Crecer es mirarte en el espejo y descubrir que Peter Pan ya se ha ido. Crecer es aprender a despedirte de todo lo que una vez te dejó sin palabras. Crecer es descubrir la pérdida y el desengaño. Crecer es darte cuénta de que la sombra de la felicidad es alargada. Crecer es tener una llamada perdida de tu infancia. Crecer es darte cuenta de que has olvidado. Crecer es contar con que es la vida quien tiene el as bajo la manga. Crecer es sentir envidia de quienes aún corretean despreocupados. Crecer es transformar la nostalgia en un destino turístico. Crecer es valorar la risa por conocer el llanto. Crecer es sentir el azar demoliendo tus certezas. Crecer es decir adiós a tus seres queridos. Crecer es saber que el tiempo acabará por vencer a tus ídolos. Crecer es ver perder al Enterrador o morir al Último Guerrero...
Pero crecer también es dejar el Delorean con el motor encendido. Es recordar que la vida sí que es elegir tu propia aventura. Es tener claro que el pasado está sólo a un recuerdo de distancia. Es aceptar que, para afrontar la vida, quizás necesitas un barco más grande. Es sentir que te has enamorado cuando has encontrado a tu guardiana de la puerta. Es disfrutar sabiendo que has vivido. Es conseguir que otros disfruten al descubrir por primera vez. Es comprender que basta un segundo para volver a ver, a estar, o a ser. Es convertir la magdalena de Proust en un libro, una viñeta, un disco, un muñeco articulado, un videojuego, una canción, el cartel de una película o la sintonía de una serie. Es estar seguro de que nunca nada ni nadie acaba por irse del todo. Es saber que, al mirar por el retrovisor, el niño que una vez fuiste no se ha quedado tan lejos.
Pero crecer también es dejar el Delorean con el motor encendido. Es recordar que la vida sí que es elegir tu propia aventura. Es tener claro que el pasado está sólo a un recuerdo de distancia. Es aceptar que, para afrontar la vida, quizás necesitas un barco más grande. Es sentir que te has enamorado cuando has encontrado a tu guardiana de la puerta. Es disfrutar sabiendo que has vivido. Es conseguir que otros disfruten al descubrir por primera vez. Es comprender que basta un segundo para volver a ver, a estar, o a ser. Es convertir la magdalena de Proust en un libro, una viñeta, un disco, un muñeco articulado, un videojuego, una canción, el cartel de una película o la sintonía de una serie. Es estar seguro de que nunca nada ni nadie acaba por irse del todo. Es saber que, al mirar por el retrovisor, el niño que una vez fuiste no se ha quedado tan lejos.
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