Un artista debe ser juzgado por sus obras, pero una obra no puede juzgarse en función de su autor. Es decir, una obra de arte no puede entenderse sin su autor pero puede y debe
valorarse en sí misma considerada, dejando al margen al autor para
aislar la valoración de toda filia o fobia personal hacia el artista. De
lo contrario no sólo seremos injustos sino que, además, estaremos
comportándonos como unos perfectos majaderos. Y ojo que esa distinción
es complicada tanto por el personalismo narcisista de muchos autores
como por esa inconsciente propensión de la gente a mezclar churras con merinas.
Complicada pero no imposible; por ejemplo, dudo mucho que las películas de Chaplin tuvieran la
merecida consideración de obras maestras si el público al juzgarlas
tuviera en cuenta las depravaciones sexuales del genial cineasta. Así las cosas, por madurez mental e higiene intelectual, debemos asumir
sin aspaviento ni letra pequeña que hay bellacos o personas con las que no tenemos ninguna afinidad capaces de firmar
creaciones magistrales de la misma manera que hay bellísimas personas
o gente que nos cae estupendamente que son los abajo firmantes de bodrios infumables o la cuadratura del círculo: personas que te sientan como un rayo en el
recto que perpetran auténticas castañas y beatos por aclamación que
firman verdaderas maravillas, pero ninguno de estos dos últimos casos aplica para lo
que estoy hablando.
La opinión que tengamos de un autor debe estar en un compartimento
estanco a la que tengamos sobre su obra. Máxime si tenemos en cuenta que
lo que perdura en el tiempo hasta sedimentar eso que llamamos cultura
son las obras y no la ideología, el credo, el temperamento, los gustos o
la idiosincrasia personal de los artistas.
En ese sentido, haré un aparte que viene al caso. En mi colegio tuve, ya en los años finales, a un profesor de Literatura de cuyo nombre no voy a acordarme pero que hacía honor a su apodo ("el besugo") cuando dejaba deliberadamente que sus filias político-personales enturbiaran y sesgaran sus enseñanzas. Por ejemplo, recuerdo cómo despachó por la vía rápida a unos literatos interesantes cuando menos sin hacer más reseña que "eran unos fachas" (sic). Un patinazo tan reprobable como lo sería no interesarse por Muñoz Seca por "no ser de izquierdas" o por García Lorca por "no ser de derechas", por citar dos ejemplos incomparables pero igualmente trágicos. O dicho de otro modo: la portada es a un libro lo que el autor a su obra y ya sabemos que nunca hay que juzgar un libro por su cubierta.
En ese sentido, haré un aparte que viene al caso. En mi colegio tuve, ya en los años finales, a un profesor de Literatura de cuyo nombre no voy a acordarme pero que hacía honor a su apodo ("el besugo") cuando dejaba deliberadamente que sus filias político-personales enturbiaran y sesgaran sus enseñanzas. Por ejemplo, recuerdo cómo despachó por la vía rápida a unos literatos interesantes cuando menos sin hacer más reseña que "eran unos fachas" (sic). Un patinazo tan reprobable como lo sería no interesarse por Muñoz Seca por "no ser de izquierdas" o por García Lorca por "no ser de derechas", por citar dos ejemplos incomparables pero igualmente trágicos. O dicho de otro modo: la portada es a un libro lo que el autor a su obra y ya sabemos que nunca hay que juzgar un libro por su cubierta.

Antes de concluir, una precisión: me parece fantástico que un artista, como cualquier ciudadano, exprese sus ideas con total libertad y sinceridad igual que me parece estupendo que esa expresión pueda ser motivo de debate y discrepancia. Lo que me parece mal es que esa discrepancia derive en una insurrección intolerante que no tiene amparo, fundamento ni cabida en un sistema no dictatorial como el nuestro, por mucho que en nuestra cotidianidad estemos más que acostumbrados a consolidar o huir de según qué dictados en función de nuestros intereses o conveniencias. Lo de Trueba es el enésimo ejemplo de cómo hay anormales que hacen montañas de granos de arena y luego encima tienen los santos genitales de provocar una avalancha cuyos daños, directos o colaterales, son difíciles de ponderar e imposibles de justificar.
En fin y resumiendo, que el arte debe ser entendido y valorado desde el arte y no desde la política, la religión, el cuñadismo, el chonismo o el talibanismo cavernario.
No hay comentarios:
Publicar un comentario