Ya me lo temía yo allá por mayo en los dos artículos (El ruido y la furia y La fiesta de la democracia) que escribí sobre el entonces para mí ilusionante movimiento de indignación ciudadana denominado como "15-M". Si alguien encuentra mi ilusión, por favor, díganle que vuelva.
Conforme han pasado las semanas, el 15-M o, mejor dicho, sus rescoldos, han confirmado mis temores: Que más allá del plante, la manifestación, la concentración y el griterío, lo único estimable que hay son, en el mejor de los casos, unos utópicos brindis al sol. Todo lo demás, fuegos de artificio, discusiones bizantinas y mucha vergüenza ajena. ¿Vergüenza? Sí, porque es, junto a la pena, lo que me produce ver en qué se ha convertido el "15-M".
Y prefiero que sea vergüenza y no una carcajada, porque, francamente, ver a esos cientos de personas comportarse en los últimos tiempos como si esto fuera Mayo del 68 o la Portugal de los Claveles o como si la Puerta del Sol fuera la Tian'anmen del 89 o actuando como si se creyeran Enjolras y sus colegas o V luchando contra Norsefire, da ciertamente risa por su ingenuo patetismo, su desorbitada demagogia y su infantil absurdo.
Si después de tantas semanas, lo único que han conseguido es aparecer en las noticias por sus ridículas y molestas gamberradas, jugar en asamblea al corro de la patata y evitar algunos desalojos...apaga y vámonos. Tenían (y tienen aún, si quieren) en su mano convertirse en algo similar o incluso mejor al Partido Pirata, es decir, en una iniciativa socio-política seria con vocación de alternativa y representación, pero, en lugar de eso, van rumbo a ninguna parte por la senda del perroflautismo: La berrea como discurso, la demagogia trasnochada como ideario, y pervertir el ejercicio de la libertad como praxis. Y esto no era ni debería ser el 15-M. El 15-M, su vocación, sus motivos y sus objetivos deberían estar muy por encima de las cuestionables inquietudes de unos centenares de perroflautas, okupas y gañanes de toda estofa que buscan su segundo de gloria, subirse su autoestima de fracasado y poder contar a cualquiera de sus improvisados "camaradas" como si fueran Napoleón cómo hicieron frente a la autoridad fascista y represora con la que el sistema ahoga las esperanzas de bla, bla, bla, bla.
El 15-M ha dejado de convertirse en un problema para la casta política y financiera y demás causantes del marasmo y emponzoñamiento que sufre el país en los últimos años, para convertirse en un problema para el resto de la ciudadanía que ya no sufren sólo la adversidad que quieren combatir presuntamente los "quincemistas", sino el corte de tráfico, la sentada, la "manifa" o la acampada de turno de estas ilustres medianías que, hoy por hoy, lo que mejor han demostrado que saben hacer es molestar, ensuciar o lo que vulgarmente vendría a ser "dar por el saco".
En definitiva, "compañeras y compañeros", menos greñas y más ideas, menos pataletas y más seriedad; porque yo sí que estoy indignado con el engendro en que habéis convertido la indignación de toda una sociedad.
¡Salvemos al 15-M del perroflautismo!
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