martes, 2 de marzo de 2010

"Shutter Island": Felicidad vs consciencia

Ayer tuve la oportunidad de ver "Shutter Island", la nueva película de Martin Scorsese. Basada en la novela homónima de Dennis Lehane (autor de otras desasosegantes maravillas llevadas al cine como "Mystic River" o "Adiós, pequeña, adiós"), este es un film brillante, enfermizo, onírico, duro, elegante e inquietante que narra la investigación de una extraña desaparición acontecida en una tenebrosa isla donde no hay más ley y lógica que las emanadas de una institución mental en la que la línea que separa realidad y ficción, crimen y castigo, cordura y demencia es tan fina que apenas es perceptible.

"Shutter Island" tiene elementos del mejor Lynch, el más brillante Nolan y el más avieso Hitchcock y está dirigida por el responsable de obras maestras como "Taxi Driver" o "Toro salvaje", pero, en conjunto, no llega a la altura de los mejores títulos de estos cuatro cineastas. Es un notable thriller psicológico en el que todo está estupendamente cuidado, desde la insana atmósfera reinante hasta las sensacionales interpretaciones de todo el elenco. Y es que, en mi opinión, los actores están muy por encima del previsiblemente retorcido (e interesante) guión, merced a unas excelentes encarnaciones de sombríos personajes como el agente federal Teddy Daniels (Leonardo DiCaprio), el doctor Cowley (Ben Kingsley), Dolores Chanal (Michelle Williams), el doctor Naehring (Max Von Sydow) e, incluso, el reo George Noyce (Jackie Earle Haley), por citar los más sobresalientes.
Más allá de la sucinta y metafórica crítica al comportamiento conspiranocio y opresor de los Estados Unidos durante la Guerra Fría, es esta una película sobre el descubrimiento de la locura, sobre la confrontación de la cordura y la felicidad, sobre la ambigüedad del Bien y el Mal en los abismos de la psique humana, sobre la decisiva influencia de la percepción en nuestros pensamientos y actos y, especialmente, sobre cómo la consciencia nos ocasiona a veces disgustos difícilmente soportables, algo que se remarca especialmente en el desenlace del film: ¿Qué es mejor: vivir como un monstruo o morir como un buen hombre?...

En definitiva, "Shutter Island" es un interesante y enfermizo juego del gato y el ratón, plagado de pequeñas pistas al espectador (ojo a los sueños y alucinaciones, pues muestran a las claras claves que pasan desapercibidas) que cobran total sentido al resolverse el misterio, pero, por encima de todo, un ejemplo de buen cine.

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