"Artesanos de la Paz". Bajo esta denominación uno se podría imaginar un
grupo de hippies aficionados a la artesanía o un mercadillo de productos
manufacturados con fines benéficos pero no a una estrafalaria caterva de memos y gilipuertas encantados de entrar en el juego
de quienes no han construido más paz que la de los cementerios. Hace
tiempo que la realidad y la lógica se divorciaron. Y es que estos
"artesanos de la paz" son los cómplices estúpidos pero necesarios para
que los etarras, sus familiares y amigos, quienes les apoyan (toda la
izquierda abertzale vasca y navarra) y quienes intentan sacar tajada desde la tibieza (PNV y Podemos) puedan escenificar una rimbombante farsa sin más propósito que
blanquear y legitimar a ETA como actor político y dignificar sus
demenciales pretensiones apoyándose para ello en una entrega parcial del arsenal de los terroristas (llamarlo "desarme" es una hipérbole y "rendición" una autoproclamación como cretino), entrega que en lo cuantitativo y
cualitativo y en el fondo y la forma sólo puede calificarse como una
indecente y bochornosa tomadura de pelo, una broma de pésimo y macabro gusto perpetrada por quienes perdieron
todo futuro, razón y perdón desde la primera vida que erradicaron, una
ópera bufa y repugnante que en esencia es una falta de respeto a las
víctimas y a quienes decidimos ponernos de su lado, plantando cara al
miedo con el que ETA intentó chantajear a todo un país.
ETA no sigue matando porque no puede (gracias a la labor de las fuerzas y cuerpos de seguridad de España) y porque ya no le interesa (no conviene electoralmente a sus trasuntos políticos). Punto. Por eso, intentar maquillar la agonía irreversible de ETA como una especie de concesión buenrollista supeditada a la negociación política de ciertas pretensiones es algo que sólo se le puede ocurrir a alguien carente de alma y sesera. Nada más. Por tanto, nada hay que celebrar excepto, quizás, el ridículo que esta banda de hijos de puta e hijas de perra han hecho este fin de semana con el infame y mediático paripé de Bayona. Y menos todavía hay que agradecer nada a estos asesinos. ¿Alguien se imagina a algún judío dando las gracias a un nazi por dejar de gasearlos? ¿O a un yanqui haciendo lo propio con algún yihadista de Al Qaeda por renegar de su explosivo encuentro con las uríes? ¿O a una mujer violada reverenciando a su violador por no seguirle reventando la autoestima? Pues aquí idem de lienzo. Es patético que existan en nuestro país tarados o necios que, a estas alturas de la película, sigan queriendo mostrar a los etarras como una variante vasca de los maquis republicanos, los partisanos aliados o los guerrilleros románticos que ahora ha decidido deponer las armas por el bien común y la paz universal. No es así ni nunca lo fue. Los etarras nunca lucharon por la libertad sino contra ella: en Euskadi y en el resto de España no ha habido ninguna guerra sino unas personas que atentaban y otras que morían, ni ha habido más conflicto que el provocado por quienes en lugar de convencer y debatir prefirieron matar, mutilar, secuestrar o chantajear, ni ha habido más gudaris que aquellas personas que murieron a manos de los "valientes" del pasamontañas, el hacha y la serpiente, ni ha habido más opresión y represión que la instaurada por aquellos que coartaron la libertad en el País Vasco con la complicidad de las pistolas de unos y el silencio de otros. Punto. Además, ¿quién en su sano juicio se plantearía tener un mínimo de benevolencia con quienes no han mostrado ningún arrepentimiento o son tan abyectos como para considerar tan "víctimas" a los suyos como a los que ellos mismos asesinaron o mutilaron?
ETA no sigue matando porque no puede (gracias a la labor de las fuerzas y cuerpos de seguridad de España) y porque ya no le interesa (no conviene electoralmente a sus trasuntos políticos). Punto. Por eso, intentar maquillar la agonía irreversible de ETA como una especie de concesión buenrollista supeditada a la negociación política de ciertas pretensiones es algo que sólo se le puede ocurrir a alguien carente de alma y sesera. Nada más. Por tanto, nada hay que celebrar excepto, quizás, el ridículo que esta banda de hijos de puta e hijas de perra han hecho este fin de semana con el infame y mediático paripé de Bayona. Y menos todavía hay que agradecer nada a estos asesinos. ¿Alguien se imagina a algún judío dando las gracias a un nazi por dejar de gasearlos? ¿O a un yanqui haciendo lo propio con algún yihadista de Al Qaeda por renegar de su explosivo encuentro con las uríes? ¿O a una mujer violada reverenciando a su violador por no seguirle reventando la autoestima? Pues aquí idem de lienzo. Es patético que existan en nuestro país tarados o necios que, a estas alturas de la película, sigan queriendo mostrar a los etarras como una variante vasca de los maquis republicanos, los partisanos aliados o los guerrilleros románticos que ahora ha decidido deponer las armas por el bien común y la paz universal. No es así ni nunca lo fue. Los etarras nunca lucharon por la libertad sino contra ella: en Euskadi y en el resto de España no ha habido ninguna guerra sino unas personas que atentaban y otras que morían, ni ha habido más conflicto que el provocado por quienes en lugar de convencer y debatir prefirieron matar, mutilar, secuestrar o chantajear, ni ha habido más gudaris que aquellas personas que murieron a manos de los "valientes" del pasamontañas, el hacha y la serpiente, ni ha habido más opresión y represión que la instaurada por aquellos que coartaron la libertad en el País Vasco con la complicidad de las pistolas de unos y el silencio de otros. Punto. Además, ¿quién en su sano juicio se plantearía tener un mínimo de benevolencia con quienes no han mostrado ningún arrepentimiento o son tan abyectos como para considerar tan "víctimas" a los suyos como a los que ellos mismos asesinaron o mutilaron?
Así que, puestos a celebrar y agradecer, mejor sería que los Txapote, Ternera, Chaos, el Carnicero de Mondragón y compañía celebren y agradezcan vivir en un país donde desgraciadamente no existe la pena capital y cuyo sistema penitenciario está orientado a la reinserción, permitiendo así el disparate de que alguien que ha dado matarile a otro salga de la prisión sin cumplir íntegramente su pena.
Con ETA y sus satélites no puede ni deber haber piedad, impunidad, perdón, olvido, negociación ni concesión de ningún tipo ni ahora ni en el futuro. Además, si las pretensiones y reclamaciones de ETA (fin de la merecida dispersión de presos, expulsión de la Policía Nacional y la Guardia Civil, etc) no fueron objeto de consideración cuando de ello dependió la vida de Miguel Ángel Blanco, ¿espera esta banda de cabrones que lo sean ahora tras haber asesinado a aquel chaval y a otras muchas personas después de aquello? El problema es que sí, lo espera porque desafortunadamente ahora hay menos cohesión y claridad de ideas en la clase política y en la sociedad civil que cuando ETA llenaba los titulares de sangre y humo. Y es una pena de la que tendrán que avergonzarse unos cuantos demagogos de baratillo, progres de ocasión e ingenuos buenrollistas. Pero...por suerte, en España queda aún la suficiente memoria y dignidad como para recordar a ETA que, con o sin armas, se pueden ir a tomar por culo. Porque la única verdad es que no ha habido más artesanos de la paz que quienes siempre tuvieron, tenemos y tendremos claro de qué lado estar respecto a ETA: contra ellos.
Por eso, respecto a este asunto, en lugar de mirar atontados el espectáculo de grand guignol etarra, mejor haríamos todos, especialmente aquellos que orinan arcoiris, en leer el novelón Patria de Fernando Aramburu o el magistral artículo de Manuel Jabois respecto a este demencial y tóxico show de ETA, para que todo el mundo sepa dónde está la razón y dónde la locura.
Por eso, respecto a este asunto, en lugar de mirar atontados el espectáculo de grand guignol etarra, mejor haríamos todos, especialmente aquellos que orinan arcoiris, en leer el novelón Patria de Fernando Aramburu o el magistral artículo de Manuel Jabois respecto a este demencial y tóxico show de ETA, para que todo el mundo sepa dónde está la razón y dónde la locura.
No hay comentarios:
Publicar un comentario