lunes, 2 de junio de 2014

Corona va, Corona viene

En ocasiones así, tan patético me parece hacer leña del árbol caído como desintegrarse en babas y elogios. Así que, respecto a la abdicación de Juan Carlos I, sólo diré que me parece oportuna y necesaria pese a lo tardío: ha decidido dejar de formar parte del problema para ser parte de la solución (si es que tiene solución lo de la Monarquía en España o lo de España en general, claro).

Por tanto, no seré yo quien llore ni aplauda la marcha de un Jefe de Estado que, para mí, sólo hizo tres cosas bien: escoger a Suárez, acallar a un mierda y abdicar. Si esos méritos compensan todo lo demás, que lo juzgue la Historia.

Pero, del mismo modo que no me voy a sumar a loas lubricadas tipo "Portada de La Razón", tampoco me voy a sumar al festival de sandeces oportunistas y demagogas que se ha organizado con motivo de la abdicación con vistas a referendos varios, banderas preconstitucionales de tres colores y sistemas políticos a la carta. De acuerdo con que la Monarquía no tiene legitimación o refrendo democrático específico (aunque sí lo obtuvo indirectamente en el referéndum que validó la Constitución de 1978). De acuerdo con que la Monarquía es, en esta forma de gobierno que tenemos, una institución florero cuyo único sostén es la raigambre histórica y el seguidismo. De acuerdo con que esta Monarquía está sufriendo un merecido descrédito no ya por los errores del Primero y los excesos de Los Urdangarín, sino también por la bochornosa complicidad o afán proteccionista de los poderes públicos (y los no tan públicos). De acuerdo con eso. Pero ello no es ni puede ni debe ser excusa para pasarse por el forro la Constitución o idealizar sistemas de gobierno que en España han resultado bastante fallidos-desastrosos. Y esto lo digo yo que creo que hace tiempo que es urgente reformar esa chapuza sobrevalorada conocida como "Constitución de 1978" y que estoy totalmente convencido de que el mejor sistema para España es una república federal (al menos en la teoría). ¿Que se quiere cambiar a una República? Perfecto. ¿Que se quiere cambiar la Constitución? Fenomenal. Cámbiese, pero siguiendo las vías que hay para ello y con argumentos mejores que la berrea de megáfono tipo "Pablo Iglesias". Ingenuidad y demagogia en la otra ventanilla, por favor.

Además, pienso sinceramente que, como dicen en Rataouille, lo
nuevo necesita amigos. Y Felipe VI, ahora que su padre le ha pasado la patata caliente en forma de corona, necesita unos cuantos. Así que mejor darle un voto de confianza antes de ponernos republicanos. Más que nada porque parece una persona honesta, preparada, fiable, decente, honrada, digna, distinta. A priori, un cambio a (mucho) mejor. Por eso se merece, como mínimo, el beneficio de la duda. Atizarle desde el prejuicio o desde el revanchismo es un ejercicio absurdo. En este sentido, he de reconocer que mi postura no se basa en un especial cariño hacia la Monarquía (como creo que ha quedado claro en el párrafo anterior) sino en que creo que las instituciones y los sistemas políticos no son ni buenos ni malos por definición sino que son las personas al frente de los mismos los que los llevan al éxito o al fracaso, al aplauso o al abucheo. Dicho de otra manera: decir que la democracia es un mal sistema sólo porque en España hayamos sufrido a Rajoy, Zapatero y compañía no es el mejor de los razonamientos; como no lo sería decir que el Atlético de Madrid debería jugar sin entrenador sólo porque una vez se sentó en su banquillo un tipo llamado Gregorio Manzano. Por eso, dado que Felipe VI aún no ha podido demostrar nada (ni para bien ni para mal) lo mínimo que se merece es tiempo.

Así las cosas, lo único que me da pena de todo este jaleo es que junto a Juan Carlos I no se largue todo ese séquito de gentuza encorbatada (cotizante o no el IBEX) que han lustrado su regio ombligo a cambio de favores, atenciones o aparecer en la foto y que, en el fondo, han hecho y hacen tanto daño o más a España y los españoles que una institución devaluada que ahora tiene una oportunidad sensacional de cerrar bocas y abrir horizontes nuevos a un país que, como escribí en otro momento y lugar, nunca puede ni debe dejar de mirar hacia el futuro. Que pase Felipe VI.

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