Hoy es el día del libro o, lo que es lo mismo, el cuarto centenario de la muerte de los dos autores más grandes de toda la Literatura universal(con permiso de Homero): Miguel de Cervantes y William Shakespeare.
Muy seguramente, hoy las librerías y los centros comerciales provistos de ellas se llenarán en toda España de gente dispuesta a comprar al menos un libro en la mayoría de los casos y a leérselo en el mejor de los mismos. Muy seguramente, hoy Barcelona estará a tope de rosas, libros y firmas, que para eso es San Jordi y el tedio es un dragón que bien merece ser lanceado hasta la muerte. Muy seguramente, hoy los informativos expedirán una catarata de imágenes y testimonios que hagan parecer que España está reconciliada con la Cultura a pesar de Montoro. Muy seguramente, hoy olvidemos con tanto postureo y agitación cultural que el número de homenajes que ha recibido Cervantes en nuestro país por el aniversario de su muerte es similar a los que hemos dedicado a Shakespeare. Muy seguramente, hoy pase todo eso. Mañana ya...
Pero, volviendo al tema, toca hablar de Cervantes y Shakespeare. Para ello, creo que debo remontarme unos siglos más atrás en el tiempo, hasta la Antigüedad concretamente, porque, en mi opinión, tras los clásicos (Esquilo, Sófocles, Eurípides, Aristófanes, Homero, Jenofonte, Virgilio, Apuleyo...) poco o nada más quedaba por descubrir en Literatura pero ese "poco o nada" quedó subsanado con la aparición Cervantes y Shakespeare. Tras ellos, creo que el resto de autores se limitaron a intentar brillar a su sombra, intentando desmarcarse o imitarlos. Algunos lo consiguieron. Y así hasta hoy.
Dicho esto, intentar quedarse con uno me parece una estupidez. ¿Con qué te quedas? ¿Con el Atlético del Cholo o con el Barça de Guardiola? ¿Con los Bulls de Jordan o los Warriors de Curry? ¿Con Alí o con Tyson? ¿Con Nadal o con Federer? ¿Con Rossi o con Márquez? ¿Con los 49ers de Steve Young o con los Patriots de Tom Brady? ¿Con Velázquez o con Goya? ¿Con De Niro o con Pacino? ¿Con Wilder o con Kubrick? ¿Con Spielberg o con Lucas? ¿Con Chaplin o con Groucho? ¿Con Marvel o con DC? ¿Con los Beatles o con los Rolling?...Hay muchos debates que llevan a ninguna parte porque cuando algo o alguien entra en la leyenda a golpe de excelencia no se trata de elegir sino de disfrutar. Lógicamente, esto no quiere decir que no se tengan preferencias. En mi caso, por ejemplo, aunque no quede muy "españolamente correcto", prefiero a William Shakespeare, pero eso no quiere decir ni remotamente que no reconozca que Cervantes y su monumental (en fondo y forma) innovación del Quijote dejaron al resto de narradores simples migajas con las que intentan llegarle a la suela del zapato. "Don Quijote de la Mancha" es uno de los motivos más objetivos que tenemos los españoles para sentirnos orgullosos sin ninguna clase de complejo o matiz, por mucho que la imposición de leerlo a según qué edad sea casi tan contraproducente como leer ese infumable tostón que es, fue y será el "Ulises" de Joyce. No obstante, como digo, prefiero a William Shakespeare, quizás por mi natural simpatía por el teatro, quizás porque pienso que no ha habido autor capaz de reflejar con tanta contundencia e ingenio el alma humana. Tal vez el inmortal García Lorca se le acerque en ese sentido pero...acercarse a Shakespeare es pese a todo quedarse muy lejos, puede que porque alcanzarle sea sencillamente imposible. Al fin y al cabo, mientras Cervantes sólo parió una obra maestra (la del caballero de la triste figura), Shakespeare tiene, bajo mi humilde punto de vista, unas cuantas colocadas en ese estratosférico estante ("Hamlet","MacBeth","El Rey Lear"...).
Podría extenderme más, pero creo que acabaría por caer inevitablemente en la petulancia o el postureo. Así que mejor termino con un consejo para ti que estás leyendo esto: busca un libro, uno bueno, uno que merezca la calificación como "obra literaria" (no todo lo encuadernado la merece) y concédete el gustazo de leerlo. Viajes como los que ofrecen los libros nos reportan ese 21% de evasión onanística tan necesaria en una existencia tan puta y puteada como la nuestra. Y para viajes así, nada mejor que las agencias de Cervantes o Shakespeare.
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