¡Canta! es, junto a Rogue One, la gran triunfadora de este invierno cinematográfico, a tenor de su vigor en taquilla. Y lo es gracias una película sencilla que funciona muy bien por no ir en
ningún momento más allá de sus posibilidades y pretensiones. Y es que
este título no deja de ser una vistosa fábula en sus formas (animales
antropomórficos que encarnan arquetipos y estereotipos humanos) que
esconde en su fondo un mensaje manido por los libros y gurú de la
autoayuda: nuestros sueños se pueden hacer realidad si se cree en uno
mismo o, dicho de otra manera, la mejor manera de ser feliz es no tirar
nunca la toalla.
Dejando al margen si el sustrato ideológico de la película es una
falacia, un placebo o una verdad matizable, ¡Canta! tiene claro que su
cometido principal es entretener. Y lo consigue gracias a ser una
parodia cómplice y entrañable de los talent show musicales tan de moda
en los últimos lustros. Así, a lomos de un humor blanco y apto para
todos los públicos, esta película cumple sobradamente el objetivo
exigible a cualquier producción de este tipo por su efectiva mezcla de
gags y éxitos musicales.
Conmover o aspirar a la categoría de "obra maestra" son dos objetivos a
los que renuncia y hace muy bien porque en esa liga sólo pueden competir
Pixar y Ghibli. Por eso, ¡Canta! da lo que promete y se espera de
ella: un buen rato de impecable y liviano entretenimiento.
En ese sentido, está en la misma línea que el otro gran éxito de Illumination Entertainment: Gru, pero mientras en las entregas del villano favorito todo resultaba un pretexto para sus gags,
En ese sentido, está en la misma línea que el otro gran éxito de Illumination Entertainment: Gru, pero mientras en las entregas del villano favorito todo resultaba un pretexto para sus gags,
¡Canta! va un pequeño paso más
allá para, sin arriesgar demasiado, colar ese inocuo mensaje al que me
refería al comienzo y, de paso, una ¿sutil? pero interesante crítica social (por ejemplo, denunciando con bastante ingenio y brillantez la menospreciada sobrexplotación de las madres/amas de casa). Por
eso, es de agradecer ese mínimo avance.
Como es de agradecer que la película no trate a su público como tontos
de baba, error en el que incurren muchas películas de target familiar en
esta era de lo políticamente correcto. Ni niños ni adultos sentirán
insultada su inteligencia viendo ¡Canta!, algo que es perfectamente
compatible con el innegociable
final feliz. Precisamente, recurrir a esos temazos a los que me refería antes es una estratagema no sólo
coherente con la trama sino útil para maquillar la previsibilidad de sus
complacientes derroteros, algo que no es criticable puesto que es consustancial a la
naturaleza de este tipo de películas.
En resumen: ¡Canta! no pasará a la historia del cine de animación pero sí hace pasar un buen rato, algo que a veces es más importante que la posteridad.
En resumen: ¡Canta! no pasará a la historia del cine de animación pero sí hace pasar un buen rato, algo que a veces es más importante que la posteridad.
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