domingo, 30 de mayo de 2010

La venganza de Don Mendo: El inmortal humor de un genio

Hay días que me dan ganas de dar gracias a Dios por el teatro. Días como hoy. Acabo de disfrutar de una magnífica velada teatral, merced a la enésima representación de la celebérrima obra de Pedro Muñoz Seca: "La venganza de Don Mendo", que actualmente acoge el Teatro Alcázar. Tengo tantas cosas que decir, que espero no embarullarme.

Sobre el autor: Pedro Muñoz Seca. Víctima de la izquierda en vida y víctima de la progresía en muerte. Ninguneado y hostigado por su ideología (monárquico y católico) y envidiado por su incontestable éxito, Muñoz Seca fue asesinado por esos adalides de la libertad y la democracia en Paracuellos del Jarama, simplemente por ser un hombre valiente sin más arma que el ingenio ni más crimen que el de no ser un gañán o un esnob comunista. Prueba del talento y temple de Muñoz Seca son sus últimas palabras al pelotón que iba a fusilarle: "Me temo que ustedes no tienen la intención de incluirme en su círculo de amistades". Lo peor no es ya eso (que es simplemente abominable), sino que hoy exista gente (gentecilla o gentuza) que en colegios (como cierto profesor que yo sufrí, ¿verdad Juan Carlos?), universidades y otros estrados se dediquen,
por fobia ideológica o mera estulticia, ora a desprestigiar bochornosamente a este autor, ora a descalificar su soberbio sentido del humor y su talento literario que derivaron en su gran logro: el astracán. Para todos esos malnacidos y cretinos, sólo diré dos citas que otros prohombres literarios dijeron respecto a Muñoz Seca: Jacinto Benavente: "A Muñoz Seca no lo mató la barbarie, lo mató la envidia. La envidia sabe encontrar sus cómplices". Valle-Inclán: "Quítenle al teatro de Muñoz Seca el humor; desnúdenle de caricatura, arrebátenle su ingenio satírico y facilidad para la parodia, y seguirán ante un monumental autor de teatro".

Sobre la obra: Con unas intenciones tan hilarantes y brillantes como la forma en la que está escrita, "La venganza de don Mendo" es una habilísima sátira en verso de los dramas románticos y las "comedias de honor" del Siglo de Oro (especialmente, las de Calderón) que cuenta las peripecias de un noble del siglo XII que ve cómo, por ingenuo amor, sus problemas de dinero se tornan en una mortal condena de la que consigue salvarse para llevar a cabo su venganza...Una obra divertidísima y desternillante ya sea como parodia de las otras arriba citadas o como pieza autónoma, y en la que los juegos de palabras y los dobles sentidos sustentan una trama delirante que cumple con uno de los grandes objetivos del arte dramático: Entretener y evadir.

Sobre el montaje actual: No seré yo quien descubra ahora las virtudes de Tricicle, responsables del montaje que levanta el telón en el Alcázar. Sólo diré que su versión donmendoniana es apta para fans y noveles y está hecha con un profundo respeto al original, si bien se han eliminado o "actualizado" algunos (escasos) pasajes obsoletos,
añadido algunos gags tan modernos como acertados, y adecuado la pléyade de personajes a un elenco de diez versátiles actores que, liderados por un espléndido Javier Veiga, hacen las delicias del público entre risas y carcajadas. Es un montaje que, en definitiva, no tiene nada que envidiar en absoluto a los otrora llevados a escena o pantalla por auténticos mitos de la interpretación y, por todo ello, recomendabilísima.

En definitiva, anoche volví a recordar por qué "La venganza de Don Mendo" es una de mis obras teatrales favoritas, desde que tuve la suerte de actuar en ella, allá por 2001.

domingo, 23 de mayo de 2010

La plena vigencia de "Calle Mayor"

Anoche degusté, gracias al "gourmet" Garci, la excelente película "Calle Mayor" de Juan Antonio Bardem. El film, que es una magnífica muestra de que en España, especialmente antes, se hacían, si unos querían y otros dejaban, películas tan soberbias como los magnos retoños en celuloide de Hollywood, es además y me atrevería a decir que sobre todo, un extraordinario y demoledor retrato de lo peor de la sociedad de entonces (1956) que aún hoy sigue rampante. Pero cada cosa a su tiempo.

"Calle Mayor", ambientada en una ciudad de provincias universal en su anonimato (inteligente manera de torear a la censura), narra la lenta y deleznable conclusión de una broma de muy mal gusto jaleada por los peores defectos intelectuales, morales y emocionales de una sociedad paleta, tarada y ahogada en su propio marasmo espiritual, ético y cultural. La broma de marras no puede ser más cruel: Jugar inmisericordemente con los sentimientos de una buena persona que, por culpa de la sociedad, es diana de hiriente sorna y mezquinas murmuraciones. De esta forma, los personajes de Isabel (la víctima),
Juan (el cobarde ejecutor de la burla) y Federico (el foráneo ajeno y enemigo de los "pecados provincianos") componen un trágico cuadro donde el costumbrismo queda en un segundo plano para dejar paso a una lacerante y brillante crítica del alma social. Personajes turbadores en los que destaca especial y conmovedoramente Isabel, interpretada maravillosamente por la actriz Betsy Blair. En definitiva, una película que, sea cual sea el punto de vista desde el que queramos considerarla, resulta, cuando menos, muy pero que muy notable.

Y ahora, vamos al quid de la cuestión. Hay quien sostiene que viendo la película se siente más relajado al comprobar cuánto ha cambiado la sociedad española. Respeto esos casos de miopía pensativa. Sí, es cierto que la España de "Calle Mayor" dista bastante de la de hoy, pero sólo en los grandes brochazos. No en los pequeños detalles. No en los vicios fundamentales hostigados desde el talento durante todo el metraje. Vicios que son quizás más patentes y vívidos en los pueblos y ciudades provincianas, pero que, paradójicamente, han arraigado con más sutil y letal intensidad en las grandes ciudades como, por ejemplo, Madrid (urbe que en "Calle Mayor" simboliza la esperanza como fuga y la puerta a un progreso ignoto).

¿Qué vicios? Los propios de una sociedad tarada (en todos los sentidos), pasmada, alelada y que chapotea feliz en su propia inmundicia moral e intelectual: El cobarde sometimiento a una rutina impuesta, a dejar que el inconsciente colectivo y las convenciones sociales marquen la agenda de nuestros actos (como esa escena en la que Isabel apunta todo lo que "tiene que" hacer a lo largo del día); la apocada autocomplacencia en saberse parte de un engranaje social sólo por el miedo a ser distinto; el borreguismo conductual e intelectual como forma de vida; el desprecio al afán de progreso como enemigo del marasmo consuetudinario; la tiranía de la hipocresía por el pavor al "qué dirán"; la inacción y el no posicionamiento como estrategama para una vida felizmente anodina; la integración en la masa y turba social o grupal como pusilánime remedio para buscar satisfacción; la minusvaloración y ridiculización de los sentimientos ajenos; la castración emocional de las relaciones profesionales, familiares y personales; el enjaulamiento de las vocaciones personales como remedio contra la liberación del individuo; la primavera de dedos índices que florecen acusadores a las espaldas de cualquier persona; las malhadadas biografías apócrifas que crean los sempiternos murmuradores que no tienen nada mejor que hacer que perder el tiempo; el remoto exilio del conocimiento y la cultura; el gusto por no hacer nada y saberse nadie...

Ahora díganme que esos vicios y defectos les son extraños. Que les suenan de otra época. Que han desaparecido. Que España se ha liberado de ellos definitivamente. Y entonces sabrán y sabré que están mintiendo. Porque son esas lacras y carencias las que hay que combatir con entusiasmo y arrojo tanto desde el plano institucional y público como desde el personal y privado. Porque son esas tachas y macas las que alentamos sólo con permitir ser víctimas de ellas. Porque son esas imperfecciones las que convierten cualquier calle de cualquier ciudad en la "Calle Mayor" que tan bien inmortalizó y criticó el único Bardem con talento que ha nacido en España.

miércoles, 19 de mayo de 2010

Final de Copa: Cómo perder ganando

Podría dedicar este artículo a hablar del equipo que ha ganado la Copa del Rey. El mismo que tiene por presidente a un siniestro impresentable con pinta de hampón trasnochado, modales de mafioso y la honestidad en búsqueda y captura; un sujeto que en otra época y lugar acabaría sus días con unas cuantas balas en su cuerpo. El mismo conjunto que proverbialmente se ha caracterizado, como ha demostrado esta noche, por ser una banda de chulos, bronquistas, truhanes y mezquinos, navajeros vestidos en pantalón corto que desconocen qué es el juego deportivo y que al fútbol se puede jugar con elegancia, talento y respeto. El mismo equipo que hasta el hastío se ha regodeado victimista y bochornosamente en una tragedia tan lamentable como fortuita. El mismo equipo al que le deseo que pruebe las hieles del fracaso y el infortunio hasta su desaparición. El mismo equipo que, ganando un partido y un trofeo, ha perdido en lo esencial, en aquello que perdura en la memoria y el corazón.

Pero, en lugar de eso, quiero hablar del equipo que ha merecido ganar, por juego y valentía, el partido y que, por afición, se merece ganar todos los trofeos existentes en cualquier competición. Esa afición que ha ahogado con constantes cánticos a la del rival (si es que ha existido...). Esa afición que, al terminar el partido, se ha comportado más allá de la mítica fama que tiene, animando a sus jugadores atronadoramente mientras estos se desmoronaban en lágrimas. Esa afición que no tiene parangón ni en España ni en Europa ni en el mundo. Esa afición que, pase lo que pase, siempre será una afición de campeonato. Esa afición de un equipo de sufridores, alejado de la soberbia y la pretenciosidad de otros. Esa afición que disfrutó hace una semana de un éxtasis que hoy parece una minucia en comparación con lo vivido antes, durante y, especialmente, después del partido. Esa afición que ha demostrado que en la derrota también se puede triunfar. La afición de la que formo parte. El equipo que siento en el alma: El Atlético de Madrid.

¡Felicidades, campeones! A los que estaban en el césped y a los de las gradas.


Y al "Zevilla", que le den por...felicitado.

Stephen Hawking contra los invasores del espacio exterior

Por el título, podría ser un serial de radio de los años 50. O un bizarro fascímil en blanco y negro sobre las peripecias de un heroico paladín de la Humanidad haciendo frente a criaturas jamás vistas. O una película de ciencia-ficción de serie B o Z. Pero no. Se trata de lo siguiente: Hace unas semanas saltó a la palestra informativa una entrevista en la que el eminente científico Stephen Hawking expresaba su recelo, temor, canguelo, miedo o rechazo a contactar con entidades extraterrestres. Quien esto escribe desconoce si el picassiano intelectual tuvo algún trauma inconfesable viendo "ET" o bien si "Alien" hizo temblar su espinazo de forma increíble o si tal vez "Encuentros en la Tercera Fase" le provocó arcadas o si quizás la serie "V" le caló muy hondo, más allá de los calzones. No lo sé.

Lo que sí sé es que la de Hawking es una reflexión tan curiosa como interesante: la ver de a los extraterrestres como unos conquistadores que evangelizarían el planeta al estilo español: "Todo para mí y a quien se mueva, matarile". Algo que, por otra parte, no es muy extraño, vista la percepción que se tiene de las entidades alienígenas en el cine y la literatura. Ahí están, por ejemplo, "La guerra de los mundos", "Independence Day", "Mars Attacks!"...El temor a lo desconocido es tan visceral como ancestral en el ser humano...

Lo que me choca de todo esto son las siguientes cosas:
  1. ¿Por qué se piensa que unos seres supuestamente mucho más avanzados que nosotros, en todos los sentidos, van a comportarse como los asilvestrados e irresponsables pobladores de la Tierra?
  2. ¿Por qué cree que un planeta en un estado tan paupérrimo (y empeorando...) va a interesar como fuente de recursos a alguien o algo con una inteligencia y un nivel evolutivo cósmicamente superior a los nuestros? ¿Qué se piensa que son? ¿Chamarileros?
  3. Para cuando vengan los parientes de ET y cía, si es que vienen, ¿en serio piensa Hawking que va a quedar algo vivo o aprovechable en el globo terráqueo?
  4. ¿Es congruente que un eminente científico haga afirmaciones tan bizarras y alarmistas sobre un tema que la comunidad científica internacional niega la mayor desde hace décadas? ¿No quedó escarmentado con su teoría fallida sobre los viajes en el tiempo a través de los "agujeros de gusano"?
  5. ¿Cree el intelectual de fisonomía cubista que la Humanidad, la misma que ni siquiera es capaz de remendar el planeta que está expoliando y destruyendo, va a lograr pervivir en el espacio exterior?
Yo, particularmente, creo que, de venir los gachós del espacio ulterior, la escena se parecerá más a la de "Ultimátum a la Tierra", con un mensaje paternalista y buenrollista del tipo: "Queridos terrícolas, os estáis cepillando el paisaje, haced el amor y no la guerra, pensad en verde, salvad a las ballenas", etc, antes de que el héroe de turno los intente pasar por la piedra en menos de un "Klaatu barada nikto". De cualquier forma, para quien quiera conocer mi opinión sobre el tema ufológico, mejor que vea un artículo que publiqué hace casi dos años.

De todos modos, si se trata de aliviar los temores de ese genio que parece salido de un cuadro de Bacon, lo mejor es, en lugar de mandar absurdos mensajes al eco sideral, enviar un vídeo con los mejores momentos de Belén Esteban (en Wikipedia ya hay de todo...) para que cualquier extraterrestre sepa que este planeta está ya perdido y no hay nada que aprovechar ni salvar.

Sea como fuere, a mí me encantaría ver un encuentro entre dos grandes iconos de la ciencia-ficción: El ciborg (Hawking) y el alienígena. SH contra ET. Pura e hilarante serie B.

domingo, 16 de mayo de 2010

Robin antes de Hood

El pasado viernes he visto "Robin Hood", la nueva incursión del gran Ridley Scott en la épica medieval tras su más que interesante "El reino de los cielos". Basada en el mito anglosajón más famoso junto al del Rey Arturo, la película es una precuela de los sucesos por todos conocidos que intenta dotar de mayor verosimilitud histórica a lo que, en el fondo, no son más que fantásticas y legendarias hazañas envueltas en la bruma de la incertidumbre documental. Una propuesta muy similar a lo que hizo la única secuela cinematográfica de las hazañas del proscrito más célebre: "Robin y Marian". Pero donde la cinta de Richard Lester se tornaba magnífica y realista en lo crepuscular, la de Ridley Scott se revela como una película meramente entretenida con detalles muy interesantes que dejan entrever un potencial mayor y desaprovechado.

El Robin Hood de 2010 no es tan colorido y folletinesco como el del mítico Errol Flynn (1938), ni tan pretenciosamente palomitero como el de Kevin Costner (1991), sino que intenta hacer una recreación histórica certera y sosegada de la época y los personajes reales engullidos por la leyenda (Ricardo Corazón de León, Juan Sin Tierra...) al mismo tiempo que trata de prestar menos atención a la épica para dedicársela a una discutible interpretación sociopolítica actual de las motivaciones del arquero más afamado de Sherwood. Y es precisamente esto último, la reinvención de Robin como "antisistema del siglo XXI" en clave medieval, lo que más chirría en esta película (tómese como ejemplo el discurso que realiza en favor de la Carta Magna) ya que el lenguaje y los conceptos utilizados resultan, cuando menos, chocantes cuando no anacrónicos. De cualquier forma, esta peculiar óptica, original pero desatinada, lastra el potencial de un film que, a mi
entender, más habría necesitado de fulgor épico y adrenalina dramática para alcanzar su verdadero techo.

No obstante, la película de Scott, pese a estar lejos, muy lejos del empaque de sus magnas obras, constituye una nueva oportunidad para ver el magnífico hacer de dos excelentes actores: Russell Crowe y Cate Blanchett, quizás lo mejor del film, ya que, imaginarse esta película sin alguno de ellos sería pensar en una cinta mediocre (y eso que hay secundarios más que notables). Y esto, unido al realismo (bien documentado) con el que se presentan unas figuras (los monarcas antes citados) y una época sesgada maniqueamente por el folclore (esto también es discutible, porque las leyendas sobre Robin Hood son muy anteriores a la aparición de Corazón de León y su mezquino hermano, por ejemplo) y son los grandes motivos para acudir al cine a ver una película amena y fallida de un director del que se espera, por capacidad y talento, gestas mayores.


jueves, 13 de mayo de 2010

Madrid era una fiesta...y el Atleti, campeón

Arriba, el negro azabache de la noche. Abajo, el rojo y el blanco de la ilusión desbordada.

La ciudad convertida en la capital mundial de la algarabía más feliz y su centro, una fuente de sonrisas en algarada.

El frescor de la madrugada sólo es un infundado rumor entre el calor humano de quienes tienen en su corazones la incandescente llama del sueño hecho en realidad.

Cientos de personas que funden cualquier diferencia social, étnica o cultural en el crisol de bufandas y banderas que revolotean juguetonas en torno a farolas asediadas por el gentío.

El aire se llena de olores y sensaciones que no entienden de leyes sino de emociones hechas canto y grito a los cuatro puntos cardinales del entendimiento.

Pasada la medianoche, todas las miradas desconocidas se vuelven cómplices y familiares.

Veo a un dios de los mares alzándose mayestático entre mareas de personas y aguas rojiblancas y creo que la mitología hoy tiene mucho de religión.

Cuesta distinguir lo real de lo soñado porque en ocasiones como ésta son obvios sinónimos.

Todo el mundo se comporta como si no hubiera un mañana...¿y qué si lo hay? Bienvenido sea para recordar lo sucedido la noche del 12 de mayo de 2010. La noche en que Madrid era una fiesta y el Atlético de Madrid, mi "Atleti", campeón de la Europa League.


lunes, 3 de mayo de 2010

Houdini en la Sociedad de la Información

Recientemente he leído una noticia interesante y sorprendente: un ciudadano británico ha querido comprobar si es posible ocultar nuestra existencia hoy en día, inmersos como estamos en una sociedad donde todos los individuos somos constantes generadores y receptores de información y en la que el conocimiento abarca desde las nociones más universales hasta los datos más personales.

Para ello, David Bond, que así se llama el sujeto, ha realizado un documental, Erasing David, protagonizado por él mismo y donde intenta desaparecer “informativamente” a todos los efectos, convertirse prácticamente en un fantasma ajeno a cualquier acción o dispositivo que delate sus acciones, hacer un número de escapismo en plena Sociedad de la Información. ¿Lo consiguió? La respuesta, en las pantallas (al menos en Reino Unido).

Pese al marchamo de thriller que pueda tener a primera vista, lo cierto es que la intención del intrépido señor Bond (David, no James) es manifestar con espíritu crítico y talento audiovisual su disconformidad con una sociedad cuya voracidad informativa, explícita o tácita, es incesante. En este sentido, conviene decir que el detonante de esta curiosa iniciativa es un suceso no menos estrambótico: una agencia infantil británica se puso en contacto con él para informarle de que habían perdido todos los datos (incluso bancarios) de su hija…¡de sólo cuatro meses de edad!

Sea como fuere, la verdad es que este experimento audiovisual nos evoca ligeramente esas inquietantes sociedades distópicas como las planteadas por George Orwell en la celebérrima 1984 o Alan Moore en su famosa V de Vendetta. Aunque no cabe duda que la miríada de bases de datos informatizadas, los perfiles en redes sociales y las grabaciones de cámaras de seguridad podrían realizar quizás la más detallada y aséptica biografía de cada uno de nosotros, personalmente creo que no estamos ni remotamente cerca de esas distopías y que lo peligroso no es que se tenga mucha información individual, sino el uso y la difusión que se haga de ella. En relación con esto último, pienso que, si bien todo es mejorable, no tenemos motivos para la inquietud. Ahí está la Agencia Española de Protección de Datos para dar fe de ello.

¿Y ustedes qué opinan? ¿Conseguiría Harry Houdini escapar de la Sociedad de la Información?



Un vídeo para reír…y pensar

Desde hace unas semanas, circula por YouTube un divertido vídeo donde con ingenio y humor se sacan a la palestra dos interesantes cuestiones, tan cercanas a la guasa como a la discusión.

La primera de ella es el proverbial miedo o recelo a los nuevos terminales tecnológicos como sustitutos de los soportes tradicionales del conocimiento. En mi opinión, es un error ver a las nuevas plataformas o dispositivos como una versión remozada de los cuatro jinetes del Apocalipsis en lo que a la difusión del saber y la información se refiere. Basta con hacer un ejercicio de sana memoria para darse cuenta de lo que quiero decir: Ni la imprenta acabó con la escritura a mano, ni la radio con la prensa, ni la televisión con la radio, ni Internet con la televisión, por citar sólo unos ejemplos. La cultura, el conocimiento y la información son lo suficientemente universales como para no ver peligrar su transmisión y perduración por razones geográficas, lingüísticas o tecnológicas. Ahí están siglos de Historia que lo atestiguan. Innovar no ha sido nunca sinónimo de extinguir y no creo que innovaciones como los eBooks vayan a ser una excepción. Hay espacio y público para todo y para todos. Una de las grandes virtudes de la época y la sociedad en que vivimos es que el acceso a la cultura y el saber está más universalizado y democratizado que nunca antes en la historia de la Humanidad, precisamente gracias a los avances tecnológicos. Y esto lo digo yo, que soy un lector voraz y un enamorado de los libros, ojo.

La segunda de las cuestiones que aborda y resulta, a mi parecer, el principal objeto de sorna del vídeo es la peculiar retórica que desde hace años ha calado en el mundo tecnológico (y aledaños), donde complejos términos técnicos se entremezclan con acrónimos, siglas y vocablos en inglés al tiempo que se utilizan rimbombantes circunloquios en aras a dotar de una solemnidad e importancia al discurso/mensaje tan excesivas que en no pocas ocasiones incurren en la pretenciosidad o el esnobismo. Para promocionar o hablar de una tecnología, dispositivo o servicio se necesita lo mismo que para divulgar correctamente cualquier otra cosa: un uso correcto de la gramática y el léxico, una capacidad de síntesis que beneficie el entendimiento y cierto talento para captar la atención del receptor sin parecer un feriante, buhonero o trilero. En el caso particular de los hispanohablantes, contamos además con una inmejorable herramienta para lograrlo: la riquísima lengua castellana.

En definitiva, el vídeo de marras es una invitación para la hilaridad, pero también para la reflexión, ¿no les parece?


sábado, 17 de abril de 2010

Alicia en el país de Tim Burton

Anoche vi el estreno de una película que esperaba con ansia desde hacía mucho tiempo: "Alicia en el País de las Maravillas" de Tim Burton. Las razones de tamaña ilusión se deben a que esa obra de Lewis Carroll es uno de mis libros (y films de Disney) predilectos, al hecho de que Burton es mi cineasta favorito de forma incontestable y que Johnny Depp es un ídolo para servidor. Y, francamente, no salí en absoluto decepcionado...pese a que me encontré una película distinta a la que me esperaba.

Me explico. Yo creí que el padre de Eduardo Manostijeras y Jack Skellington iba a hacer una nueva versión del título homónimo (y de su continuación "A través del espejo") de Carroll, como se ha hecho en numerosas ocasiones cuando Alicia ha dado el salto a la pantalla. Pero no. Lo que Tim Burton plantea al espectador en esta película es una historia que toma elementos de las dos obras antes citadas (que viven ahora una oportuna y oportunista primavera editorial), sí, pero no se basa en ninguna de ellas sino que crea una nueva historia a medio camino entre la secuela del original que todos conocemos y un remake del mismo. ¿Extraño? Sí, pero cuando estamos hablando de Burton, lo extraño es un síntoma de genialidad.

Con guión de Linda Woolverton, la Alicia timburtoniana retoma la historia muchos años (una década) después de los hechos universalmente conocidos, ahorrándose así presentar a los personajes y recrear tramas por todos sabidas (aunque las homenajee a lo largo del metraje). Una decisión que al principio puede parecer polémica pero que acaba por ser muy eficaz ya que, en el fondo, de lo que se trata, es de entrar en el País de las Maravillas de Tim Burton. Un lugar que emana todos los rasgos de este excéntrico genio: estética inquietante (por muchos colores que utilice...), seres deformes en lo físico y/o en lo psíquico, ruptura absoluta con el corsé de la lógica, la disociación del binomio lobreguez-maldad, utilización de la locura como elemento de felicidad, defensa de los marginados. por ser distintos, unas pequeñas dosis de humor negro...todo eso es Burton y todo eso está presente en este film, además de la estupenda banda sonora de su proverbial alter ego musical, Danny Elfman. Antes de proseguir, he de decir lo siguiente: "Alicia en..." no será una de las obras maestras de Burton, pero sí una de sus estupendas obras menores.

La película tiene pocos defectos: El ordenador "canta" demasiado en ciertas escenas o movimientos y algunos actores alternan la insipidez con la sobreactuación (Ej: Anne Hathaway conoció días mejores...). Quitando esto, es un film tan portentoso (o detestable para sus detractores) como lo puede ser cualquiera de mi admirado Tim Burton. Pero quiero hacer especial hincapié en quien es, en lugar de Alicia (la bisoña Mia Wasikowska), el verdadero "protagonista sorpresa" del film: El Sombrerero Loco, esto es, el gran, grandísimo Johnny Depp. Suyos son los mejores momentos y planos de la cinta, suya es la mejor interpretación y suyo es el cariño del espectador
desde su primera escena hasta la última, merced a un carisma y talento que pocos en Hollywood tienen hoy. Hasta 2010, era Alicia quien se había ganado un hueco en nuestros corazones y recuerdos; ahora tendrá que hacer hueco a ese sombrerero tierno, excéntrico, frágil y valiente que encarna Depp.

Por lo demás, esta "Alicia en el País de las Maravillas" gustará igual a niños y mayores ya que, quitando el barniz infantil que impregna la historia, Burton ha realizado una película que es en esencia una reivindicación de la madurez, del crecimiento, del paso de la infancia a la vida adulta mediante la toma de decisiones propias y la forja individual del destino, pero sin olvidar bajo ningún concepto esa imaginación (locura) que forma parte capital de nuestra infancia ni al niño que todos llevamos dentro (el sombrerero). Éste y no otro es el gran mensaje que encierra este film destinado ya a estar entre mis favoritos más entrañables, aunque sólo sea por ese espléndido diálogo:

El Sombrero Loco pregunta:
- ¿Me he vuelto loco?
Alicia finge tomarle la temperatura de su frente y luego contesta:
- Temo que sí. Estás completamente loco. Pero te diré un secreto. Las mejores personas lo están.


jueves, 1 de abril de 2010

Furia de versiones: ¿Es tan difícil versionar un mito?

Anoche acudí al cine para ver, en estreno, la película "Furia de titanes", remake del clásico y entrañable film de 1981, que aborda el mito de Perseo. Mito que también es el eje de la saga literaria "Percy Jackson" que tuvo recientemente su primera adaptación cinematográfica: "Percy Jackson y el ladrón del rayo". Tan curiosa circunstancia permite establecer comparaciones que son ciertamente odiosas:
  • Percy Jackson y el ladrón del rayo: Los libros de Rick Riordan (cuyas alabanzas ya canté en otro artículo) son una maravillosa puerta de entrada por la que niños y adolescentes pueden adentrarse en la mitología griega sin que el rigor y el respeto cultural lastren el entretenimiento. De ahí que alguien tuviera a bien hacer una película del primero de ellos pero que, dirigida por el a priori fiable (para este tipo de títulos dirigidos a los más jóvenes) Chris Columbus, ha resultado ser una auténtica basura, una bochornosa adaptación que mutila y tergiversa de forma indefendible el original literario, resultando así un film en el que el entretenimiento es ramplón y la excelente y divertida revisión de los mitos griegos del original literario se ve mermada por una increíble falta de tino y tacto. En definitiva, lo único bueno que tiene el film es que hay un momento en que el público puede salir de la sala y que habrá quien, por curiosidad, quiera leer los libros, que estos sí que merecen la pena de verdad.
  • Furia de titanes: Dos versiones tan distintas como válidas y entretenidas. La de 1981, dirigida por Desmond Davis y con un reparto con viejas glorias como Laurence Olivier, Claire Bloom o Ursula Andress en nómina, tiene a su favor que es bastante fiel al mito griego y que cuenta con los entrañables efectos especiales del grandísimo Ray Harryhausen, virtudes ambas que comparten con otra joya como "Jasón y los Argonautas". La de 2010, de Louis Leterrier, por su parte, tiene a su favor un pulso narrativo envidiable (se nota la mano del magistral Lawrence Kasdan) y unos efectos especiales que, sin desmerecer a los del maestro Ray, son francamente buenos. En cambio, hace una revisión muy particular de las hazañas de Perseo y se toma bastantes licencias para distanciarse del mito y de la película del 81 sin por ello perder dosis de entretenimiento. Además, los cinéfilos y seguidores de la película de Davis encontrarán en la de Leterrier algunos guiños a modo de homenaje que revelan el respeto de ésta por aquella. Por cierto, en este film, hay más de una escena y decorado que recuerda sospechosamente a los del magnífico videojuego "God of War"¿casualidad?...Por último, una curiosa duda que, servidor, como mitólogo y cinéfilo, tiene: ¿Por qué lo llaman Kraken cuando quieren decir Ceto?
En definitiva, Hollywood nos ha dado en apenas unos meses dos buenos ejemplos contrapuestos de cómo acercarse a un mito griego, por muchas licencias que se tomen: Bien, "Furia de Titanes", y mal, "Percy Jackson y el ladrón del rayo". Pero si de lo que se trata es de aprender mitología correctamente sin darse cuenta, mejor ver el film de Desmond Davis o leer los libros de Rick Riordan.

martes, 30 de marzo de 2010

"The Ghost Writer": Las manos que mecen la cuna

Ayer por la tarde vi "The Ghost Writer", película del a menudo brillante y siempre polémico Roman Polanksi protagonizada estupendamente por Ewan McGregor, Pierce Brosnan y Olivia Williams.

Desde las primeras escenas, ya queda claro que "El escritor", como así se ha tenido a bien llamar en España, es un thriller político-policíaco de tanta calidad que tiene elementos del mejor Hitchcock y el colmillo retorcido del mejor Polanksi, constituyendo así un film que tanto por su dosis de entretenimiento como por sus nada veladas críticas (hacia el mundo de la política, las editoriales, los medios de comunicación...), debe ser tenido en cuenta por cualquier espectador.

Basada en una novela de Robert Harris y filmada con elegancia, talento y tensión, la trama
gira en torno a las vicisitudes de un ingenuo "negro" (McGregor) o "escritor fantasma", como se dice en el mundo anglosajón, a quien una poderosa editorial encarga revisar y reescribir la autobiografía de un ex primer ministro británico (Brosnan), toda vez que su antecesor en el cometido ha muerto en extrañas circunstancias y el mandatario inglés se encuentra inmerso en una tormenta de acusaciones por su participación en la campaña mundial antiterrorista emprendida por Estados Unidos, con torturas a prisioneros y vuelos secretos de la CIA de fondo. A medida que el escritor ahonda en las entrañas de Adam Lang (trasunto sonrojante y lacerante de Tony Blair), se ve inmerso en un siniestro mundo de secretos e influencias donde primero peligra su honestidad profesional y luego su propia vida. Así las cosas, el biógrafo a su pesar se va revelando como un paladín de la verdad mientras inicia una cada vez más angustiosa odisea por salvar su alma, en todos los sentidos. ¿Conseguirá destapar los secretos más siniestros del señor Lang? ¿Será corrompido por el poder del dinero? ¿Se verá amedrentado por el amenazante contexto político-social? ¿Verá la luz finalmente la autobiografía del ex primer ministro? ¿Cuál será el precio a pagar por todos los implicados? La respuesta...en los cines.

Dejando a un lado los aspectos que hacen de "El escritor" un sensacional thriller, esta película me ha gustado mucho gracias al descarnado y valiente retrato que hace de las bambalinas del poder, un lugar de penumbra donde la manipulación y la corrupción, sean del tipo que sean, sostienen o dejan caer a las personas según los intereses de otras cuya verdadera relevancia jamás quedará al descubierto, auténticos poderes en la sombra que configuran el mundo que conocemos (el que nos ofrecen los medios de comunicación) y el
que ignoramos (el real). Escritores de seducción masiva, agentes de desinformación, políticos hipócritas, agencias cuyo control se escapa a cualquier ámbito geográfico y legal...muchos son los elementos que operan en la sombra de la nauseabunda política y quedetención de Polanski en septiembre de 2009, justo al finalizar el rodaje de esta película. Quién sabe...

Por último, una pista para quienes vayan a ver este recomendable título: "El escritor" es a Polanski lo que "Macbeth" a Shakespeare...y ya sabe que en esta última, el verdadero protagonista no es un hombre...


domingo, 21 de marzo de 2010

Por el placer de verla

Hay veces que el teatro demuestra por qué lleva siglos y siglos entre nosotros mientras todo lo demás ha cambiado. Anoche fue una de ellas. Vi en el teatro Amaya la obra "Por el placer de volver a verla" o, lo que es lo mismo, una nueva oportunidad para disfrutar de ese arte que bordan sobre un escenario los actores Miguel Ángel Solá y Blanca Oteyza, es decir, el de contar historias, transmitir sentimientos y conmover al público entretanto, como ya demostraron hace no mucho con la genial "Hoy: El diario de Adán y Eva de Mark Twain".

La trama de la obra gira en torno a la personal recreación de su madre (Nana) por parte de un dramaturgo (Miguel). A su lado y bajo su dirección, el público asiste a una sucesión de recuerdos dramatizados entre madre e hijo en los que hay espacio para todo lo que integra la tarea de vivir. El montaje no cuenta nada en especial pero todo lo que cuenta lo hace especial. Tan especial como puede ser algo íntimo. Tan especial como puede ser algo entrañable. Tan especial como sólo puede ser algo inolvidable.

Dirigida por el argentino Manuel González Gil y basada en la obra homónima (1998) del
canadiense Michel Tremblay, "Por el placer de volver a verla" es teatro en estado puro, sin etiquetas ni corsés de género, sin fastuosos decorados ni un elenco amplio. Dos actores ante el público y un torrente de emociones y sentimientos de un lado a otro del escenario. Es una obra que hablando del amor (materno-filial) y el teatro, acaba por conseguir que el espectador ame el teatro, gracias a las magníficas interpretaciones de Solá y Oteyza que realizan con sencillez, elegancia y talento un conmovedor paseo por todos los sentimientos que hacen que vivir valga la pena...y recordar, aún más. Mención especial merece Blanca Oteyza quien consigue hacer de Nana una madre arquetípica y única al mismo tiempo, universal y personal al unísono, esplendorosa, tierna, genial, maravillosa, inolvidable...como todas las madres, como mi madre. Es conmovedor ver tan perfectamente reflejado en escena un ser tan querido por mí, pensado por un autor que no conozco e interpretado por una actriz que jamás conocerá a mi madre. Creo que eso es parte del extraordinario encanto que emana esta obra.

Si la magia del teatro consiste en hacer olvidar al público todo durante un buen rato, establecer un vínculo cómplice e íntimo entre actores y espectadores y legar a estos últimos una sensación de placer que retumba dentro de su cabeza y corazón una vez finalizada la función, "Por el placer de volver a verla" es puro teatro...y, pese a su reiterativo final, una de las mejores obras que servidor ha tenido la suerte de ver...y una de las pocas que siempre recordará.


miércoles, 17 de marzo de 2010

"Green zone": Mentiras demasiado arriesgadas

Hoy he visto la película "Green zone", del siempre interesantísimo y honesto director Paul Greengrass, autor de conmovedoras maravillas como "United 93", "Omagh" o "Bloody sunday" y de entretenidísimos thrillers como los de la saga Bourne. La película, ambientada en los días posteriores a la invasión bélica de Iraq en 2003 y basada en un libro me imagino que francamente interesante (a juzgar por su traslación cinematográfica), es superficialmente un ameno thriller de acción y espionaje amparado por la zona que da título a la cinta y cuyo eje argumental es la supuesta existencia de armas de destrucción masiva.

Si nos quedáramos con eso, tendríamos una estupenda película para pasar un buen rato. Pero es que "Green zone" no es sólo eso. Es, en el fondo, la mejor crítica que he visto en la gran pantalla al despropósito pepretrado por EEUU y cía en Iraq, un cisco asentado en argumentos falsos (la tenencia de armas de destrucción masiva), alentado por ignorantes, en el mejor de los casos, o sinvergüenzas, en el más común de ellos, y cuyo coste en vidas inocentes (en todos los "bandos") roza lo obsceno.

"Green zone" es una película de héroes, villanos y antihéroes, como cualquier film de este género, pero también es una cinta honesta que se limita a reflejar sin saña pero con
contundencia, con inteligencia pero evitando la suficiencia, el papel asumido por burócratas, militares, medios de comunicación y civiles en un conflicto que ya antes de comenzar hizo bueno el aforismo "En una guerra, la primera víctima es la verdad". Esta obra del británico Greengrass muestra el poder de la mentira, tan infamante como letal, y, además, evidencia sin remilgos la absurda, caníbal y cainita rivalidad (analizada magníficamente por Bob Woodard en su libro "Negar la evidencia") entre distintos estamentos y agencias norteamericanas, cuyo resultado es el caos político, logístico y militar que todos conocemos desde hace años en aquella región.

Con una red de secretos, mentiras y traiciones a varias bandas como la existente en Iraq, era bastante previsible que algún avispado director hiciera de ella el telón de fondo perfecto para un thriller, como así ha hecho Greengrass en esta película protagonizada por un valiente Matt Damon, no tanto por el alférez que interpreta (que también) sino por la honradez y madurez política que demuestra al encabezar esta producción que escocerá (y mucho) en varios despachos a lo largo de todo el mundo.

En definitiva, "Green Zone" es una película que quizás por su género pueda caer injustamente en la desconsideración, pero que atesora todas las virtudes (cinematográficas y morales) de las que adolece el film al que los recientes (y desafortunados) Óscar han convertido en uno de los más sobrevalorados de todos los tiempos: "En tierra hostil". Es lamentablemente curioso como dos películas ambientadas en la misma región y utilizando el mismo conflicto como marco argumental pueden ser tan distintas...Supongo que el factor diferencial es el talento y la honradez, dos de los distintivos de Greengrass.


viernes, 12 de marzo de 2010

Delibes, el último de los grandes

Ha muerto Miguel Delibes. Gran periodista, excelso escritor, sensacional persona...con Delibes el periodismo, la literatura y España pierden a uno de sus mejores referentes y yo, al autor cuyas obras me hicieron soñar con seguir su camino. Por esto, este artículo no será un obituario al uso ni una reseña o semblanza de las que se acostumbran en estas ocasiones.

Delibes fue, es y será, junto a Pío Baroja, el autor que, en primera instancia, alimentó en mi niñez la afición por disfrutar de la lectura y, posteriormente, la pasión por escribir. Ambos son mis padres literarios (después "llegaron" a mi vida Valle-Inclán, García Lorca y Cela, en lo literario, y Larra y Pérez-Reverte, en lo periodístico) pero era el castellano quien tenía más afecto e influencia en mí. Espejo en el que mirarme, a él le debo muchísimas de mis mejores horas de ocio y evasión y buena parte de mi modesto estilo literario. Por eso, espero que se entienda que la pérdida de este hombre sea para mí especialmente dolorosa.

Orfebre de la lengua, incomparable descriptor de la naturaleza (del hombre y de la otra, en proporciones inconmensurables en ambos casos), artesano de los sentimientos, quintaesencia de las virtudes de las gentes castellanas (cuya sangre corre honrosamente por mis venas), maestro de la sinceridad...Delibes encarna para mí todo lo que yo sólo puedo soñar con ser en lo literario y en lo personal. Con él concluye la que en mi opinión es la edad de plata de las letras españolas (iniciada por la generación del 98, continuada por la del 27 y encumbrada por los autores de la posguerra) que poco tiene que envidiar al Siglo de Oro. ¿Después de él? La nada. Un erial donde el marketing y el esnobismo se encargan de disimular la obscena falta de talento y la miopía intelectual y emocional que caracteriza a la mayor parte de los "literatos" actuales.

Leyendo a Delibes disfruté de la lectura, leyendo a Delibes amé el noble oficio de escribir, leyendo a Delibes conocí buena parte del alma del ser humano. Por eso, creo que más vale concluir aquí este artículo en memoria de Don Miguel si con ello consigo que te abalances sobre cualquier ejemplar de una de sus obras, no importa el título. Yo guardo especial recuerdo de dos: "El camino", con la que le conocí, y "El hereje", con la que le despedí. Pocas veces la lengua castellana y el idioma español han alcanzado tan altas cotas de calidad literaria y hondura emocional. Descansa en paz, Miguel...te veo en los libros.

domingo, 7 de marzo de 2010

"En tierra hostil": Histerias de la guerra, migrañas bélicas

Acabo de ver la película "En tierra hostil", uno de los grandes éxitos de la temporada y principal rival de "Avatar" en los Óscar, ya que está nominada a nueve estatuillas. Como tantos otros films, éste ambienta su trama en una contienda bélica (la ¿postguerra? de Iraq) para intentar hablar al espectador de interesantes elementos psicológicos y emocionales como la adicción a la adrenalina, la percepción de la vida normal como vacío, la peligrosa cristalización de planteamientos maniqueos o la temeridad como reducto de cordura en un mundo desquiciado. Para ello, en "The hurt locker" Kathryn Bigelow muestra al espectador el día a día de una brigada de artificieros cuyo cometido es, principalmente, desactivar cualquier bomba en la caótica y candente Iraq, una región donde poca gente es bienvenida y en la que la muerte es algo tan cotidiano que se puede observar quietamente desde un balcón.

Tras verla, tengo la sensación de que, pese a ser una buena película, "En tierra hostil" no merece tantos parabienes. Técnicamente está muy cuidada (fotografía, sonido, montaje), pero las interpretaciones son meramente aceptables y al guión le falta un poco más de elaboración para dotar de mayor empaque a una trama y unos personajes que van perdiendo fuelle a medida que el metraje navega entre el drama bélico y el thriller de acción.

Lo más notable de este título es la espléndida consecución de hacer al espectador partícipe de una tensión casi constante y de sentir en la piel una perenne sensación de hostilidad y amenaza. Eso, unido al descubrimiento del carismático actor Jeremy Renner y las curiosas (y letales) colaboraciones de buenos actores como Ralph Fiennes o Guy Pearce, son los grandes méritos de "En tierra hostil".

Por contra, la ausencia de clímax argumentales y el tenue pero evidente planteamiento maniqueo de buenos (los americanos) y malos (los iraquíes), son dos defectos que lastran lo que podría haber sido un excelente film.

Por lo demás, la película de Bigelow se ve superada, en distintos aspectos, por títulos como "Jarhead" (análisis psicológico), "Redacted" (reflejo de la cotidianidad en zona bélica), "Syriana" (análisis sociopolítico) o, incluso, "La sombra del reino" (como thriller de acción), ambientados todos ellos en esas cálidas regiones donde el ejército americano dista mucho de ser bienvenido.

En definitiva, "En tierra hostil" es una película interesante y entretenida pero que no merece tantos premios y elogios como se le han dado.