Recientemente he terminado de ver, gracias a Movistar +, la serie Los Médici: Señores de Florencia, una producción simplemente impecable en sus formas y más que interesante en su fondo. La ficción cuenta la vida de Juan y Cosme de Médici, bisabuelo y abuelo de Lorenzo, el magnífico y máximos responsables de que los Médici no fueran un linaje del montón en la apasionante y apasionada Italia del siglo XV sino uno de los apellidos a citar cuando se habla del Renacimiento.
A lo largo de tramas y subtramas en las que la realidad histórica se entrevera con evidentes licencias creativas que poco o nada tienen que ver con lo ocurrido realmente, Medici: Masters of Florence nos muestra el alzamiento de la familia Médici, alternando para ello los flashbacks en los que el protagonista es Juan de Médici (un estupendo Dustin Hoffmann) con los sucesos en los que el eje es su hijo y sucesor Cosme (un sorprendentemente solvente Richard Madden).
Si bien esta serie creada por Frank Spotnitz y Nicholas Meyer es un excelente ejemplo de Historia ficcionada y un fenomenal estimulante para conocer más y mejor los personajes y la época que nos muestra (efecto similar al que consiguió por ejemplo la estupenda serie Isabel o la saga de Ezio Auditore en el videojuego Assassin's Creed), no deja de ser llamativa la influencia de El Padrino II en esta producción. Un buen referente (es un peliculón) que encaja perfectamente con el tratamiento que da la serie a esta familia, a la cual concibe como unos sofisticados Corleone renacentistas (la evolución de Cosme en esta primera temporada es muy parecida a la de Michael Corleone). Lo cierto es que en una época llena de luchas caníbales por el poder entre apellidos y blasones, los Médici supieron hacer lo necesario (Maquiavelo estaría encantado con su modus operandi) para ser los capo di tutti capi en lo que a mecenazgo artístico e influencia política y social se refiere. Y esta serie lo sabe mostrar fenomenalmente, valiéndose eso sí de licencias que renuncian abiertamente al rigor histórico para alentar aún más el atractivo de los avatares de esta familia que entendió que el arte es una excelente herramienta de poder (afortunadamente para los amantes de la cultura) y las finanzas una lucrativa forma de hacerse con él. Habrá quien piense que estos banqueros florentinos son primos lejanos de esos gerifaltes actuales del IBEX y aledaños: ya quisieran esos ricachones ensimismados pasar a la Historia como lo lograron los Médici.
Yendo al terreno puramente personal, el personaje más interesante de la serie me parece Contessina de Bardi, la esposa de Cosme, quien hace bueno aquello de "detrás de cada gran hombre siempre hay una gran mujer". También me resultó curioso, como seguidor del serión Juego de tronos, el reencuentro en esta serie entre "Rob Stark" (Richard Madden interpreta a Cosme) y "Walder Frey" (David Bradley encarna a Alejandro de Bardi, suegro de Cosme) en ese banquete que mantienen los Médici y los Bardi para celebrar el casamiento de sus primogénitos Cosme y Contessina; de hecho, hay una secuencia en la que al conocerse suegro y yerno por primera vez se miran de una forma un tanto extraña, que no sé si es un guiño precisamente a esta casualidad friki de la que hablo.
En definitiva, tras ver esta magnífica primera temporada estoy deseando que llegue la segunda, centrada ya en la figura de Lorenzo, el magnífico. Y es que los Médici, siglos después de su esplendor, siguen teniendo un magnetismo sensacional para quienes amamos la Historia y la Cultura. Y para muestra, esta seriaza.
Yendo al terreno puramente personal, el personaje más interesante de la serie me parece Contessina de Bardi, la esposa de Cosme, quien hace bueno aquello de "detrás de cada gran hombre siempre hay una gran mujer". También me resultó curioso, como seguidor del serión Juego de tronos, el reencuentro en esta serie entre "Rob Stark" (Richard Madden interpreta a Cosme) y "Walder Frey" (David Bradley encarna a Alejandro de Bardi, suegro de Cosme) en ese banquete que mantienen los Médici y los Bardi para celebrar el casamiento de sus primogénitos Cosme y Contessina; de hecho, hay una secuencia en la que al conocerse suegro y yerno por primera vez se miran de una forma un tanto extraña, que no sé si es un guiño precisamente a esta casualidad friki de la que hablo.
En definitiva, tras ver esta magnífica primera temporada estoy deseando que llegue la segunda, centrada ya en la figura de Lorenzo, el magnífico. Y es que los Médici, siglos después de su esplendor, siguen teniendo un magnetismo sensacional para quienes amamos la Historia y la Cultura. Y para muestra, esta seriaza.
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