Hace escasos días se conmemoró el 75 aniversario de la muerte de Federico García Lorca. Una ausencia que por trágica se sigue llorando hoy y se llorará siempre.
García Lorca, como ya dije hace tiempo en este mismo blog, es uno de mis autores favoritos y uno de los literatos que más profundamente me ha marcado, como lector y escritor, por su talento, sensibilidad, originalidad y su habilidad para conjugar el sueño y la sangre, lo bello y lo trágico, lo cotidiano y lo mítico, lo local y lo universal con una facilidad y excelencia tan insuperables que casi se podría decir que después de él, todos los poetas escribieron a la sombra. Lorca es, por todo ello, uno de mis padres literarios.
El autor de obras, para mí, tan conmovedoras y magistrales como "Bodas de sangre" (junto a "Hamlet", mi obra de teatro favorita) o "Romancero Gitano" nació para ser él, escribió para encontrarse y murió por ser él. Y murió en ese contrasentido feroz y cainita que es cualquier guerra civil, la fiesta letal de la sinrazón humana. ¿El motivo de la muerte? Ser García Lorca, ser un literato, ser un genio, ser un espíritu libre y tener un ansia de vida que le colocaba por definición fuera y frente a los corsés y paradigmas conservadores de aquel entonces. Los que utilizaban el cerebro, tuvieron opiniones; los que empleaban el corazón, impresiones; y los que no utilizaban ninguna de las dos cosas, sentencias. Fue asesinado por el bando nacional, el mismo bando que idolatraba a José Antonio Primo de Rivera, admirador y amigo del granadino como lo fue también la conservadora familia del poeta Luis Rosales, que amparó inútilmente a Lorca antes de que la muerte lo arrancara de Granada. Un ejemplo que, unido a los de otras barbaridades cometidas por el bando republicano, sostiene mi opinión de que en aquella Guerra que hoy unos quieren olvidar y otros quieren ganar todos tienen, tenemos, muchas vergüenzas que llorar.
Lorca, como cualquier artista, encontró dentro y fuera de sí todo lo que necesitaba para el arte de escribir. Por eso es fácil vislumbrar al hombre y a su tiempo en su poesía y teatro. Pero dudo que su vocación fuera más allá, porque los genios no pierden el tiempo con pretensiones. Fue su don, su duende, su alma lo que llamó a las puertas universales de la eternidad que se abrieron para siempre con una ráfaga de disparos. La pena es que Lorca no necesitó que lo universalizaran, porque, para eso, ya se bastó el sólo.
Hay desde hace años una polémica en torno al paradero de los restos del poeta que cada vez dista más de la sensibilidad por la dignidad de los muertos y se acerca infamemente al negocio, al politiqueo y al pelotazo autopromocional. Pero, dejando esto a un lado, me gustaría lanzar al lector esta reflexión: ¿Acaso no es simbólicamente coherente que alguien para el que misterio, tragedia, naturaleza y muerte fueron elementos capitales de sus obras no se haya fusionado con ellas para siempre en idéntica manera? Hoy García Lorca es muerte y tragedia y misterio y paisaje.
Pero si alguien quiere que resuelva al enigma de dónde está Lorca, la respuesta es sencilla: Está en sus palabras, en sus obras y en quien quiera que tenga el placer de leerlas. Ahí está Federico García Lorca. Ahí vive y espera por siempre el genio.
1 comentario:
Si alguien quiere comentar este artículo, me parece fenomenal, pero que lo haga desde la educación y sin caer en insultos que puedan convertir esto en un gallinero, por favor; porque, de lo contrario, me veré obligado a no publicar comentarios que tengan más furia que argumento. :) ¡Gracias!
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