Este artículo podría titularse "Lucrarse mata" y así recordar a los avisos que envuelven las letales cajetillas de tabaco. Y algo de eso hay, pero los tiros no van por el camino de la nicotina y demás venenos encigarrados; van contra personas (físicas o jurídicas) que hacen negocio a costa de algo que no puede ni debe ser nunca objeto ni de mercantilización ni de beneficios económicos. Hablo de la salud y lo que hacen con ella tanto ciertas compañías del sector alimenticio y del farmacéutico como determinadas personas que emplean los medios de comunicación, las conferencias o los libros para articular un discurso tan enredado ya que cuesta diferenciar el rigor, la jeta y la conspiranoia.
Pocas cosas se me ocurren más decisivas e incisivas sobre la salud de una persona que los alimentos y medicamentos que consume a lo largo de su vida. Al fin y al cabo, son elementos que unidos a las circunstancias ambientales y al estilo de vida condicionan nuestro devenir biológico casi tanto como nuestro ADN. Por eso, hay que tener cuidado...una precaución que ha sido el caldo de cultivo perfecto para que de un tiempo a esta parte se haya producido todo un lucrativo boom al respecto en el que colisionan el negocio más cruel y la filantropía más buenista, la ciencia y el bulo, las evidencias y las habladurías, los secretos y las denuncias mientras, la templanza y el alarmismo, la esencia inmutable y la moda pasajera...
En cuanto a los alimentos, raro es el día en que no aparece publicada alguna noticia que viene a ensalzar las cualidades o a alarmar sobre los efectos perniciosos de algún producto alimentario. Es tal la frecuencia y la variedad que no resulta extraño que un alimento ensalzado tiempo atrás sea posteriormente vituperado en poco lapso de tiempo, o viceversa. Tras este paroxismo, obviamente, se encuentra todo un juego de intereses creados y alentados por razones que poco o nada tienen que ver con la salud y sí con la competencia pura y dura. Un juego que se ve amenazado cuando publicaciones como ¡Cómo puedes comer eso!, Nuestro veneno cotidiano o Viaje al centro de la alimentación que nos enferma salen a la luz, momento en el cual las empresas alimentarias encienden la maquinaria de la contrainformación y expiden o filtran informes o publirreportajes donde defienden no sólo su honorabilidad sino las bondades de los alimentos que dan de comer a sus cuentas de resultados. ¿El resultado? Que uno no sabe ya si lo que se lleva a la boca es bueno, malo o regular. Y ojo que no incluyo en todo este embrollo a la pléyade de libros de dietas milagrosas y enzimas espectaculares porque me parecen la versión nutricional de los manuales de autoayuda, libros que a quien más ayudan es a la cuenta corriente de su autor. Así que, en conclusión, ante tal polvareda, la mejor receta y la más aconsejable dieta es la mesura en el pensar y en el comer. Mesura a la cual ayuda notablemente tener una mente baja en ingenuidad.
Respecto a los medicamentos, pues casi idem de lienzo. No obstante, aquí no creo que el gran problema sea que los fármacos en sí mismos sean tan perniciosos como ocurre con los easter eggs de muchos alimentos del supermercado nuestro de cada día sino que las industrias que desarrollan y venden esos bálsamos químicos no hacen lo suficiente para combatir las dolencias y enfermedades que carcomen al ser humano ya sea por misantropía mercantil y/o por falta de apoyos o incentivos gubernamentales. En este sentido, creo que hay más de una empresa a la que le renta más paliar una enfermedad con seis píldoras que curarla con una sola. Y así va el mundo como va. Por otra parte, pero sin abandonar Mundopíldora, está el pésimo uso que se hace de los fármacos por no pocas personas en lo que viene a ser la variante médica de dispararse en el pie, porque el uso desaconsejado o abusivo de un medicamento a quien ayuda de verdad es a la empresa que lo fabrica...y al virus o la bacteria de turno. De todos modos, por resumir, teniendo presentes publicaciones como Medicamentos que matan y crimen organizado o Los inventores de enfermedades: cómo nos convierten en pacientes, en este terreno conviene también andarse con ojo y dejar la inocencia en una caja precintada.
Habrá quien piense a estas alturas del artículo que soy equidistante entre defensores y críticos del establishment. Se equivoca. Entre David y Goliat siempre me quedaré con los partisanos que le echan un par para hacer frente al discurso totémico. Además, tiene su atractivo e incluso morbo buscar las cosquillas a esos colosos que campean por el mundo como elefantes por almoneda. Lo que sí he de reconocer es que uno ya está curado de espanto y prefiere usar el escepticismo como GPS para navegar entre tanto mesías y paladín y así no caer en los remolinos de la manipulación y la sugestión. Contra los dogmas, vengan de donde vengan, nada mejor que el conocimiento y para alcanzar éste es más que conveniente informarse de lo que pasa a ambas orillas de un mismo río. Tesis, antítesis y síntesis. Nada nuevo bajo el sol.
Por tanto, tú que estás leyendo estas líneas, la próxima vez que te lleves un alimento o un medicamento a la boca, asegúrate de que antes has hecho algo vital para cualquier ser humano alfabetizado: leer.
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