Los deportes, más allá del relato competitivo, siempre han funcionado
como coartada para la difusión de unos valores con los que educar a la
ciudadanía, cumpliendo así una función silenciosa y capital, la misma,
por cierto, que los antiguos griegos depositaron en manos del teatro. No obstante, la salvaje mercantilización de lo deportivo ha traído
consigo un vaciamiento en lo que a su labor pedagógica y preservativa de
valores se refiere. Esto es especialmente evidente en el llamado "deporte
rey": el fútbol.
En este contexto hay que enmarcar los pretenciosos premios de la FIFA y más concretamente el "The Best", que ha recaído en el jugador del Real Madrid, Cristiano Ronaldo. Dado que se premia teóricamente lo estrictamente deportivo, dejaré orillada mi opinión respecto a su egocentrismo, megalomanía, soberbia, narcisismo, devoción por lo hortera y novias tapadera. Por eso, sí que voy opinar de Ronaldo como deportista: tiene unas condiciones físicas portentosas y es un voraz goleador. Dudar eso es ser imbécil. Como lo es dudar que este chaval es un jugador chulesco, provocador, egoísta, faltón, prepotente, antideportivo, irrespetuoso, abusivo contra rivales inferiores e irrelevante ante los superiores. Un jugador que, por ejemplo, humilla deliberadamente con regates a otro sabiendo que está lesionado o cuyos inmediatos argumentos son presumir de riqueza o estatus no puede ni debe ser nunca considerado el mejor.
En este contexto hay que enmarcar los pretenciosos premios de la FIFA y más concretamente el "The Best", que ha recaído en el jugador del Real Madrid, Cristiano Ronaldo. Dado que se premia teóricamente lo estrictamente deportivo, dejaré orillada mi opinión respecto a su egocentrismo, megalomanía, soberbia, narcisismo, devoción por lo hortera y novias tapadera. Por eso, sí que voy opinar de Ronaldo como deportista: tiene unas condiciones físicas portentosas y es un voraz goleador. Dudar eso es ser imbécil. Como lo es dudar que este chaval es un jugador chulesco, provocador, egoísta, faltón, prepotente, antideportivo, irrespetuoso, abusivo contra rivales inferiores e irrelevante ante los superiores. Un jugador que, por ejemplo, humilla deliberadamente con regates a otro sabiendo que está lesionado o cuyos inmediatos argumentos son presumir de riqueza o estatus no puede ni debe ser nunca considerado el mejor.
Por eso, la concesión de este galardón a Ronaldo sólo se puede entender
en un mundo, un mundillo, donde los valores hace tiempo que son polvo en
el suelo y la podredumbre ética lo infecta todo. Un mundo
grandilocuentemente vacío donde jugadores como Ronaldo, clubs como el
Madrid y personajes inquietantes como Florentino Pérez se mueven con
eficaz soltura. Y esto conviene no perderlo de vista porque tanto o más
peso tienen en estos premios los intereses creados que los estrictos
méritos objetivos. Claro que todo esto les da igual a los propagandistas
y demagogos asalariados que mancillan al periodismo en los medios de comunicación con su
falta no ya de imparcialidad sino de pura sensatez.
Por eso, este reconocimiento a Ronaldo es el enésimo clavo en el ataúd del deporte como recipiente de valores, un nuevo despropósito en el altar del negocio y un disparate de mal gusto. El día que el Aquiles portugués tenga la misma maestría que Messi, la capacidad de sacrificio de Griezmann y la humildad de Iniesta sí merecerá ser "the best". Mientras tanto, no dejará de ser una vedette sobrevalorada a la que nadie le dio dos merecidas hostias en su momento.
Por eso, este reconocimiento a Ronaldo es el enésimo clavo en el ataúd del deporte como recipiente de valores, un nuevo despropósito en el altar del negocio y un disparate de mal gusto. El día que el Aquiles portugués tenga la misma maestría que Messi, la capacidad de sacrificio de Griezmann y la humildad de Iniesta sí merecerá ser "the best". Mientras tanto, no dejará de ser una vedette sobrevalorada a la que nadie le dio dos merecidas hostias en su momento.
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