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Hoy andan el oficialismo y sus medios serviles (es decir, gracias al Gobierno actual, todos los tradicionales y alguno de los digitales) descorchando champán y haciendo del sesgo un arte a cuenta de las cifras del paro. Yo, honestamente, del mismo modo que no voy a lamentar que bastante gente desempleada haya encontrado afortunadamente trabajo...no voy a festejar ni celebrar un sistema o mercado laboral que lleva a seis de cada diez jóvenes españoles (datos de noviembre de 2014) a planear marcharse del país para trabajar; un sistema o mercado laboral al que se la trae al pairo que otros países se beneficien del talento y la formación educativa con denominación de origen española; un sistema o mercado laboral incapaz de ofrecer ningún atractivo o expectativa al cerca de medio millón de españoles que ha buscado mejor suerte laboral fuera de España desde que comenzó la crisis; un sistema o mercado laboral que ha consolidado el precariado como modo de trabajo (sólo el 8% de los nuevos contratos son
indefinidos) y la incertidumbre como estado vital; un sistema o mercado laboral sin el cual no se puede concebir el retroceso de 10 años experimentado en la economía familiar o la previsión de 25 años para recuperar la situación laboral previa a la crisis; un sistema o mercado laboral reformado y hecho a medida del Otro Gobierno pero no de quienes buscan, necesitan y quieren un trabajo; un sistema o mercado laboral que sólo se puede maquillar a golpe de modificaciones estadísticas y de informaciones interesadas; un sistema o mercado laboral propio del que sólo podría estar satisfecho un enajenado, un cretino o un sinvergüenza.
Así que hoy tampoco voy a descorchar champán. Y no lo haré mientras España siga teniendo un sistema o mercado laboral que haya convertido el hecho de (querer) trabajar en una yincana de la miseria (económica, profesional y humana).
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