La llamamos la Escuela. Y lo es, pero de forma diferente a cualquier otra. Aquí también se enseña a leer, a escribir, a hablar, a mirar y a pensar, pero de manera distinta, es decir, de verdad. Es una escuela en la que aprendes pero desaprendiendo, en la que avanzas pero deteniéndote, en la que piensas pero sintiendo, en la que encuentras pero sin buscar. Es una escuela pequeña en la que caben miles de años de cultura y pensamiento. Es una escuela al margen de lo convencional porque lo convencional no existe y, de existir, es fallido. Es una escuela donde la diferencia entre "profesor" y "maestro" va más allá de un mero matiz semántico. Es una escuela que se siente y da sentido. Es una escuela que forma y da forma. Es una escuela en la que descubres, te descubren y te descubres. Es una escuela que, por encima de todo, te ayuda a ser y a saber quién eres. Es una escuela en la que te enseñan lo más importante y difícil de esta vida: ser tú mismo, es decir, ser distinto. Así es la Escuela Contemporánea de Humanidades, la ECH.
Yo ya llevo tres años en la Escuela. Y, honestamente, espero seguir muchos más tanto por motivos académicos como culturales y personales. Porque la Escuela no es tanto un emplazamiento físico como una actitud y una forma de ser. La Escuela es una oportunidad para descubrir ideas, obras, autores y personas que, de una manera u otra, pasarán a formar parte de tu vida para siempre. Y eso no es algo que suela pasar frecuentemente. Quizás sea porque la ECH no es una escuela corriente. Quizás sea porque la ECH es especial. O quizás sea porque la ECH son las personas que forman parte de ella y personas así, en la vida, te encuentras con pocas, muy pocas. Y, por eso, estar y ser parte de la ECH no sólo es un auténtico disfrute sino una inmensa suerte.
Pero, además de todo ello, la Escuela es un punto de encuentro
entre gente distinta pero no distante. Es un lugar de reunión de personas conectadas por un espíritu outsider y contestatario ante la mediocridad, la desorientación y el vacío. Es un refugio para quienes se atreven no sólo a pensar sino a dar voz a sus pensamientos, a sus miedos, a sus sentimientos y a sus emociones. Es el inicio de un viaje en todo el tiempo y el espacio que caben dentro del ser humano. Es un lugar construido con palabras, ideas y recuerdos. Es el sitio en donde, al menos una vez por semana, se reúnen personas que (conscientemente o no) honran una camaradería cómplice en la que la cultura, la creatividad y el saber funcionan como fines y excusas al mismo tiempo. Es un espacio que se siente íntimo y propio siendo de todos y de nadie al mismo tiempo. Así es la Escuela Contemporánea de Humanidades, la ECH.
Yo ya llevo tres años en la Escuela. Y, honestamente, espero seguir muchos más tanto por motivos académicos como culturales y personales. Porque la Escuela no es tanto un emplazamiento físico como una actitud y una forma de ser. La Escuela es una oportunidad para descubrir ideas, obras, autores y personas que, de una manera u otra, pasarán a formar parte de tu vida para siempre. Y eso no es algo que suela pasar frecuentemente. Quizás sea porque la ECH no es una escuela corriente. Quizás sea porque la ECH es especial. O quizás sea porque la ECH son las personas que forman parte de ella y personas así, en la vida, te encuentras con pocas, muy pocas. Y, por eso, estar y ser parte de la ECH no sólo es un auténtico disfrute sino una inmensa suerte.
2 comentarios:
Javier que me has emocionado!!!esto que escribes es gasolina para otros 14 años!!
Gracias, Javi.
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