martes, 10 de enero de 2017

¿The best?

Los deportes, más allá del relato competitivo, siempre han funcionado como coartada para la difusión de unos valores con los que educar a la ciudadanía, cumpliendo así una función silenciosa y capital, la misma, por cierto, que los antiguos griegos depositaron en manos del teatro. No obstante, la salvaje mercantilización de lo deportivo ha traído consigo un vaciamiento en lo que a su labor pedagógica y preservativa de valores se refiere. Esto es especialmente evidente en el llamado "deporte rey": el fútbol.

En este contexto hay que enmarcar los pretenciosos premios de la FIFA y más concretamente el "The Best", que ha recaído en el jugador del Real Madrid, Cristiano Ronaldo. Dado que se premia teóricamente lo estrictamente deportivo, dejaré orillada mi opinión respecto a su egocentrismo, megalomanía, soberbia, narcisismo, devoción por lo hortera y novias tapadera. Por eso, sí que voy opinar de Ronaldo como deportista: tiene unas condiciones físicas portentosas y es un voraz goleador. Dudar eso es ser imbécil. Como lo es dudar que este chaval es un jugador chulesco, provocador, egoísta, faltón, prepotente, antideportivo, irrespetuoso, abusivo contra rivales inferiores e irrelevante ante los superiores. Un jugador que, por ejemplo, humilla deliberadamente con regates a otro sabiendo que está lesionado o cuyos inmediatos argumentos son presumir de riqueza o estatus no puede ni debe ser nunca considerado el mejor.

Por eso, la concesión de este galardón a Ronaldo sólo se puede entender en un mundo, un mundillo, donde los valores hace tiempo que son polvo en el suelo y la podredumbre ética lo infecta todo. Un mundo grandilocuentemente vacío donde jugadores como Ronaldo, clubs como el Madrid y personajes inquietantes como Florentino Pérez se mueven con eficaz soltura. Y esto conviene no perderlo de vista porque tanto o más peso tienen en estos premios los intereses creados que los estrictos méritos objetivos. Claro que todo esto les da igual a los propagandistas y demagogos asalariados que mancillan al periodismo en los medios de comunicación con su falta no ya de imparcialidad sino de pura sensatez.

Por eso, este reconocimiento a Ronaldo es el enésimo clavo en el ataúd del deporte como recipiente de valores, un nuevo despropósito en el altar del negocio y un disparate de mal gusto. El día que el Aquiles portugués tenga la misma maestría que Messi, la capacidad de sacrificio de Griezmann  y la humildad de Iniesta sí merecerá ser "the best". Mientras tanto, no dejará de ser una vedette sobrevalorada a la que nadie le dio dos merecidas hostias en su momento.

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