sábado, 14 de mayo de 2016

Residuos ardientes

Llevaban mucho tiempo ahí. Años. Tantos que pareciera que siempre hubieran estado allí. Formando parte de un paisaje indisoluble en el que el presente está lleno de pasado. Componiendo en su inmensa heterogeneidad un todo homogéneo, decadente, tóxico. Esperando que algo o alguien los gestione como es debido, hijos de la desidia y la resignación, resultado de intereses creados y miradas hacia otra parte, obras alumbradas por narices tapadas, ojos cerrados y éticas distraídas. Alzándose y extendiéndose siniestramente en el tiempo y el espacio más allá de lo tolerable. Enquistados en el día a día de un mundo en el que hace tiempo dejaron de tener cabida y una realidad ajena a esa montonera enajenada. Integrando una repulsiva hermandad pese a provenir de años, lugares y modelos distintos. Siendo un permanente recordatorio de un tiempo que parece detenido, secuestrado por el pasado, disolviendo toda expectativa o conjetura de futuro. Agonizando en un eco estático como pecios viajando a ninguna parte. Manchando la vista, el recuerdo y la imaginación.

Ahora que algunos dicen que su final estaba cerca, arden. Un incendio feroz, hambriento, encabritado. Cuesta saber dónde comenzó la primera llama, la chispa primordial que selló su pasaporte a un olvido del que nunca debieron haber escapado. Ahora todo es llama y humo. Un humo negro como un funeral. Un humo tóxico capaz de ahogar cualquier aliento. Un humo repugnante, como si el incendio hubiera quebrado sus cuerpos para dejar a la luz y al aire su espíritu, su auténtica naturaleza hedionda en medio de estertores que invitan a huir o a distanciarse lo más posible de la siniestra e imprevisible sombra del humo. Sólo queda esperar que todo acabe enfriándose y disipándose cuanto antes porque sólo así, donde hoy hay basura insalubre y humeante podrá brotar algún tipo de futuro.

Por eso, es tan necesario votar el próximo 26 de junio. Porque este artículo nunca ha ido sobre los neumáticos de Seseña sino sobre otra clase de desperdicios que es necesario retirar de nuestro paisaje físico y temporal cuanto antes y no para sustituirlos por otros idénticos o incluso más nocivos sino para que el mañana tenga más de lienzo en blanco que de vertedero negro.

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