Soy animalista y por eso reclamo y defiendo que todo animal tenga, como mínimo, el mismo respeto y la idéntica consideración que cualquier ser humano que, las cosas como son, no deja de ser otro animal.
Igualmente, no soy taurino, primero porque eso sería absolutamente incompatible con mi amor por los animales y segundo porque estoy en total desacuerdo con muchas de las reivindicaciones y los argumentos esgrimidos por los taurinos en su defensa del toreo, toda vez que no creo que éste sea un arte ni mucho menos cultura ni tengo por héroes a quienes se ponen delante de esas preciosas moles con cuernos (la temeridad voluntaria y con afán lucrativo no tiene nada que ver con el heroísmo). Lo respeto como muchas otras tradiciones que hay, aunque me pueda parecer una astracanada anacrónica y rancia. Por eso no me considero "antitaurino", porque tal palabra me parece que conlleva una beligerancia que en mi caso no existe. Simplemente no me gusta ni tiene nada que ver conmigo. De aberraciones como el Toro de la Vega ya mejor no hablo...
Pero que sea animalista y no me guste el toreo no significa que me alegre ni celebre la muerte en cualquier plaza o coso de un torero. Digo esto porque conviene extraerse de esa polarización interesada y disparatada en que ha devenido la polémica entre animalistas y taurinos según la cual o celebras la muerte de un torero o celebras la muerte de un toro. Pues no. No me alegro ni de la una ni de la otra. Ambas revisten idéntica pena y ninguna gloria. En general, la vida de cualquier animal (y el ser humano no deja de ser una de las muchas especies que hay en el planeta) me parece valiosa y digna...salvo repugnantes excepciones en el bando humano entre las cuales obviamente no están los toreros. ¿Que me puedo alegrar por la muerte de un ser humano? Pues sí, si ese humano es un terrorista o un asesino o un violador o un pederasta o un pedófilo o un maltratador o un dictador, por citar algunos ejemplos. ¿Que salvaría al más nimio animal antes que a un ser humano? Sí siempre y cuando ese humano fuera un perfecto hijo de pu*a. Pero, fuera de eso, el hecho de alegrarse por la muerte de alguien sólo porque no concuerda con tus ideas o intereses o filias me parece algo que te desacredita hasta tal punto que alcanzas la misma valía que los rescoldos parduzcos que quedan en la escobilla de un retrete público. Alegrarse o celebrar la muerte de una persona no se sostiene ni ampara bajo ninguna ideología o credo sino bajo la simple y pura maldad y/o locura. Punto. Supongo que soy un animalista paradójico visto lo visto.
Por eso, a esa banda de energúmenos y malparidas que se han ensañado con la muerte de Iván Fandiño con la misma repulsiva ligereza que lo hicieron en su día con la de Víctor Barrio sólo puedo desearles lo mismo que deseo a quien disfruta con el sufrimiento o la muerte de cualquier animal: un dolor infinito. Hay que ser muy cobarde y vil para soltar tanta basura en las trincheras virtuales de las redes sociales en general y Twitter en particular, redes a las que el lado oscuro del ser humano está pervirtiendo hasta tal punto que se están transformando en una suerte de Corte de Monipodio donde la gentuza campa a sus anchas dejando un reguero de salvajadas a su paso.
En definitiva, que cada día que pasa se hace más imperiosa la necesidad de que se regule legalmente la protección de todo animal...y la persecución contra quienes se comportan como auténticas bestias en 140 caracteres. Y sí, descanse en paz Iván Fandiño.
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