viernes, 20 de enero de 2017

Tres goles, dos grados

José Luis Mendilibar es un artista inclasificable, un genio incomprendido, un autor de arte moderno que reivindica un lugar destacado en las enciclopedias, la Wikipedia y el teletexto. Así, llegó a Madrid, epicentro cultural de España, y desplegó su última performance: "Diez bombonas de butano con portero al fondo". Ni en ARCO se puede ver genialidad igual.
Por desgracia para el prodigioso y nunca suficientemente valorado vasco, el comité de expertos encargado de valorar su obra estaba formado por los reservoir dogs del Cholo Simeone, motivo por el cual Mendilibar acabó el partido como el bardo de Astérix los cómics.
Y es que el Atlético cuajó un partido bastante potable en el que Gaitán volvió a demostrar que puede ser el Tony Manero que tanto necesita el Atleti. Enfrente, el equipo rojiblanco tuvo a la SD Éibar, siendo los jugadores más peligrosos del conjunto guipuzcoano Pau Cebrián y César Noval, quienes desde sendos laterales cortaron peligrosos ataques colchoneros a banderín limpio, redefiniendo de paso el concepto "fuera de juego" para disgusto de los 25.000 espartanos rojiblancos que salpicaron de amor incondicional las gradas del Calderón a pesar del horario y el intenso frío.
Así las cosas, los tres merecidos goles locales (Griezmann, Correa y Gameiro) se antojaron tardíos y escasos para los méritos desplegados por el Atlético contra un equipo que apostó por el gas en lugar de la electricidad. Eso sí, a partir del tercer tanto, la criogenizada afición atlética pudo serenarse lo suficiente como para dedicarse a meditar sobre la gran cuestión de la noche: ¿qué brillaría más en la oscuridad: la camiseta del Éibar o las zapatillas de Godín?

En definitiva: este copero 3-0 supone un pequeño paso en la eliminatoria pero un gran salto para la autoestima colchonera para lo que está por venir.

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