El lodo, el cieno, el fango, el mantillo, la mugre, la basura, la inmundicia, la mierda...el campo semántico de lo asqueroso tiene entre sus denominadores comunes uno especialmente perceptible estos días: es difícil de gestionar. Difícil no porque sea complejo el acto en sí de deshacerse del lodo sino porque, como seres propensos a la vileza y la cobardía, la mayoría de las veces nos solemos liberar del lodo mediante la purulenta técnica de cargar el muerto (o los muertos, en este caso) a cualquier persona que no sea uno mismo, ya sea como mecanismo de autodefensa para que la psique no quiebre, ya sea como recurso para que la vergüenza no devore el ánimo o como protocolo de cobardía moral. El quid de la cuestión radica en que ese "otro", por lo general, no suele estar conforme con su rol de paganini o chivo expiatorio y entonces se inicia una repugnante liturgia de dimes y diretes consistente en una reyerta dialéctica y cobarde donde la mierda vuela en todas direcciones. Por eso es difícil de gestionar el lodo: porque una vez que empieza el etiquetado, empaquetado y envío del lodo se abren las compuertas del cainismo. Tan pronto como se pone en marcha el ventilador inmundo, el aspersor fecal no hace prisioneros. Y así está el patio en España como está, tras los atentados en Cataluña: con una fenomenal polvareda política, policial y social a cuenta de quién debe subir al cadalso para sufrir el tormento de la culpabilización. Un duelo a garrotazos que tiene poco de goyesco y mucho de patético.
Antes de seguir, me gustaría hacer una aclaración. Siempre que ocurren tragedias como los atentados en Cataluña concurren por lo general varios factores: descoordinación, desconfianza, desidia, prepotencia, minusvaloración, ignorancia, torpeza en la interpretación de indicios, imprevisión e imprudencia. No falla. El primer y mejor ejemplo de ello está en los atentados del 11-S y si alguien no me cree, recomiendo que se lea el fenomenal y rigurosísimo libro Contra todos los enemigos de Richard Clarke. Pasó en EEUU...pero también ha pasado en España, otra vez. Y si alguien piensa que que los despropósitos que desembocaron en el 11-S no tienen nada que ver con los que propiciaron los atentados en Barcelona y Cambrils, es mejor que se repase bien lo que se sabe hasta el momento. Nadie puede ni debe sacar pecho ni colgarse medallas después de una barbaridad semejante, máxime cuando podría haber sido mucho peor de no haber volado por los aires cierta finca "okupada" por unos tíos que estaban deseando ver huríes.
La cuestión es, volviendo al tema, que en lugar de hacer autocrítica y dejar que la honradez y el sentido común se pongan a los mandos, lo que hacemos es iniciar una especie de caza de brujas desvergonzada, de pilla-pilla repulsivo, de combate despendolado en el que lanzarse los muertos a la cara como si fueran facturas pendientes de pagar. Pasó en EEUU...pero también ha pasado en España, otra vez (ya con el 11-M el ventilador de la mierda funcionó a pleno rendimiento). Tan desmadrado está el asunto que hasta un sacerdote aprovechó el momento de la homilía para soltar un intempestivo discurso que poco o nada tiene que ver con la Biblia ni Cristo (tuviera o no razón el portador de la casulla, no era el momento ni el lugar para decir nada de lo que dijo).
¿Qué pienso yo de todo esto? Que la culpa penal y directa corresponde única y exclusivamente a los autores intelectuales y materiales de los atentados en Cataluña, pero la responsabilidad de este siniestro desastre tiene muchos firmantes. Cuando algo así ocurre, nadie está libre de pecado. Así que, puestos a repartir responsabilidades, mejor coloquemos la mirada en todos los actores sobre el escenario:
- La verbenera gestión de los Mossos (antes, durante y después de los atentados) no se explica sin el "procés" de fondo ni éste sin la abulia del Gobierno español por atajar esa astracanada. Cuando dejas que los intereses políticos sean tu única brújula, quien sale perdiendo por lo general es la sociedad. Y eso es lo que ha pasado aquí: que el interés político-electoral tanto del Govern independentista como del Gobierno pepero por mantener vivo el tema del "procés" ha propiciado el sindiós que ha ridiculizado tanto a políticos como uniformados (el único Mosso a la altura de las circunstancias fue en mi opinión el que finiquitó a cuatro de esos monstruos)y, lo que es más importante, ha dejado unos cuantos asesinados en Cataluña. En este sentido, el aprovechamiento político que están haciendo Puigdemont y cía (con mención especial para Joaquim Forn) por un lado y Rajoy y su gente por otro es algo simplemente asqueroso. Que haya sido un juez de la Audiencia Nacional el que haya tenido que subsanar el circo y coordinar a las fuerzas y cuerpos de seguridad da una idea del lamentable percal.
- El postureo cosmpolita, el buenismo esnob y la prepotencia de Colau y aledaños desoyendo las recomendaciones de proteger ciertos lugares o zonas tampoco se pueden ir de rositas. Hay que ser gilipollas para pensar que unos meros bolardos son el Santo Grial contra las matanzas...pero hay que ser idénticamente gilipuertas para creer que unos bolardos son innecesarios cuando los buscahuríes utilizan en los últimos tiempos vehículos para rallies de destrucción masiva. ¿Habrían evitado el atentado? Seguramente no y probablemente habrían cambiado sólo el modus operandi pero cuando estás amenazado por terroristas lo mínimo que puedes hacer es tomar todas las precauciones y protecciones que estén en tu mano. La prueba de que fue un error no tomar medidas defensivas está en que les ha faltado tiempo en Barcelona para replantearse esa decisión respecto a los bolardos. La pena es que sólo la muerte haya hecho entrar en razón a tanto imprudente y soplapollas. Respecto a esto último, el argumento-excusa de no poner bolardos en Las Ramblas porque no se podían poner en otros lugares de Barcelona creo que está en el top de majaderías del año porque entre estar defendido un poco o quedarte indefenso del todo creo que la opción está clara, salvo que seas un anormal. Por otra parte, dudo bastante que si estos espabilados jugaran por la banda derecha y no por la izquierda, la opinión pública y mediática fuera tan "benévola" como lo está siendo con la alcadesa de Barcelona y demás gente al fondo: los fallos y los errores hay que criticarlos con idéntica dureza con independencia de la ideología, credo o signo zodiacal de sus responsables.
- También habría que levantar un monumento a quienes permitieron que el pseudoimam Es Satty, líder de la célula y perversor de sus integrantes, campara a sus anchas por España, pasándose por el arco genital la orden de expulsión que había contra él. Me refiero a su abogado ("No parecía integrista, iba en vaqueros" (sic), olé tú) y al juez que revocó la expulsión (por no considerar que un tipo cuya carta de presentación fueron 120 kilos de droga supusiera una amenaza real y suficientemente grave para el orden público o la seguridad pública; aplausos). Lógicamente, ambos juristas estaban haciendo su trabajo (aunque el juez se ha coronado ya a perpetuidad) pero la moraleja a extraer de su disparate es que, en ocasiones, el papel de fumar con el que se la cogen ciertas personas se convierte en sudario de otras que simplemente estaban en el sitio y momento incorrectos. De todos modos, no hay que linchar a estos dos tipos por ser meras consecuencias de un mal que parece ya endémico: el buenismo legal que impera en el ordenamiento vigente y que es un auténtico chollo para la gentuza, con independencia de su denominación de origen.
- Tampoco hay que orillar el hecho de que las principales mezquitas en España están influidas (en lo económico e "intelectual") por Arabia Saudí y Qatar, estados que, más allá de pasarse por el forro los derechos humanos (o quizá precisamente por eso), son más que simpatizantes del wahabismo/salafismo, convirtiendo así de facto no pocos templos musulmanes españoles en cajas de resonancia de esa visión fundamentalista de la que beben los terroristas del ISIS. Y para muestra, muchas mezquitas en Cataluña. Si a esta "influencia" se le une la oficiosa convicción que hay a nivel internacional de que estos golfos del Pérsico están dando soporte (al menos económico) a los terroristas yihadistas pues...tú me dirás. Es cierto que culpabilizar a las máximas autoridades de España (Felipe VI como Jefe del Estado y Mariano Rajoy como Presidente del Gobierno) de los atentados en Cataluña por las relaciones España-Arabia es algo sencillamente abyecto (especialmente cuando tal acusación viene de cierta chusma de flequillos y sobacos). Pero, en cambio, no es nada descabellado afear la indudable hipocresía de quienes por un lado condenan y compadecen (y ojo que no dudo en absoluto de que lo hagan de corazón) y por otro no rompen relaciones a todos los niveles con esta gentuza que forra a petrodólares a quienes matan a inocentes dentro y fuera de España. De momento, está claro que, por desgracia, a las autoridades españolas les compensa más aguantar el papelón que mandar a saudíes, qataríes y kuwaitíes a tomar por La Meca.
- Y por último, pero no menos importante, hay que dar su porción de culpa (y quizá sea la más grande de todo el pastel) a la comunidad internacional: la misma que no impide ni remedia irresponsables chapuzas (Afganistán, Iraq, Libia, etc) que han permitido emerger a los yihadistas ni tampoco se pone de acuerdo para exterminar sin miramientos a los terroristas allá donde estén. La burocracia, la diplomacia, la geopolítica y la militarización de lo económico han creado monstruos...y para muestra, el ISIS.
No obstante, quiero terminar con un apunte agradable: la sociedad española ha demostrado que este país es como el Atleti: tiene una masa social muy por encima de sus dirigentes. Las imágenes de los padres de un crío asesinado en Las Ramblas abrazando a un imam son un excelente bálsamo entre tanta herida abierta y tanta mierda volando.
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