miércoles, 31 de octubre de 2007

Una pequeña obra maestra

El mundo del cine es curioso. Se dan casos de personas que, al abandonar la interpretación, alcanzan mejor valoración que cuando aparecían ante las cámaras. Es lo que les pasará a buena parte de actores españoles actuales cuando hagan el impagable favor de "retirarse" (empezando por la insufrible mema divinizada que responde al nombre de Penélope Cruz). Y es lo que ha ocurrido con Clint Eastwood y, más recientemente, Ben Affleck. Gracias a ello, el maestro Eastwood ha legado al cine en los últimos años soberbias muestras de arte cinematográfico como "Sin Perdón", "Mystic River", "Banderas de nuestros padres" o "Cartas desde Iwo Jima". Y, gracias a ello, el señor Affleck ha debutado en la dirección con una magistral película que le sitúa, por razones estilísticas y conceptuales, en la shakespeariana senda del mejor Eastwood director: "Gone, baby, gone", película a cuyo preestreno tuve la inmensa suerte de poder acudir anoche.

"Adiós, pequeña, adiós", como se ha traducido al castellano, es una modesta ópera prima con un talento y una calidad desbordantes en todos los aspectos desde los que se quiera mirar: Dirección, guión, reparto, interpretaciones...En esta película, la primera de Affleck tras las cámaras, hay más cine, genio y arte que en la filmografía de bastantes directores, presentes y pretéritos, cuyos nombres, por decoro, no voy a citar. El argumento del film, basado en la novela homónima de Dennis Lehane (autor de la excelsa "Mystic River"), aborda la desaparición de la niña Amanda McCready en un humilde barrio de Boston, hecho que lleva a una joven y honesta pareja de detectives privados a implicarse en una búsqueda en la que los aspectos más sombríos no están siempre en el lado ajeno a la ley y que les deparará, como al espectador, más de una sorpresa...Un imponente drama con aroma de thriller que tiene una credibilidad rayana en el documental gracias a las sensacionales interpretaciones de los acertadísimos Casey Affleck y Michelle Monaghan, la solvencia habitual de dos maestros de la interpretación como Morgan Freeman y Ed Harris y un plantel de secundarios que bordan sus personajes.

Quien quiera buscar en esta película el morbo de la desaparición de menores o la insana comparación con un hecho real con tintes tan increíbles como cinematográficos, quedarán decepcionados. No es por tanto un film morboso ni oportunista y sí una película con más verdad y honestidad que cualquier declaración del matrimonio McCann. "Adiós, pequeña, adiós", habla de conflictos humanos y morales con una forma y rotundidad que sólo se encuentra en los dramas de William Shakespeare y las películas dirigidas por Clint Eastwood. Así de sencillo. Es un film que, además de deleitar cinematográficamente, plantea al espectador cuestiones como ¿está siempre clara la frontera que separa "lo bueno" y "lo malo"? o, la pregunta sobre la que gira la esencia de la película, ¿hacer lo correcto implica siempre estar haciendo lo mejor? Una duda que, cuando menos, especialmente después de ver la película, da que pensar...y mucho.

En definitiva, "Adiós, pequeña, adiós", es un film pequeño en sus pretensiones y absolutamente colosal en sus resultados, es cine de primera magnitud y una película agridulce que demuestra que Ben Affleck como actor es incluso mediocre pero como director tiene visos de maestro.

lunes, 29 de octubre de 2007

Cal y olvido

Este artículo no va para quienes comulgan con mis ideas. Este artículo no va para quienes lo leerían. Este artículo va para quienes me criticarían y criticarán por lo que voy a decir, que es básicamente expresar lo que pienso y siento. Para todos ellos, desde el más distante de los respetos, escribo este artículo.

Anoche tuve la oportunidad y la suerte de ver en Telemadrid el documental "La Cruz, el Perdón y la Gloria", basado en el libro homónimo, y que analiza detallada y argumentadamente la cruel persecución religiosa que se sufrió en España durante la II República y la Guerra Civil. El reportaje, impecable en la forma y el contenido, me pareció emocionalmente difícil de soportar pero de una grandeza humana y una higiene democrática difíciles de encontrar en la televisión de los últimos años. Quizás lo más loable sea la ausencia de cualquier revanchismo y sectarismo, dejando que los hechos y los datos hablaran por sí solos al corazón de quien lo tenga. Verlo me provocó muchas reacciones, entre ellas, acordarme del infecto proyecto de Ley de Memoria Histórica de la que ya di cuenta hace no mucho, preguntándome en qué parte de ese viciado texto se hace justicia o se recuerda para bien a las personas citadas en nombre o número en el documental. Como supe la respuesta, decidí escribir este artículo.

Recordar el pasado no significa pervertirlo a gusto personal o político. Hacer justicia no significa olvidar arbitrariamente a víctimas tan inocentes como cualquier otra. Honrar la memoria no significa echar cal viva sobre crímenes impunes para abocarlos a la cruel condena del olvido. Y reivindicar todo esto no es ni sectario, ni extremista ni exaltado y sí un ejercicio de decencia, sensatez y humanidad.

¿Por qué digo todo esto? Pues porque desde hace años y desde múltiples ámbitos se quiere imponer un enfoque de la II República y de la Guerra Civil tan sesgado como maniqueo cuya objetividad está en el mismo lugar que la decencia de quienes defienden vilmente unos argumentos en los que la primera víctima inconfesa esa la verdad. Un enfoque que encuentra su máximo exponente en el citado proyecto de Ley y que olvida que en la historia y en la vida no todo es blanco o negro y que en períodos convulsos o sangrientos como lo fueron nuestra II República y la posterior contienda bélica las causas de la vergüenza y las fuentes de la infamia no hay que buscarlas sólo en una parte. La barbarie y la vileza humana no son patrimonio exclusivo de nadie, como no lo son la libertad ni los valores humanos. Por eso, estoy convencido y sé perfectamente que en la II República hubo personas loables y deleznables a un lado y a otro de la trinchera ideológica, igual que en la Guerra Civil se cometieron salvajadas inhumanas tanto en un bando como en otro (Ej: la matanza de Paracuellos y el fusilamiento de las 13 rosas). Idealizar o demonizar no es sano para nuestra sensatez ni para la convivencia de los que vienen detrás. Y el mejor ejemplo de esto es lo que está ocurriendo en España desde 1936.

Tolero, entiendo y respeto que exista gente que no comparta mis ideas o credo, especialmente si están en mis antípodas, porque en eso consiste ser humano, sensato y "demócrata". Pero lo que no voy a tolerar, entender ni respetar es que exista gente que ningunee, infravalore u olvide a conciencia unos crímenes, dedicando sus esfuerzos a relativizarlos o devaluarlos cuando no a justificarlos, o alabar e idealizar a quienes los cometieron o a las ideas que les espoleaban. Por ahí sí que no voy a pasar. No hay ley ni ideología ni circunstancia ni pretexto que justifique la muerte pero tampoco que se eche cal viva sobre lo que nos recuerda la barbarie, la infamia y la injusticia.

Por eso, porque estoy harto de la pantomima repugnante, hipócrita y sectaria en que se ha convertido España en este tema, escribo este artículo. Porque yo no quiero cal viva sobre esos recuerdos. Porque yo no quiero olvidar. Yo no quiero olvidar que en este país si alguien es de derechas (o de las etiquetas eufemísticas que se suelen utilizar para referirse a ello) y consecuente con sus ideas se le tienda a demonizar y atacar en lo personal y a clasificarle como poco o nada demócrata o ciudadano sin juicio ni valor político. Yo no quiero olvidar que en este país existe miedo a hablar sinceramente de según qué temas gracias al revanchismo visceral que se ha instalado en la esfera política, cultural, mediática y artística. Yo no quiero olvidar la represión tácita y la velada persecución emocional, profesional y/o personal que sufren los que piensan distinto a los lobbies de izquierdas. Yo no quiero olvidar que a la II República la bañaron en sangre y fuego los antecesores de los que hoy expiden carnés de democracia, tolerancia y respeto. Yo no quiero olvidar que fue gente como el socialista Largo Caballero quien avivó las hogueras del odio, el miedo y la muerte. Yo no quiero olvidar que en la Guerra Civil no sólo el llamado bando nacional protagonizó salvajadas. Yo no quiero olvidar a las hordas de sádicos anfalbetos y sanguinarios mentecatos que excusándose en la supuesta defensa de un régimen o una ideología abandonaron su humanidad en una cuneta o ante un muro para convertirse en un ejército de depredadores sin más estandarte que la crueldad. Yo no quiero olvidar las fosas comunes, las tumbas profanadas o la destrucción de edificios donde sólo cabía la humanidad y el respeto. Yo no quiero olvidar que en este país la cultura en general y el cine en particular sólo saben hablar de aquella época de forma guiñolesca y maniquea siempre desde el mismo lado de la trinchera. Yo no quiero olvidar que gente como la periodista tubercular Mª Antonia Iglesias hizo que la II República acabara como acabó y que España se inundara de sangre. Yo no quiero olvidar que cuando veo a Santiago Carrillo estoy contemplando a un asesino impune y un ser abyecto y amoral. Yo no quiero olvidar las lápidas, placas, estelas y los monumentos que recuerdan con nombres y fechas a quienes murieron simplemente por ser católicos y/o pensar distinto a quienes los mataron en nombre de un régimen, un sistema o un partido político. Yo no quiero olvidar que en este país, gracias a ciertas personalidades políticas, periodísticas y artísticas, la justicia, la historia, la sensatez y la verdad nunca harán las paces.

Mi crimen es no querer olvidar. Es pensar diferente. Es decir lo que pienso. Es defender lo que creo. Es saber por qué estaría dispuesto a luchar hasta el último aliento. Es honrar a todos los que, muriendo tan injusta e impunemente como otros, están siendo ninguneados y olvidados. Es estar orgulloso por ser consciente de que en la II República de Largo Caballero o en la zona republicana de la Guerra Civil yo tendría las horas contadas por ser honesto, consecuente y católico.

miércoles, 17 de octubre de 2007

Jack Bauer, en búsqueda y captura (televisiva)

Saturno devorando a sus hijos. Ésa es la mejor metáfora de la política de programación de Antena 3 respecto a sus series. Cambiar de día u hora con frecuencia una serie está a la orden del día, excepto en cadenas que saben rentabilizar con tino sus grandes apuestas (Telecinco con "CSI" y "Hospital Central", Cuatro con "House" y "Anatomía de Grey", etc), pero lo de Antena 3 con sus series es algo digno de estudio. O repite series buenas y/o entretenidas hasta que las sepas de memoria, o despacha toda una temporada en cuatro entregas maratonianas, o sitúa series de calidad 'prime-time' en el limbo de la madrugada, o directamente las manda a dormir el sueño de los justos mientras no sueltan los derechos para que otras cadenas las puedan adquirir y emitir con más dignidad.El último ejemplo: "24", una serie de culto (en EEUU va camino de su séptima temporada) que constituye uno de los mayores éxitos de Fox y que goza en su haber de 1 Globo de Oro (Kiefer Sutherland) y 5 premios Emmy (entre ellos, el de "Mejor serie dramática").

Viendo la parrilla de programación de Antena 3, me asaltan las dudas de cuál es el concepto de 'calidad' y 'seriedad' que tienen sus responsables. Dejando aparte el bochorno de sus programas 'rosa', magazines y tertulias gaztañescas, lo que hace Antena 3 con sus series, tiene su miga: a las buenas, las tienes que seguir la pista cual Jack Malone a lo largo y ancho de su parrilla semanal. Y a las demás (por lo general, españolas), te las tienes que comer con patatas y sin bicarbonato en 'prime-time'. ¿Es esto respetar a los espectadores? Para que se hagan una idea, es como si Cuatro emitiera "House" a partir de la medianoche o si Telecinco retirara de su programación "CSI" para poner en horario de máxima audiencia "R.I.S.".

Volviendo a "24", el cabreo de sus seguidores, entre los cuales me encuentro, es lógico. Primero se pasan todo un verano anunciando el estreno de la sexta temporada. Luego transcurren semanas hasta que se atisba la fecha de emisión. Seguidamente, pasan a emitir dos capítulos seguidos, pero, eso sí, a partir, como pronto, de la medianoche. Y, finalmente, cuando la trama y la acción ya se han asentado y la expectación de los leales a Jack Bauer es máxima, la quitan sin previo aviso de la parrilla.

¿Qué pasará a partir de ahora? Pues vaya usted a saber: a lo mejor la sacan en DVD antes de que Antena 3 diga algo al respecto, quizás aumenten las descargas de "24" en Internet, tal vez dimita algún responsable de programación en Antena 3...El destino de "24" en Antena 3 es una incógnita aún mayor que la resolución de cualquiera de sus temporadas.

En fin. Después de todo esto, ¿qué sería Antena 3 sin "Los Simpson"? Quiero decir además de una cadena vulgar, insulsa y propensa a producir castañas catódicas.

Publicado el 17 de octubre en CiudadanoTV, en http://www.elmundo.es/

lunes, 15 de octubre de 2007

Desmemoria histórica

Alzheimer histórico. Memoria revanchista. Recuerdo dirigido. Por si alguien lo duda, estoy hablando del proyecto de Ley de Memoria Histórica, impulsada por el PSOE y sus aviesos compañeros de disparates. Al igual que una adolescente en primavera hormonal, esta Ley (porque lo acabará siendo) está maquillada para aparentar lo que no es. ¿Y qué es? Pues, si se estudian mínimamente el texto y sus trampas, cualquiera con seso y serenidad se dará cuenta de que esta Ley es un disparo a bocajarro a la Transición y una suerte de exorcismo político que, dada la cantidad de muertos invocados, mentados, aludidos u olvidados, ríete de "Poltergeist". Es sano dejar descansar en paz a los muertos, pero bueno, necrófilos hay en todas partes y zotes también. Si practicar la oui-ja tiene más peligro que nadar entre pirañas, no te digo nada desempolvar el tema de la Guerra Civil y sus causas y consecuencias para supuestamente hacer justicia a todos...y de facto sólo a algunos. Así pues, olé las narices de quienes impulsan esta Ley, porque se han metido en la boca del Hades...Humor negro aparte, me gustaría hacer ciertas consideraciones:

  • Sobre las guerras: Que yo sepa, en toda guerra hay como mínimo dos bandos que se sacuden mutuamente, hasta que uno se dé por vencido. Es decir, salvo que estemos hablando de una improbable guerra gay, en la que unos sólo dan y otros sólo reciben, en las guerras no hay un bando que se dedica a disparar a todo lo que se mueve mientras el otro reparte flores brincando y cantando temas de ABBA. Así pues, dejémonos de victimismos demagógicos y falsos porque, del mismo modo que en la guerra no hay ganadores, no hay tampoco un único culpable a quien demonizar. Guerras o confrontaciones civiles han sufrido todos los países y todos, menos uno, han sabido pasar página con sensatez y elegancia. Es parte de la esencia española la afición por dar la nota.
  • Sobre los muertos: En contra de lo que puede parecer, a juzgar por que dicen ciertos historiadores, políticos y demagogos de ocasión, en la Guerra Civil española murió gente de ambos bandos y también personas que lo único que querían era sobrevivir a la barbarie y cuyo credo político no era más que el de poder ver amanecer al día siguiente. Y murió tantísima gente porque desmanes y atrocidades se cometieron en ambos bandos, ya que la crueldad, la injusticia y el sadismo no entienden de ideologías: lo mismo les da Hitler que Stalin, azul que rojo, nacional o republicano. En nuestra guerra murieron miles de personas simplemente por "ser" o "no ser", según el caso, y lo que te salvaba en un sitio te condenaba en otro (Ejemplo-dato: Durante la Guerra Civil, en zona republicana, 13 obispos, 4.184 sacerdotes, 2.365 religiosas, 263 monjas y miles de seglares son asesinados sólo por ser católicos). Con esto quiero decir que el mismo derecho a llorar y reclamar a sus muertos tienen las víctimas de un bando como de otro. ¿He dicho tienen? Perdón, "deberían tener", porque la realidad es otra...
  • Sobre las postguerras: Salvo que hablemos de la minúscula élite de verdaderos beneficiados por una contienda bélica, lo cierto es que el país y la vida presentan la misma desolación y las mismas dificultades para todos. La familia de mi madre, por ejemplo, se buscó las castañas, tragó quina y trabajó duro, durísimo para salir adelante después de la Guerra Civil y ¡oh, sorpresa! no era simpatizante del bando republicano. Y como esta familia, muchas, muchísimas más. Igualmente, hay quien aprovecha las postguerras para comenzar a amasar fortunas y forjar imperios, pero a lo mejor no es políticamente correcto hablar de Paul Anco ahora...Sea como fuere, lo que quiero dejar claro es que una guerra es una putada y una vergüenza para todos, especialmente para los que se "quedan". Quien no lo quiera ver, es un memo, y quien quiera apropiarse del papel de víctima o erigirse en expendedor de carnets de afectados, un vil y repugnante sinvergüenza.
  • Sobre la II República: La Segunda República dista mucho de ser el Estado Hippy que muchos se empeñan en presentar. Soñar no es sinónimo de recordar ni "ideal" es lo mismo que "real". Como cualquier sistema o régimen político, tuvo sus cosas buenas y sus cosas malas. Pero, si un adjetivo define perfectamente a la II República es "convulsa". Crispación política, devaluación institucional, huelgas, altercados públicos, asesinatos...Es decir, como ahora, pero con hambre y una crisis económica de profundidad tipo sima. Datos: 251 asaltos de templos, incendios sofocados, destrozos, intentos de asalto; 269 Muertos; 1287 Heridos de diferente gravedad; 215 Agresiones personales frustradas o cuyas consecuencias no constan; 69 Centros particulares y políticos destruidos; 312 Id. asaltados; 113 Huelgas generales y 228 Huelgas parciales; 10 periódicos totalmente destruidos, todos de derecha; 83 Asaltos a periódicos, intentos de asalto y destrozos; 146 Bombas y artefactos explosivos; 38 recogidos sin explotar...No se puede buscar el origen o identificar los detonantes de la Guerra Civil obviando la brutal convulsión que vivió España esos años...y no se puede entender dicha "agitación" sin recordar a demócratas y estandartes de la libertad y el respeto al adversario como Francisco Largo Caballero o Dolores Ibárruri o a organizaciones tan pacíficas y bucólicopastoriles como la CNT. Sea como fuere, es evidente, a tenor de los hechos objetivos, que el caos en que derivó la II República puso la alfombra roja al pandemónium de la Guerra Civil. Unos pusieron la pólvora y otros la mecha encendida. Así de sencillo, cruel y doloroso.

Dichas estas consideraciones y en lo tocante a la Ley, escribo unas reflexiones, para que quien quiera, piense:
* Quítame allá esos símbolos: ¿Por qué se quieren quitar símbolos, estatuas y emblemas con el pretexto, que entiendo, de que molestan o hieren la sensibilidad de algunas personas y en cambio se dejan otros que pueden molestar y herir de igual forma a otras? Si vamos a ser tendenciosos, sectarios y revanchistas, de acuerdo; pero si utilizan la palabra "justicia" e "igualdad", pues deberían quitar las calles, efigies, placas, parques y demás dedicados a bellacos infames como, por citar sólo tres casos, el vil Largo Caballero, la letal Dolóres Ibárruri o el repugnante y asesino Santiago Carrillo, porque a mí y a más gente, ofenden y hieren la sensibilidad. A ver si es que hay opiniones y sensibilidades de distinta categoría y yo no me he enterado...

* La Transición, papel mojado: Ya que con esta Ley gustan de revisar lo enterrado y zanjado en la Transición, pues propongo que el hoy santo de la democracia y las libertades Santiago Carrillo sea juzgado, aunque sea de cara a la galería, por los crímenes que, cuando menos, instó y aplaudió durante la Guerra Civil; que los descendientes de Paul Anco devuelvan por dignidad el dinero equivalente al que amasó su padre a la sombra de la postguerra y al amparo de una dictadura; o que, puestos a quitar toda herencia del franquismo, se retire del panorama político-institucional a cierto delfín del dictador que se lavó la cara un 23F. ¿O es que con eso ya no se atreven?
* Los otros muertos: Parece ser que lo "políticamente correcto", gilipollesco y demócrata es hablar de sólo unos muertos cuando se menciona el tema de la Guerra Civil. Es decir, que lo aceptable y aceptado es lamentar, llorar, reivindicar y clamar por las fallecidos del bando republicano o asesinados por parecerlo, apoyarlo o narices, porque murieron "víctimas de la barbarie y la sinrazón, defendiendo sus ideales y la libertad". Será que "los otros muertos" murieron porque sí y con ellos murieron sus derechos y los de sus familiares...¿A dónde quiero llegar? Pues a que me parece normal y entendible humanamente que una viuda, hermano, hijo, nieto, sobrino, primo, bisnieto, tataranieto o pariente quiera que su muerto esté localizado y enterrado con dignidad y respeto y que se le ayude institucionalmente a ello. Y ojo que no he hablado de un bando u otro, sino que hablo en general, de los dos, no como la Ley de marras...Porque, "los otros muertos" de la Guerra Civil, las víctimas del llamado "bando nacional" o que "simplemente" murieron a manos del republicano, no fallecieron a consecuencia de gripes, tropezones o ataques al corazón. Tanto derecho a descansar en paz tienen unos como otros. A ver si ahora, por estar en cierto bando, no pasa nada porque te pudras en una fosa común de paradero desconocido... Hacer distinciones entre muertos o utilizarlos como vehículo de venganza y revancha demuestra que, quien así piensa y siente, tiene el corazón más podrido que su familiar difunto. Ninguna vida vale más ni menos que otra.
En fin. Si hay justicia, genial, que sea para todos, pero de verdad y no de boquita. Aunque, yo me pregunto, a punto de llegar al 70 aniversario del final de la Guerra Civil...¿vamos a pasar página de una vez o se va a abrir de par en par el Necronomicón?

sábado, 13 de octubre de 2007

Huérfana de originalidad

El jueves se estrenó la película española "El Orfanato", seleccionada para representarnos en los Óscar, si es que sobrevive a la criba. Un film de terror nacido al amparo del mecenazgo de Guillermo del Toro y que tiene en Belén Rueda su mejor argumento y estandarte. Con una campaña publicitaria telecinqueña sólo comparable a la que tuvo "El laberinto del fauno", la ópera prima del barcelonés Juan Antonio Bayona viene rodeada de un halo de expectativas que sin duda le asegura una excelente recaudación, aunque el regusto a la salida del cine sea de frustración.

Lo mejor de "El Orfanato" son la impecable factura visual y la sensacional actuación de Belén Rueda, quien, junto al dinero de Del Toro y Telecinco, es el verdadero sustento de esta película. ¿La prueba? Es sencillo: Quiten de este film a Belén Rueda, el apadrinamiento de Del Toro y la publicidad de Telecinco y estaríamos ante una película más de terror del subtipo "casa con fantasmas" de las muchas que pueblan los videoclubs y la cinematografía de las últimas décadas. Por lo demás, el resto del reparto ofrece correctas actuaciones pese al mal provecho que saca el director de muchos personajes, la música es, por suerte, misteriosamente "timburtoniana", la casona de marras es extraordinaria, y el argumento...Bien, aquí quería yo llegar, a la trama. Aquí es donde se nota que Juan Antonio Bayona ha visto mucho cine, especialmente de terror, porque "El Orfanato" es, única y exclusivamente, un collage de homenajes, citas, referencias, copias o como prerfieran llamarlo de otras películas que ya se han visto: "Los Otros", "Poltergeist", "Al final de la escalera", "Frágiles", "El internado"...De todas ellas sustrae o emula la atmósfera o "ideas" para la trama. Coincidencia o no, el espectador que tenga en su haber películas como las citadas contempla cómo a medida que avanza el metraje de "El Orfanato" la originalidad se va cañería abajo. De esta manera, con el factor sorpresa herido mortalmente desde el inicio y hasta el final (desenlace que, por ejemplo, es más que similar al de "El internado"...), esta película asusta pero no asombra. Si se asume esto antes de verla, la sensación al terminar será satisfactoria y uno pensará más en el miedo que pasó en la escena del armario o con el juego de ultratumba "Un, dos, tres, toca la pared" que en "¡Cáspita! Esta escena es igualita a la de aquella película que...".

Por otra parte, me gustaría incidir en el mal tratamiento que se hace de ciertos personajes secundarios, pues el director opta por presentarlos de una forma que les concede unos visos de importancia en la película que finalmente no tienen. A saber: la inquietante y ajada Benigna, la psicóloga Pilar que tan pronto se queda como se va y la médium Chaplin y su equipo. Más que personajes, son meros pretextos para zurzir ciertas partes de la trama y eso, hablando de actores más que dignos, es desperdiciarlos. No obstante, hay que decir que, por muy bien que hubieran estado presentados y tratados los personajes secundarios, habrían quedado eclipsados por la estupenda interpretación de Belén Rueda que, con dos películas, ha demostrado más talento que la divinizada Penélope Cruz en toda su filmografía.

En resumen, "El Orfanato" es una buena oportunidad para acongojarse con sustos "de los de toda la vida" y disfrutar de una de las mejores actrices españolas de los últimos años, pero también es una película que, le pese a quien le pese, nace y muere huérfana de originalidad.

miércoles, 10 de octubre de 2007

Hasta siempre, maestro, amigo

El pasado martes 2 de Octubre falleció el padre Eduardo Razquin Antía. De él sólo puedo decir que es una de las personas más buenas y lúcidas que he conocido en toda mi vida y alguien de quien aprendí mucho y de cuyo cariño y aprecio me sentí muy honrado. Por esa razón, creo que el mejor tributo que le puedo rendir es "publicar" la entrevista que le hice en 1999 y que transcribo a continuación:

Entrevista con Eduardo Razquin Antía, fraile agustino recoleto.

“Me gustaría que dijeran de mí: fue un hombre bueno, sencillo, un poco charlatán, pero un hombre bueno”

Eduardo Razquin Antía, el padre Eduardo, como le llaman sus allegados, es un entrañable sacerdote cuya simpatía, bondad y facilidad de palabra le hacen llegar rápidamente al corazón de quienes le rodean. Desde que salió de su querida Navarra, Eduardo Razquin ha regalado su enorme corazón a Dios, a los demás, a la vida. Sacerdote, misionero, profesor y, por encima de todo, buen hombre, el padre Eduardo ha hecho que el lema “Ama y haz lo que quieras” quede patente en toda su trayectoria humana.

La parroquia Nuestra Señora de la Consolación se encuentra en un bello parque madrileño del distrito de Retiro. Allí, en un humilde despacho parroquial donde una mesa y una sencilla estantería quedan bañadas por la tenue luz que arroja una ventana, el padre Eduardo aguarda recostado sobre un sillón. En sus manos, un bastón recuerda que 81 años no perdonan. Sus ojos, escondidos tras unas grandes gafas, desprenden una vitalidad que perdura desde la ya lejana niñez, transcurrida en las localidades navarras de Salinas de Oro y Roncesvalles. En aquella época de su vida, llena de “muchos, buenos y variados recuerdos”, el cariño hacia la figura de su madre, entregada totalmente al cuidado y educación de sus nueve hijos, es tan grande que aún hoy lleva la ternura a las palabras del padre Eduardo: “Mi madre era el cien por cien de mi vida. A ella le debo toda mi formación humana y espiritual”.

Los primeros años
Desde pequeño, su ilusión era la de ser sacerdote “y eso es algo que aún hoy no me ha abandonado”, dice con orgullo.
P:
¿Cómo reaccionó su familia al comunicarles que quería ser sacerdote?
R: Mi madre me besó con locura y me dijo: “Hijo, me das la alegría más grande”. Mi padre nunca se opuso y mis hermanos creo que no lo comprendieron (Ríe).
Su ilusión comenzó a hacerse realidad cuando, a la edad de 15 años, Eduardo Razquin entró en el colegio de Agustinos de Sos del Rey Católico (Zaragoza) para completar sus estudios e iniciar su formación sacerdotal. “Allí empecé a ser realmente consciente de lo que significaba ser cristiano. Vivíamos una vida espiritual extraordinaria”. Tras seis años en Sos, la constancia del padre Eduardo le llevó en 1939 al convento Desierto de la Candelaria (Colombia), donde finalizó su preparación sacerdotal. Y así, su gran ilusión de niño se terminó de hacer realidad un 24 de septiembre de 1941, día en que Eduardo Razquin celebró su primera misa como sacerdote. “Es indefinible lo que sentí aquel día”, afirma con una gran emoción en sus ojos.

Misionero y profesor
La ilusión por difundir el Evangelio le llevó años más tarde a las misiones de la selva tropical sudamericana, donde pasó los tres años más felices de su vida. “Había muchos problemas, una carencia absoluta e incluso sufrí fiebres que me tuvieron enfermo durante meses. A pesar de eso, salí llorando de las misiones...¡Ojalá hubiese podido volver!”, afirma con gran melancolía.
Tras su estancia en las misiones, el padre Eduardo se dedicó casi en exclusiva a la docencia. Colombia, Panamá, España...sus enseñanzas se repartieron a uno y otro lado del Atlántico. Fue en nuestro país donde el padre Eduardo terminó su labor docente, en el Colegio Agustiniano de Madrid, donde estuvo desde 1970 hasta 1992. “Guardo un recuerdo muy agradable de los años que estuve en el Agustiniano. Nunca me quejaré de mis alumnos. Tengo un maravilloso recuerdo de todos ellos. Los niños no son ni buenos ni malos. Son lo que el profesor quiere que sean”. Hablando con los que fueron sus alumnos y compañeros, queda claro que las “lecciones magistrales” del padre Eduardo iban más allá de la mera docencia.

La vida en la fe
De vez en cuando, el padre Eduardo se pasa coquetamente la mano por su pelo, blanqueado por el paso del tiempo. Hace 58 años que es sacerdote, aunque de corazón siempre lo ha sido.
P:
Son muchos años como sacerdote. ¿Se han frustrado algunas de las expectativas que tenía de joven?
R: Por supuesto que sí, pero la principal, que es el encuentro y la permanencia con Dios, gracias a Él, no.
P:
¿A qué tiene miedo un sacerdote?
R: Depende de muchas circunstancias. No obstante, creo que el mayor miedo que puede tener un sacerdote es el fracaso en su labor sacerdotal, en su vida pastoral, en su vida espiritual. Fuera de eso, a nada.
Los años no perdonan. El padre Eduardo usa un sencillo bastón para caminar. En cambio, para caminar por la vida, tan sólo le basta su enorme fe en Dios, su principal apoyo desde chiquillo. Sin embargo, vive en un mundo donde no todas las personas tienen una fe tan fuerte.
P:
¿Qué le diría usted a una persona que piensa que Dios no existe porque no hace nada por aliviar el sufrimiento y evitar las tragedias que padece el ser humano?
R: Le diría que nosotros no somos un mecanismo dirigido por Dios. Tenemos nuestra propia libertad. Ésa es la esencia del hombre. Si Dios nos evitara todas las dificultades, dejaríamos de ser hombres.

Eduardo
Un momento puede ser suficiente para conocer a las personas. Antes de comenzar la entrevista, el padre Eduardo estaba sentado en un pequeño salón. Al tiempo que yo llegaba, apareció una niña, que apenas alcanzaba los dos años, seguida por su madre. El padre Eduardo la miró, sonrió y su cara se llenó de ternura. Llamó a la niña y ella se acercó. El padre Eduardo no dijo nada. Sólo la acarició con un inmenso mimo.
P:
Padre Eduardo, ¿qué cosas hacen despertar las lágrimas en sus ojos?
R: Las grandes manifestaciones populares de fe. Una concentración con motivo de una romería, las congregaciones en San Pedro del Vaticano o cuando todo el pueblo canta, no importa el lugar, con un fervor grande...En esos momentos no me sale la voz, me ahogan las lágrimas.
P:
¿Cómo definiría la vida?
R: La vida...es un segundo que Dios nos da para acercarnos o retirarnos de Él.
El padre Eduardo es un hombre dicharachero, lleno de gran entusiasmo y una alegría que contagia a los demás, permitiéndole llegar fácilmente al corazón de las personas.
P:
¿Hay alguna frase que le haya marcado a usted y su relación con los demás?
R: “Ama y haz lo que quieras”. Lo dijo San Agustín. En un mandato tan sencillo y bonito se basa toda mi vida.
P:
¿Qué huella le gustaría dejar en las personas que le conocen?
R: Un recuerdo sencillo. Me gustaría que dijeran de mí: fue un hombre bueno, sencillo, un poco charlatán, pero un hombre bueno.

Eduardo Razquin, el padre Eduardo, como le llaman sus allegados, es un hombre lleno de una gran sencillez y ternura. Tal vez por eso esta entrevista se queda pequeña para una persona de tanta valía humana.

Descansa en paz, maestro, amigo.

martes, 2 de octubre de 2007

Todo va genial

España ya no es que vaya bien. Es que va genial. En las postrimerías de esta legislatura, es evidente que el señor POE ha obrado un milagro y ha convertido este país en un referente para cualquier utopía política y social. Yo, a este paso, me abstengo en las próximas elecciones con tal de que el norte patrio lo vuelva a marcar este Pericles del siglo XXI, cuya habilidad política sólo es comparable al excelso uso que hace de la lengua de Shakespeare. ¿Que soy un exagerado? ¡Estoy exultante, por el demiurgo (que decir "Dios" ya no es políticamente correcto, no vaya a ofenderse algún creyente en Alá, Yahvé, Buda, Jehová, Zeus, Odín, Ra o Espinete)! ¿Mis motivos? Los detallo sin problemas:

  • Política: Tenemos un Gobierno como nunca antes lo ha habido en la historia de España y de todo el hemisferio norte, con una altura intelectual y política sólo medible en micras, una grandeza al mismo nivel que destila la clase política que habita ese lugar increíblemente útil llamado Congreso de los Diputados, olimpo de los prohombres patrios. Contando con un escenario así, ¿qué mejor que avanzar hacia el futuro reinventando el pasado? Olvídense de revanchismo necrófilo o de maquillar repúblicas como si fueran un imperio hippy. Eso es retrógrado, por favor. Lo que hay que hacer ahora, en pleno siglo XXI, es conseguir que España se parezca al mapa que veían los Reyes Católicos antes de casarse. "De España a Iberia. Un viaje al futuro", próximamente en las librerías de toda la península. Y es que como hay tan buen rollo y todo el mundo se quiere tanto, los nacionalismos lloran de emoción al sentirse parte importante de España. Próximas paradas: A República Independiente do Breogán (otrora Galicia), Aupapatxiko Reinoa (Futura Aitorlandia y antiguo País Vasco) y los Estats Units de Catalunya (anteriormente conocida como Cataluña). Así da gusto. Yo estoy encantadísmo. ¿Que no se sienten parte de España? Perfecto. Fetén. Independencia para todos y pasta española para ninguno, no vaya a ser que usar dinero "extranjero" les provoque shocks anafilácticos, que el mal no se le desea ni se le financia a nadie.

  • Institucionalmente: Vivimos una situación extraordinaria. Sólo en una película de los Monty Python existe un respeto y funcionamiento institucional similar al que tenemos en España. El ejemplo más reciente lo tenemos en la tierra del Barça, la sardana y el pantumaca, donde la última moda es practicar gratuitamente y sin perjuicio alguno el "Quémate un Joan Carles, Pep".

  • Económicamente: Tenemos tan buenas perspectivas que ya estamos pensando en lanzarnos a fondo a la conquista del espacio. De momento, ya hemos mandado las hipotecas a la luna y está en marcha poner en órbita el IPC.

  • Judicialmente: Para Justicia, la nuestra, que gracias a su ceguera cada vez sufre menos cuando le profanan el tafanario por turnos el Ministro, el Fiscal General y algunos jueces estelares. Ojos que no ven...¿La Constitución y el Código Penal? Bueno, unas meras instrucciones, ¿pero quién mira hoy en día unas instrucciones?

  • Internacionalmente: Somos la envidia mundial. Tenemos tanta categoría que nuestros principales aliados son Cuba, Venezuela, Bolivia y otras superpotencias. Nos ha costado, pero lo hemos conseguido: Por primera vez en la historia España es mejor que todos los aliados que tiene en la esfera internacional. Además, el señor POE es un pitoniso de primera fila y tiene éxitos en su haber como la victoria demócrata en las últimas elecciones estadounidenses, el triunfo socialista en los comicios alemanes y franceses...Vamos, que el oráculo de Delfos era un amateur comparado con nuestro presidente.

  • Socialmente: España es la Arcadia. No hay problemas laborales, ni de delincuencia, ni de prosperidad para los jóvenes. Todo y toda es maravilloso y maravillosa.

  • Educativamente: Con firme determinación para liderar la vanguardia educativa mundial, el próximo paso del señor POE será fijar en los 18 años la edad aconsejable para que cualquier ser humano empiece a hablar correctamente y, a partir de ahí, podremos establecer metas extraordinarias como aprender a contar con los dedos de las manos y a ser tolerantes, que cultos no, pero tolerantes hay que ser sí o sí. ¿Las universidades? Por favor, ¡Terrenos edificables!

  • Religiosamente: Para evitar herir sensibilidades y fomentar la alianza y convivencia de civilizaciones intergalácticas, España abrazará en los próximos años el "gustavismo" o culto a la rana Gustavo, religión de la cual el señor POE es exponente y gurú. ¡Gustavo es grande y José Luis su profeta!

Dicho esto...¿es que hay algo que va mal en España? Pues sí, sólo la selección de fútbol, aunque no juegue a eso, y la televisión, baluarte de la coprofagia y la cutrería. Pero es que no se puede tener todo. Que es que ya queremos que todo sea idílico y no puede ser...Ains...

lunes, 1 de octubre de 2007

Una obra de narices

De allende los Pirineos, ha llegado a Madrid uno de los narigudos más famosos (con permiso de Góngora) de toda la literatura universal: Cyrano de Bergerac. Hospedado en el incomparable Teatro Español, este poeta guasón y espadachín pendenciero, no tiene más intención que la de estoquear mortalmente el aburrimiento de quienes quieran pasar un agradable rato gracias a la celebérrima obra de Edmond Rostand. Enrolado en el entrañable ejército de antihéroes literarios comandado por nuestro Alonso Quijano, Cyrano de Bergerac nos transporta ese mundo de espada ágil y amor en verso que inmortalizó para siempre otro icono patrio apellidado Tenorio. Mas, a diferencia de éste, Cyrano nos muestra, en clave de elegante comedia, el eterno y siempre interesante conflicto entre el amor físico y el espiritual, entre la belleza exterior y la interior, entre el apuesto cadete Cristian y el narigón de Bergerac. ¿Quién triunfa? Pues, a costa de mantener el secreto, diré que el espectador, porque disfruta de dos horas de excelente teatro.

Bajo la acertada dirección de John Strasberg, (hijo del mítico fundador del Actor's Studio), la obra vuelve al teatro que ya pisó en su estreno en 1899, en esta ocasión, con José Pedro Carrión como alma máter y alter ego de Cyrano de Bergerac. ¡Menudo gran actor! Su pequeña figura destila una soberbia interpretación, tan brillante como entrañable, que vale por sí sola el coste de la entrada. En cuanto al resto del reparto, lo mejor que se puede decir es que son dignísimos camaradas de este Cyrano, destacando especialmente las sensacionales y divertidas actuaciones de Lucía Quintana y Cristóbal Suárez como Roxana y Cristian. Por lo demás, amén del extraordinario vestuario, el montaje cuenta con una escenografía sencilla pero utilísima y preciosa que, junto a la iluminación y la música, compone un marco más que adecuado para disfrutar de las desventuras de la nariz más famosa del teatro francés. Todas estas virtudes abruman y solapan el único defecto que tiene esta obra y es la irregularidad que muestra en la sucesión de escenas, alternándose unas francamente geniales (como por ejemplo la exposición del propio Cyrano sobre los distintos modos de criticar su apéndice nasal o la mítica escena nocturna bajo el balcón)con otras de olvido fácil, pese al estupendo buen hacer de los actores.



En definitiva, "Cyrano de Bergerac" es un "clásico" que se parece a los "clásicos", con un personaje tan peculiar como entrañable y universal que ofrece teatro de calidad y un mensaje esencial en esta época de metrosexuales y barbies de quirófano. En resumen: ¡Una obra de narices!