Escribía el otro día sobre la venganza en diferido contra Fernando
Trueba a cuenta de unas controvertidas declaraciones suyas. Sobre el
boicot a "La reina de España", me remito a lo dicho en aquel artículo.
Hoy voy a hablar de la excusa tras la que se ha parapetado esa
sobrevalorada revuelta torreznera, esto es, de las desafortunadas palabras de Trueba al recoger el Premio Nacional de Cinematografía.
Desafortunadas porque sólo a la luz de las explicaciones dadas (entonces y ahora) por el
propio cineasta a resultas de la polémica se han podido entender
correctamente; claro que eso, el correcto entendimiento, se lo pasan por
la quilla quienes se rasgaron las vestiduras por esas manifestaciones y
han alentado la represalia contra Trueba a través del sabotaje
taquillero a su última película. Como también se pasan por la quilla
esos fervorosos papanatas el respeto a una libertad fundamental y
protegida constitucionalmente como es la de expresión.
Porque, las cosas como son, Trueba con sus declaraciones no ofendió a
nadie que no sea lo suficientemente anormal como para tomarse como
ofensa unas manifestaciones que se limitaban a dar salida a una
reflexión personal, inocua y honesta. Por tanto, soliviantarse por la
postura de Trueba ante el españolismo o sentimiento de españolidad es
del género idiota. ¿Por qué? Por lo siguiente:
- No se puede juzgar lo sentimental desde lo ideológico.
- Lo que dijo Fernando Trueba no sólo no es ilícito sino que además está consagrado legalmente en la Constitución.
- Precisamente con lo que no comulga íntima y públicamente el cineasta es con esa zafia y extendida confusión entre "patriotismo" y "patrioterismo" en la medida en que éste encarna un nacionalismo chusco, acrítico, exaltado, trasnochado y más reaccionario que aquellos anormales que recibieron jubilosos al infame Fernando VII al grito de "¡Vivan las cadenas!". De ahí que lo único criticable a Trueba sea la falta de precisión a la hora de exponer su desapego.
- No se puede demonizar al discrepante, máxime cuando la discrepancia se ha hecho desde una educación indiscutible. Estigmatizar a quien piensa y/o se manifiesta de forma distinta a uno es algo que debería dejar de tener espacio en una sociedad supuesta civilizada, por civismo democrático e higiene intelectual.
- Por muy mayoritario que sea un sentir no se puede represaliar de ninguna manera a quienes no compartan ese sentimiento. También el nazismo fue producto de un sentir mayoritario y sólo un perfecto imbécil lo legitimaría. En ese sentido, no creo que en España el patrioterismo esté tan extendido como para darle la aureola de "mayoritario", por suerte.
- Poner en la misma diana a Fernando Trueba y al demenciado Willy Toledo es un puro disparate.
De todos modos, la polémica identitaria en torno al sentimiento de "lo español" no
está tanto en lo sentimental como en la dificultad para delimitar de
forma fiable y mayoritariamente válida qué es "lo español". Algo
parecido a lo que nos podría suceder a cualquiera de nosotros si nos
preguntaran qué entendemos por "mi gente". Y es que a la hora de manejar
ese concepto identitario estamos en un terreno difuso, resbaladizo y poliédrico, propicio por
tanto para los equívocos, las paradojas y las polémicas. Vayan a continuación algunos ejemplos de lo que que quiero decir:
- ¿A partir de qué etapa hay que sentir a España: desde la Iberia prerromana, desde la Hispania, desde la Reconquista, desde la Monarquía Hispánica, desde el Imperio, dede la pérdida de las colonias, desde la restauración democrática de 1978?
- ¿Sentirse español implica imperativamente enorgullecerse y presumir de logros, gestas y genialidades y ocultar bajo una alfombra de deliberada ignorancia errores, fracasos y barbaridades? ¿Requiere sentirse identificado por igual tanto con García Lorca como con Franco, con Fernando el Católico como con Fernando VII, con Cervantes como con Blue Jeans, con Blas de Lezo como con Kiko Rivera, con "El Ministerio de Tiempo" como con "Mujeres, hombres y viceversa"? ¿O implica minusvalorar sistemáticamente cualquier cosa relacionada con España por complejo a ser calificado como "facha"? ¿O conlleva asumir y ensalzar lo bueno y renegar y denunciar lo malo?
- ¿Qué elementos habría que incluir dentro del canon de "lo español"? ¿Qué elementos quedarían fuera? ¿Quién determina ese canon?
- ¿Sólo tienen derecho a sentirse españoles los nacidos en España?
- ¿A qué da derecho sentirse español? ¿A qué no da derecho?
- ¿Qué naturaleza tiene el concepto "español": geográfica, registral, jurídica, tributaria, cultural, la conjunción de todas ellas?
Estas son sólo algunas cuestiones que surgen, a bote pronto, a la hora de
abordar el asunto de la españolidad. Por tanto, parece evidente que
hablar con ligereza y/o rotundidad sobre este tema de "sentirse español"
es cuando menos arriesgado y, muy probablemente, desacertado. En ese
sentido, desconfío de quienes se rasgan las vestiduras a lomos de
absolutos, de quienes pontifican haciendo de cada frase sentencia y de
quienes hacen ley de las filias y trincheras de las fobias. En el polémica con Trueba ha habido demasiada (e interesada) sobreexcitación y contudencia, intentando ver gigantes donde sólo había molinos. Lo peor de la polémica no ha sido que se haya llevado por delante una película (de discutible valía) sino que ha permitido dar luz y voz a esos morlocs que acechan en los sobacos de la sociedad española y cuya capacidad cívica, intelectual, sináptica y expresiva rivaliza con la de un bocadillo de panceta. No obstante, por no extenderme mucho más sobre el tema, remito a un artículo que escribí hace más de un año sobre el asunto de la "españolidad".
De todos modos, la clave para entender que Fernando Trueba no se sienta español y no tenga más patria que la de la entera Humanidad ya estaba presente en el propio discurso que originó la polémica. En él, el cineasta explicaba que, culturalmente, lo mismo le daba un español que un extranjero porque ninguno de ellos le era ajeno. Es decir, que por sensibilidad artística y gusto cultural, Trueba se siente humano pero ajeno a cualquier etiqueta o marchamo, lo cual me parece bastante loable. Quizás simpatizo con él en esa afirmación porque la comparto. Cualquiera al que le guste la literatura, el cine o la pintura, por citar sólo tres ámbitos culturales, dudo mucho que tenga un consumo culturalmente endogámico y un concepto de la misma patrimonializado. Utilizando un símil deportivo, la cultura constituye una selección, un all stars en el que se encuentra representado lo mejor que ha dado y legado la Humanidad y cualquiera puede y debe verse representado en ella, por encima de nacionalidades y fronteras. Así, desde un punto de vista cultural, cualquier "localismo" carece de sentido. Por ejemplo, en mi caso, yo no siento a Homero, Dante, Shakespeare, Steinbeck, Miller, Carver, Borges o Ford como "los otros" sino tan "míos" como Cervantes, Calderón, Lope, Quevedo, Valle-Inclán, Lorca, Sender o Delibes. Los tiros de Trueba iban/van por ahí. Y son tiros muy acertados ya que conviene no olvidar que toda diferenciación en tanto que distinción entre iguales es algo tan absurdo como la creación de fronteras, que son puros constructos artificiales de la paletez del ser humano.
En resumen, yo no reniego en absoluto de mi nacionalidad pero tengo clarísimo que, por encima de banderas y demás parafernalia, mi patria son los míos. Y, puestos a elegir, prefiero mil veces más a un compatriota como Fernando Trueba que a la caterva de forofos que al hablar de España no sólo ofende a otros españoles sino a la inteligencia y la educación más elementales.
De todos modos, la clave para entender que Fernando Trueba no se sienta español y no tenga más patria que la de la entera Humanidad ya estaba presente en el propio discurso que originó la polémica. En él, el cineasta explicaba que, culturalmente, lo mismo le daba un español que un extranjero porque ninguno de ellos le era ajeno. Es decir, que por sensibilidad artística y gusto cultural, Trueba se siente humano pero ajeno a cualquier etiqueta o marchamo, lo cual me parece bastante loable. Quizás simpatizo con él en esa afirmación porque la comparto. Cualquiera al que le guste la literatura, el cine o la pintura, por citar sólo tres ámbitos culturales, dudo mucho que tenga un consumo culturalmente endogámico y un concepto de la misma patrimonializado. Utilizando un símil deportivo, la cultura constituye una selección, un all stars en el que se encuentra representado lo mejor que ha dado y legado la Humanidad y cualquiera puede y debe verse representado en ella, por encima de nacionalidades y fronteras. Así, desde un punto de vista cultural, cualquier "localismo" carece de sentido. Por ejemplo, en mi caso, yo no siento a Homero, Dante, Shakespeare, Steinbeck, Miller, Carver, Borges o Ford como "los otros" sino tan "míos" como Cervantes, Calderón, Lope, Quevedo, Valle-Inclán, Lorca, Sender o Delibes. Los tiros de Trueba iban/van por ahí. Y son tiros muy acertados ya que conviene no olvidar que toda diferenciación en tanto que distinción entre iguales es algo tan absurdo como la creación de fronteras, que son puros constructos artificiales de la paletez del ser humano.
En resumen, yo no reniego en absoluto de mi nacionalidad pero tengo clarísimo que, por encima de banderas y demás parafernalia, mi patria son los míos. Y, puestos a elegir, prefiero mil veces más a un compatriota como Fernando Trueba que a la caterva de forofos que al hablar de España no sólo ofende a otros españoles sino a la inteligencia y la educación más elementales.
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