viernes, 14 de febrero de 2014

Año 33

Si tu vida puede cambiar en un segundo, qué no podrá pasar en todo un año. Y eso es lo que ha sido mi año 33: doce meses de cambio, de transformación, de revolución tranquila, de renovación, de reinvención. Por eso, ahora que ya los 33 quedan en el retrovisor desde la pasada medianoche, es un buen momento para repasar el que quizás haya sido uno de los años más intensos, imprevisibles e importantes de quien esto escribe.

La principal y más sorprendente novedad que me reservó este año ya pasado fue mi salida de la empresa en la que llevaba trabajando casi una década. Un cambio causado por una traición que, como toda traición que se precie, no pudo ser más vil, interesada, cobarde y mezquina. Un cambio inesperado, inmerecido, injusto e injustificable...pero que me sirvió para dejar atrás, con la conciencia bien tranquila y la mirada bien alta, un lugar en el que había demostrado todo lo que tenía que demostrar y donde la escasez de buenas personas era y es la carta de presentación de un microcosmos malsano en el que la honradez, el esfuerzo y la valía humana y profesional cotizan a la baja. Por todo ello, pese al rencor por la traición y al dolor por la fractura, conforme han pasado los meses estoy satisfecho con el cambio puesto que, aunque me ha sumido en la cruel aventura del desempleo, me ha permitido tener la motivación y el tiempo suficientes para afrontar otros proyectos, compartir más momentos con la gente a la que quiero y conservar tres cosas que, de haber permanecido en aquella empresa, habría acabado por perder: la identidad, la dignidad y la ilusión. Así que, aunque suene paradójico, lo que inicialmente fue una experiencia bastante traumática y negativa se ha convertido en una impagable oportunidad para crecer, mejorar e ir un paso más allá. No hay mal que por bien no venga. Y ese mal me ha venido muy pero que muy bien.

Y me ha venido verdaderamente bien porque es una gran verdad aquello de que para que algo nuevo nazca lo viejo tiene que morir. Quizás por ello las otras novedades (las netamente positivas) del año 33 vinieron a raíz de lo que acabo de comentar: empezar una nueva carrera y por la UNED; iniciar un nuevo e interesantísimo curso en la ECH; acabar la novela que estuve escribiendo durante meses; comenzar una serie de colaboraciones semanales con una revista; tener más tiempo para mis seres queridos...Una vida no se cambia estando quieto y un camino no se recorre mirando hacia atrás.

En el plano más íntimo y personal, el 33 ha sido un año muy intenso, duro y difícil, lleno de contrastes y del que he obtenido dos conclusiones: La primera es que los verdaderos triunfos, los que marcan y definen la vida de una persona, no son una lista de "hitos por cumplir" fijada en función de expectativas, estándares o convenciones sociales, sino que están hechos de pequeñas victorias cotidianas ante lo inesperado. La segunda conclusión (y más importante si cabe) es que la felicidad todo lo puede. Y yo, si soy algo actualmente, es feliz. Y eso, por suerte para mí, no es algo que se consiga solo.

Por eso, echando la vista atrás, no soy la misma persona que hace un año...ni falta que hace: soy y me siento mejor que nunca. Algo que espero poder aumentar, disfrutar y compartir en este año 34 al que sólo le pido dos cosas: mucha salud y una pizca de suerte.

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