanca. Y allí ha estado durante más de 20 años. Hasta su cierre

Por haber pasado buena parte del verano fuera de Madid, de la desaparición de este local me he enterado esta misma semana, al ver por casualidad a la maquinaria haciendo en el solar del Club lo que los buitres con la carroña. Sorpresa, pena, incredulidad, melancolía. Todas esas inesperadas sensaciones hicieron que echara instantáneamente mano al teléfono y sacara una fotografía a medio camino entre la postal y la autopsia. Como si quisiera embalsamar en un jpg un recuerdo. La verdad, para mí "el Geographic", como lo llamaba, era un sitio especial. Muy especial. No lo frecuentaba mucho pero sí puedo decir que he estado en su exótico y curioso interior varias veces y todas y cada una de ellas son buenos recuerdos. No en vano, ese "rincón de los aventureros" ha sido escenario y cómplice de los inicios de la etapa más feliz e importante de mi vida y, por eso, tiene y tendrá siempre un lugar en mi memoria. El lugar que ahora la repugnante codicia inmobiliaria le niega en la calle para susto de los vecinos y disgusto de quienes tuvimos la suerte de pasar por ese oasis para sedientos de evasión, de cruzar esa puerta a otros lugares y tiempos, de ese respiro entre maderas nobles y recuerdos de tierras remotas. De todos los bares y similares que he conocido en Madrid, éste era mi favorito.

Por suerte, la melancolía y la nostalgia aún se pueden mitigar visitando la web del club, puesto que sigue activa (vete a saber hasta cuándo), y así disfrutar del recorrido virtual que ofrece en su interior por unas estancias que hoy ya sólo perduran en fotos y recuerdos.  

Echaré de menos al "Geographic" por lo que sus promotores quisieron que fuera, por la capacidad evasiva de su ambiente y por lo que acabó siendo para mí. Me queda al menos el consuelo de tener la certeza que a mi memoria no llegarán las excavadoras. 
 

domingo, 26 de agosto de 2018

Oblak cierra la puerta

La vida está llena de verdades indiscutibles. Por ejemplo: el Sol sale por el Este y se pone por el Oeste, Charlize Theron es guapa, el reguetón es una basura y Jan Oblak para cinco de cada cuatro tiros que le lanzan. Ayer por la tarde, volvió a quedar claro esto último.

Segunda jornada de la Liga 18/19 y primero de esta temporada en el nuevo Metropolitano. En el ambiente, ganas de disfrutar con los supercampeones de Europa, de festejar dicho título en el postpartido y de palpar el "asunto Filipe Luis". 

El Atlético de Madrid ofreció una imagen similar a la del césped del estadio: tras el verano, aún le queda para tener un aspecto inmejorable. Y es que el conjunto rojiblanco ofreció una versión desafinada e irregular que permitió tener chance al Rayo Vallecano, un rival con menos complejos que acierto y más oportunismo que calidad. Así que se quedó una tarde para ver el vaso medio lleno o medio vacío, según el nivel de sensatez o pesimismo de cada cual. No obstante, en mi opinión, más allá de las imprecisiones y los desajustes ofrecidos en el campo, lo más criticable fue la actitud que ofreció el Atleti tras marcar el gol: recular y quedarse en modo numantino ante un rival que no había demostrado más habilidad hasta entonces que la de perder tiempo (el guardameta rayista fue el líder de su equipo en ese sentido). Ello permitió a los vallecanos perpetrar una especie de asedio que, para su desgracia, permitió a cierto portero recordar que es el mejor del mundo en lo suyo.

Si el oportunista gol de Griezmann rompió decisivamente el empate, el show de Oblak en los minutos finales del partido fue clave para la victoria. Las intervenciones del espigado esloveno fueron tan importantes o más que el gol del francés para conseguir el triunfo, así que se puede decir tranquilamente que Oblak ganó el partido. Las cosas como son: este tipo mandaría al banquillo a Benji Price. Sus paradas son increíbles, extraordinarias, asombrosas, inverosímiles. Y el Rayo lo sufrió en sus carnes, especialmente la última, cuando lo más lógico, incluso desde el punto de vista de la física, habría sido que el balón acabara en la red. El caso es que Oblak se empeñó en echar el cierre a la portería y colocar la alfombra roja hacia la fiesta de después. Y lo logró.

Así las cosas, un gol francés y unas paradas eslovenas certificaron la victoria de un partido gris del Atleti pero cuyos tres puntos valen exactamente igual que si los locales hubieran goleado y arrollado futbolísticamente a los visitantes. 

El postpartido fue un chupito de fiesta para celebrar la Supercopa de Europa con la afición. Ello permitió hablar al nuevo capitán del Atlético, Diego Godín, y a su entrenador, Diego Pablo "Cholo" Simeone, mientras la afición les enmudecía y emocionaba con sus cánticos. El uruguayo y el argentino conformaron una arenga a las huestes rojiblancas que sirvió de excelente colofón a la velada y de acertado mensaje para lo que resta de temporada. Eso sí: la actitud taciturna de Filipe Luis ante, durante e incluso después del partido hace presagiar que lo suyo va a acabar mal. Una lástima pero...en este equipo no hay nada ni nadie por encima de un club que, como dijo Godín, tiene en su afición su mejor premio y patrimonio. ¡Aúpa Atleti!

viernes, 17 de agosto de 2018

¿Españoles en España? ¡Qué osadía!

Como (casi) todo el mundo sabe, una turista británica de 81 primaveras ha presentado recientemente una queja contra un touroperador inglés por alojarla en un hotel de Benidorm donde había "demasiados españoles", a los que culpa de haber arruinado sus vacaciones, en las que la octogenaria y su amiga habían invertido más de 1200 euros. ¿Españoles en España? ¿Cómo se ha permitido tamaño despropósito? ¿Dónde se ha visto tan grosera provocación? ¿Cuándo se ha conocido una afrenta semejante? ¿Qué estrafalario disparate es éste? ¿Qué justifica un agravio tan demencial? ¿Es acaso una cruel venganza en diferido por el desastre de la Armada Invencible? Ya son ganas de molestar a los turistas...

Antes de ponerme a dar cera y pulir cera cual señor Miyagi, he de hacer una oportuna precisión: yo pondría a orbitar Saturno perpetuamente a todos esos compatriotas que darían el perfil para participar en Gandía Shore y a los que estética y/o intelectualmente conforman el elenco de un esperpento cañí pata negra, el cual tiene sus mejores estampas veraniegas en esa parrillada que es el litoral mediterráneo en estos meses, gentes que comparadas con las películas de Pajares y Esteso hacen que éstas parezcan films de Carl Thedor Dreyer. ¿Qué le voy a hacer? Soy tan patriota que no quiero que me puedan confundir con gente hortera, chabacana, zafia, tosca o lerda.

Aclarado esto, voy a darle la razón a la tal Freda Jackson en una cosa: tiene todo el derecho del mundo a criticar y lamentar la rudeza, grosería o falta de educación que, según ella, ha sufrido a manos de españoles, especialmente si tenemos en cuenta que es una persona de edad avanzada y movilidad reducida. No me cabe ninguna duda de que la anciana inglesa ha sufrido en sus carnes al "homo gañanis españolensis", especie demasiado extendida geográfica y generacionalmente, cuya diferencia con un Neanderthal es únicamente semántica y que hacen parecer catedráticos de Oxford a los gorilas de lomo plateado. Lo que olvida deliberada, ingenua o senilmente la buena señora es que esos defectos no son exclusivos de España ni consustanciales a la nacionalidad española, como muy bien (o muy mal, según se mire) demuestran los guiris que vienen a España a disfrutar del llamado "turismo de borrachera" en lugares como Magaluf, Gandía, Salou y un mediterráneo etcétera, convirtiendo el oriente español en una especie de híbrido de retrete, botellón y picadero. Visto que, desgraciadamente, la urgente reducción de cafres nativos españoles no va a venir desde el ámbito educativo ni desde el familiar, sería deseable fomentar la práctica del balconing también entre la chavalería aneuronal española, a la vista de su eficiencia a la hora de retirar de la circulación a anormales extranjeros.

Dicho esto, creo que la octogenaria británica pierde la razón en tres cosas, a tenor de la versión publicada en el Mirror. La primera, juzgar al todo por la parte, resulta injusta. La segunda, elevar una mala experiencia a la categoría de axioma, es imprudente. Y, la tercera, quejarse por la presencia de nativos en su propia tierra, es tan ridícula, gilipollesca y delirante que sólo puede ser carne de guasa, zasca y burla.

Yo, por ejemplo, no se me ocurriría criticar a todos los británicos por culpa de la flemática prepotencia que encontré en el engreído staff de cierto hotel en Londres ni reprobar a todos los franceses por culpa de la clasista altivez que sufrí de ciertos parisinos en mi estancia en la capital francesa. Como no se me ocurriría tampoco protestar por la excesiva presencia de ingleses en Londres, franceses en París, italianos en Roma o yanquis en Florida. Esto no es cosa de educación sino de sentido común.

En fin. Quiero pensar que la disparatada protesta, digna de un sketch de los geniales Monty Python o de un episodio de Little Britain, se debe únicamente al soponcio de la señora por el desagradable trato recibido y al cabreo por el pastizal invertido de forma insatisfactoria, y no a un problema de xenofobia, chovinismo o demencia senil. De todos modos, como moraleja de esta anecdótica majadería, resultaría saludable que aquellos ensimismados turistas que detesten a los españoles por culpa de prejuicios, tópicos y falacias se queden en sus casas.

miércoles, 15 de agosto de 2018

Fernando Alonso se va

Fernando Alonso, mito español del deporte y leyenda mundial de la Fórmula 1, ha anunciado mediante un emotivo vídeo difundido en redes sociales que abandonará la Fórmula 1 al concluir esta temporada (esto es, el 25 de noviembre). Se marcha sin nada que demostrar, porque los números ya dan objetiva cuenta de él: 2 campeonatos mundiales, 3 subcampeonatos, 34 victorias, 97 podios, 22 poles. No es chovinismo, son datos: Alonso es un piloto que puede ponerse sin sonrojo ninguno el mismo estante que figuras como Ayrton Senna o Michael Schumacher

Ha sido el emblema y líder de las escuderías más legendarias y prestigiosas de la Fórmula 1 y lo único que hay que lamentar es que dichos equipos no hayan estado a la altura ni de su propia leyenda ni de la calidad de Fernando Alonso. Estoy convencido que, de haber tenido unos coches dignos, el asturiano muy probablemente habría adelantado en palmarés a Senna o Schumacher. Y ahí está el gran problema de Alonso y su diferencia respecto a muy buenos pilotos como Hamilton o Vettel: al español le han lastrado sus coches mientras que el inglés y el alemán no habrían conseguido tanto de no haber sido por sus máquinas. Así de sencillo, realista y cruel. Por eso se va, porque está cansado de comprobar una temporada sí y otra también que la excelencia nunca encontrará la forma de encajar con la mediocridad, de esforzarse para nada, de tener más paciencia que suerte en sus decisiones, de comportarse como un semental conduciendo gatillazos con ruedas. Cualquiera que haya seguido  mínimamente la carrera de Alonso estos años sabe que si no ha llegado a más ha sido por una desquiciante catarata de coches mediocres (con una fiabilidad de escopeta de feria), fallos de equipo (malas estrategias, rencillas en paddock, errores humanos) y mala suerte pero nunca por errores del asturiano quien está considerado pese a todo como el mejor piloto de la parrilla. Por algo será.

Al asturiano que reconquistó la Fórmula 1 para España hasta convertirla en un fenómeno mediático hay quien le critica su forma de ser, acusándolo de quejica, llorón, gruñón y prepotente. Debe ser que la honestidad está mal vista en estos tiempos de postureo, cinismo y buenismo. Criticar es fácil, quedar como un gilipollas también. De todos modos, para mí, la valentía, la calidad, la versatilidad, la astucia, la resiliencia, la habilidad y el pundonor que ha demostrado Fernando Alonso durante todos estos años en la F1 son motivos de sobra para admirarlo, si eres inteligente, o envidiarlo, si no lo eres.

Ahora, lo más probable es que el español que destronó al piloto de Fórmula 1 más laureado enganche a España a las carreras de resistencia como ya hizo con la F1 antaño, en pos de la "triple corona", un logro que, de conseguirlo, sería un perfecto broche para su carrera y un zasca para sus detractores. Estoy seguro de que es cuestión de tiempo que ello se haga realidad. ¡Puxa Alonso!
 

sábado, 11 de agosto de 2018

Tras el Hades

"La persona que sale del Hades no es la misma que entró en él". Esta frase, que mi mente atribuye (erróneamente o no) a Alejandro Gándara, es una gran verdad. Esa catábasis o descenso al inframundo, al mundo que hay más allá de lo cotidiano o terrenal, no sólo tiene validez en mitos griegos como los de Orfeo, Heracles u Odiseo. No, ese viaje del alma en vida al mundo tenebroso existe bajo diferentes formas y contextos, funcionando como una especie de ordalía, de rito iniciático, de prueba definitiva que, en el caso de sobrevivir, supone un renacimiento interior, una transfiguración íntima catalizada por el conocimiento adquirido durante ese tour infernal, lo cual entronca con esa exposición de uno ante la muerte entendida como trance traumático y decisivo del que hablaba Joseph Campbell en El héroe de las mil caras, el lance vital que o bien te aniquila o bien te "educa" para regresar a tu mundo y triunfar; una prueba que te cambia por dentro por completo y que, de superarla, te hace aprender lo necesario para no caer derrotado en lo venidero; el momento capital en el que el auténtico héroe se revela a sí mismo.

Decía que esa catábasis existe y lo afirmo no por postureo pretencioso y petulante sino con conocimiento de causa puesto que yo estoy saliendo de ese viaje del Hades. Y no, no soy en absoluto el mismo que inició ese viaje. Ese descenso a la oscuridad me ha marcado, me ha cambiado y me ha enseñado. Y no comparto todo esto por victimismo ni exhibicionismo sino por si sirve de algo, aunque sea de esperanza, a quien esté inmerso en ese durísimo viaje por la erosiva e implacable oscuridad. Únicamente por eso escribo este artículo.

Mi viaje por el Hades comenzó por un trauma laboral (despido improcedente tras casi una década trabajando muy bien y muy duro en una de las multinacionales más prestigiosas del país) pero no tardó en derivar en el completo colapso de todo ese castillo de naipes que es el sistema de certezas que cada persona tiene y sobre el que se asienta toda su estabilidad y planificación. Me quedé en el paro en el peor momento de la crisis económica que sufría España. Mis proyectos personales y profesionales pasaron súbitamente a ser un desván de trastos empolvados a la sombra. Mis ahorros no tardaron en esfumarse casi a la misma velocidad que mis planes a corto, medio y largo plazo. Mis contraproducentes esperanzas en que mi currículo, formación y perserverancia me ayudarían a encontrar la salida se desvanecieron como espejismos. Mis ánimos empezaron a resquebrajarse con el paso de los días sin (buenas) noticias, las puertas cerradas, las palabras vacías y los pesados silencios. Y el hueco dejado por la moral perdida lo fueron ocupando las dudas, los miedos, las inseguridades y, finalmente, el pesismismo. A todo ello ayudaron bastante las frustraciones y decepciones causadas por una tóxica ingenuidad, una fragilidad naif fruto de la burbuja en que había vivido hasta entonces, una hipersensibilidad que viene de fábrica, una excesiva confianza rayana en la soberbia y los nocivos efectos de la retórica buenista que tan extendida está hoy en día y tan lucrativa resulta para los gurús de la autoayuda. Lo peor de todo es que lo que tuvo un origen estrictamente laboral acabó por afectar negativamente a todo lo que cabe baje el adjetivo "personal", creándose así problemas, crisis, tensiones o dificultades extra en varios frentes ajenos a lo profesional, originando un contexto de "si pongo un circo, me crecen los enanos". En ese sentido, creo que no hay impotencia más amarga, más incluso que asumir que las dificultades están fuera de tu control, que ver cómo un problema tuyo afecta a las personas que más te quieren.


Lógicamente, durante toda esa travesía de "llanto y crujir de dientes", hice cuanto estuvo en mi mano para arreglar el principal problema: la ausencia de empleo. Hago un alto para destacar un detalle importante: tan verdad es que el dinero no da la felicidad como que la tenencia de un trabajo facilita plantearte ser feliz tanto como lo hace la tenencia de buena salud; dicho de otro modo: la sociedad actual no es tenga su razón de ser en el "vivir para trabajar" sino en el "trabajar para vivir" y de eso te das cuenta cuando careces de un trabajo; una buena muestra de ello es que mientras mis amistades seguían con sus vidas (casándose, teniendo hijos, etc) yo estuve varado en un bucle, en un reiterado "día de la marmota" sin Bill Murray pero con bastante drama. Vuelvo al asunto: ante el desempleo, me rebelé de la única forma que podía: mandando mi CV a diestro y siniestro, inscribiéndome en cientos de ofertas que me llegaban al e-mail (verbigracia de Linkedin, Indeed, Infojobs y similares), aceptando cualquier oportunidad legal y honrada de ingresar algo de dinero y presentándome a varias oposiciones (un masivo y atroz juego de las sillas que en los tiempos del indecente "precariado laboral" es sin embargo una de las opciones más claras de conseguir un trabajo digno y estable). En definitiva: hice todo lo que estaba en mi mano para buscarme (la forma de ganarme) la vida. ¿Resultado? Aprendí bastante sobre la delicadísima e indignante situación que viven cientos de jóvenes desempleados en España y aún más sobre la falta de vergüenza o educación de ciertos empleadores a la hora de equilibrar exigencias, condiciones y remuneraciones laborales. ¿Conclusión? Ese viaje, más que por el Hades, fue por el Tártaro, porque hubo mucho de tormento en aquellos años. Durante ese tiempo, me sentí como Sísifo: levantarse cada día era inspirar toda la moral que cupiera para lograr llevar por fin la piedra a lo alto de la montaña sin que cayera. El problema es que finalmente la piedra caía un día sí y otro también. Y eso agota la paciencia y el ánimo.

No miento si digo que durante estos últimos años he vivido mis peores momentos, mis "noches más oscuras". He sentido y pensado todo lo que siente y piensa una persona sin ánimo en la faltriquera, sin autoestima en el zurrón y sin esperanza en el depósito. Spoiler: no es nada agradable. Ni justo, porque ninguna persona de bien se merece vivir en piel propia semejantes dosis de pesimismo y nihilismo. De ello tuve buena parte de culpa yo (por mi bisoñez, ingenuidad, credulidad, sensibilidad e infundada esperaza)...pero no sólo yo, ya que diversos contratiempos, chascos y decepciones resultaron claves para ese apagón. 

Ha sido, en definitiva, la etapa más oscura de mi vida. Algo que, mirado en perspectiva, ha resultado enormemente positivo en varios aspectos, que es la razón por la que escribo el artículo. Pasar por "esto" (voy a resumirlo así de toscamente) me ha hecho más maduro, prudente, cauto, serio, humilde, sabio, realista, cerebral, resiliente, hermético, comprensivo, desconfiado, paciente, pragmático, agradecido y empático. Pasar por "esto" me ha hecho dejar de ser inocente, ingenuo, buenista, bocazas, iluso, impulsivo, confiado, espontáneo, sensiblero y pasional. Pasar por "esto" me ha purgado de prejuicios e ideas tremendamente perjudiciales y desbrozado de personas que a la hora de la verdad no han sabido, demostrado o querido "estar ahí". Pasar por "esto" me ha hecho replantear mi escala de prioridades y recalibrar mi reparto de afectos. Pasar por "esto", en definitiva, me ha enseñado mucho o, al menos, lo necesario para ser mejor persona y estar preparado para la vida real. 

No soy un héroe, como diría Campbell, pero sí sé que he vencido, que he superado esa prueba que o te aniquila o te enseña para siempre. Porque he aguantado sin tirar la toalla (aun queriéndola tirar) hasta que la caprichosa vida me ha devuelto la suerte de conseguir un nuevo empleo (y estable, lo cual hoy en día es como tener el Santo Grial en una mano y el Guantelete del Infinito en la otra), logrado éste por cierto gracias a la impagable mediación de mis primas. Resistir, aguantar, vencer, superar este tortuoso desafío no ha sido fácil ni agradable ni gratis ni lo he hecho solo. En este sentido, por miedo a dejarme alguna en el tintero, no voy a mencionar a todas las personas a las que estoy agradecido por lo que me han apoyado y ayudado; esas personas ya saben quiénes son pero lo que no saben es que su ayuda, su apoyo, su ánimo, su afecto y su aliento en estos años tan durísimos es algo que no olvidaré jamás.

Acabo ya, pero lo hago con unos consejos míos que espero que sean de utilidad o alivio para quienes estén pasando eso que eufemísticamente se llama "mal momento":
- Sólo en la oscuridad se revelan las cosas y personas que brillan por sí solas.
- Eres lo que demuestras, no lo que otros o tú mismo crees que eres.
- Ten en tu vida y en tu corazón sólo lo imprescindible para no sufrir. Todo lo demás o es innecesario o es lastre.
- Ten alguien a quien querer y algo por lo que luchar. Crea tu propia Ítaca.
- Ten fe, sí, pero en ti, porque Dios está demasiado ocupado como para enviarte un milagro y el resto de las personas están suficientemente pendientes de apañar su vida.  
- Ten claro que en la vida ni lo bueno ni lo malo duran eternamente y estáte preparado para ello. 
- Asume que vivir no es otra cosa que reaccionar a la propia vida. Ten sueños y metas pero no tengas planes, porque la vida es especialista es convertir cualquier plan en papel mojado. Tu fortaleza y flexibilidad mental es tu mejor plan. 
- La voluntad no basta para triunfar (quien te diga lo contrario, te miente) pero sin voluntad es totalmente imposible superar cualquier adversidad.
- Las cosas no pasan solas: que la suerte te pille dándolo todo.   
- La melancolía te hunde en el pasado y la elucubración te arranca del presente: céntrate en el ahora, que es donde van a venir los triunfos o los problemas.
- Cuando sientas que no puedes más, ve siempre un paso más allá y aguanta un segundo más. Déjate sorprender por ti.
- Tolstoi tenía razón cuando decía que los dos guerreros más poderosos son el tiempo y la paciencia.
- La clave no está en no tropezar nunca sino en levantarse siempre.
- "Dale, dale, dale, que alguna cae". Esto lo dijo Simeone, quien tiene la mala costumbre de tener razón.