domingo, 22 de enero de 2017

¡Canta!: cómo no dar el cante en películas para niños

¡Canta! es, junto a Rogue One, la gran triunfadora de este invierno cinematográfico, a tenor de su vigor en taquilla. Y lo es gracias una película sencilla que funciona muy bien por no ir en ningún momento más allá de sus posibilidades y pretensiones. Y es que este título no deja de ser una vistosa fábula en sus formas (animales antropomórficos que encarnan arquetipos y estereotipos humanos) que esconde en su fondo un mensaje manido por los libros y gurú de la autoayuda: nuestros sueños se pueden hacer realidad si se cree en uno mismo o, dicho de otra manera, la mejor manera de ser feliz es no tirar nunca la toalla.

Dejando al margen si el sustrato ideológico de la película es una falacia, un placebo o una verdad matizable, ¡Canta! tiene claro que su cometido principal es entretener. Y lo consigue gracias a ser una parodia cómplice y entrañable de los talent show musicales tan de moda en los últimos lustros. Así, a lomos de un humor blanco y apto para todos los públicos, esta película cumple sobradamente el objetivo exigible a cualquier producción de este tipo por su efectiva mezcla de gags y éxitos musicales.

Conmover o aspirar a la categoría de "obra maestra" son dos objetivos a los que renuncia y hace muy bien porque en esa liga sólo pueden competir Pixar y Ghibli. Por eso, ¡Canta! da lo que promete y se espera de ella: un buen rato de impecable y liviano entretenimiento. 

En ese sentido, está en la misma línea que el otro gran éxito de Illumination EntertainmentGru, pero mientras en las entregas del villano favorito todo resultaba un pretexto para sus gags,
¡Canta! va un pequeño paso más allá para, sin arriesgar demasiado, colar ese inocuo mensaje al que me refería al comienzo y, de paso, una ¿sutil? pero interesante crítica social (por ejemplo, denunciando con bastante ingenio y brillantez la menospreciada sobrexplotación de las madres/amas de casa). Por eso, es de agradecer ese mínimo avance. 

Como es de agradecer que la película no trate a su público como tontos de baba, error en el que incurren muchas películas de target familiar en esta era de lo políticamente correcto. Ni niños ni adultos sentirán insultada su inteligencia viendo ¡Canta!, algo que es perfectamente compatible con el innegociable
final feliz. Precisamente, recurrir a esos temazos a los que me refería antes es una estratagema no sólo coherente con la trama sino útil para maquillar la previsibilidad de sus complacientes derroteros, algo que no es criticable puesto que es consustancial a la naturaleza de este tipo de películas.

En resumen: ¡Canta! no pasará a la historia del cine de animación pero sí hace pasar un buen rato, algo que a veces es más importante que la posteridad

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