La era Obama llega a su fin, después de dos legislaturas como presidente
estadounidense oficial y, a la sazón, jefazo mundial oficioso. Un
mandato en el que el primer negro de La Casa Blanca se ha limitado a
cumplir el expediente pero que ha resultado absolutamente balsámico en
comparación con la descerebrada, irresponsable y contraproducente etapa
de Bush Jr.
Obama deja así tras ocho años un legado tan impecable en las formas como
insustancial en el fondo pero en olor de multitudes gracias a su
estupenda oratoria, innegable carisma y destreza para el marketing
político que es, hoy por hoy, en lo que consiste la política: saber
vender un producto (que no una idea y menos aún un programa) a los
clientes para que en lugar de pasar por caja pasen por urna. Y precisamente son estas mismas virtudes las culpables de que ahora
quede un poso de decepción, de "sí pero no", como cuando pides una
Cocacola y te dan una Pepsi: eficacia sin deleite. Éramos muchos los que estábamos muy ilusionados con el ascenso de Obama a la presidencia
yanqui a lomos de una sensacional campaña publicitaria; los mismos (imagino) que
ahora nos debatimos entre la frustración y la gratitud hacia un tipo
majete como persona e insípido como político. Dicho de otro modo: Barack puso el listón de demasiado alto para Obama. Dentro de su país se ha ceñido a salvar los muebles, entre otras cosas por la cerril
oposición del Partido Republicano, que ha demostrado estar más pendiente
de su propia degeneración que de ayudar a progresar a la nación. Fuera
de su país, los EEUU de Obama no es que hayan hecho dejación de
funciones pero casi; sólo así se explica la tibieza ante el matonismo de Rusia, la demencia de Corea del Sur y las masacres del ISIS, las tres
grandes amenazas para la convivencia y serenidad mundial. Y digo bien,
dejación de funciones, puesto que por tradición, potencial y capacidad coerctiva EEUU puede y
debe ser el gran árbitro de la convivencia mundial, especialmente si
tenemos en cuenta que organizaciones supranacionales como la ONU, la
OTAN o la UE andan pasando la mayor parte del tiempo en postureos,
eufemismos y ridículos varios. En ese sentido, EEUU con Obama ha actuado internacionalmente como un
profesor excesivamente buenista y paciente cuya única muestra de
autoridad ha sido dar el merecido matarile a Bin Laden. Y eso, en los
tiempos que corre es dar demasiadas facilidades a cabrones vocacionales,
ya se apelliden Putin, Kim o Al-Bagdadi. Claro que es preferible esa
actitud de monje tibetano a comportarse como un chimpancé con
ametralladoras (ver Bush Jr).
De todos modos, más allá de la valoración que merezca el balance de la Administración Obama, lo único seguro es que se le echará de menos dado que el próximo presidente estadounidense saldrá de una dupla de candidatos que ha llevado al electorado de las barras y estrelllas a tener ante sí un dilema de manual: elegir entre un mal candidato (Clinton) y otro horrible (Trump). Hillary Clinton es mala candidata no sólo porque SIRI tiene más empatía que ella sino porque acredita más defectos que virtudes (que se reducen a ser mujer, ser esposa de y no ser Trump). Si gana Hillary será porque la alternativa es mucho peor aún pero que
De todos modos, más allá de la valoración que merezca el balance de la Administración Obama, lo único seguro es que se le echará de menos dado que el próximo presidente estadounidense saldrá de una dupla de candidatos que ha llevado al electorado de las barras y estrelllas a tener ante sí un dilema de manual: elegir entre un mal candidato (Clinton) y otro horrible (Trump). Hillary Clinton es mala candidata no sólo porque SIRI tiene más empatía que ella sino porque acredita más defectos que virtudes (que se reducen a ser mujer, ser esposa de y no ser Trump). Si gana Hillary será porque la alternativa es mucho peor aún pero que
ahora mismo
haya dudas en torno a la victoria demócrata da idea de la castaña de
candidata que es Clinton. Por otra parte, está Trump, de quien ya hablé en otro artículo y que, por sintetizar, diré que es como Cthulhu (y coincido así con el maestro Stephen King): un
horror indescriptible cuyo ascenso supone por definición una amenaza
para la Humanidad, por mucho que tenga unos millares de acólitos que
mojen la entrepierna al contemplar su efigie. Si gana Trump será un
nuevo hito a añadir a "Momentos en que la democracia se disparó en el
pie" junto a Hitler, Andreotti, Chávez y otros grandes disparates electorales,
pero ya sólo el hecho de que semejante aberración tenga posibilidades es motivo más que
sobrado para que EEUU pase por el diván. La madrugada del martes saldremos de dudas en España pero, ocurra lo que ocurra, nadie en EEUU debería lanzar cohetes ni descorchar champán.
Ya lo dice el refrán castellano: "Otros vendrán que bueno te harán". Y a Obama, a partir del miércoles, me parece que alguien lo va a hacer buenísimo.
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