Ha tardado 60 años, 853 asesinados, 79 secuestrados, más de 2.500 heridos y 10.000 extorsionados en tomar la decisión que debería haber tomado en el primer segundo de existencia: dejar de existir. ETA acaba de anunciar o, mejor dicho, confirmar que deja de existir como banda terrorista. Probablemente, ésta será la mejor noticia de 2018. Con razón.
Eso sí: en su comunicado, a ETA le ha faltado indicar que si bien cierra su chiringuito más antiguo y sanguinario, los simpatizantes y nostálgicos del hacha, la serpiente y el pasamontañas podrán seguir disfrutando de "lo etarra" en cualquiera de los otros chiringuitos ("otras vías" dicen los asesinos en su papeleta final) que tiene montados en País Vasco y Navarra que aunque no son sanguinarios no por ello dejan de ser menos inmundos y reprobables (un saludo para Bildu y demás chusma abertzale). Cuando a la mitológica Hidra se le cortaba una cabeza, surgían dos en su lugar; en el caso que nos ocupa, por desgracia, las nuevas cabezas de la Hidra actualmente cobran del erario público y se benefician del mismo sistema contra el que ETA atentó durante seis décadas. Así que que nadie lance las campanas al vuelo ni descorche botellas: superar un tumor no derrota al cáncer.
Euskadi y Libertad, cínico seudónimo de esta panda de hijos de la gran pu*a, ha sido vencida y hace bien en reconocer a su estilo, a su asqueroso, mezquino, vil, cobarde y venenoso estilo, su derrota. Así pues, hoy como ayer no es el día de agradecer a ETA absolutamente nada y sí a las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, a los partidos que han demostrado con sangre y lágrimas su indudable compromiso con la democracia y la libertad (PNV, tú no), al Poder Judicial y al Ministerio Fiscal y a la sociedad civil que ha sabido afrontar el miedo, superar el terror y enfrentarse a quienes soñaban con implantar su totalitarismo de chapela. Punto. Por tanto, no puede ni debe haber ninguna clase de misericordia con quienes utilizaron como patética excusa primero la dictadura y luego un imaginario "conflicto" para intentar implantar por las bravas su cosmovisión paleta y carente de cualquier base histórica, política, cultural o legal. Por eso, hoy como ayer, lo único que puede y debe reclamarse es que se siga haciendo Justicia contra ETA. Por eso, hoy como ayer, el final de ETA como tal no puede ni debe significar impunidad ni prescripción ni condescendencia de ningún tipo. ETA y su entorno se han ganado a pulso no conocer lo que es la piedad. Por eso, su comunicado tipo "Nos hemos trasladado", nada puede ni debe cambiar, al menos entre quienes la han derrotado. Además, ETA se ha "ido" siendo fiel a su cinismo retórico, cobardía moral y ausencia de cualquier empatía o arrepentimiento. Así que lo dicho: ni un paso atrás contra "lo etarra".
Habrá quien me reproche mi crudeza y rencor a la hora de analizar esto: pacifistas, demagogos y soplagaitas en otra ventanilla, por favor. Yo no puedo ni quiero ni debo tener más que desprecio por quienes representan la peor versión del ser humano. Como cualquier persona de bien y como cualquier ciudadano español ni quiero ni deseo otra cosa para los etarras y aledaños que verlos masacrados legal, judicial, política y penalmente hasta que de ellos sólo quede su mal recuerdo. Cualquier transigencia con esta gentuza supondría rematar, por ejemplo, a Miguel Ángel Blanco. ¿Demagogia? No, la pura verdad. Además, quien esto escribe ha sentido muy de cerca a ETA: cuando era un crío, un coche-bomba asesinó a una patrulla de la Guardia Civil a escasos veinte metros de la casa donde veraneaba en Navarra; ya en la etapa escolar, ETA asesinó a balazos muy cerca de mi colegio al padre de unos alumnos; años más tarde, sentí de nuevo el miedo al saber que esta banda terrorista había puesto un coche-bomba en las inmediaciones del Colegio Mayor en el que vivía mi hermano en Pamplona; y ya al acabar la carrera, sentí las bondades democráticas y pacifistas del entorno etarra al trabajar en un periódico navarro en el que esta chusma tiró a la fachada de la redacción botes de pintura roja y amarilla y puso inquietantes carteles contra un compañero mío por toda la ciudad. Así que respeto los planteamientos buenistas y flandersianos, pero quien venga a mí con esas monsergas, se las puede ir metiendo por donde no da el sol y eso que nos ahorramos todos. Cada cual es libre de reaccionar como quiera ante este hito. Yo ni perdono ni olvido.
Acabo ya. Me parece estupendo que ETA haya confirmado su derrota. Ya sólo queda extinguirla del todo. Y mientras llega ese precioso momento: agur, asesinos.
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