viernes, 20 de enero de 2017

Bienvenidos a la Era Trumputin

Desde hoy, desde hace escasos minutos, queda inaugurada oficialmente la era Trumputin. La entronización del delirante Donald Trump supone el inicio de una etapa en la que el mundo se verá en manos de las dos mayores amenazas a los derechos y las libertades fundamentales desde la atroz dicotomía Hitler-Stalin. Con Donald Trump en Occidente y Vladimir Putin en Oriente, la comunidad planetaria puede y debe sentirse en alerta porque lo que pase o deje de pasar en el mundo dependerá del inquietante capricho de estos dos personajes tiránicos, opresivos, ambiciosos, reaccionarios y liberticidas que hacen de cada uno de sus gestos un insulto a la legalidad, la tranquilidad, la inteligencia y la legitimidad ética y política.

Lo cierto es que Putin lleva ya años de ventaja al cafre de Trump a la hora de desempeñar el papel de gran villano internacional. Es un matón vocacional que, ofensa a ofensa, ha hecho de Rusia la nueva URSS en lo que a capacidad para amenazar la paz mundial se refiere. Basta percatarse del llamativo, desproporcionado e injustificado aumento del ejército ruso para darse cuenta de que Putin no se está preparando para celebrar Woodstock precisamente. Alguien debería tomarse esto más en serio tanto por la secular vocación expansionista rusa como por las evidentes "señales" enviadas por Putin a la comunidad internacional (especialmente en lo que a los países europeos con pasado soviético se refiere) movido por su obsesión de recrear un nuevo "imperio ruso", como también advierte el experto en Rusia Marcel Van Herpen en su libro Putin's Wars. Joe Biden, recientemente, lo ha dicho muy claro: "Rusia es la mayor amenaza para las democracias" y quien crea que Biden está exagerando o mintiendo comete un error.

Pero la siniestra relevancia de Putinland no debe llevar a minusvalorar el potencial de Trump para encarnar el rol de hideputa mundial. Es tan desequilibrado y pendenciero como Putin pero donde éste muestra astucia y discreción, el americano exhibe inconsciencia e histrionismo. De momento, por "suerte", el peligro de Trump no ha ido más allá de vergonzosas y repugnantes declaraciones, cosa que no ocurre con Putin, cuya sombra está presente  en demasiadas muertes y conflictos como para no considerarlo un enemigo que merece ser erradicado sea como sea. Pero, insisto, que nadie se engañe: Trump tiene todo lo necesario para hacer bueno a George W. Bush, lo cual hasta hace nada parecía tan posible como que Kiko Rivera ganara un Grammy. Y eso sería motivo suficiente para ir pensando en autoexiliarse en la Luna (lo del Grammy a Rivera también).

No obstante, por si estos tipos no fueran suficientemente inquietantes "per se", estas semanas han puesto tabasco sobre la relación Trump-Putin al revelarse los tejemanejes y chanchullos urdidos por Rusia para aupar al estrafalario empresario a la Casa Blanca y, simultáneamente, tenerlo cogido por el escroto. Así las cosas, lo de menos es si son verdad o no estas informaciones que muestran a Putin como Sauron y Trump como Saruman; basta con que sean verosímiles (y lo son) para que la tranquilidad haga las maletas rumbo a lo desconocido. Creo que la clave de este mosqueante trapicheo estará en su resultado porque aquí es imposible un win-win. O a Putin o a Trump les saldrá el tiro por la culata en su intento de utilizar al otro y las consecuencias no sólo las pagará una superpotencia sino el planeta entero, que es lo verdaderamente preocupante.
  
De todos modos, el alzamiento de Trump no es más que un nuevo síntoma de la putrefacción de un mundo al que le quedan ya pocos Nortes por perder, lo cual es el verdadero problema de fondo: el vivir en una sociedad resignada, cortoplacista, huérfana de paradigmas fiables y que se asienta sobre los cascotes de promesas y predicciones incumplidas. Ojalá que esta funesta ventura que promete el tándem Trump-Putin sea una más de esas predicciones incumplidas.

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