jueves, 7 de septiembre de 2006

Orgullo patrio: La Selección (La de baloncesto, claro)

Estas cosas es mejor escribirlas con sosiego y habiendo dejado atrás toda la resaca festiva, de la cual mi garganta aún está pagando factura. Por eso, después de los partidos y las celebraciones y los gritos y las lágrimas de alegría y los abrazos y los botes y los cánticos "oéoéoé", escribo este artículo. Y va dedicado para la Selección que más (y con más argumentos) me ha emocionado en mis últimos 26 años (y soy de la cosecha de 1980 así que...).Va dedicado a esos profesionales como la copa de un pino (casi literalmente) que se han ganado el respeto, la admiración y el reconocimiento de todo el mundo (que tenga dos dedos de frente y/o dos ojos en la cara). Va para esos españoles que en la tierra del Sol Naciente dijeron alto (muy alto) y claro que España no es el país que siempre se va a casa con el rabo entre las piernas en los Mundiales de Fútbol (y las Eurocopas y ciertos partidos de preparación y...), sino que España es el país que gana de forma incontestable un Mundial de Baloncesto. Y esto, en un país como el nuestro en el que tradicionalmente el baloncesto ha sido el feúcho que veía resginado como el playboy del fútbol se las llevaba a todas de calle, tiene mérito, mucho mérito, muchísimo mérito.

No quiero ni voy a redundar en lo que ya se ha repetido hasta la saciedad: Qué clase, qué calidad, qué desparpajo, qué intensidad, qué concentración, qué humildad, qué valor, qué capacidad de superación...Todo eso ya ha quedado claro para el mundo (A no ser que se sea ciego poco aficionado a la radio, sordo con aversión a la televisión, ermitaño sin cobertura o un snob intelectual de esos a los que les encanta situarse en planos paralelos a la realidad). Lo que sí me gustaría decir es que lo hecho por el equipo nacional de baloncesto (y no quiero destacar a nadie por encima de nadie porque han demostrado que son, en todos los sentidos, un equipo colosal) me ha emocionado tanto como descubrir el valor de los espartanos en la Batalla de las Termópilas, recordar las pelotas que pusieron sobre la mesa los españoles cuando a Napoleón le dio por jugar al Risk con nosotros o escuchar en el cine la gallarda y genial última frase de Alatriste "Decidle al Duque de Anjou que gracias, pero que somos un Tercio español". Olé, chicos, olé.

Por todo ello, esta crónica se podría resumir en una sola palabra: GRACIAS. Pero como sabida es mi incontinencia verbal pues he escrito este artículo, sobre un equipo que se merece no bajar nunca del lugar que se han ganado en el Olimpo y nuestra memoria, un artículo que, como decía al comienzo era mejor escribir con sosiego y habiendo dejado atrás toda la resaca festiva. Aunque, llegados a este punto, sólo me apetece decir una cosa: ¡¡VIVA LA MADRE QUE OS PARIÓ!!

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