jueves, 14 de octubre de 2010

El (otro) gran carnaval

Un minero atrapado en un túnel, mientras en la superficie se organiza un circo mediático de no te menees a propósito de su desdichada situación al tiempo que su liberación se va postergando más y más, acrecentando así el interés informativo y el morbo social...¿Les suena? ¿Y si les digo que éste es el argumento de una de mis películas favoritas del genio Billy Wilder: "El gran carnaval" (1951)? A veces la línea que separa la realidad de la ficción es tan fina como odiosa...

Los 33 mineros chilenos ayer por fin fueron regurgitados por Gea después de 70 días confinados en los dominios de Hades. Lógicamente, me alegra que su sepultura haya sido sólo temporal y ahora todos estén sanos y salvos junto a sus familias, amantes, mascotas y amigos. Lo que ya no me hace tanta gracia es la bochornosa cobertura informativa con la que los medios de comunicación han travestido de periodismo serio lo que es morbo puro, duro y soez. 

El único interés de toda esta historia subterránea ha sido la curiosidad malsana de saber si finalmente iban a palmar o no la treintena de desdichados chilenos. Y eso es, por definición, morbo.  Un morbo que ha sido explotado a conciencia por los medios de comunicación de todo el mundo con una cobertura constante y excesiva, trufada de elucubraciones aviesas, anécdotas de baratillo (Ej: La trifulca puteril de cierto minero), crónicas efectistas en busca de la congoja, etc, etc. De ahí que las audiencias de todos los medios se hayan disparado con la desventura de la mina chilena. Y como donde hay audiencia, hay negocio, no han tardado en hacer acto de presencia entidades y personalidades dispuestas a tener su minuto de gloria a cambio de una filantropía y un altruismo más que dudosos. Las moscas no tardan en acercarse a las heces...

Resulta patético comprobar la desmesura y el sensacionalismo que se han instalado como un cáncer en el Periodismo y los medios de comunicación actuales. Cualquier cosa vale para llamar la atención y ser los más vistos, leídos o escuchados. Hoy Chuck Tatum, el avieso periodista de "El gran carnaval" magnifícamente interpretado por Kirk Douglas, tendría muy pero que muy difícil destacar en su cometido, porque todos sus colegas de profesión y los jefes de éstos tienen su misma carencia de escrúpulos. Lo triste es que Tatum es  sólo un personaje de ficción...

Y después de esto, ¿qué? Pues los ¿periodistas? se irán a otra parte en busca de la audiencia, como tiburones que siguen el rastro de la sangre, porque ése es su modus operandi...Porque, en el fondo, la vida de los mineros y la tierra que los parió nunca les ha importado gran cosa, como a la inmensa mayoría de miles de espectadores que han seguido este drama tunelario en todo el orbe.

Lo único me agrada entre tanto despropósito es comprobar, una vez más, la agudeza crítica, (en ocasiones como ésta, visionaria) de ese coloso del séptimo arte que fue, es y será Billy Wilder.

miércoles, 13 de octubre de 2010

Muerte de un matón

Ha muerto un matón, un maltratador, un salvaje, un indeseable, un ser con muy poco de humano. No diré que me alegro, pero desde luego no lo lamento. Cuando la Justicia se mueve entre el error y la inoperancia, la muerte es una solución bastante adecuada para quienes amargan o quitan vidas inocentes. Lo único penoso es que el deceso de estas bestias inexcusables e indefendibles siempre llega cuando el mal, su mal, ya está hecho irremediablemente.¡Cuántas vidas inocentes se habrían salvado si estos cobardes de cerebro lento y hostia rápida se hubieran quitado de en medio antes de cercenar la existencia de sus parejas!

Puede que alguien me acuse de insensible o cruel, pero lo cierto es que pocas cosas hay que me solivianten tanto como aquellos  monstruos que valiéndose de una superioridad física agreden o matan a niños, ancianos o mujeres, especialmente éstas, como ya  demostré en un artículo hace casi tres años. Para mí, toda esa caterva de maltratadores y asesinos se merecería un suplicio indescriptiblemente sádico, agónico y diario, ya que la muerte me parece un castigo demasiado escaso y rápido para esa escoria nefanda y nauseabunda.

Pero, por aquello de tener un poco de consideración y demostrar algo de bondad, he de reconocer que deseo de corazón que los gusanos y demás microorganismos carroñeros no se envenenen con los restos de este tipejo, si es que alguien decide utilizarlo como abono en lugar de contaminar el aire incinerándolo.

En fin. Hoy el mundo es un lugar un poco mejor para vivir.

¡Ay, 12 de octubre!

Doce de octubre. Antaño "Día de la Hispanidad" y hogaño "Fiesta Nacional". Denominaciones aparte, esta festividad resulta un calco absurdo e inexplicable del día de las Fuerzas Armadas, lo que cuestiona la existencia actual de ambos festejos. No obstante, informativamente, es cierto que da mucho juego, por todas las anécdotas bochornosas que genera, lo cual aumenta mis dudas sobre su conveniencia, al menos con el formato y el concepto actuales...

Dicho esto, el rancio y pretencioso desfile militar sobre el gira la jornada se ha convertido de facto en los últimos años en una mera excusa para que la ciudadanía abronque al desGobierno de este país y para que las revistas del corazón y otras vísceras comenten los modelitos y las chuminadas de Lord Gagá y su parantela de liberados, avergonzando así inmerecidamente a los integrantes del Ejército y sus familiares. Así pues...¿por qué propiciar este escarnio y cisco?

Cierto es que el Ejército actual es un reflejo tenue, devaluado y casi insultante de lo que fue en el pasado, pero no por eso se merece que su desfile y el homenaje a sus caídos se eclipse por los silbidos y gritos del gentío descontento contra los desastrosos timoneles de esta nave patria. No por que no estén justificados, que lo están, sino porque hay ocasiones y días mejores para manifestar el descontento sin agraviar a nadie inocente, como, por ejemplo, en las elecciones. 

Dado que el magnicidio ni está ni se le espera y que la sede socialista de Ferraz no va a implosionar en día de cónclave, no hay más remedio que esperar a ciscarnos en el desGobierno votando en los comicios electorales con toda la rabia y la indignación que algunos, cuando no deben, liberan por la boca somo si fueran espitas.

Es lamentable que lo único positivo o simpático que cabe esperar del 12 octubre sea la presencia de la cabra legionaria y la bandera española difuminada en el cielo por un escuadrón. Por eso, porque el Ejército se merece algo mejor y la Fiesta Nacional más si cabe, es prioritario que los organizadores del cotarro se replanteen las formas para que no sigan menoscabando el fondo.

Por lo demás, a mí me da absolutamente igual si al señor POE y su camarilla les gritan de todo menos "guapos", si el Borbón necesita más geriatras que desfiles o si Venezuela sigue demostrando que es un país bananero. Para mí, la única noticia  importante que hay que lamentar en este doce de octubre de 2010 es la pérdida de uno de los mejores actores que ha disfrutado el cine español: Manuel Alexandre. Todo lo demás es chufla y pandereta.

martes, 12 de octubre de 2010

"Louise-Michel": Vaya dos...

Anoche vi, en preestreno en España, y eso que se filmó en 2008, la película francesa "Louise-Michel", comedia de humor negro, delirante y estrafalario que, partiendo del drama que supone el cierre de empresas (una fábrica, en este caso), construye una vengativa y extravagante odisea para castigar a los responsables (los dueños de la factoría) protagonizada por dos seres humanos con el cerebro tan invertido como su sexo, cómicamente interpretados por Yolande Moreau (la furiosa desempleada "Louise") y Bouli Lanners (el inepto matón "Michel").

El film dirigido por Gustave de Kervern y Benoît Delépine se sitúa a medio camino, por poner ejemplos patrios, entre el cine de Álex de la Iglesia (por el humor negrísimo y la violencia cómica que preside el metraje) y el de Santiago Segura (por los personajes "freaks" de baja estofa), o entre el esperpento de Valle-Inclán y el astracán de Muñoz Seca. En él tienen cabida personajes extraviados en lo físico, psíquico y/o social que protagonizan situaciones tan inverosímiles y demenciales que encajan como un guante en el género cómico. De ahí que en esta película se pueda ver a enfermos terminales convirtiéndose en sicarios sanguinarios, artistas metalúrgicos y paranoicos obsesionados con el 11-S, transexuales cabareteras cantando a Jesucristo, responsables de RRHH voyeurs y onanistas... 
Por todo ello, "Louise-Michel" es una cinta que hay que ver siendo conscientes en todo momento de que, desde su  reveladora secuencia inicial, su irreverencia e iconoclastia son tales que la acercan al anarquismo (el título es un juego de palabras que homenajea a una destacada anarquista francesa). Por tanto, no sería raro que hubiera personas que, pasando por alto esto, les incomode o desagrade algunas escenas de esta película, igual que habrá gente que piense que este film es una hez, ignorando que se ha llevado dos galardones en los prestigiosos festivales de Sundance (Premio especial del jurado a la originalidad) y San Sebastián (Premio del jurado al mejor guión).

En definitiva, "Louise-Michel" es una comedia original y transgresora que hace pasar un rato francamente divertido a quienes acepten acompañar a estos "Bonnie y Clyde" del esperpento francés en su azarosa y estrafalaria venganza.

jueves, 7 de octubre de 2010

"Buried": Enterrando la inocencia

Anoche vi "Buried (Enterrado)", película española (en coproducción con Australia) que parece mentira, para bien, que sea española, por su originalidad, calidad, valentía y contundencia. Ignoro si el director, Rodrigo Cortés, ha querido homenajear deliberadamente al maestro Hitchcock, pero lo cierto es que le ha salido una obra cinematográficamente tan redonda como las del genio inglés, que ya desde los títulos de crédito iniciales evoca a los que el fabuloso Saul Bass hizo para el orondo director ("Con la muerte en los talones", "Vértigo", "Psicosis").

Podría dedicar el artículo a loar las cualidades técnicas e interpretativas de "Buried", que son bastante notables, pero eso sería desviarme del mérito principal de este título: Tomar como base uno de los miedos más cervales del ser humano como es el de ser enterrado vivo (sublimado en la ficción por titanes como Edgar Allan Poe, véase su relato "El entierro prematuro") para hacer una película que en apariencia es un thriller (con altas dosis de crítica contra la  belicista Administración norteamericana, la ¿ética? de las multinacionales, la delirante burocracia de cualquier trámite telefónico...) pero que en el fondo es una conmovedora y descarnada tragedia nihilista y pesimista como pocas he visto en una pantalla.

"Enterrado" narra, casi en tiempo real, el angustioso padecimiento del civil Paul Conroy (magnífico Ryan Reynolds), un contratista norteamericano secuestrado en Iraq por unos insurgentes y cuya lucha por la vida queda confinada en un ataúd enterrado en algún lugar de esa avernal región. Sin más armas en tal denodada lucha  que un teléfono móvil y un mechero, Conroy sumerge al espectador en una espiral de tensión creciente e implacable que avanza demoledoramente hacia un agónico clímax final en el que el aliento se corta.

"Buried" es una película sencilla, desoladora y efectiva como una cuchillada, la que hace que el ánimo del espectador sangre a borbotones al término de este estupendo film que entierra, quizás para siempre, la inocencia de quienes lo vean...

miércoles, 29 de septiembre de 2010

Huelga la huelga

Hoy es 29 de septiembre y, supuestamente, hay huelga general en España. Yo la única diferencia que noto respecto a otros días es que, conforme se acerca uno al centro de Madrid, para ir al trabajo en mi caso, se ve más inmundicia de la habitual: pintadas, pasquines y sindicalistas. Yo no sé qué dirán las estimaciones oficiales de seguimiento de la huelga, pero, visto lo visto, creo que no serán para que los sindivagos derrochen champán, cava o vino Don Simón.

Además, todos sabemos que el éxito de una huelga, especialmente de este calibre, no depende tanto de la vocación de los trabajadores de secundar esta iniciativa, como de la acción coercitiva de esas bandas de zafios bastardos a las que se suele denonimar eufemísticamente "piquetes informativos", maleantes sindicales que, salvo contadísimas excepciones, no tienen problema en estropiciarte el negocio, zarandearte o mancillarte hasta la séptima generación de ancestros por la osadía de querer trabajar. Por eso, cualquier padecimiento o castigo que sufra esa gentuza me parecerá formidable, ya que, si de mí dependiera, servirían de carnaza para el carcharodon carcharias.

Dos jetas y un destino.
Lo cierto es que me da igual si la huelga es un éxito o no, por mucho que cualquier fracaso de esos tunantes haraganes me provoque un delicioso placer. Y digo que me es indiferente porque soy consciente, al igual que los propios convocantes, de que esta huelga no va a conseguir nada (bueno). Dejar de trabajar (o importunar a otros que lo hacen) no es la mejor forma de reivindicar o precipitar una mejora de la grave situación económica; ni comportarse como un rebaño de mendrugos (por no decir como un gang mafioso, con perdón para todos los mafiosos del mundo) el método idóneo para que te tomen en consideración (por mucho que el desGobierno se pase por el arco triunfal toda propuesta que no salga de la mente preclara del señor POE), máxime cuando tus capacidades discursivas se basan en una berrea cacofónica sólo interrumpida para enunciar un discurso trasnochado y rancio, donde se confuden el culo con las témporas y las churras con las merinas. Y eso Méndez, Toxo y sus respectivos ganados lo saben muy bien. Para ellos, la huelga es un divertido peaje a pagar para seguir viviendo de momio, andando a la sopa boba y siendo unos jetas. ¿Pero cómo diantres van a representar o defender los derechos de los trabajadores unos individuos que holgazanean más que el sastre de Tarzán? ¡Es como si ponemos a un hippie a defender los intereses del Ejército!
Piquetes "informando" a la Policía.
Además, a nadie se le escapa que ésta es una huelga tardía y de boca pequeña, hecha porque no les quedaba más remedio, de cara a  la galería y sin más pretensión que la de seguir en el puesto antes que otro cafre arribista les quite la silla y el chollo. ¿Por qué? Pues porque los sindicatos están (oficiosamente siempre y con frecuencia oficialmente) a lo que diga el desGobierno, que para eso los paga y consiente. A Méndez, Toxo y sus marionetas les parecerá fetén todo lo que diga La Moncloa mientras les sigan dejando campar a sus anchas...y así estamos. Y quien no quiera ver eso, que se dedique al loable oficio de vender cupones.

¿Y después de la huelga...qué? Pues todo seguirá igual: El país estará en manos de cretinos y gandules, la economía en la UVI, la cola del INEM emulando a la Gran Muralla China, los afortunados trabajadores ganándose el pan duramente y los sindicatos... avergonzando a quienes dicen representar. En definitiva, esta huelga huelga.

Por cierto, un saludo a Juan Carlos, que hoy, oficialmente, ha decidido no trabajar. En materia de liberados eres también "primus inter pares".

lunes, 27 de septiembre de 2010

"El americano"...impasible

Imagínese un thriller que no sea el típico y tópico "made in Hollywood": Con personajes verosímiles y bien trabajados, con un ritmo que no parezca un ataque epiléptico, con una trama realista, con en escenarios no muy sofisticados y con un final no necesariamente feliz. Es decir, piense en una película noir a la europea (Chabrol, Melville...). Lo mismo, creo, que buscaba hacer el realizador Anton Corbijn en su segunda incursión cinematográfica, "El americano". Lástima que no lo haya conseguido. 

El director holandés, conocido por su pericia como fotógrafo (que evidencia aquí en algunos encuadres e iluminaciones francamente interesantes) y director de videoclips, realiza una película sin alma ni brío que se sostiene a duras penas por la presencia de un solvente actor (George Clooney, único reclamo-aliciente-clavoardiendo de este film) y unas inconclusas buenas intenciones (las de homenajear/emular el cine negro que se hace a este lado del Atlántico). Y eso que la impactante escena inicial de "The American" te hace esperar una cosa muy distinta a una decepción...
 
¿Decepción? Sí. ¿Por qué? Porque el guión es tan raquítico como el de una película porno; Clooney (productor del cotarro, ojo) hace lo que puede con un personaje lacónico, adusto y pétreo (un artesano del asesinato) que se ahoga en una trama demasiado débil cuando no absurda; el montaje dota a la cinta de un ritmo rayano con lo comatoso y cualquier atisbo de suspense o tensión se esfuma entre escenas más propias de anuncios de coches o viajes que de una película al uso, algo a lo que, por cierto, contribuye mucho la banda sonora de "hilo musical de ascensor" que pulula por el metraje...

En definitiva, "El americano" es una más de esas películas que entran dentro de la categoría "Pudo ser y no fue", porque se contempla con la misma indiferencia e impasibilidad que rezuma. Eso sí, es francamente aconsejable si lo que se quiere es echar una cabezadita o disfrutar de la compañía (si es que se es tan afortunado como para una u otra cosa).

Y, para terminar, dejo el tráiler del film, ejemplo de cómo persuadir al público de que una película es de una determinada manera...y en realidad es justo de la contraria.


La talla de la sensatez

Recientemente ha aparecido en las noticias el caso de Carla Trujillo, una joven modelo española que sufre una absurda discriminación. ¿El motivo? Estar considerada por ciertos mandamases de la pasarela como "modelo de talla grande". Y ojo, que si alguien piensa ahora mismo en una adiposa sin complejos vestida de globo aerostático carísimo, se equivoca. La pizpireta Trujillo es una chica normal, con el bello encanto que da la sana lozanía, sí, pero corriente en cuanto a tallaje se refiere (talla 40). Y de ello da fe el hecho de que esta madrileña haya sido contratada por una prestigiosa agencia neoyorquina de modelos, lo cual no deja de ser paradójico. 

¿Cuál es el problema entonces? Desde luego, el quid de la cuestión no hay que buscarlo en Carla, cuya madurez y mesura, por cierto, es impresionante para tener "sólo" 17 años. Quizás haya que dirigir la mirada inquisitiva hacia la alta costura, ese manantial de estrafalarios esnobismos y feroces complejos...¿Está tan ensimismada y enloquecida la moda que ha perdido definitivamente la noción de "normalidad"? ¿Qué deficiencia mental o audiovisual lleva a los modistos y gurús del  prêt-à-porter (esto es, manfloritas y aledaños) a considerar como fémina estándar cualquier mujer que parezca pintada por El Greco? ¿Alguien oriundo de ese pretencioso vergel de sarasas y divas narcisistas va a caer en la cuenta de que son infames cómplices de la existencia de la bulimia y la anorexia en el mundo? ¿Las medidas ideales son las de un cadáver putrefacto?

Yo siempre suelo ser partidario del término medio que tanto alababa Aristóteles, así que supongo que se entenderá que, para mí, tan injustificable y necio es situar como paradigma a mujeres que harían las delicias de Rubens como colocar en idéntico pedestal a féminas que parecen recién liberadas de un campo de concentración nazi. Aunque, puestos a elegir, mejor una que parezca henchida de felicidad antes que otra que se asemeje a una invitación a la necrofilia...De todos modos, a mí me da absolutamente igual la flaqueza o la gordura, siempre  y cuando tengan su justificación en razones genéticas o fisiológicas y no en dislates mentales o en simple e insalubre dejadez. La salud, al igual que la felicidad, empieza por la cabeza.

De cualquier forma, lo único cierto es que la moda, además de crear vestidos que muy pocas personas llevarían (por su precio, en el mejor de los casos), genera unos dictados cuestionables y unos referentes irreales que, combinados con una deficiente autoestima y una insuficiente madurez mental, han convertido a cientos de miles de mujeres en seres cadavéricos víctimas del espejo y el qué dirán y otro tanto sucede con aquellas cuya oronda figura se convierte en una absurda cárcel donde apresar la naturalidad y la alegría. Es un curioso contrasentido que un negocio que tiene por eje central a la mujer sea responsable de tantas penalidades femeninas. Un curioso, bochornoso y demencial contrasentido cuyos principales responsables no son las infelices y desdichadas  mujeres que padecen tales complejos, sino los modistos, las modelos y los medios de comunicación que deciden  prescindir del sentido común y vivir ajenos a la realidad más mundana, la misma a la que manipulan y enferman con sus delirantes "tendencias".

Por suerte, siempre habrá casos como los de Carla Trujillo, una chica bellamente normal que tiene una talla que muchas mujeres (y hombres) deberían anhelar: la de la sensatez.

viernes, 17 de septiembre de 2010

Los Tudor: Dios salve al Rey, a la Reina, la Corte...

Afortunadamente, no todo es horterada, chabacanería o, directamente, bazofia en la televisión que se emite en nuestro país. Afortunadamente, la calidad no ha sido enterrada en esa fosa séptica que es la parrilla televisiva (al menos, la gratuita). Afortunadamente, la cultura aún no ha sido masacrada por la legión de tunantes, golfas, camorristas, demagogos, fulanos, menganas y demás caterva de baratillo rampante aún en los tiempos de la TDT (Ver grandes programas de Telecirco como "Chulos, putas y viceversa", "Sálvame de Belén Esteban", "Las chonis de la corona", "La noria de las vanidades", "Enemigos íntimos de la vergüenza", "Supervivientes (por desgracia)", "Mercedes Milá Show", "Resistiré este horror"...o productos de Hortera 3 como "Dónde estás carroña", "El diario sumidero", "Fornica o Quítate"...). Afortunadamente, se emiten series como "Los Tudor".

Dejando a un lado las más que notables licencias (que a veces incurren directamente en la invención) que se toma en ocasiones, esta producción sólo puede recibir un calificativo: magnífica. "The Tudors" es una de esas cada vez más inusuales muestras de que la calidad no está en absoluto reñida con unos buenos datos de audiencia. Pruebas hay de ello. No en vano, la serie de Showtime tiene excelentes bazas a su favor: Un guión trepidante y excelentemente trabajado en tramas de lo más adictivo, unas interpretaciones solventes cuando no extraordinarias (el reparto está trufado de buenos actores), una banda sonora digna de reyes...y, lo más importante en mi opinión, la facilidad con la que despierta el interés o la curiosidad por conocer más de los sucesos y/o los personajes que en ella aparecen.

Creo que es muy difícil ver este impresionante fresco del convulso y decisivo reinado del demente y apasionado Enrique VIII y no tener ganas inmediatas de conocer cuánto de verdad hay en los hechos ficcionados y cómo fue la vida real de sus protagonistas. En mi caso, por ejemplo, ardo en deseos de documentarme mejor sobre la impresionante reina Catalina de Aragón (memorable y regiamente encarnada en la serie por la actriz Maria Doyle Kennedy). Si eso lo consigue también en cada uno de los millones de espectadores que tiene "Los Tudor" alrededor del mundo, la cultura tiene una deuda enorme con todos los implicados en esta serie. Y en cuanto a las notorias y puntuales "infidelidades" a la historia real...bueno, digamos que nunca estuvo mejor justificada una infidelidad, ya que, nos pongamos como nos pongamos, esta serie no deja de apostar por la historia y la cultura, haciendo de ellas premisa y eje de la producción.

Siento mucha admiración por esta serie. Admiración y también envidia, porque en España tenemos una historia tan rica o más que la de Inglaterra, con personajes tan apasionantes como los que "Los Tudor" nos ofrece y que, sin embargo y lamentablemente, no ha tenido digno eco en una traslación fílmica o televisiva comparable (cuando no inexistente) a la serie que ayer concluyó su segunda temporada en abierto en nuestro país (y eso que la cuarta y definitiva ya ha terminado su emisión al otro lado del Atlántico). Ojalá esta deficiencia se subsane en un futuro.

Y mientras llega ese momento, si es que llega, veré productos televisivos tan estupendos como "Los Tudor".

martes, 14 de septiembre de 2010

No es Conan, pero ¡qué bárbaro!

Leyenda, mito, inmortal...Estas palabras están reservadas exclusivamente para un selecto y reducidísimo grupo de personas: aquellas que forjan la historia. Antaño, solían estar asociadas a hazañas donde acero y sangre eran los goznes de la inmortalidad. Hogaño, están vinculadas a los individuos que se convierten pacíficamente en icono y parte fundamental de la memoria colectiva, normalmente a través de una de las Artes o bien del deporte, como es el caso.

Rafa Nadal, un joven español con un físico portentoso sólo equiparable a su humildad y sensatez, ha entrado en el Olimpo de forma expeditiva e incontestable, como un lozano y remozado Heracles. Y lo ha hecho a través del tenis, una disciplina deportiva en la que sólo hay alguien capaz de ser su némesis: el gran, grandísimo campeón Roger Federer. ¿Cómo? Siendo el ganador más joven del denominado Grand Slam. Y lo ha conseguido a base de tenacidad, esfuerzo, sacrificio y modestia, cualidades todas ellas en las que pueden y deberían fijarse los jóvenes de todo el mundo, pues ésa es la receta para triunfar en la vida.

Con una fortaleza mental apabullante y un juego que destila poderío físico en cualquiera de sus movimientos, ese cruce imposible entre Gerónimo y el más famoso de los cimmerios ya es merecidamente inquilino de esos Campos Elíseos donde sólo los campeones son admitidos desde que el ciego Homero cantaba sus gestas.

En España, tenemos la suerte de habernos acostumbrado a lo inaudito, de esperar lo imposible y de celebrar lo increíble. Y todo ello, procedente desde el ámbito deportivo (como no podía ser de otra manera, visto cómo está el patio político, social, cultural...). Y lo cierto es que no deberíamos hacer eso, porque esta excelsa rutina de éxitos puede provocar que se desvirtúe el titánico mérito que tienen sus remitentes, ya sea Nadal, Gasol, las selecciones de fútbol (pese a Buenos Aires) y baloncesto (pese a Estambul), Alonso, Lorenzo...

Acabo ya, porque es momento más de disfrutar que de escribir y porque el asombro y el orgullo son difíciles asesores de tintero. Este manacorí no es Conan pero lo que consigue es bárbaro. ¡Y que sean muchas más como ésta!


lunes, 13 de septiembre de 2010

Turquía 2010: Memento mori

Ayer terminó el mundial de baloncesto de Turquía. Ganó Estados Unidos o, lo que es lo mismo, Durant y cía. Algo que no debe pillar de sorpresa a nadie, habida cuenta de que las únicas selecciones capaces de rivalizar o cuestionar el poderío estadounidense se inmolaron por el camino: Serbia, Argentina...y España.

Respecto a nuestra selección, en una sonrojante y merecida sexta posición, podría repetir casi literalmente el artículo que escribí hace justo un año. Y me habría encantado hacerlo, si con ello hubiera tenido que retractarme por un motivo similar al que me llevó a ello entonces. Pero no. Esta vez, no.

La selección española de baloncesto que apareció en Turquía estaba y está más para un balneario o un diván que para un podio. De ahí el bochornoso espectáculo que ha brindado a los aficionados estas semanas. Hemos perdido la excelencia competitiva que nos caracteriza. Quizás se pueda deber a la ausencia de dos pilares fundamentales como Pau Gasol (descansando merecidamente en el Olimpo) y José Manuel Calderón (al que las lesiones parecen perseguirle con inoportuna saña). Pero justificarse así es igual de absurdo que ampararse en los méritos de los rivales que nos han dejado en evidencia en este campeonato. La falta de concentración, la nimia intensidad defensiva, la deficiente forma física y la ausencia de rumbo son factores que se han conjugado en forma de tormenta perfecta que ha dejado a esta Armada Invencible como la de 1588.

No sé si la ausencia de un jugador tan excepcional como Pau es motivo suficiente para perder esa voracidad que distingue a un equipo campeón de otro simplemente bueno. Pero es que, siendo todo el mundo conscientes de lo que es capaz esta selección, lo que se ha visto en Turquía sólo se puede calificar de mediocridad. Del infierno turco se podrían buscar culpables en nombres propios como Ricky (el día que la sensatez se una a sus virtudes, será un fuera de serie), Marc Gasol (incapaz de demostrar que es algo más que "el hermano de Pau"), Garbajosa (un campeón al que el físico ya no acompaña), comentar la intermitencia de Navarro y Rudy (que al menos han dado la cara en algún momento del campeonato), discutir la escasa utilización de Fran Vázquez (de lejos, el jugador más en forma del combinado), elucubrar los motivos por los que se selecciona a gente como Claver o San Emeterio (que han jugado entre poco y nada)...o por qué el entrenador ha sido incapaz de prever o revertir una concatenación de problemas como la vivida en este Mundial 2010.

Mi sospecha es que los jugadores, oficiosamente, no creen en Sergio Scariolo. Quizás no les falte razón. Creo que antes, con Pau, el nivel subía tan enormemente que se tapaban todas las carencias y, ahora que la marea ha bajado, el primero en quedar en paños menores ha sido un seleccionador que no ha sabido administrar deportiva ni psicológicamente un equipo como el que viajó a Turquía. Con esto no quiero decir que sea el gran Satán y el epicentro del papelón español en el Bósforo, pero sí que, a diferencia de sus jugadores, tiene mucho más que demostrar...Cuando la cabeza, el cuerpo y la fortuna acompañan, da igual quien se siente en el banquillo mientras en la pista estén unos titanes que se autogestionan en la excelencia. Cuando eso cambia...bueno, sucede lo que está ocurriendo ahora mismo.

De todos modos, doctores tiene la Iglesia para analizar lo acontecido y tomar decisiones. Yo, por mi parte, creo que no viene nada mal este brusco descenso al mundo de los mortales si con ello todo el mundo recuerda que la gloria se conquista y el éxito se trabaja.

Espero que la decepción de Turquía suponga para la selección de baloncesto lo mismo que el siervo que escoltaba al general romano victorioso en la Antigua Roma, a quien no cesaba de decirle: "Memento mori", esto es, "Recuerda que morirás", para que los laureles no se le subieran a la cabeza...

jueves, 9 de septiembre de 2010

Tecnozombis

Todas las novedades e innovaciones han tenido que sufrir a lo largo de la historia a agoreros y detractores que no dudan en abanderar un alarmismo carente de fundamento contra ellas, por el mero hecho de ser “nuevas” o “poco conocidas”, configurando así un ambiente fértil para demagogias reaccionarias y absurdos miedos cervales. Las nuevas tecnologías no se han librado de ello, como atestiguan la telefonía móvil (cuyas propiedades cancerígenas y demás maldades tienen más de leyenda urbana que de base real) e Internet (por lo visto, la nueva caja de Pandora). Precisamente sobre la Red de Redes he leído un interesante artículo de reciente publicación que aborda sus discutibles efectos perniciosos en el cerebro humano. El artículo se limita a reflejar y recoger lo que es sin duda toda una rampante corriente de pensamiento crítico sobre Internet y que se podría resumir en que, a su parecer, la Web es una invitación formal a convertirse en una persona distraída, pánfila, impaciente, irreflexiva e ignorante. ¿Es eso cierto? Tanto como lo puede ser considerar a Internet la panacea universal y una cornucopia de verdades indiscutibles.

¿Puede Internet convertirse en una fábrica de “zombis”? Sí, siempre y cuando:
  1. Se tome como dogma o axioma cualquier cosa que se vea publicada en la hija de ARPANET.
  2. Se renuncie por completo a los métodos y soportes tradicionales de aprendizaje, conocimiento intelectual y formación cultural.
  3. Se navegue on line sin ninguna capacidad crítica ni reflexiva.
  4. Se tenga la suficiente poca mesura como para convertirse en feligrés del “webcentrismo”: Creer que el mundo en general y nuestra vida particular gira en torno a Internet.
  5. Se tenga la nula personalidad que allane el camino a un comportamiento adictivo y compulsivo en el uso personal de la Red.
¿Por qué? Sencillamente, porque la Web nos ofrece ya desde hace años unos niveles de infoxicación (sobrecarga informativa) y de amateurismo intelectual (contenidos cuya calidad y veracidad son tan dudosas como su autoría) lo suficientemente altos como para resignarnos a adoptar una actitud contemplativa o pasiva ante la pantalla. Que Internet se haya convertido en una suerte de memoria colectiva universal, de mente global, de cerebro cuyas neuronas son los individuos que acceden a la Red no significa ni puede significar que los internautas prescindan de utilizar su propia materia gris en un entorno donde todo tiene cabida como el internáutico. Es decir, que fiar nuestro conocimiento y capacidad cognitiva al uso de Internet es algo muy parecido a jugar a la ruleta rusa con una de las principales habilidades del ser humano.

Internet es un prodigio colosal conseguido por el ser humano que brinda la posibilidad de acceder en cualquier momento y lugar a una miríada de informaciones y contenidos de diversa índole y en eterno crecimiento. Pero es igualmente una maravilla a la cual se ha llegado a base de fomentar durante siglos y generaciones el aprendizaje, enriquecimiento y transmisión de un legado intelectual, que tiene en una actitud inconformista y crítica y un afán cognitivo sus ejes fundamentales. Olvidar esto es pulsar el botón de apagado de nuestro cerebro. Y por olvidarlo me refiero a no dedicar parte de nuestro tiempo e inquietudes a cultivar nuestro conocimiento de forma “analógica”.

En definitiva, en el ámbito del conocimiento, Internet es un medio utilísimo y una herramienta magnífica si se utiliza con criterio y discernimiento, pero que no puede ni debe sustituir a otros cauces y procedimientos que han demostrado su valía a lo largo de centurias como la lectura de libros, el apasionado debate “presencial” en torno a ideas y conceptos, etc. Internet es, por tanto, una formidable invitación a demostrar que tenemos cerebro, no a anestesiarlo, ¿no creen?


- Para ampliar información:

miércoles, 8 de septiembre de 2010

"Lope": Devaluando al Fénix

Ayer vi una película española que, por temática y personaje protagonista, prometía mucho: "Lope". Y en eso se quedó, en meras promesas, buenas expectativas que al salir de la sala carecían de fundamento alguno. La pionera y fallida aproximación, revisión, elucubración o traslación cinematográfica de la vida de Lope de Vega ha demostrado una vez más que juntar los términos "superproducción" y "española" es un motivo fiable para que un escalofrío recorra nuestro espinazo como un bólido.

Cierto es que afrontar en la gran pantalla la increíble trayectoria vital del mejor literato que ha dado España (con permiso de Quevedo, Lorca y Delibes...y no me estoy olvidando del sobrevalorado Cervantes) y del autor más prolífico de la literatura universal es un reto titánico en el que un paso en falso conduce al fracaso...Por eso no acabo de entender por qué en "Lope" se ha elegido como actor principal al bisoño, insulso e inexpresivo Alberto Amman (que suple con ¿fama? sus carencias interpretativas); por qué se deja la dirección de una empresa como ésta en manos de un director conocido en su país a la hora de comer como el brasileño Andrucha Waddington; por qué el guión sólo abandona la mediocridad cuando utiliza literalmente versos del Fénix (los celebérrimos "Un soneto me manda hacer Violante" y "Desmayarse"); por qué en el elenco brillan más los desaprovechados (y mal dirigidos) secundarios (Watling, López de Ayala, Tosar, Diego, De la Torre...); por qué enajenación mental injustificable se siguen dando papeles a esa abominación interpretativa llamada Miguel Ángel Muñoz; por qué el maquillaje de la película tiene la misma calidad que el de una función teatral escolar (esas barbas postizas, esas calvas de todo a un euro...)...demasiados riesgos, demasiadas malas decisiones, demasiado error para tan gran figura.

Es elogiable el hecho de que se quieran hacer películas que pongan el punto de mira en nuestra historia y cultura, liberándonos así de complejos...pero lo que no es admisible es querer emular a la magnífica "Shakespeare enamorado" con el "look" de "Alatriste" para acabar haciendo una película ramplona que sería menos criticable si fuera directa al mercado televisivo y que presenta a un Lope de Vega que lo mismo podría ser Fulanito de Mengano.

Otra vez será...espero.



viernes, 20 de agosto de 2010

Obamahoma

A veces, suceden cosas que son un monumento al humor negro y al despropósito más malhadado. Querer construir una mezquita último modelo a la vera del lugar donde hace casi nueve años unos hijos de Mahoma decidieron enviar al más allá a cerca de tres mil seres humanos en el nombre del Corán, la Yihad y la madre que los alumbró, es una de ellas. Son ganas de tocar lo que no suena y pasarse por la quilla la sensibilidad de quienes ven en eso un dislate, una provocación o una infamia. Me pregunto cómo les sentaría a los mohammeds y abdules que se construyera una novísima iglesia católica apostólica y romana en los aledaños de La Meca. No resulta difícil imaginar cientos de vídeos y fotografías con unos cuantos colegas de Alí Babá protestando airadamente como si les hubieran pitado penalti en contra en el descuento. Algo similar ocurriría si alguien decidiera levantar un museo dedicado a la memoria del Ku Klux Klan en Harlem o un centro de estudios de la raza aria en Jerusalén. ¿Se puede hacer? Claro, faltaría más. ¿Es sensato que se haga? No. ¿Es respetuoso? Menos. ¿Prudente? Ni hablar.

Y todo eso no se habría avivado si Obama, presidente de los Estados Unidos, no hubiera perdido una fantástica oportunidad para estar callado. Pero hete aquí que quiso pronunciar una de esas declaraciones más propias de un monólogo teatral o una edulcorada película hollywoodiense que de la mesurada praxis política: que le parece la mar de bien lo de la mezquita, que es un país libre, que la bandera que ondea al fondo, etc, etc, etc. Y ya tenemos montado el belén sin Sagrada Familia pero con unos cuantos bueyes y mulas por doquier. Que sí, que dijo una obviedad, de acuerdo, pero que lo más sensato sería haberse quedado Harpo Marx, indudablemente. Más que nada porque es el presidente de una nación que perdió a muchos de sus ciudadanos un once de septiembre en un atentado que, nos pongamos como nos pongamos, tiene que ver, aunque sea de soslayo, con el Islam; porque muchos de los ciscos que hay en el orbe tienen como protagonistas a la progenie mahometana; porque es el mandatario de un país con suficiente terreno como para construir una mezquita sin problemas en cualquier otro sitio sin poner en ignición las gónadas del personal. Y si lo que quieres es darte el gustazo de hablar, campeón, hazlo realizando un llamamiento al respeto mutuo y a adoptar una solución que no hiera sensibilidades ni de un lado ni de otro, sobre todo, del otro que es el tuyo, majete.

Ignoro si con manifestaciones tan grandilocuentes e imprudentes como la de marras Obama pretende que le pase por la cabeza lo mismo que a JFK (una bala) a base de tocar las maracas a sus compatriotas. Me imagino que no. Lo que sí sé es que, aunque todavía confío en él, el ocupante negro de la Casa Blanca ha demostrado que se le da mejor la palabrería fútil y efectista ("Palabras, palabras...sólo palabras", que diría Shakespeare) que las decisiones mesuradas y que lo suyo tiene más de constante campaña publicitaria filantrópica que de política útil y cavilada (¿a qué zote leonés me recuerda esto?). El único consejo que le puedo dar antes de que su futuro se le ponga a juego con su piel es una de las más brillantes reflexiones atribuidas al genio Woody Allen: "No conozco el secreto del éxito, pero sé que el del fracaso es querer contentar a todo el mundo".

De todos modos, también entiendo al presidente Obama: Llevarse bien con los jeques proporciona pingües beneficios económicos (públicos o privados). No en vano, los medialuneros son, junto a los judíos, uno de los lobbys más notorios de todo el panorama mundial y hacen y deshacen a su antojo: gobiernos, contratos multimillonarios, vidas humanas...cosas así. No obstante, yo que Obama me andaría con cuidado, no le vayan a poner mirando a La Meca el día menos pensado.

Creo que el problema de la política estadounidense es que no conocen el término medio: O te ponen de mandamás a un paleto que se cree Walker Texas Ranger o te ponen a un figura que actúa como si cada mañana comenzara con una claqueta y un "cinco y acción". Reagan, por lo menos, tenía experiencia en eso...

lunes, 16 de agosto de 2010

"Toy Story 3": Unas lecciones nada pueriles

Recientemente he visto la que es, de momento, la película de animación más taquillera de toda la historia: "Toy Story 3". Podría terminar este artículo diciendo que, una vez más, tras la maravillosa "UP", Pixar ha demostrado que en calidad técnica y hondura humana es insuperable. Pero, dado que nunca he hablado de "Toy Story" en este blog, me detendré un poco más.

La película, como sus antecesoras, sigue un esquema argumental muy similar: presentación de los juguetes - conflicto y presentación de la némesis - huida/regreso al hogar - final feliz. Tampoco cambia el mensaje principal de la primera y la segunda parte, la importancia de trabajar en equipo por un bien común y postergando cualquier diferencia o rivalidad, ni la reflexión con la que todos los "no tan niños" salen de la sala: Es importante saber crecer y madurar...tanto como no perder la ilusión, la imaginación y las ganas de disfrutar de la vida como lo hace un infante. ¿Más de lo mismo? Sí, pero mejor. Mejor porque en Toy Story 3 Pixar demuestra ya una soltura casi insultante para hacer genialidades capaces de entusiasmar y enternecer a niños y adultos por igual; películas con tantas lecturas que cualquiera puede salir muy satisfecho y enriquecido del cine, sea cual sea su edad.

Los entrañables juguetes protagonistas de este título (Woody, Buzz, los Patata, Rex, Slinky, Hamm...) no sólo se ganan casi instantáneamente la simpatía y el cariño por ser fácilmente reconocibles en nuestros recuerdos de la infancia, sino porque, como personajes de una trilogía plenamente consolidada, ya gozan del afecto inquebrantable de miles de espectadores en todo el mundo. A eso ayuda mucho que cada uno encarne actitudes y reacciones propias de los seres humanos y se vean inmersos en situaciones que, aunque sea de manera alegórica o metafórica, reflejan muchas de las vicisitudes de la vida real de los humanos. En ese sentido, todos nos podemos encontrar en "Toy Story".

Dicho esto he de reconocer que, aunque ha perdido totalmente el factor sorpresa que tenía la entrega inicial y la calidad técnica es muy similar a su inmediata precursora (esto es, muy muy alta), "Toy Story 3" es quizás la más interesante y "madura" por los temas que aborda: el paso a la vida adulta sintetizado en la marcha a la universidad, la importancia de saber reaccionar positivamente ante los cambios, la necesidad de aprender a despedirse de cosas que forman parte de nosotros, el valor de no tomar decisiones precipitadas...y lo impagable que es compartir la alegría y la ilusión con los que siempre estarán a tu lado de una u otra forma. Lecciones que difícilmente pueden ser calificadas como "pueriles".

Temas que tienen más de lección y moraleja que de premisa argumental pero que son la esencia de las aventuras de Woody, Buzz y compañía y la clave del éxito de Pixar en todos sus films: la de no hacer simplemente una película de animación. Una cualidad que en Pixar comparten con el gran maestro Hayao Miyazaki, a quien, por cierto, veneran, como muestra el peluche de Totoro que aparece en esta tercera entrega.

En resumen, "Toy Story 3" vuelve a exhibir las mejores cartas de sus antecesoras "pixeras": un nivel técnico muy muy difícilmente igualable, un sentido del entretenimiento magnífico y una capacidad para enternecer y hacer pensar que escasea en el cine (animado o no). Quizás por eso, yo salí del cine con la lágrima a punto y la sonrisa en ristre.


sábado, 7 de agosto de 2010

"Inception": Que toda la vida es sueño...

Anoche vi, en estreno, la nueva película de ese excelente director que es Christopher Nolan: "Inception" ("Origen" en castellano). Un thriller onírico que, sin llegar a las cotas de la magna "El caballero oscuro", está a un nivel difícilmente alcanzable para buena parte del mundo del cine actual.

Como viene siendo habitual en la filmografía de Nolan, es muy complicado ponerle un "pero" a "Inception" dado que es una obra de arte cinematográfico sumamente cuidada en todos los aspectos que se puedan considerar. El guión es espléndido, el solvente reparto borda sus interpretaciones (especialmente su protagonista, Di Caprio, que va para mito), el ritmo es acertado, los efectos visuales son utilizados con eficiencia pasmosa, la dirección artística es soberbia, la música sencilla y efectista (banda sonora que, por cierto, también tiene su miga)...En resumen: Que estamos ante una película que vale todo el dinero y la atención que se le dedique.

El film, sin ánimo de desvelar mucho, es una suerte de puzzle de géneros cinematográficos (thriller psicológico, ciencia-ficción, fantástico, drama, acción) cuyo argumento radica en
múltiples tramas y subtramas diseñadas como una aviesa y amenísma colección de matrioskas. Yendo más allá, "Inception" cuenta la historia de un ladrón (un híbrido del Segismundo calderoniano, Freud y James Bond), especializado en colarse por encargo en las mentes ajenas por la puerta de atrás de los sueños, que acepta un nuevo y titánico trabajo, en pos de obtener el premio de redimir una vida lastrada por un trágico y oscuro suceso, lo que da inicio a una arriesgada odisea por la psique...y hasta ahí puedo decir.

"Origen" parece escrita por el extraordinario Borges y filmada por el fullero Escher, aunque ambos cometidos los firma Nolan, y eso dice mucho, muchísimo de un director que es capaz de poner de acuerdo a crítica y taquilla de forma incontestable, algo sólo a la altura de los más grandes.

En definitiva, "Inception" es una sobresaliente película que parece orbitar en torno a una de las grandes citas de la literatura española y universal: "¿Qué es la vida? Un frenesí. ¿Qué es la vida? Una ilusión, una sombra, una ficción; y el mayor bien es pequeño; que toda la vida es sueño, y los sueños, sueños son."...siendo esta última aseveración algo con lo que juguetea la escena final de este magnífico film.


Claude Eatherly: La alargada sombra de Hiroshima

Ayer fue el 65 aniversario de una de las mayores barbaridades de la Historia de la Humanidad, el cumpleaños de una de las peores proezas cometidas por el ser humano: el lanzamiento y detonación de la bomba atómica, cuyo estreno, para desgracia suya y vergüenza del resto del orbe tuvo lugar en Hiroshima (Japón).

El atronador eco de la mayor derrota del hombre, la huella atroz de las miserias de la sinrazón, el recordatorio eterno de la maldad, el altar atómico consagrado a la muerte, el mensaje sin paliativos de que nuestra completa destrucción está al alcance de la mano. Eso y más fue, es y será Hiroshima: 140.000 muertos y decenas de miles de afectados; el final de la peor guerra desatada en la faz de la Tierra y un ejemplo permanente de cómo hay contiendas bélicas que aun finalizadas no se olvidan y otras que están ocurriendo hoy en día no ven la luz del interés informativo a no ser que alguien no tenga con qué rellenar minutos en una escaleta o blancos en una página.

Pero, pese a todos los pavorosos ejemplos de qué significó Hiroshima, quiero detenerme en uno de los más inesperados: el de quien revivió esa atrocidad todos y cada uno de los días de su vida, una persona a la que las condecoraciones y felicitaciones no consiguieron acallar su conciencia, un hombre que se convirtió en apestado por no renunciar a ser eso: un ser humano. Claude Eatherly. Integrante del escuadrón implicado en el bombardeo de Hiroshima y del que se acaba de publicar en español un interesantísimo libro. Él, que sólo participó en labores de reconocimiento (eligió como "diana" un puente alejado de la ciudad para minimizar la pérdida de vidas...algo que un error de cálculo cambió trágicamente), que no dio la orden final, que no apretó ningún botón, que no saldría en los grandes titulares ni fotografías, fue paradójicamente el que más sufrió por lo que supuso Hiroshima, el que más culpable se sintió por aquella operación, el que jamás olvidó el coste en vidas y horror de esa bomba.

Eatherly se pasó el resto de su vida implorando una condena que puniera su participación, mendigando un castigo que aplacara su lacerante conciencia, desgastando su cordura intentando encontrar su lugar en un mundo que había perdido la inocencia, la razón y el alma. No extraña, por tanto, que su existencia consistiera en desesperadas llamadas de atención para ir a la cárcel o a algún hospital psiquiátrico donde expiar su amargura, una amargura que quizás se vio aliviada por una inesperada carta: La remitida por una docena de jóvenes afectadas de Hiroshima que, lejos de culparle, le consideraban un víctima más de la bomba.

Eatherly moriría cargando sobre él el peso de las conciencias de muchos otros cobardes hipócritas y salvajes sin escrúpulos, constituyendo así uno de los ejemplos más demoledores e interesantes de qué es Hiroshima. Una lección a no olvidar jamás.