Dice Sabina que al lugar donde has sido feliz no debieras tratar de volver. Le faltó añadir "excepto si eres el Atleti de Simeone". Y es que
la recuperación de las señas identitarias de ese equipo feroz, sólido e
incansable va por buen camino. Lentamente (quizá demasiado) pero va. Tras las nocivas polémicas (más
extradeportivas que futbolísticas y más artificiales que reales) en las
que se ha visto envuelto esta temporada, el Atleti se está
reconstruyendo a sí mismo como si fuera un Mr.Potato; pieza a pieza: intensidad, convicción, suerte...Es verdad que aún le faltan
algunas (concentración, cohesión, puntería...) pero ya se parece más a lo que siempre fue desde el advenimiento
del Cholo. Aquí, como en cualquier competición, lo prioritario es ganar y quien
diga o piense otra cosa pues aún está a tiempo de enterarse. Es cierto
que el Atleti puede y debe jugar mejor, pero no por eso hay que
sobrevalorar la calidad, el potencial y las aptitudes de los
futbolistas, tener la memoria frágil, empecinarse en entelequias de
barra de bar, incurrir en cuñadismo deportivo o comportarse con
pretenciosidad de nuevos ricos. El Atleti es lo que es y nosotros lo
queremos así, con sus virtudes y sus defectos. Además, los espartanos no
ganaron batallas con numeritos del Cirque du Soleil y gracias a eso son
aún hoy legendarios y admirados. De todos modos, las circunstancias
actuales no admiten florituras: hay que ser prácticos y si hay que
amputar el virtuosismo para salvar el triunfo, se amputa. Las
discusiones y los reproches, cuando caiga el telón.
En este contexto, llegó el segundo y definitivo partido de Copa contra la UD Las Palmas. La vuelta sirvió para premiar el mérito y la profesionalidad de Las
Palmas y castigar la irresponsable desidia que mostró el Atlético
cuando se vio ganador (del partido y la eliminatoria). Premio y castigo merecidos por igual. Así las
cosas, como lo importante no es cómo se empieza sino cómo se acaba, el
equipo ofreció una mediocre recompensa a los aficionados que acudieron
al estadio desafiando la criogenización, maquillada por el paso a la siguiente ronda copera. Y es una pena porque
el encuentro, pese a una primera mitad de fogueo, ofreció algunos
interesantes fogonazos de lo que puede ser el Atleti si todos estuvieran
en forma y enchufados. Además, confirmó la mejoría de Moyá, Giménez y
Griezmann en sus respectivos retos y sirvió para evidenciar que Gaitán
necesita más partidos para poder demostrar al entrenador y la afición
que tiene (o no) la trascendencia necesaria para ser titular ya que de
calidad es uno de los mejores de la plantilla. Por lo demás, siguen las
mismas dudas que se arrastran desde hace semanas, con varios jugadores
en modo "no sé-no sé", otros con más pasado (glorioso) que presente y
futuro en rojiblanco y un mediocampo que no termina de carburar.
De todos modos, más allá de la positiva noticia del paso al siguiente
nivel, alguien debería dar un toque a los jugadores por ese dejarse
llevar que mostraron en los minutos finales ya que la historia reciente y
doliente ha enseñado por las malas a los rojiblancos que los partidos
acaban cuando pita el árbitro. Además, el ambiente no está ahora mismo
como para hacer la cobra a la tranquilidad.
En definitiva, este Atleti en modo Marty McFly volvió a recuperar otra
de sus características señeras: hacer sufrir a la hinchada más de lo
necesario.
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