Una persona no se define por lo que logra sino por lo que hace para conseguir llegar a esos destinos que orientan nuestra brújula vital. Esto es uno de los principales y más interesantes mensajes que subyacen en la estupenda Z, la ciudad perdida, película de James Gray basada en el superventas homónimo escrito por David Grann sobre la espectacular vida del coronel británico Percy Fawcett (1867-1925). El film, a medio camino entre el drama y la aventura, muestra al espectador toda la peripecia biográfica de Fawcett, militar británico que en sus ansias de prosperidad y conocimiento devino en uno de los exploradores más famosos del mundo por su misteriosa desaparición en la selva amazónica en busca de una ciudad, Z, tan antigua que sumerge sus pies en la pura leyenda.
The lost city of Z es impecable en las formas, interesante en el fondo y clásica en el regusto que deja. Entretiene tanto por la historia real en que se basa como por la acertada mezcla de géneros (drama, aventuras y bélico) y las buenas interpretaciones de todos los participantes en esa epopeya hacia lo desconocido (especialmente Hunnam, Miller, Pattinson y Holland). Pero, en mi opinión, esta película es un buen ejemplo de obra que vale aún más por lo que nos dice que por lo que nos cuenta. ¿Y qué dice al espectador Z, la ciudad perdida? Pues que nos definimos por nuestros sueños y no por nuestros resultados, que nuestra valía no viene marcada por aquello que tenemos sino por aquello a lo que estamos dispuestos a renunciar, que lo que importa no es la meta sino el viaje, que es precioso y preciso tener a tu lado en esa aventura que es la vida a gente que te respete y apoye por lo que eres y no por lo que se espera que seas, que todo amor implica sacrificio, que la verdadera sabiduría empieza por diferenciar aquello que podemos llegar a conocer de aquello que nunca podremos alcanzar a saber, que en el riesgo hace su nido la oportunidad, que no hay nada más contraproducente que la resignación a la rutina, que el miedo y el prejuicio se disuelven en el conocimiento, que no hay aventura más hermosa y apasionante que la de encontrar y encontrarse y para eso bienvenido sea perder y perderse.
Luego ya está lo otro, lo del misterio, la frívola e inocua curiosidad de lo extraño, el banquete de los curiosos: ¿qué pasó con Percy y su hijo Jack y al amigo de éste en su último viaje? ¿Encontraron Z? ¿Murieron asesinados, enfermos, atacados por animales o de viejos? ¿Qué fue de sus restos? ¿Por qué cuesta tanto rematar la historia de Fawcett? Preguntas todas ellas que alimentan la llama de un personaje digno de una buena ficción (y esta película lo es) y que permiten heredar esa voraz curiosidad que sacó a Fawcett de lo anodino para colocarlo en lo legendario.
Para terminar, quiero hacerlo con las que quizá son las palabras más acordes al espíritu que reivindica esta producción y también las más inspiradoras de todo el film, dichas por la mujer de Fawcett, Nina: "To dream to seek the unknown. To look for what is beautiful is its own reward. A man's reach should exceed his grasp, or what's a heaven for?".
Para terminar, quiero hacerlo con las que quizá son las palabras más acordes al espíritu que reivindica esta producción y también las más inspiradoras de todo el film, dichas por la mujer de Fawcett, Nina: "To dream to seek the unknown. To look for what is beautiful is its own reward. A man's reach should exceed his grasp, or what's a heaven for?".
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