Hulk Hogan, Ultimate Warrior, Randy Savage, Ric Flair, Roddy Piper,
André El gigante, Shawn Michaels, The Rock, Mick Foley, Steve Austin, Triple H, los
hermanos Hardy, John Cena...la historia del wrestling está plagada de
tipos con nombres y aspectos rimbombantes que han dejado su impronta dorada en la retina y la memoria de
varias generaciones de aficionados en todo el mundo pero pocos o ninguno
ha habido con el carisma, la trascendencia, el impacto, el respeto y la
honorabilidad de quien anoche, en Orlando, Florida, puso fin a su extraordinaria y longeva carrera: Mark Calaway o, como es más
conocido por niños y quienes un día lo fueron: The Undertaker (en
castellano, El Enterrador). Y lo hizo donde forjó su tenebrosa y espléndida leyenda:
Wrestlemania, que viene a ser el 6 de enero para cualquier aficionado
al pressing catch y no en vano es llamado "escenario de los inmortales", un buen lugar
para la despedida del apodado "hombre muerto", el icono fúnebre que ha
demostrado durante más de dos décadas que lo que se dice de él es
cierto: no hay tumba que lo pueda retener, como cantó Johnny Cash.
Lo de menos fue quién lo derrotó anoche (Roman Reigns, el nuevo niño mimado de la compañía) porque todo el mundo sabe que a Taker lo ha retirado lo mismo que a cualquier ser humano: la edad, esa que va apilando lesiones, impedimentos y dolores junto a hitos y logros que tejen el material de las leyendas. El tiempo se lo dio, el tiempo se lo quitó: pura ley de vida. No obstante, hablando de quien hablo, una derrota como la de la madrugada del domingo, esperable y casi anunciada tras un combate claramente crepuscular, no se salda con reproches ni enfados ni penas sino con un absoluto agradecimiento a quien encarnando una figura de pesadilla protagonizó muchos sueños de ojos abiertos. Y es que en el ocaso de Undertaker hay más brillo que en todas las carreras juntas de muchísimos otros wrestlers.
Lo de menos fue quién lo derrotó anoche (Roman Reigns, el nuevo niño mimado de la compañía) porque todo el mundo sabe que a Taker lo ha retirado lo mismo que a cualquier ser humano: la edad, esa que va apilando lesiones, impedimentos y dolores junto a hitos y logros que tejen el material de las leyendas. El tiempo se lo dio, el tiempo se lo quitó: pura ley de vida. No obstante, hablando de quien hablo, una derrota como la de la madrugada del domingo, esperable y casi anunciada tras un combate claramente crepuscular, no se salda con reproches ni enfados ni penas sino con un absoluto agradecimiento a quien encarnando una figura de pesadilla protagonizó muchos sueños de ojos abiertos. Y es que en el ocaso de Undertaker hay más brillo que en todas las carreras juntas de muchísimos otros wrestlers.
Muy probablemente fue, tras 27 años, la última noche de Taker sobre un ring de WWE, al menos en Wrestlemania. Seguramente no fue su última aparición ante las
cámaras, aunque sólo sea porque el Salón de la Fama le espera
con las puertas abiertas de par en par desde hace años tras dejar un
puñado de duelos simplemente antológicos contra rivales ya míticos como
Kane, Mankind o HBK. Pero aunque así fuera, aunque nunca más se escuche
el lúgubre "Rest in peace" ni suenen las tétricas campanas en el WWE
Universe, Calaway, El Enterrador, es ya y para siempre parte de la
videoteca, de la Historia y de nuestra memoria. Y ese creo que es el
mejor homenaje que se puede hacer a quien nos enseñó desde un
cuadrilátero que los cuerpos caen, lo imposible es cuestión de tiempo,
las rachas terminan y las carreras se acaban pero las leyendas siempre
quedan en pie, con el puño en alto. Por eso, sólo cabe añadir una cosa más: Rest...in...glory.
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