viernes, 30 de mayo de 2014
Triunfo y derrota
Sintió un profundo sentimiento de
fracaso. En sus quince años
como boxeador, a John “Thunder” Twain le habían roto el cuerpo más veces
de las que podía recordar, pero nunca el alma. En sus sesenta combates, a
John “Thunder” Twain le habían gritado de todo en un ring, pero nunca campeón. En sus veinte derrotas, a John
“Thunder” Twain siempre le habían mirado su mujer y su pequeño con orgullo
o con pena, pero nunca con vergüenza. En sus cuarenta victorias, a John
“Thunder” Twain le gustaba creer que siempre había ganado a rivales peores
que él, pero nunca mejores. A sus treinta y ocho años, a John “Thunder”
Twain le agradaba pensar que los únicos golpes que le había dado la vida
fue lejos de un ring, pero nunca
dentro. Pero aquella noche, entre flashes
y aplausos, con decenas de personas desconocidas levantando su cuerpo
sudado y amoratado, coreando “Thunder” y “campeón” como si todos los
ángeles del cielo hubieron apostado por él, John “Thunder” Twain miró a un
rincón del ring. Allí, como un
gigante herido, respiraba profunda y entrecortadamente Travis Johnson III,
el antiguo campeón, el coloso negro que había sacrificado años de esfuerzo
por un puñado de dólares, el ídolo que se había dejado vencer; el campeón
que le había derrotado cayendo a la lona. Y, en ese instante, John
“Thunder” Twain comprendió cuánto fracaso puede haber en una victoria.
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