A veces, basta un detalle para resumir el todo: Diego Costa reclamando vehementemente a sus compañeros mayor coraje mientras él predicaba con el ejemplo. Ha sido en la primera parte pero podría bien resumir el partido entero, el cual ha mostrado a un Atlético demasiado irregular y funcionarial que ha otorgado una inmerecida alegría a un mediocre rival acumulando deméritos a medida que avanzaba el encuentro. Como el martes contra el Sevilla en Copa. Esta vez ha sido un 1-1 contra el Gerona en Liga pero el sabor a derrota es idéntico. El día de la marmota colchonera.
Pero, como dije el martes, accidentes como éste dejan lecciones interesantes. Por ejemplo, que los minutos de silencio de la afición duran más que los de Jaime Latre, que Diego Costa y Oblak son los únicos argumentos que hay ahora mismo para creer en milagros, que los árbitros en España son como Enrique Iglesias sin autotune y que los cambios, tanto en la vida como en el deporte, hay que hacerlos para mejorar, no para empeorar. Respecto a esto último, puedo llegar a entender a Simeone y quiero pensar que pretendió preservar a Costa (que además parece ser que tenía molestias) y Griezmann para la hipotética hazaña del próximo martes pero los cambios han sido un evidente error (cosa que el Cholo no reconocerá ni bajo tortura) por el momento (la victoria no estaba ni mucho menos asegurada) y, sobre todo, por sus relevos, quienes han demostrado por qué hoy por hoy no pueden ni deben jugar. Claro que tampoco han ayudado a maquillar el circo los "sospechosos habituales", jugadores a los que no se les discute su voluntad pero sí su idoneidad y aportación, jugadores más propensos a cabrear a la hinchada que a alegrarla, jugadores que hoy han saltado como titulares, jugadores a los que cualquier aficionado rojiblanco puede poner nombre. A lo mejor va siendo hora de asumir que, con independencia del estado de forma física, hay jugadores que por diversas razones son más contraproducentes que útiles. Así las cosas, resulta menos raro que la segunda parte haya sido la crónica de una pifia anunciada, una que se ha asentado en una evidente falta de lucidez y de contundencia en ambas áreas.
No obstante, todos conocemos al Atleti: un equipo capaz de complicarse en lo fácil y bordarlo en lo difícil. Y también nos conocemos como afición. Por eso sabemos de sobra que esta incomodidad hemorroidal que tenemos por culpa de los dos últimos percances se cambiará por euforia si el martes el Atleti honra a su historia y afición dando su merecido al Sevilla. Capaz es. ¡Aúpa Atleti!
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