martes, 30 de mayo de 2017

Sparrow medio lleno, Sparrow medio vacío

Rara es la saga de ficción (literaria, cinematográfica o televisiva) que no se resienta en algún momento, atropellada por su propio legado, las expectativas del público y la inercia narrativa de su historia-río (toda saga se asienta sobre una trama troncal más o menos reconocible a lo largo de sus entregas que vertebra el relato principal). Eso le pasó a la franquicia de Piratas del Caribe con su cuarta, decepcionante, insulsa y anticlimática entrega firmada por Rob Marshall. Una parte que dejó a la franquicia verdaderamente en mareas misteriosas pues si la previa y exitosa trilogía inicial de Gore Verbinski había supuesto un corpus auténticamente canónico de lo que debe ser el cine como entretenimiento, la cuarta película fue en frenazo en seco y sin cinturón. De tales inquietantes mareas son precisamente de las que la saga piratesca intenta zafarse con esta La venganza de Salazar en busca de puerto seguro. Todo un reto, como cualquier resurrección. 

¿Lo consigue? ¿Logra esta quinta entrega enderezar el rumbo? ¿Está Jack Sparrow medio lleno o medio vacío? Depende. Es indudablemente mejor que la cuarta parte (hito tampoco muy difícil), aporta una novedad interesante (conocer el origen de Sparrow como capitán pirata) y tiene los ingredientes que auparon en taquilla y crítica al tríptico firmado por Verbinski (una equilibrada mezcla de aventura y fantasía, humor, estupendos efectos visuales, secuencias de acción entretenidas y el ya clásico duelo entre los antihéroes y el villano sobrenatural de turno) pero...está muy lejos de aquellas excelentes entregas iniciales que encumbraron a esta franquicia. ¿Por qué? Porque el ritmo es irregular, el guión es bastante mediocre y el humor se va de las manos en varios momentos, haciendo que ciertas escenas o diálogos resulten de lo más tontos o infantiloides cuando no directamente autoparódicos (para más información, ver la mayoría de intervenciones de un Jack Sparrow más cerca aquí de ser un instrascendente cliché de sí mismo que del carismático personaje capital de la trilogía inicial).

Dejando esto al margen, La venganza de Salazar entretiene lo suficiente para no arrepentirte de verla y aquí buena parte de culpa tiene el capitán Salazar, quien es junto a Barbossa (estupendo Geoffrey Rush en su despedida de la saga) lo mejor de esta película tan cogida con alfileres y permite a Javier Bardem componer un villano más que digno, habilidad para la que parece  estar especialmente capacitado el actor español.

Dicho esto, he de reconocer que hace muchos meses, cuando aún no se sabía apenas del argumento de esta quinta parte, pensé que esta entrega iba a ser algo así como un "reinicio" orientado al argumento de The Secret of Monkey Island, no sólo por el hecho de tener un villano fantasmal residente en una infernal cueva y que da matarile a todo barco que se le cruza por delante, sino además y muy especialmente por contar con un par de jóvenes protagonistas (interpretados por Brenton Thwaites y Kaya Scodelario) que, en mi opinión, son lo más parecido a Guybrush Threepwood y Elaine Marley que he visto en una pantalla de cine. Por desgracia, nada que ver. Y digo por desgracia porque la famosísima Isla del Mono habría sido una excelente escapatoria a esta dinámica hueca, reiterativa, previsible y sosa en la que ha entrado la franquicia. Sí, Piratas del Caribe se mantiene a flote pero ofrece signos alarmantes de que a Disney no le interesa lo más mínimo contar (bien) historias (buenas) sino dólares (muchos). A Disney sólo le interesa que pases por caja. Todo lo demás se lo pasa por la quilla, nunca mejor dicho. Sólo así se entiende el bajón que ha dado la saga de Sparrow.

Lo peor es que no se ven trazas de enmienda por culpa de esa escena postcréditos (literalmente, ya que se proyecta al final de todos los créditos) en la que ¿presentan? al villano de una probable sexta película que seguramente será como esta quinta: más de lo mismo pero en absoluto mejor. Quizá deberían haberlo dejado todo como quedaba en ese final tan ñoño que cierra el film. O mejor incluso: no haber hecho nada más allá de la tercera entrega con la que Verbinski puso el genial broche a su trilogía por aquello de no decir nada si lo que tienes que decir no mejora al silencio. Algo que por supuesto a Disney se la trae al pairo porque su único plan es abordar la taquilla de cualquier manera y con cualquier excusa.

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