Ayer murió Santiago Carrillo. Tótem del comunismo en España, icono del republicanismo, deidad de la izquierda española, protagonista de la Transición democrática, último dinosaurio de la política en blanco y negro...
No me ensañaré con alguien que es ya cadáver. No detestaba ni detesto la figura de Santiago Carrillo por sus ideas políticas, porque cada cual puede pensar lo que quiera. Si detestaba y detesto a Santiago Carrillo es porque en el mejor de los supuestos no hizo nada, cuando fue consejero de Orden Público, para evitar una de las mayores vergüenzas y atrocidades (de las muchas que se hicieron en ambos bandos) de la Guerra Civil, como fue la matanza de Paracuellos del Jarama. Mi desprecio para alguien implicado en una cosa así no distingue entre ideologías, circunstancias o estado vital. Por eso, es lógico que ni me apene su muerte ni la vaya a festejar. No se merece ni lo uno ni lo otro.
Del mismo modo que para algunos ha muerto un ídolo, para mí ha muerto alguien que se merece, desde ya, todo mi olvido.
1 comentario:
Descanse en paz Don Santiago.
Lo de Paracuellos, bueno, era una guerra y en los dos bandos se cometieron atrocidades. Si tuvo alguna responsabilidad en ese episodio no lo sé, los historiadores no se ponen de acuerdo en ese tema. Quizás no tuviera tanta culpa como algunos pretenden ni tan poca como pretenden otros.
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