"Esas tías están donde están por vía vaginal. ¡Por vía vaginal!". Lo escuché hace pocas semanas. Yo caminaba por la noche de vuelta a casa por los aledaños del Retiro. A la altura de uno de los innumerables bares que había en esa calle me crucé con una pareja de buena presencia y una cuarentena bien llevada, quizá más cerca de los treinta que de los cincuenta. Él, silencioso y atento a su mujer. Ella, hablando y gesticulando con vehemencia. Ignoro a santo de qué estaban teniendo esa conversación pero el caso es que la mujer, a propósito de una congénere bastante célebre en este país, derrochaba indignación o quizás envidia o tal vez ambas cosas y, justo en el instante en que sus pasos y los míos se descruzaban, escuché esa airada frase que he transcrito literalmente al principio del artículo. Y me quedé pensativo por haber escuchado semejante queja de boca de una mujer en un momento en el que todo el mundo anda hipersensible con el tema de cerdos, mujeres y viceversa que, aunque podría ser el nombre de un nuevo programa de Mediaset, no es otra cosa que el escandalazo de destapar la fosa séptica donde anidan los Weinstein, Allen y demás piara. De aquellos pensamientos, esta reflexión que hoy quiero compartir.
Antes de exponer mi opinión, me gustaría hacer unas matizaciones a modo de aviso para navegantes y aclaración para imbéciles. Primero, yo, con independencia del contexto o del ámbito, a cualquier abusón, acosador o salido le castraría (y no precisamente químicamente) y le tendría literalmente de por vida en un gulag junto a los de su misma manada. Y segundo, no voy a entrar aquí a valorar los "braguetazos" como sistema de promoción en sociedad, más que nada porque es una "técnica" a la que recurren tanto hombres como mujeres y, por tanto, no tiene que ver con el género sino con dónde ubica cada cual sus prioridades en la vida y a qué dedica cada persona sus esfuerzos. ¿Legítimo? Sí. ¿Elogiable? Corramos un tupido velo...
Hechas las aclaraciones preventivas, al grano. La soliviantada queja de esa señora me hizo pensar en el uso de las "armas de mujer" (eufemismo bastante denigrante, por cierto) en el contexto estrictamente laboral como forma de conservar o mejorar el puesto-sueldo. Me parece un tanto paradójico y bastante incongruente que se critique (con toda la razón) a cerdos y babosos que se escudan en el ambiente profesional para dar rienda suelta a su sexualidad y en cambio con el empleo de las "armas de mujer" en el hábitat laboral se pase de puntillas en el mejor de los casos. Para mí son dos caras de la misma repugnante moneda: la del machismo o, poniéndonos estupendos, del "heteropatriarcado". Y ojo que sé perfectamente distinguir una mujer meramente coqueta y cordial de otra que abraza como modus operandi concentrar todo el calentamiento global en la entrepierna de su superior jerárquico del mismo modo que sé diferenciar lo que puede ser un mero e incluso inocuo tonteo de algo nivel "creo que voy a vomitar" o discernir entre lo que es "pelotear" a una persona y lo que es "calentar" a alguien. ¿Por qué se censura que un impresentable se deje llevar por sus instintos sexuales en el trabajo y en cambio no se reprueba que una mujer apele a esos mismos instintos sexuales para sobrevivir o medrar en el trabajo? Para mí es la misma mierda porque tanto asco me da el jefe salido como la empleada microondas. Creo que comportamientos en los que las mujeres reemplazan los méritos y habilidades estrictamente profesionales por otras habilidades (que teóricamente sólo sirven en la profesión más antigua del mundo) son el alimento perfecto para ese tóxico paradigma falocéntrico y sexualizado que da origen a aberraciones como Harvey Weinstein. ¿Con qué jeta alzas la voz contra el acoso sexual en el trabajo y te callas contra quienes deliberada e interesadamente calientan ojos, oreja, mente y entrepierna del jefe de turno? Para mí, tan importante y necesario es aniquilar profesional y socialmente a esos miserables tipos que se creen los reyes del mundo y tienen su pene cual cetro como barrer de cualquier ecosistema laboral a esas mujeres que prefieren depender de erecciones ajenas más que de méritos propios. ¿Por qué? Porque tanto unos como otras son la encarnación de un mismo y apestoso problema, uno del que cerdos y calentonas sacan tajada por igual. Más allá de las motivaciones que puedan tener las empleadas microondas, creo que son tan tóxicas y contraproducentes para la meritocracia laboral y la igualdad efectiva entre hombres y mujeres como tener por jefe a un tío que piense y actúe con los genitales. Alguien puede refutarme diciendo que esas mujeres hacen "eso" para sobrevivir en su trabajo pero no deja de ser un argumento tan capcioso como sostener que Harvey Weinstein daba empleo a muchas actrices.
Habrá quien piense que hablo por hablar, como si escribiera por postureo. Pues mira, no. En mi (pen)última etapa profesional, del mismo modo que tuve la suerte de poder ver en acción a gente más que decente en todos los sentidos, tuve la desgracia de ser testigo forzoso de conductas vomitivas protagonizadas por superiores babosos y/o mujeres sin más habilidad ni vocación que la de sustituir al Viagra. En referencia a estas últimas me acuerdo de algunos casos bastante ejemplares pero hay una mujer que recuerdo especialmente, una que profesionalmente era un monumento a la ineptitud, personalmente tan interesante como el gotelé y físicamente lo más parecido a Heidi después de devorar a Niebla; una auténtica mediocre que consiguió mantener durante lustros su puesto (mando intermedio) a base de enardecer los genitales de sus sucesivos jefes de manera sencillamente inexplicable; una espabilada que, gracias a sus indisimuladas y reincidentes "armas de mujer", obró el milagro de que sus superiores pasaran por alto su objetiva impericia y evidente jeta porque estaban demasiado pendientes de fantasear con esta tipa, lo cual es para ir al psiquiatra y declararse culpable de parafilia sexual. Y todo esto, ojo, en una empresa en la que otras mujeres que sólo se preocupaban de trabajar mucho y bien y que eran infinitamente más válidas profesional y humanamente que esta individua o bien estaban en el furgón de cola salarial o bien acabaron en la rúe por no ser hija/esposa/sobrina/amiga/querida de. Así que no, no hablo por hablar.
En fin. Que sí, que bienvenida sea esta desparasitación de cerdos dementes que ven una muñeca hinchable en cada mujer. Pero, por favor: que en el mismo pack manden a tomar viento a esas señoras y señoritas que confunden deliberadamente cualquier trabajo con la prostitución. En el ámbito laboral sólo podrá aspirarse a acabar con el indefendible machismo y sus asquerosas ramificaciones cuando no tengan cabida en ningún trabajo ni los Harvey Weinstein ni las menganas con vocación de fulanas.
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