viernes, 4 de noviembre de 2016

Contra la esperanza, paciencia

La esperanza no es algo bueno. Y no lo es de base, esto es, desde su origen, puesto que cuenta el mito que de todos los males que tenía el pack Pandora de "Grandes calamidades para putear a la Humanidad", la esperanza fue el último de ellos. El problema es que, en algún momento y lugar, hubo un anormal que se sintió Paulo Coelho y, reinterpretando el mito de la caja de Pandora (por qué lo llaman caja cuando quieren decir tinaja) como le salió de la axila, acuñó ese gran éxito del cuñadismo universal que es "La esperanza es lo último que se pierde". 

No, la esperanza no es algo positivo. Es una especie de autosugestión que alimenta una expectativa sin ninguna base sólida que se sustenta en un frágil argumento de probabilidades que, a la postre, acaba por resultar contraproducente en no pocas ocasiones. Es un placebo consistente en otorgar carta de naturaleza a un espejismo. Es jugar a la ruleta rusa con las ilusiones personales alentado por unas inverosímiles conjeturas estadísticas en el mejor de los casos. Es comprar muchas papeletas para que te toque un bofetón de realidad. Si eso es algo positivo pues...tenemos concepciones diferentes de "lo bueno". En ese sentido, la esperanza y la fe serían muy similares si no fuera porque aquélla es incluso es peor que la fe (término que erróneamente se suele utilizar como sinónimo de aquél) puesto que cuando ésta falla siempre te queda el recurso de pedir cuentas a Dios, pasarte al agnosticismo o ingresar en ateos anónimos mientras que cuando falla la esperanza el reproche cae única y exclusivamente contra uno mismo ("Mecagüen mi puta vida", "Esto me pasa por gilipollas" y otros grandes éxitos de la autolaceración). Por eso, la esperanza forma parte de ese mito griego arriba citado que vendría a ser el equivalente helénico al hebreo del pecado original (Eva conoce serpiente con labia, come fruto prohibido y a la Humanidad se le acaba el chollo) porque, insisto, no es algo bueno. Así que, a la próxima persona que les diga aquello de no hay que perder la esperanza o que cuando uno desea realmente algo el universo conspira a tu favor o soplapolleces similares, háganle y háganse un favor y cálcenle una hostia...si no quieren que la hostia se la acabe dando la realidad. Porque, yo me pregunto, cuántas personas han fiado inútilmente a la esperanza la consecución de un trabajo o la curación de una enfermedad o la solución de un problema grave o la conquista de un ser querido; ignoro la cifra exacta pero me imagino que unos cuantos millones (por no exagerar). Y es que, se mire por donde se mire, la esperanza es muy frecuentemente un arma de desilusión masiva porque induce a dejarse la vida/dignidad/estima hecha jirones por perseguir una promesa que nadie te ha hecho.

En cambio, en lugar del timo tóxico de la esperanza, mejor sería hacer caso al gran escritor León Tolstoi cuando dijo, en su monumental Guerra y paz, que "los dos guerreros más poderosos son la paciencia y el tiempo", un consejo que no asegura nada pero no vende humo. Teniendo paciencia, tienes posibilidades de asistir a tu propio triunfo. Teniendo esperanza, tienes las mismas posibilidades de triunfar que de tener una cita con Charlize Theron y que a la mañana siguiente te caiga un meteorito en la nuca. ¿Por qué es preferible la paciencia a la esperanza? Porque mientras ésta pone el foco en la suerte, aquélla lo pone en el esfuerzo, en la resiliencia activa y, en la vida real, todo el mundo sabe ya que puede haber trabajo sin suerte (algo bastante común) pero es más seguro todavía que no hay suerte sin trabajo. Dicho de otra manera: hay que hacer todo lo posible para que la suerte te pille esforzándote. Claro que para tener paciencia se requiere poseer una fortaleza psíquica nivel "Esto es Esparta" y eso, especialmente en un mundo tan frenético, desquiciado y desquiciante como el actual, es francamente complicado porque la sociedad actual obliga a las personas a hacer malabares con expectativas endógenas, urgencias exógenas y expectativas sociales. Eso sí, cuando se consigue adiestrar la paciencia y tenerla lista para cualquier Termópilas no es que compres más papeletas para triunfar pero sí que tienes muchas menos para fracasar, que en el fondo es lo que cuenta, en la medida en que la clave no está tanto en ganar como en no sucumbir: lo que importa es seguir en pie. Así que, un consejo, manden la esperanza a tomar viento y ármense de paciencia porque el mundo real no es una película de Disney sino un sitio más próximo al infernal lugar imaginado por Dante en cuya entrada había una sabia advertencia: "Abandonad toda esperanza los que aquí entráis".  

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