A caballo entre la sorpresa y la pena, leo que uno de los emplazamientos hosteleros más exitosos, típicos y emblemáticos de la Gran Vía madrileña, el café Zahara, ha cerrado sus puertas definitivamente, para dar paso, en las próximas semanas, a la enésima tienda de ropa sita en la famosa avenida.
No sé qué me produce más estupor y malestar: Si el hecho de que la Gran Vía haya perdido en los últimos años buena parte de la oferta cinematográfica y hostelera que conformaban su idiosincrasia o que esa pérdida haya sido reemplazada por la aparición cual sarpullido de tiendas de ropa en los locales otrora ocupados por cines, restaurantes y cafeterías.
Hace tres años que ya di cuenta en este blog del cierre de muchos cines, pero, en el caso de esta célebre calle madrileña, la crónica de los últimos tiempos es la de una defunción de salas añejas y entrañables: el cine Imperial (hoy tienda de ropa), el cine Rex (durmiendo el sueño de los justos), los multicines Madrid (que ruinosos esperan a Godot), el Palacio de la Música (en teoría, en proceso de reconversión para auditorio melómano), el Avenida (delirantemente reconvertido en una supertienda de ropa), el Azul (hoy restaurante)...
Algo similar se puede decir de varias cafeterías y restaurantes "de toda la vida", como el propio Zahara (futura tienda de ropa), el Nebraska (actual tienda de ropa), el Gambrinus de la Plaza del Carmen (a saber...), etc, etc. Sólo falta que a Chicote lo adquiera Zara o H&M y a tomar viento.
Y no hay que olvidar tampoco lo ocurrido con el emblemático Madrid Rock, que cerró miserablemente sus puertas para dar paso a otra boutique.
Yo entiendo que los arrendatarios y propietarios de esos locales piensan más con el bolsillo que con la cabeza o el corazón y que los responsables de H&M, Zara, Sfera, Bershka, Blanco y demás tienen la misma sensibilidad histórico-cultural que una piedra. También soy consciente de que el Ayuntamiento de Ruiz-Faraón está más pendiente de hundir la ciudad en la corteza terrestre (y con ella las arcas municipales) que de preservar los lugares más tradicionales de la vida madrileña. Pero eso no impide que me siente como una patada en los genitales constatar cómo la Gran Vía ha pasado, en un lapso de tiempo obscenamente breve, de las pantallas a los escaparates, del camarero castizo y cómplice al dependiente manflorita escapado de un sueño erótico de Jean Paul Gaultier, de ser transitada por cinéfilos y comensales de toda condición a estar invadida por pijas, chonis, chuequeros y cazasaldos por doquier. En cualquier otro país o capital, dudo que esto hubiera ocurrido, pero...Spain is different, por desgracia.
Lo único que puedo decir es que maldigo una y mil veces la hora en que la Gran Vía, ese extraordinario hervidero de gente, películas, tapeo y copas, se empezó a convertir en el abrevadero comercial de decenas de (horteras) boutiques cuyo único legado para la ciudad será...ninguno. La Gran Vía ya no es lo que era, a la Gran Vía la están menguando.
1 comentario:
buenísimo el artículo...yo tb soy una nostálgica de lo que antes era Gran Vía....y eso que se te ha olvidado citar al legendario SEPU, con ese ambientillo cutre-decadente, heredero de los tiempos de GALERIAS PRECIADOS (hoy FNAC). Y también una pena el cierre de esas tiendas antiguas cuyo nombre he olvidado, que están en la acera del antiguo Marid Rock....eran tan bonitas !!!!! a algunas les he comprado cosas por mantenerlas vivas, no porque me gustasen especialmente. Y una sigue existiendo y son majisimos, te recomiendo ir, está junto al CAÑAS Y TAPAS, casi casi ya en Pza España, una tienda de ropa hombre antigua, preciosa, llena de camisas, polos, etc...te hacen una fiesta cuando vas a comprar. Son una familia y es de lo más tierno el ambiente.
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