domingo, 17 de septiembre de 2017

Quejas a Charlize Theron

Año 1 dC(Después del Calderón). Moisés pasó el Sinaí, Daenerys Targaryen atravesó el Desierto Rojo y...los atléticos cruzamos Madrid para llegar a nuestra nueva casa. Una mudanza costosa en muchos sentidos: cientos de millones de euros, quince kilómetros, varios meses (y los que faltan), una melancolía en modo okupa...No es fácil encontrar un hogar para tantas ilusiones, tantos recuerdos, tantas pasiones, tantas expectativas, tanta historia, tanta leyenda...pero creo que si el Metropolitano no es un estadio a la altura de la afición y el legado del Atlético de Madrid, se acerca bastante. Y sí, tanto al quinto estadio como al partido inaugural se le pueden poner pegas, peros, quejas y algún que otro reproche. Al Metropolitano se le pueden achacar esos detalles y aledaños adolescentes, a medio hacer, que convierten en aventuras lo que en el Calderón eran automatismos. Al partido contra el Málaga se le puede reprochar esa inoportuna sensación de anticlímax, de incomodidad hemorroidal, de sopa fría, de "menos mal" contra un rival vistoso como el gotelé y cuyo amor por el fútbol habría encantado a Mourinho, Clemente y demás estetas del buen gusto balompédico. El Metropolitano y el Atleti tienen aún evidentes cosas a mejorar para ofrecer su mejor versión pero es cuestión de paciencia y resiliencia, virtudes ambas que están en el genoma rojiblanco. Y aquí conviene que los atléticos recordemos algo: Charlize Theron sin maquillar y con endodoncia sigue siendo Charlize Theron.

Por suerte para el colchonerismo, Correa y Oblak hicieron lo necesario para que el gol de Griezmann supusiera para el Metropolitano lo que el tanto de Aragonés para el Calderón: una feliz anécdota histórica. Una más en una velada llena de ellas gracias a los fastos inaugurales (empezando por los emotivos prolegómenos del partido y acabando por el onanismo pirotécnico final) que agotaron memoria y batería de móviles de tal manera que los recuerdos se agolparon en las retinas de los hinchas como éstos a la puertas del metro para volver a casa.

Así las cosas, seguramente no fue la inauguración soñada por todos para este impresionante estadio pero la victoria de anoche reconforta tanto como comprobar que, más allá de las menudencias e imperfecciones a corregir dentro y fuera del césped, en el Metropolitano está plenamente instalado eso que otras aficiones son incapaces de entender y que es decisivo para el Atleti: el corazón rojiblanco. Ese que late en el ramo de Margarita, en los cánticos del Frente, en las manos que unen a padres e hijos y a abuelos y nietos, en el ondear enajenado de miles de banderas y bufandas rojiblancas, en los nudos en la garganta que encharcan miradas, en el rock atronador que antecede a cada partido, en ese himno que prevalece por encima de lo geográfico y lo temporal, en el rugido feliz al compás de cada gol local, en la fraternidad cómplice entre perfectos extraños, en la pasión que permite que el Atlético salga a jugar con once titulares y casi setenta mil jugadores. Un club único e indescriptible capaz de enamorar a un rey y encandilar a un republicano. Eso es el Atlético. Y eso se notó anoche en el Metropolitano. Habrá quien aún a estas horas prefiera enredarse en todo lo que le falta al estadio y al equipo. Yo prefiero no poner quejas a Charlize Theron. ¡Aúpa Atleti! 

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