¿Mereció perder el Atleti? ¿Mereció ganar el Sevilla? Probablemente la respuesta sea no en ambos casos. Pero la vida es así: 1-2 y a hacer milagros en la ribera del Guadalquivir dentro de una semana.
Lo bueno que tiene cualquier fracaso, dentro o fuera del deporte, es que siempre, siempre, siempre deja lecciones que te sirven para el futuro. Esta noche los atléticos hemos aprendido que el tiempo es una mera convención (para el árbitro Latre un minuto dura 18 segundos) o que no se puede ganar un partido si todo tu centro del campo naufraga o que tan pronto eres el héroe como el villano de la función o la decisiva diferencia entre jugar con Jan Oblak y hacerlo con un portero humano o que Savic es a la velocidad lo que Rajoy a la sintaxis o que Costa sigue a lo suyo (luchar y marcar) o que hay gente dispuesta a atizarte hagas lo que hagas (al Cholo hoy hay quien le critica los cambios "ofensivos" y otros días le critican por cambios "defensivos") o que uno no puede corregir su propia naturaleza (hola, Carrasco) o que "Zombie" suena fantástico en la megafonía del Metropolitano. Lecciones agradables y lecciones desagradables. Como la vida misma.
En líneas generales, el Atlético ha estado demasiado desafinado para lo que exigía la ocasión y si a eso se añade que la suerte ha sonreído al rival pues la derrota parece algo menos absurda. Y digo absurda porque el Sevilla se ha llevado el triunfo más por demérito colchonero (dos errores garrafales del Atlético, dos goles sevillistas) que por credenciales hispalenses. Pero ha ganado. Y los hinchas hemos vuelto a casa como cuando en lugar de haber disfrutado de un copazo te has metido un garrafón entre pecho y espalda.
Ahora toca olvidar el estropicio y pensar en el partido liguero. Ya habrá tiempo para pensar en hazañas coperas. Porque, eso sí: si hay un equipo lo suficientemente rebelde, contrapronóstico, disfuncional e imprevisible como para hacer milagros a prueba de ateos ese el Atlético. Así que, lo pasado, pasado. ¡Aúpa Atleti!
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